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Bombas atómicas, sembrar nubes y otras pésimas ideas para detener los huracanes

Con el inicio de la temporada de ciclones de 2024 y la previsión de una actividad superior a la normal, resurgen las preguntas sobre la posibilidad de anticipar, detener o desviar un huracán. La respuesta es sencilla: no, no es posible. La historia muestra que se han intentado diversas técnicas, como el Proyecto STORMFURY, pero ninguna ha tenido éxito debido a la complejidad y el poder de estos fenómenos.

03 de julio de 2024 - 12:09 a. m.
AME8771. SANTO DOMINGO (REPÚBLICA DOMINICANA), 02/07/2024.- Un hombre observa el intenso oleaje ante el avance del huracán Beryl, este martes, en Santo Domingo (República Dominicana). La República Dominicana comenzó a sentir este martes los efectos indirectos del huracán Beryl, que mantiene en alerta a los servicios de emergencia del país para atender cualquier contingencia producto del avance del fenómeno, que ya ha causado daños en varios países del Caribe. EFE/ Orlando Barría
AME8771. SANTO DOMINGO (REPÚBLICA DOMINICANA), 02/07/2024.- Un hombre observa el intenso oleaje ante el avance del huracán Beryl, este martes, en Santo Domingo (República Dominicana). La República Dominicana comenzó a sentir este martes los efectos indirectos del huracán Beryl, que mantiene en alerta a los servicios de emergencia del país para atender cualquier contingencia producto del avance del fenómeno, que ya ha causado daños en varios países del Caribe. EFE/ Orlando Barría
Foto: EFE - Orlando Barría
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Ahora que la temporada de ciclones de 2024 comenzó y que autoridades como el Centro Nacional de Huracanes (NHC por sus siglas en inglés) adscrito a la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA), prevén que será mucho más activa de lo normal, vuelven a surgir preguntas acerca de si es posible o no anticipar, o incluso detener o desviar a un huracán. La respuesta fácil y corta a las tres preguntas es no, no es posible. Pero la historia sí indica que alguna vez se intentó infructuosamente.

La AOML, un laboratorio de investigación del gobierno de los Estados Unidos que forma parte de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, reseña esas ocasiones en las que el ser humano creyó que podía controlar ese aspecto de la naturaleza. Entre 1962 y 1983, por ejemplo, el gobierno de Estados Unidos apoyó y financió el llamado Proyecto STORMFURY. Se trató de una serie de experimentos científicos realizados con el objetivo de modificar y debilitar los huracanes mediante técnicas de siembra de nubes. La idea principal era dispersar cristales de yoduro de plata en las bandas exteriores de un huracán, con la esperanza de inducir la formación de nuevas áreas de lluvia que reducirían la intensidad del huracán.

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La idea de “sembrar nubes” se ha explorado durante muchos años, y no solo para debilitar huracanes. Incluso, hace poco contamos en este periódico que la ciudad de Bogotá lo intentó en 1984, cuando un grupo de investigadores estadounidenses vino a sembrar nubes en la sabana de la ciudad, pues los embalses que abastecen de agua a la capital estaban en niveles críticos. La estrategia, aunque se sigue usando en países como China, nunca ha mostrado evidencia suficientemente sólida de que funciona. Lo mismo sucedió con los huracanes. los científicos sembraron nubes en los huracanes Esther (1961), Beulah (1963), Debbie (1969) y Ginger (1971). Los experimentos tuvieron lugar sobre el Atlántico abierto, lejos de la tierra.

A pesar de algunos resultados iniciales que parecían prometedores, pronto, a mediados de los años ochenta, se demostró que no solo no se había logrado ninguna reducción consistente en la intensidad de los huracanes sembrados, sino que los pocos cambios observados habían sido producto de la naturaleza, y no de la intervención humana. Con el paso del tiempo, los avances en la tecnología y en la comprensión de la meteorología de huracanes revelaron que la estructura y dinámica de estos sistemas eran más complejas de lo que se pensaba inicialmente. Finalmente, el proyecto de investigación fue abandonado en 1983.

¿Qué más se ha considerado para detener un huracán?

Sembrar nubes no ha sido lo único que se ha probado. La AOML reseña que durante años se han barajado numerosas técnicas para modificar los huracanes. Por ejemplo, enfriar el océano con material criogénico o icebergs, cambiar el equilibrio radiativo en el entorno del huracán mediante la absorción de la luz solar con negro de humo, hacer volar chorros en el sentido de las agujas del reloj para invertir el flujo, hacer estallar el huracán con bombas de hidrógeno e incluso alejar la tormenta de la tierra con ventiladores gigantes.

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Aunque en algún momento estas ideas le parecieron razonables a alguien, ninguna dimensionó algo clave: el enorme tamaño y poder de los huracanes. La AOML pone un ejemplo para ello: cuando el huracán Andrew golpeó el sur de Florida, su ojo y pared ocular devastaron una franja de más de 30 kilómetros. La energía liberada por Andrew fue inmensa: 5,000 veces la energía generada por la central nuclear de Turkey Point y comparable a la de una cabeza nuclear en cualquier momento. Tratar de intervenir antes de que se formen los huracanes tampoco es efectivo: en primer lugar, alrededor de 80 depresiones tropicales se forman cada año en la cuenca del Atlántico, pero solo alrededor de 5 se convierten en huracanes en un año típico.

No hay forma de saber de antemano cuáles se desarrollarán. Y aun si quisiéramos intervenir sobre la depresión tropical, si la energía liberada fuera solo del 10% de un huracán, aún seguiría siendo mucha.

Un capítulo o apartado merece la idea de las bombas nucleares. Durante cada temporada, dice el laboratorio, no falta el que se pregunta: “¿por qué no destruimos los ciclones tropicales con armas nucleares?”, o “¿podemos usar armas nucleares para destruir un huracán?”. No es una buena idea. Es imposible obviar los efectos “adversos”: la lluvia radioactiva liberada se movería con bastante rapidez con los vientos, afectando las zonas terrestres, a los humanos y causando devastadores problemas ambientales.

Pero hay una explicación un poco más compleja que se remite a la energía requerida para siquiera pensar en modificar un huracán. “Un huracán completamente desarrollado puede liberar energía térmica a una tasa de 5 a 20×1013 vatios y convierte menos del 10% del calor en la energía mecánica del viento”, dice la AOML. La liberación de calor, agrega, es equivalente a la explosión de una bomba nuclear de 10 megatones cada 20 minutos. Para que lo dimensione, un dato interesante: “de acuerdo con el Almanaque Mundial de 1993, toda la raza humana utilizó energía a una tasa de 1013 vatios en 1990, una tasa inferior al 20% de la potencia de un huracán”. (Puede ver: Huracán Beryl, ¿un presagio de la temporada de huracanes del 2024?)

Además, los explosivos, incluso los nucleares, generan una onda de choque que se mueve rápidamente. Sin embargo, esta onda de choque no cambia la presión atmosférica de forma duradera. La presión atmosférica se debe al peso del aire sobre el suelo. En los huracanes más fuertes, hay alrededor de nueve toneladas métricas de aire en cada metro cuadrado de superficie. En esa lógica, para reducir un huracán de Categoría 5 a Categoría 2, tendríamos que añadir aproximadamente media tonelada de aire por cada metro cuadrado dentro del ojo del huracán. Esto equivale a mover más de 500 millones de toneladas de aire para un ojo de 20 km de radio, lo cual es una tarea prácticamente imposible de realizar.

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“Quizá la mejor solución sea no intentar alterar o destruir los ciclones tropicales, sino simplemente aprender a coexistir con ellos”, dice en un aparte la publicación de la autoridad científica. En ese sentido, lo más recomendable es aplicar códigos de construcción que permitan que las casas resistan la fuerza de los ciclones tropicales. “Además, es necesario continuar con los esfuerzos para educar al público en la preparación efectiva. Ayudar a otras naciones en sus esfuerzos de mitigación también puede resultar en salvar innumerables vidas. Por último, debemos seguir esforzándonos por comprender y observar mejor los huracanes para poder predecir con mayor precisión su desarrollo, intensificación y trayectoria”.

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