Un llamado de alerta: los peces migratorios de agua dulce están desapareciendo
Esta semana se publicó un informe que muestra la grave situación que enfrentan los peces migratorios de agua dulce: en 50 años sus poblaciones han disminuido rápidamente y de manera silenciosa. Latinoamérica es la región del mundo donde la pérdida es más dramática, con un 91%. En el marco del Día Mundial de la Biodiversidad, ¿por qué esta pérdida debería importarnos a todos? ¿Qué está haciendo Colombia para hacerle frente? ¿Qué acciones aún podemos tomar?
Daniela Quintero Díaz
En Latinoamérica ocurre una de las migraciones más impresionantes y largas de la naturaleza: la de los grandes bagres amazónicos que, durante su ciclo de vida, recorren casi 12 mil kilómetros pasando por al menos cinco países de la región (entre esos Colombia) y atravesando a lo ancho del continente. El bagre dorado (Brachyplatystoma rousseauxii) ostenta el récord de la migración de agua dulce más larga en el mundo. Para crecer, alimentarse, reproducirse y sobrevivir se mueve entre las cabeceras de los Andes y la desembocadura del océano Atlántico, en Brasil.
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En Latinoamérica ocurre una de las migraciones más impresionantes y largas de la naturaleza: la de los grandes bagres amazónicos que, durante su ciclo de vida, recorren casi 12 mil kilómetros pasando por al menos cinco países de la región (entre esos Colombia) y atravesando a lo ancho del continente. El bagre dorado (Brachyplatystoma rousseauxii) ostenta el récord de la migración de agua dulce más larga en el mundo. Para crecer, alimentarse, reproducirse y sobrevivir se mueve entre las cabeceras de los Andes y la desembocadura del océano Atlántico, en Brasil.
Aunque la migración es parte fundamental de su ciclo de vida, su paso por los diferentes cuerpos de agua y países es cada vez más un desafío. Y su ruta se encuentra altamente amenazada. En ella, se enfrentan a un sinnúmero barreras, contaminación, minería y cambios del ciclo del agua que han diezmado sus poblaciones. Aunque los grandes bagres amazónicos están entre los más icónicos de la región, no son los únicos que están viéndose amenazados. (Le recomendamos: Peces amazónicos: un reflejo de las amenazas que sufre la Amazonía)
Esta semana se publicó el más reciente informe del Índice Planeta Vivo para peces migratorios de agua dulce, y los hallazgos son alarmantes. El estudio evidenció una caída a nivel mundial del 81% de las poblaciones analizadas. En Latinoamérica y el Caribe el colapso es más dramático: entre 1970 y 2020, las poblaciones de peces migratorios de agua dulce han descendido en un 91 %, un promedio de – 5% cada año.
En el análisis se tuvieron en cuenta 248 especies y más de 1.800 poblaciones de dichas especies. Y la tendencia es clara, en los últimos cincuenta años se ha presentado una caída constante en sus poblaciones. Como asegura el documento, estos peces, que evolucionaron y se adaptaron durante millones de años a desafíos naturales, no han podido sobrellevar las actividades humanas que ahora están causando las pérdidas masivas de sus poblaciones. “Históricamente, las políticas han impulsado prácticas poco sostenibles, como las hidroeléctricas, la minería y el desvío de agua; y en las últimas décadas se ha presenciado un fuerte aumento de actividades peligrosas para muchos peces neotropicales”, aseguran los autores. “Es posible que la situación se vuelva peor”. (Puede leer: La ruta amenazada de los bagres amazónicos)
La pérdida de hábitat, la fragmentación de los ríos por represas y otras barreras, y la transformación de los humedales para la agricultura suman cerca del 50 % de las causas de amenazas para peces migratorios de agua dulce. La sobreexplotación, el aumento de la contaminación y la presión del cambio climático también hacen parte del panorama.
Y es que las aguas continentales, incluidos los ríos, lagos y humedales, representan algunos de los ecosistemas más amenazados del planeta. En solo 50 años, más del 35% de los humedales se ha perdido a nivel global. Están desapareciendo tres veces más rápido que los bosques, principalmente, por el cambio del uso del suelo, la ganadería y la agricultura. Con su colapso, también están desapareciendo las especies que los habitan, como los peces migratorios.
En palabras de Silvia López-Casas, doctora en Biología y especialista de ecosistemas acuáticos de Wildlife Conservation Society (WCS), “lo que estamos viendo es, en parte, el resultado de políticas que están mal apuntadas, porque no se han preocupado por conservar la integridad de los ecosistemas acuáticos, por mantener la integridad de la cuenca, la calidad del agua; sino porque tengamos agua potable disponible”.
“Lo que está pasando es dramático”, afirma, por su parte, Saulo Usma, experto en ecosistemas de agua dulce de WWF. “La tendencia muestra que, lejos de hacer frente a esa pérdida, la caída de las poblaciones está aumentando”, insiste. Como también asegura el informe, esa caída no solamente implica una pérdida de biodiversidad, sino que también pone en riesgo la seguridad alimentaria y los modos de vida de millones de personas, así como la supervivencia de otras especies y la salud de los ríos, lagos y humedales.
Más allá de los peces, los impactos en la salud y seguridad alimentaria
La migración de los peces de agua dulce se caracteriza por tener movimientos cíclicos y predecibles que estos animales hacen entre hábitats que son importantes para completar su ciclo de vida. Muchos, por ejemplo, migran entre ríos, lagos, océanos y otros cuerpos de agua en diferentes etapas de su vida: para crecer, para alimentarse o para reproducirse, por mencionar algunos casos.
Pero en esa migración, también juegan un papel ecológico y social muy importante. Dispersan semillas, controlan las poblaciones de otras especies, mantienen la salud de los ríos y sirven de alimento para millones de personas a lo largo de las cuencas. Uno de los casos más conocidos en Colombia es, por ejemplo, la popular “subienda” de los bocachicos. Si sus poblaciones disminuyen, estas funciones ecológicas también se verán afectadas.
“No se necesita ser un experto para ir a cualquiera de nuestros ríos y ver la gravedad del asunto”, asegura Usma, de WWF. “Si uno le pide a cualquier persona que vaya al río más cercano y que se tome un vaso de agua, creo que todos pensaríamos que se trata de una locura. Es decir, sabemos que la situación con nuestros ríos es grave, pero no somos tan conscientes de cuáles son los impactos de eso en nosotros”, insiste.
Por eso, más allá de las cifras de la caída de las poblaciones, este informe hace un llamado de atención a los impactos que puede tener en las personas, comunidades vulnerables, la salud de los ecosistemas y la economía la pérdida de estas especies. Como aseguró Herman Wnningen, fundador de la World Fish Migration Foundation (una de las organizadoras del reporte) en el lanzamiento, “los peces migratorios de agua dulce son vitales para la seguridad alimentaria y las necesidades nutricionales de cientos de millones de personas en el mundo, particularmente, de las comunidades más vulnerables. Además, soportan las formas de vida de decenas de millones más, desde quienes trabajan en las pesquerías locales hasta el comercio global y la producción de productos derivados de estas especies e, incluso, quienes se benefician pesca recreativa”.
Usma, de WWF, coincide: “Los ríos son la despensa más abundante y económica de proteina que hay. Hay mucha gente, sobre todo en países como el nuestro, que depende casi exclusivamente de los pescados en su consumo de proteína”, afirma. Por eso, resalta que este informe va más allá del diagnóstico, de presentar la “sintomatología” de la crisis, y que emite las alertas, pero también las posibilidades de qué es lo que podemos empezar a hacer.
Todavía hay esperanza, ¿qué podemos hacer?
El informe también documenta acciones que se han implementado y que han contribuido a que cerca un tercio de las poblaciones analizadas se hayan recuperado en los últimos años. Las intervenciones, señalan, incluyen varias propuestas: el manejo de las pesquerías, la restauración de los hábitats, la remoción de barreras y represas, la creación de áreas de conservación y medidas de protección y manejo legal enfocadas en algunas especies. “Encontramos que las poblaciones de peces migratorios de agua dulce que han recibido algún tipo de manejo, han disminuido menos (-43 %) que las que no tienen ninguna figura de manejo (-88 %), resalta el documento.
En Europa, por ejemplo, donde la pérdida de poblaciones de peces migratorios de agua dulce está en un 75 %, en los últimos años se han impulsado enormes esfuerzos para remover cientos de represas y barreras en los ríos. Solo en 2023 se removieron 487 barreras, una cifra récord. En cambio, de acuerdo con el informe Amazonia Viva de WWF, en el bioma amazónico “hay alrededor de 250 proyectos propuestos para la construcción de represas, lo que podría alterar severamente la hidrología de todo el bioma y tener impactos catastróficos sobre las especies de peces migratorios”.
De hecho, Colombia fue uno de los países que impulsó y propuso el “Freshwater Challenge”, una iniciativa que busca incluir a los ecosistemas de agua dulce en las metas y compromisos de conservación que los países ya están implementando y reportando ante Naciones Unidas. ¿Cómo? A través de la restauración de 300.000 km de ríos degradados y 350 millones de hectáreas de humedales degradados para 2030. Actualmente, 46 países hacen parte de la iniciativa.
Ahí se incluye otra de las recomendaciones del estudio: proteger y restaurar los ríos que fluyen libremente y crear “autopistas” protegidas para los peces migratorios. “Establecer colaboraciones regionales para proteger, restaurar y manejar cada una de esas autopistas”, aseguran. La iniciativa, que ya existe y se titula Global Swimways, identifica y prioriza ríos que son claves en esas rutas migratorias, y que son importantes a nivel ecológico, cultural y económico en relación con estas especies.
Sin embargo, como también destacan los científicos, a la par de las medidas de protección y restauración, se necesitan medidas urgentes para fortalecer el monitoreo, estudio científico y conocimiento de las historias de vida de los peces migratorios. Como nos explicaba hace unos meses César Bonilla, biólogo del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas, SINCHI, en Puerto Leguízamo, “La historia de los peces es una historia incompleta. Al tener una migración tan larga, hay partes del ciclo de vida de estas especies que ocurren en otras zonas, territorios, comunidades o países, y que desconocemos”. “A nosotros nos toca solo una partecita”, agregaba.
De ahí a que el informe también resalte la necesidad de expandir la cooperación internacional, agregar más especies migratorias de agua dulce a la Convención de Especies Migratorias y promover más compromiso público y político hacen parte de las recomendaciones.
En Colombia, resalta Usma, ya hay algunas acciones que van encaminadas a ese propósito. El año pasado, por ejemplo, se empezó a actualizar el listado de las especies migratorias que hacen parte de la diversidad colombiana. También se publicó hace unos meses la resolución de la lista de especies amenazadas del país, que pasa de 1.300 especies a 2.103 especies. El Ministerio de Ambiente estaría trabajando en un decreto que busca proteger a las especies migratorias y evaluar qué se está haciendo desde diferentes autoridades nacionales, regionales y locales para protegerlas.
Aunque se ha ido avanzando, agrega Usma, todo eso, sin embargo, “no funciona si seguimos dejando que, de manera silenciosa, se nos escape toda esta vida. Hay que seguir la mejor de las indicaciones: que el ser humano, cuando se lo propone, es también capaz de revertir esta tendencia”.
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