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Recientes estudios estiman que cada año llegan entre 5 y 15 millones de toneladas de plástico a los océanos, provenientes en su mayoría de textiles sintéticos y neumáticos. Los microplásticos son residuos de plástico que surgen de la descomposición de piezas de plástico mayores y que pueden encontrarse incluso en el agua que bebemos o los alimentos que consumimos.
Una investigación publicada en la revista Science of The Total Environment estimó cuánto del plástico que ingieren las ballenas proviene de la filtración del agua del mar y cuánto se acumula de las presas que devoran. La investigación se hizo sobre ballenas del golfo de Hauraki, en las costas de Auckland, Nueva Zelanda. (Lea: Así hemos afectado la migración de las ballenas)
Para obtener los resultados se analizó el ADN de las heces de estos animales. Al analizar su composición, se encontraron 21 microfragmentos de plástico por cada seis gramos de excremento.
Teniendo en cuenta que las ballenas ingieren alrededor de cien bocados diarios de alimento y se alimentan principalmente de un tipo de plancton denominado krill, los análisis llevaron a la conclusión de que estos cetáceos están expuestos a más de 24.000 fragmentos de microplásticos por cada bocado de krill, lo que da un resultado de más de tres millones de microplásticos ingeridos al día. (Le puede interesar: Se quema la Reserva Bojonawi en el Vichada)
Esta cifra es cuatro veces mayor a las estimaciones que se tenían a partir de mediciones de las aguas de las superficies costeras. Lo que sugiere que las ballenas ingieren más microplásticos por medio de transferencia trófica, es decir, de la cadena alimentaria, que por la exposición ambiental.