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Desde inicios de diciembre de 2022, 23 ballenas muertas han llegado a la costa de Estados Unidos, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés). Nueva Jersey y Nueva York, únicamente, han recibido 12 de ellas.
La última muerte se registró en la península de Rockaway, en Nueva York, en febrero de este año. Aunque este fenómeno no es nuevo, ya que se registra todos los años, hay algunas circunstancias que tienen preocupadas a las autoridades este 2023, como el ritmo en que se han presentado las muertes. La mayoría de ballenas afectadas han sido ballenas jorobadas.
En total, desde 2016, se han registrado 187 muertes de ballenas a lo largo de la costa Atlántica, según NOAA. Aunque el número total de muertes ha sido mayor en otros años, como en 2017 cuando se presentaron 34 o 2020 cuando hubo 33, solo en tres meses de este año se han registrado 13. Si este ritmo sigue, para finales del año podrían haber unas 52 muertes. (También puede leer: La ONU firmó un histórico acuerdo para proteger la altamar: ¿para qué servirá?)
¿Por qué las muertes de las ballenas? Los científicos creen que se trata de una confluencia de factores. Los exámenes post mortem que ha conducido la NOAA sugieren que la mayoría de casos son causados por colisiones con embarcaciones.
Desde 2016, agrega la agencia, “de las ballenas examinadas, alrededor del 40% presentaban indicios de interacción humana, ya fuera por impacto con embarcaciones o por enredo”.
Hay otra situación sobre la que miembros de la comunidad prendieron las alarmas hace unos meses. La racha de muertes también ha coincidido con trabajos que se han hecho anticipadamente, antes de la instalación de una docena de parques eólicos offshore (costa afuera) desde Massachusetts hasta Virginia. (Le puede interesar: Amazon donará $171 millones a proyecto para proteger el páramo de Chingaza)
Los opositores de estos proyectos han manifestado que el sonar utilizado por las empresas para cartografiar el fondo oceánico o el ruido causado por el muestreo de rocas del lecho marino podrían estar contribuyendo a la muerte de las ballenas.
En enero de este año, tras la muerte de una ballena jorobada, que llegó a las costas de Maryland, funcionarios de la NOAA y de la Oficina de Gestión de la Energía Oceánica (BOEM) tuvieron que programar una rueda de prensa para desmentir esto.
Benjamin Laws, jefe adjunto de permisos y conservación de la Oficina de Recursos Protegidos de Pesca de la NOAA, declaró: “No hay información que demuestre que los equipos utilizados para el desarrollo de la energía eólica marina puedan provocar directamente la muerte de una ballena. No se conocen conexiones entre ninguna actividad eólica marina y ningún varamiento de ballenas”.
Lo cierto, sin embargo, es que, en más de la mitad de las ballenas encontradas varadas, los investigadores no pueden determinar la causa definitiva de su muerte. En algunos casos, los cuerpos están demasiado descompuestos, mientras que en otros pudieron haber muerto por infecciones o bacterias difíciles de detectar.
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