Olas de cien metros y remolinos de diez km de ancho: el océano Austral está cambiando
Este océano está experimentando cambios profundos a gran escala, muchos de ellos a un ritmo acelerado y sin precedentes. Entender esos cambios es clave para comprender el cambio climático.
Las Naciones Unidas han identificado el período 2021-2030 como el Decenio de las Ciencias Oceánicas, con el objetivo de mejorar las predicciones sobre el cambio climático y oceánico. Una mejor comprensión del Océano Austral, también conocido como el Océano Antártico, es fundamental para este esfuerzo, ya que es el eje central del océano global. Este océano es el cuarto océano más grande del mundo y juega un papel crucial en la regulación del clima global y en el ecosistema marino. Una nueva investigación ayuda a revelar algunos de sus secretos y por qué puede ser una gran sala de máquinas global.
El océano Austral es el lugar de formación de gran parte del agua densa que llena el océano profundo, retiene la mayor parte del calor y el carbono antropogénicos (que son producto de la actividad humana) y controla el flujo de calor hacia la Antártida. La circulación a gran escala del Océano Austral está fuertemente influenciada por las interacciones con el hielo marino y las plataformas de hielo, y está mediada por procesos de menor escala, incluidos los remolinos y las olas. Sin embargo, esa compleja interacción sigue siendo poco comprendida, lo que afecta la capacidad humana de comprender, modelar y predecir el clima global y los cambios en el nivel del mar. El estudio recién publicado resume el estado actual de la comprensión del océano Austral, cómo está cambiando y dónde se encuentran las lagunas de conocimiento.
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En el artículo describen este océano como “un entorno hostil, dinámico y remoto que influye profundamente en el clima presente y futuro de la Tierra”. Es el hogar, continúa el artículo, de los vientos más fuertes del océano global, las temperaturas superficiales oceánicas más frías, las plataformas de hielo más grandes, las corrientes oceánicas más voluminosas, las olas superficiales más extremas. Allí convergen y se mezclan las aguas de las cuencas del Atlántico, el Pacífico y el Índico. Como tal, la dinámica única del océano Austral controla el flujo de calor hacia los márgenes de la Antártida, controlando así la estabilidad de la capa de hielo antártica, la masa de hielo más grande de la Tierra, equivalente a 58 metros del nivel del mar global.
Sin embargo, este océano está experimentando cambios profundos a gran escala, muchos de ellos a un ritmo acelerado y sin precedentes. Estos cambios incluyen los mínimos de hielo marino más bajos jamás registrados en los últimos dos veranos australes, el rápido derretimiento de las plataformas de hielo de la Antártida occidental, el calentamiento y enfriado de las aguas abisales formadas en él. Esto, dicen los científicos, ya se puede observar en dinámicas como corrientes oceánicas de miles de kilómetros, remolinos de diez kilómetros de ancho en la plataforma continental y olas superficiales a escala de cien metros.
“Realizar mediciones en el océano Austral es sumamente complicado debido a su ubicación remota y a las condiciones hostiles”, dicen algunos los autores del estudio, Lucas Bennett, Callum Shakespeare y Catherine Vreugdenhil, en The Conversation. La investigación identificó varias áreas como una prioridad clave para futuras investigaciones en el Océano Austral, entre ellas, las observaciones de las temperaturas oceánicas y el derretimiento debajo de las plataformas de hielo, así como las mediciones de la formación de agua densa.
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“Se necesitan más datos para monitorear los cambios y proporcionar alertas tempranas sobre eventos climáticos significativos, como el colapso de las capas de hielo. También se necesitan más datos para informar y evaluar los modelos informáticos en los que se basan los gobiernos, la industria y la sociedad para predecir el clima futuro”, dicen los autores. Desafortunadamente, las observaciones oceánicas son caras. Por ejemplo, el nuevo satélite SWOT –un proyecto conjunto de la Unión Europea y los Estados Unidos para medir la superficie del océano con una resolución sin precedentes– costó más de 1.000 millones de dólares.
“Actualmente, sin embargo, anotan los autores en The Conversation , nos encontramos en el Decenio de las Naciones Unidas de las Ciencias Oceánicas, cuyo objetivo es mejorar las predicciones sobre el cambio climático y oceánico. Una mejor comprensión del Océano Austral es vital para este esfuerzo”.
Las Naciones Unidas han identificado el período 2021-2030 como el Decenio de las Ciencias Oceánicas, con el objetivo de mejorar las predicciones sobre el cambio climático y oceánico. Una mejor comprensión del Océano Austral, también conocido como el Océano Antártico, es fundamental para este esfuerzo, ya que es el eje central del océano global. Este océano es el cuarto océano más grande del mundo y juega un papel crucial en la regulación del clima global y en el ecosistema marino. Una nueva investigación ayuda a revelar algunos de sus secretos y por qué puede ser una gran sala de máquinas global.
El océano Austral es el lugar de formación de gran parte del agua densa que llena el océano profundo, retiene la mayor parte del calor y el carbono antropogénicos (que son producto de la actividad humana) y controla el flujo de calor hacia la Antártida. La circulación a gran escala del Océano Austral está fuertemente influenciada por las interacciones con el hielo marino y las plataformas de hielo, y está mediada por procesos de menor escala, incluidos los remolinos y las olas. Sin embargo, esa compleja interacción sigue siendo poco comprendida, lo que afecta la capacidad humana de comprender, modelar y predecir el clima global y los cambios en el nivel del mar. El estudio recién publicado resume el estado actual de la comprensión del océano Austral, cómo está cambiando y dónde se encuentran las lagunas de conocimiento.
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En el artículo describen este océano como “un entorno hostil, dinámico y remoto que influye profundamente en el clima presente y futuro de la Tierra”. Es el hogar, continúa el artículo, de los vientos más fuertes del océano global, las temperaturas superficiales oceánicas más frías, las plataformas de hielo más grandes, las corrientes oceánicas más voluminosas, las olas superficiales más extremas. Allí convergen y se mezclan las aguas de las cuencas del Atlántico, el Pacífico y el Índico. Como tal, la dinámica única del océano Austral controla el flujo de calor hacia los márgenes de la Antártida, controlando así la estabilidad de la capa de hielo antártica, la masa de hielo más grande de la Tierra, equivalente a 58 metros del nivel del mar global.
Sin embargo, este océano está experimentando cambios profundos a gran escala, muchos de ellos a un ritmo acelerado y sin precedentes. Estos cambios incluyen los mínimos de hielo marino más bajos jamás registrados en los últimos dos veranos australes, el rápido derretimiento de las plataformas de hielo de la Antártida occidental, el calentamiento y enfriado de las aguas abisales formadas en él. Esto, dicen los científicos, ya se puede observar en dinámicas como corrientes oceánicas de miles de kilómetros, remolinos de diez kilómetros de ancho en la plataforma continental y olas superficiales a escala de cien metros.
“Realizar mediciones en el océano Austral es sumamente complicado debido a su ubicación remota y a las condiciones hostiles”, dicen algunos los autores del estudio, Lucas Bennett, Callum Shakespeare y Catherine Vreugdenhil, en The Conversation. La investigación identificó varias áreas como una prioridad clave para futuras investigaciones en el Océano Austral, entre ellas, las observaciones de las temperaturas oceánicas y el derretimiento debajo de las plataformas de hielo, así como las mediciones de la formación de agua densa.
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“Se necesitan más datos para monitorear los cambios y proporcionar alertas tempranas sobre eventos climáticos significativos, como el colapso de las capas de hielo. También se necesitan más datos para informar y evaluar los modelos informáticos en los que se basan los gobiernos, la industria y la sociedad para predecir el clima futuro”, dicen los autores. Desafortunadamente, las observaciones oceánicas son caras. Por ejemplo, el nuevo satélite SWOT –un proyecto conjunto de la Unión Europea y los Estados Unidos para medir la superficie del océano con una resolución sin precedentes– costó más de 1.000 millones de dólares.
“Actualmente, sin embargo, anotan los autores en The Conversation , nos encontramos en el Decenio de las Naciones Unidas de las Ciencias Oceánicas, cuyo objetivo es mejorar las predicciones sobre el cambio climático y oceánico. Una mejor comprensión del Océano Austral es vital para este esfuerzo”.