Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Colombia es uno de los países más ricos en biodiversidad del planeta. En gran parte, esto se debe a que es un país de muchos contrastes. Tiene riqueza marina, continental y una gran variedad de ecosistemas. Es el tercer país de Suramérica con mayor área en bosques, con 59,9 millones de hectáreas. Cuenta con selva húmeda tropical en el Chocó biogeográfico y en la Amazonia, bosques secos en el Caribe, bosques andinos en las cordilleras y bosques de niebla. Y aunque los bosques son conocidos por ser uno de los principales sumideros de carbono, también pueden ser uno de los aliados para una recuperación económica verde, justa y resiliente en el país. (Puede leer: Verde, justa y resiliente: claves para una recuperación económica pospandemia)
Pero ¿cómo podrían ser los bosques aliados? Por medio de la restauración ecológica, la reforestación, la gestión sostenible de los bosques, la implementación de sistemas silvopastoriles y un mayor control de la deforestación, por ejemplo. Sin embargo, no es la primera vez que en Colombia se plantea el uso de estos ecosistemas en la economía. En 1959, con la Ley Segunda, se establecieron siete zonas de reserva para la protección y uso sostenible de los bosques. De acuerdo con esa ley, “en el país, cerca de 15 millones de hectáreas de terrenos cubiertos con bosques habían sido taladas para abrir campo a la agricultura y la ganadería” .
Emilio Rodríguez, coordinador de forestería comunitaria de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, explicó que “las reservas forestales se establecieron para dos fines específicos. El primero es que sean útiles a la economía forestal y que también sirvan para proteger los suelos, el agua y la vida silvestre. Y el otro es que debían estar dedicadas a la economía forestal, es decir, que también sean aptas para la producción o el uso sostenible de esos bosques”. Al impulsar la economía forestal, añadió Rodríguez, se crearía empleo, se incrementaría la riqueza nacional y se detendrían el creciente deterioro y destrucción de los bosques del país.
Esta idea de emplear a la naturaleza en la reactivación económica no es nueva. En el gobierno de Franklin Roosevelt, entre 1933 y 1945, en Estados Unidos repercutían los coletazos de la gran depresión económica. La principal estrategia que se empleó fue el New Deal , que se dividió en varios planes, uno de ellos fue el Civilian Conservation Corps, con el que se crearon 250.000 empleos permanentes y se benefició a cerca de 3.000 trabajadores. Manuel Rodríguez Becerra, exministro de Ambiente de Colombia, en una de sus columnas asegura que “con este programa se plantaron 3.000 millones de árboles para la restauración de los bosques y se construyeron cabañas y senderos en numerosos parques nacionales”. (Le puede interesar: ¿Cómo reactivar la economía de forma sostenible?)
Otro de los ejemplos que refleja un buen manejo forestal sostenible estuvo a cargo de Chico Mendes, un líder ambientalista brasileño que fue asesinado en 1988 por su lucha contra la extracción de madera y la expansión de los pastizales sobre la Amazonia. Mendes buscó incentivar que en la región Amazónica los bosques no se deforestaran para luego destinarlos a las actividades agropecuarias, sino aprovecharlos como un recurso. Él impulsó la creación de las “reservas extractivas”: para recolectar caucho, fibras, frutos y medicinas silvestres, y terminó siendo un aliado de las comunidades indígenas, quienes entendían cómo manejar de manera adecuada estos ecosistemas.
Para Miguel Pacheco, coordinador de recursos naturales y medios de vida de WWF Colombia, existen varios caminos para que los recursos naturales puedan aprovecharse de manera sostenible, al mismo tiempo que la economía se dinamice. Algunas de las ideas, añadió Pacheco, podrían empezar con un manejo forestal sostenible para maderables y no maderables, impulsar una producción agrícola y ganadera sostenible o promover el turismo sostenible. “Es necesario plantearse cómo se aprovecha el recurso natural o el paisaje, pero de manera sostenible y sin generar mayor impacto a los ecosistemas para poder recuperar la economía pos COVID”.
“Debemos tener en cuenta algunos elementos para hacer atractivas las inversiones en actividades sostenibles. En primer lugar, si existe un mercado que reconoce aquel producto que proviene de una fuente sostenible y deja de consumir productos que vienen de la deforestación o de la degradación del bosque, por ejemplo, se incentivan estas actividades sobre las tradicionales ligadas a la deforestación, como la ganadería y la agricultura”, dice el experto. Sin embargo, apostarle a este tipo de producción verde en el país puede ser una tarea bastante engorrosa. Primero por los trámites que exigen, por ejemplo, para el aprovechamiento forestal. Algunos pueden tardar entre tres y seis meses, mientras que otros se demoran entre uno y hasta dos años.
A los retrasos en los trámites se suma que la apuesta de muchos gremios sigue siendo hacia los sectores productivos tradicionales. De acuerdo con la ‘Agenda empresarial para la reactivación’, propuesta por los 29 principales gremios del país, el sector de hidrocarburos –que contribuye al calentamiento global– es uno de los principales para la reactivación. “Los ingresos provenientes de esta actividad (impuestos, regalías, derechos económicos y dividendos de Ecopetrol) son una oportunidad para apalancar la inversión pública en proyectos estratégicos”. En cuanto a la minería –que deforesta y contamina fuentes hídricas–, agregó el gremio, “se caracteriza por generar efectos positivos sobre la ocupación de la mano de obra en los sectores encadenados. Por cada empleo, se generan entre 4 y 8 en el resto de sectores”.
Y otra de las barreras que se podrían enfrentar es a la ilegalidad. “El tema de la ilegalidad es latente en varios sectores, sobre todo en los relacionados con recursos naturales, porque no hay sanciones, no hay control y es muy fácil comercializar estos productos en el mercado. Cuando un ilegal dice: ‘mira, si yo invierto en aprovechar maderas voy a recuperar más rápido la inversión siendo ilegal que siendo legal. Primero, si invierto siendo legal el Estado se demora hasta un año en aprobarme mi permiso, segundo tengo que pagar un impuesto alto por el aprovechamiento de madera y tercero no tengo ningún problema en el camino, ni en la carretera porque hay muy poco control’”, aseguró Pacheco.
Con el fin de evitar la ilegalidad y fenómenos como la deforestación –solo en 2019 se deforestaron cerca de 158.000 hectáreas, de acuerdo con datos del IDEAM–, Rodríguez plantea un rol más importante para el manejo forestal sostenible del bosque con la comunidad que los habita, como una forma de protegerlo y frenar la deforestación. “Una norma que se modificó el año pasado permite que, independientemente de donde estés ubicado, en la reserva forestal tengas derecho a un uso del suelo, una especie de otorgamiento temporal. Es decir, te dan un permiso al aprovechamiento del suelo. Es un reconocimiento histórico que permite hacer mucho más énfasis en la forestería”, dijo. (Lea también: Desregulación ambiental, uno de los riesgos de la reactivación económica)
Por medio de estos programas se podrá “permitir a las personas generar ingresos, mantenerse en el territorio, ser socios y trabajar de la mano con las autoridades ambientales en la protección del bosque”, aseguró Rodríguez. En la actualidad, ya son varios los proyectos que se han orientado para ordenar los bosques, cómo se puede dar un mejor aprovechamiento de estos ecosistemas y la forma en la que se puede trabajar con diferentes comunidades locales para que aprovechen sosteniblemente el bosque y puedan vivir de sus frutos. En las soluciones basadas en la naturaleza y en el aprovechamiento sostenible de los ecosistemas naturales también hay un aliado para una reactivación económica, una clave que ayudaría a contrarrestar los efectos del cambio climático.