Moon, la ballena que nadó por más de 5.000 kilómetros con su espalda rota
La historia, aunque asombrosa, también es triste, señala una de las científicas que lleva diez años monitoreando a esta ballena jorobada. Llama la atención sobre la amenaza que representa para estos animales el tráfico de embarcaciones y las colisiones que se generan.
Desde hace 10 años, los científicos de una estación de investigación ubicada en la provincia occidental de Canadá, Columbia Británica, observan a una gigantesca ballena jorobada que llega hasta esas aguas en búsqueda de krill, un pequeño crustáceo que representa una parte fundamental en la alimentación de estos cetáceos. Tras la década de observaciones decidieron bautizarla Moon. (Puede leer: Con protestas inició la reunión de la Organización Marítima Internacional en Londres)
Hace dos años, unas imágenes obtenidas con dron los llenaron de alegría, pues vieron a Moon en compañía de una cría. Sin embargo, en septiembre de este año, nuevamente por fotos logradas con un dron, los investigadores notaron que la ballena presentaba una grave lesión en la parte baja de la espalda.
“Fue uno de esos momentos de ‘oh Dios mío’ cuando supimos que era Moon. No es como si tuviera escoliosis o algo que surgiera de la nada, fue golpeada por algo muy fuerte. Nunca había visto algo así en mi vida de investigador”, le dijo Janie Wray a The Guardian. Wray es la directora ejecutiva de BC Whales, una ONG dedicada al estudio de estos animales. (Le puede interesar: Elvira Alvarado, una vida dedicada a salvar a los corales)
A inicios de diciembre, Moon fue vista en la costa de Maui, una isla del Pacífico Central que hace parte de Hawái. La distancia entre el centro de investigación en Fin Island, territorio de las Primeras Naciones Gitga’at, hasta la isla del Pacífico es de poco más de 4.800 kilómetros de distancia, aseguró Wray. “Sin el uso de su cola, estaba literalmente haciendo la braza para hacer esa migración. Es absolutamente asombroso. Pero también te rompe el corazón”, apuntó la investigadora.
Ahora, Wray señala que no hay mucho que hacer por la ballena y agrega que morirá pronto. Sin embargo, reconoce que la increíble y dolorosa travesía de Moon, puede servir para llamar la atención de un problema que parece no tener fin: la colisión de embarcaciones con estos animales. (También puede leer: ¿Hembra o macho? La difícil pregunta con el pirarucú, el gigantesco pez de río)
Este problema, que también se extiende hasta el Pacífico colombiano, como contamos acá, muestra que el tráfico marino aún tiene una gran deuda con una población de ballenas que está en recuperación. Tanto en las costas de Canadá, como las de Hawái y Colombia, las recomendaciones de los científicos al respecto apuntan a que es importante reconocer las rutas de las ballenas y establecer límites de velocidad para las embarcaciones.
Desde hace 10 años, los científicos de una estación de investigación ubicada en la provincia occidental de Canadá, Columbia Británica, observan a una gigantesca ballena jorobada que llega hasta esas aguas en búsqueda de krill, un pequeño crustáceo que representa una parte fundamental en la alimentación de estos cetáceos. Tras la década de observaciones decidieron bautizarla Moon. (Puede leer: Con protestas inició la reunión de la Organización Marítima Internacional en Londres)
Hace dos años, unas imágenes obtenidas con dron los llenaron de alegría, pues vieron a Moon en compañía de una cría. Sin embargo, en septiembre de este año, nuevamente por fotos logradas con un dron, los investigadores notaron que la ballena presentaba una grave lesión en la parte baja de la espalda.
“Fue uno de esos momentos de ‘oh Dios mío’ cuando supimos que era Moon. No es como si tuviera escoliosis o algo que surgiera de la nada, fue golpeada por algo muy fuerte. Nunca había visto algo así en mi vida de investigador”, le dijo Janie Wray a The Guardian. Wray es la directora ejecutiva de BC Whales, una ONG dedicada al estudio de estos animales. (Le puede interesar: Elvira Alvarado, una vida dedicada a salvar a los corales)
A inicios de diciembre, Moon fue vista en la costa de Maui, una isla del Pacífico Central que hace parte de Hawái. La distancia entre el centro de investigación en Fin Island, territorio de las Primeras Naciones Gitga’at, hasta la isla del Pacífico es de poco más de 4.800 kilómetros de distancia, aseguró Wray. “Sin el uso de su cola, estaba literalmente haciendo la braza para hacer esa migración. Es absolutamente asombroso. Pero también te rompe el corazón”, apuntó la investigadora.
Ahora, Wray señala que no hay mucho que hacer por la ballena y agrega que morirá pronto. Sin embargo, reconoce que la increíble y dolorosa travesía de Moon, puede servir para llamar la atención de un problema que parece no tener fin: la colisión de embarcaciones con estos animales. (También puede leer: ¿Hembra o macho? La difícil pregunta con el pirarucú, el gigantesco pez de río)
Este problema, que también se extiende hasta el Pacífico colombiano, como contamos acá, muestra que el tráfico marino aún tiene una gran deuda con una población de ballenas que está en recuperación. Tanto en las costas de Canadá, como las de Hawái y Colombia, las recomendaciones de los científicos al respecto apuntan a que es importante reconocer las rutas de las ballenas y establecer límites de velocidad para las embarcaciones.