Uno de los principales ríos de Santander tiene altos niveles de mercurio
Las concentraciones de mercurio en el río Suratá, que aporta el 40% del agua que se distribuye en Bucaramanga y su área metropolitana, pasaron de 100 microgramos a 163 microgramos, un nivel muy por encima de lo permitido.
Los habitantes de trece municipios de Santander se abastecen del agua del río Suratá, que nace en el páramo de Monsalve y desemboca en el Río Lebrija. Son, aproximadamente, más de un millón de personas que dependen de ese cuerpo de agua, que en este momento se encuentra en una compleja situación por las altas concentraciones de mercurio. Si bien la problemática se viene presentando desde hace varios años, en 2022 el Acueducto Metropolitano de Bucaramanga (AMB) ha alertado niveles históricos de este metal. (Lea Minambiente emite lineamientos para hacerle frente a enfermedad que afecta corales)
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Los habitantes de trece municipios de Santander se abastecen del agua del río Suratá, que nace en el páramo de Monsalve y desemboca en el Río Lebrija. Son, aproximadamente, más de un millón de personas que dependen de ese cuerpo de agua, que en este momento se encuentra en una compleja situación por las altas concentraciones de mercurio. Si bien la problemática se viene presentando desde hace varios años, en 2022 el Acueducto Metropolitano de Bucaramanga (AMB) ha alertado niveles históricos de este metal. (Lea Minambiente emite lineamientos para hacerle frente a enfermedad que afecta corales)
Aunque el decreto 1594 de 1984 indica que el máximo aceptable de mercurio en el agua para consumo humano es de 2 microgramos por litro, la resolución 2115 de 2007 disminuyó el porcentaje permitido a 1 microgramo por litro. Sin embargo, la situación del río Suratá es mucho más grave: el acueducto encontró 163 microgramos, la concentración más alta registrada hasta el momento. (Lea Pensaban que este gusano solo estaba en el mar, pero lo encontraron en un río colombiano)
Esta situación ha generado alerta en diferentes instituciones como la Defensoría, Procuraduría y al mismo acueducto, pues del río Suratá se toma el 40% del agua que se distribuye en Bucaramanga y su área metropolitana (Floridablanca, Girón y Piedecuesta).
“Estamos en riesgo porque una de nuestras principales fuentes de agua está siendo contaminada por metales pesados y por el uso de químicos para la extracción. Esto ya lo venimos diciendo desde hace mucho tiempo”, dijo el gerente del AMB, Hernán Clavijo.
Aunque el gerente afirmó que el agua que está llegando a los hogares de los usuarios tiene la calidad requerida y es libre de mercurio, la Defensoría del Pueblo sostuvo que el riesgo para los habitantes de las zonas ribereñas es bastante alto. Además, el organismo sostuvo que no hay un plan de acción definitivo para contrarrestar la contaminación por parte de la autoridad ambiental correspondiente.
Para entender el origen de la problemática es importante resaltar que uno de los afluentes que alimenta el río Suratá, es el río Vetas, ubicado en la provincia Soto Norte, en Santander, una zona caracterizada por la actividad minera. “Allí hay una gran cantidad de minería denominada ancestral, que se puede traducir como minería artesanal a pequeña escala de oro”, explica la geóloga, máster en geociencias, Katherine Andrea León.
De acuerdo con la geóloga, una de las causas de las altas concentraciones de mercurio es el aumento de la actividad minera y a su vez, la falta de control, vigilancia y regulación de la actividad por parte de las autoridades. “A pesar de que ellos han trabajado tanto tiempo con una manera de manufacturar nada amigable con el medio ambiente, nadie se ha preocupado de esto antes”, agrega León.
¿Cómo llega el mercurio al río?
Pese a que en Colombia está prohibido el uso del mercurio para la actividad minera desde julio de 2018, los monitoreos en los diferentes ríos demuestran que este metal sigue siendo usado para extraer oro.
“El mercurio es como un imán para el oro. El oro se une con el mercurio y forman lo que llamamos una amalgama, que posteriormente se pone al fuego y debido a que el mercurio se evapora a una temperatura inferior a la del oro, este se queda en el fondo y así se separan. Mucho del mercurio queda en el aire y luego con las lluvias, en el ciclo del agua, vuelve a caer a los ríos o al suelo, y en otras ocasiones es vertido directamente al agua”, explica Saulo Osma, especialista de agua dulce de WWF Colombia.
Osma toma como ejemplo el bocachico, uno de los peces más consumidos en algunas partes del país, para explicar cómo este metal llega al cuerpo humano. Según el experto, este pez se alimenta de la capa orgánica que se encuentra en el fondo de los ríos, es decir, de los elementos que caen y posteriormente se descomponen.
Si alguien consume un pez que haya ingerido el mercurio, la persona también estaría consumiendo este metal. La problemática va más allá del daño al cuerpo humano, puesto que los peces más grandes como el bagre, que consumen bocachico, también se están contaminando con mercurio, y a su vez, los delfines que se alimentan de bagres también resultan afectados. Es por esto que, pese a que en muchos lugares no hay actividad minera, sí hay presencia de mercurio.
Además de consumir el metal, las personas también pueden contaminar su cuerpo inhalándolo o a través del contacto físico. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los efectos de exponerse a este pueden ser trastornos neurológicos y del comportamiento, con síntomas como temblores, insomnio, pérdida de memoria, efectos neuromusculares, dolores de cabeza o disfunciones cognitivas y motoras.
Las personas más vulnerables son las mujeres embarazadas y los fetos. “La exposición intrauterina a metilmercurio por consumo materno de pescado o marisco puede dañar el cerebro y el sistema nervioso en pleno crecimiento del bebé”, sostiene la OMS.
En el caso del río Suratá, para los expertos es clave que haya un mayor control a las personas que ejercen la minería de oro, y que incluso se piense en agremiar a los pequeños mineros para verificar el cumplimiento de las políticas ya establecidas enfocadas en reducir el daño ambiental que aporta la minería.
“Lo que debería pasar”, sostiene León, “es que primero haya un control estricto en diferentes puntos de la cuenca de Suratá, para de verdad medir y ser conscientes de qué puntos específicos viene el aporte mayor aporte del mercurio, y en esa medida hacer más controles y más seguimiento”.
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