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Estos cultivos se realizan en escenarios idóneos con restricciones severas, es decir áreas que durante los 20-30 años de su vida útil demandan una mayor inversión en actividades de compensación para maximizar los rendimientos del cultivo (racimos de fruto fresco RFF) por hectárea. Las restantes 252.993 hectáreas están ubicadas en terrenos que no requieren mayor adecuación.
En la investigación “Análisis de la sostenibilidad ambiental del cultivo de palma de aceite en el contexto de la industria de los biocombustibles en Colombia”, realizada por el ingeniero catastral y geodesta Gabriel Triana Zárate, doctor en Geografía y profesor de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), se usaron las mediciones del indicador de desempeño ambiental, el análisis del cambio directo e indirecto en el uso de la tierra a 2019 y el límite de expansión del cultivo en Colombia.
Según los datos de la investigación, 168.626,3 hectáreas –equivalentes al 37,7% del cultivo de palma desde 2008 hasta 2019– representan las actividades agrícolas desplazadas-cambio indirecto en uso de la tierra.
En ese sentido, el investigador advierte que es probable que los cultivos desplazados deban ser reubicados en tierras naturales de bosques y áreas seminaturales, lo que generaría una presión indebida sobre las áreas de conservación y de alto valor en biodiversidad.
De igual forma, sostiene que en las zonas donde los cultivos reemplazados fueron especialmente de pastizales, el impacto ambiental de este tipo de cultivos ha sido positivo, por su capacidad de capturar CO2 desde la atmósfera.
Sin embargo, cuando las coberturas de la tierra remplazadas fueron bosques y áreas seminaturales –7,9 % del cultivo actual de palma–, se generaron emisiones de CO2 debido al cambio directo en el uso de la tierra.
Por ello, el doctor Triana sugiere establecer, de manera prioritaria, fórmulas para apoyar y continuar el proceso de certificación de las plantaciones de palma de los pequeños palmicultores y de las plantas de beneficio.
Señala además que “se debe actualizar el censo palmero, de manera que identifique las condiciones tecnológicas adoptadas por los diferentes palmicultores para el manejo del cultivo según la variedad y el área plantada, que permita generar una economía de escala que abarate los costos de producción y que incluya a todos los cultivadores que siembran esta planta”.
“Lo cierto es que es necesario hacer más estudios y mantener un inventario actualizado de las áreas del cultivo de palma y determinar el verdadero impacto, sea positivo o negativo en las diferentes regiones del país”, concluye.