Metamos las manos a la tierra y restauremos el suelo
Sandra Vilardy, profesora de la Universidad de Los Andes y directora de Parques Nacionales Cómo Vamos, explica sobre la necesidad de restaurar los suelos de Colombia. La mayor vulnerabilidad está en el Caribe y zonas andinas, en donde los suelos están profundamente ligados a la producción económica.
Sandra P. Vilardy Q. *
Reconozcámoslo, todos tenemos sesgos. Cuando queremos aproximarnos a los temas y cuando hablamos de la crisis ambiental que actualmente enfrentamos en el planeta, la balanza de la atención se inclina frecuentemente a términos como el clima o los bosques. Por lo tanto, la exposición a la información, los análisis y las acciones están más concentradas en estos temas, cosa que está bien, pero es insuficiente para convertirnos en una ciudadanía responsable ante los retos que tenderemos que enfrentar como consecuencia de la crisis climática y de biodiversidad. (Lea también: Deforestación en 2020 creció en Colombia: se talaron 171.685 hectáreas)
Permítanme hacer un símil. El suelo es como la placenta de una madre gestante: nutre, sostiene y permite que la vida crezca. Sin embargo, es una membrana muy débil y frágil que depende del buen funcionamiento y nutrición de la madre. Los suelos permiten el crecimiento de los bosques y de los cultivos que nos nutren y dinamizan la economía. También se encargan de reciclar la materia orgánica muerta para volver a dar vida gracias a la acción de una gran diversidad biológica menos carismática: insectos, gusanos, hongos y bacterias. Los motores que han creado la crisis climática y de biodiversidad que estamos enfrentando actualmente, también afectan al suelo; las crisis se expresan de manera muy preocupante en esta matriz de vida, pero sigue imperceptible ante los focos de atención y en los anuncios de gobierno.
Los suelos están sufriendo varios procesos de degradación, erosión, salinización, compactación y desertificación. La consecuencia de esto es una pérdida gradual de sus funciones ecológicas que pueden ser acumulativas y se retroalimentan entre ellas. La desertificación es la degradación del suelo asociada a la disminución de la capacidad de mantenerse húmedo y, por lo tanto, de cumplir su papel en la regulación del ciclo del agua, en la fertilidad y nutrición de lo que puede hacer crecer sobre él. No tiene que ver con los desiertos ya existentes, sino con cómo suelos que podían mantener algún grado de humedad y, por lo tanto, procesar materia orgánica para nutrir, se están transformando en suelos áridos, semiáridos o secos por las acciones humanas y el aumento de la temperatura. (Le sugerimos: Los suelos colombianos están enfermos)
En Colombia aumentar la frecuencia de la actualización de las cifras de la degradación de los suelos es una tarea urgente para la adaptación climática, especialmente por sus implicaciones en la producción de alimentos y los procesos de restauración. El Ideam ha generado información muy valiosa como el Mapa interactivo de la Degradación de tierras por desertificación (2005), o el Estudio nacional de la degradación de suelos por salinización en Colombia (2019), que suministran las alertas suficientes desde hace un tiempo para poner en primer nivel de importancia la urgencia de las acciones para la restauración y frenar los motores que siguen degradando nuestros suelos cada vez más vulnerables ante los efectos de la crisis climática. Contamos con una Política para la Gestión Sostenible del Suelo en Colombia” (MADS,2016), que sigue estando en proceso de implementación. Mientras tanto, la vulnerabilidad sigue en aumento, especialmente en el Caribe y las zonas andinas, en donde los suelos están profundamente ligados a la producción económica. (Le puede interesar: Decisiones sobre arroyo Bruno, ¿de espaldas a la comunidad wayuu?)
Restaurar suelos es fundamental para que otros mecanismos como los procesos de reforestación funcionen. Hay procesos de restauración muy interesantes que deberían ser escalados. En algunas zonas del Cesar se están llevando a cabo procesos de restauración en los que utilizan escarabajos coprófagos para nutrir suelos degradados por la actividad ganadera. Mejorar la información, usarla y actuar en la restauración de suelos contribuye a fortalecer la resiliencia climática, mantener y crear nuevos empleos, garantizar la seguridad alimentaria y la regulación del agua. Este es un llamado a que entre todos metamos las manos a la tierra y restauremos el suelo.
Reconozcámoslo, todos tenemos sesgos. Cuando queremos aproximarnos a los temas y cuando hablamos de la crisis ambiental que actualmente enfrentamos en el planeta, la balanza de la atención se inclina frecuentemente a términos como el clima o los bosques. Por lo tanto, la exposición a la información, los análisis y las acciones están más concentradas en estos temas, cosa que está bien, pero es insuficiente para convertirnos en una ciudadanía responsable ante los retos que tenderemos que enfrentar como consecuencia de la crisis climática y de biodiversidad. (Lea también: Deforestación en 2020 creció en Colombia: se talaron 171.685 hectáreas)
Permítanme hacer un símil. El suelo es como la placenta de una madre gestante: nutre, sostiene y permite que la vida crezca. Sin embargo, es una membrana muy débil y frágil que depende del buen funcionamiento y nutrición de la madre. Los suelos permiten el crecimiento de los bosques y de los cultivos que nos nutren y dinamizan la economía. También se encargan de reciclar la materia orgánica muerta para volver a dar vida gracias a la acción de una gran diversidad biológica menos carismática: insectos, gusanos, hongos y bacterias. Los motores que han creado la crisis climática y de biodiversidad que estamos enfrentando actualmente, también afectan al suelo; las crisis se expresan de manera muy preocupante en esta matriz de vida, pero sigue imperceptible ante los focos de atención y en los anuncios de gobierno.
Los suelos están sufriendo varios procesos de degradación, erosión, salinización, compactación y desertificación. La consecuencia de esto es una pérdida gradual de sus funciones ecológicas que pueden ser acumulativas y se retroalimentan entre ellas. La desertificación es la degradación del suelo asociada a la disminución de la capacidad de mantenerse húmedo y, por lo tanto, de cumplir su papel en la regulación del ciclo del agua, en la fertilidad y nutrición de lo que puede hacer crecer sobre él. No tiene que ver con los desiertos ya existentes, sino con cómo suelos que podían mantener algún grado de humedad y, por lo tanto, procesar materia orgánica para nutrir, se están transformando en suelos áridos, semiáridos o secos por las acciones humanas y el aumento de la temperatura. (Le sugerimos: Los suelos colombianos están enfermos)
En Colombia aumentar la frecuencia de la actualización de las cifras de la degradación de los suelos es una tarea urgente para la adaptación climática, especialmente por sus implicaciones en la producción de alimentos y los procesos de restauración. El Ideam ha generado información muy valiosa como el Mapa interactivo de la Degradación de tierras por desertificación (2005), o el Estudio nacional de la degradación de suelos por salinización en Colombia (2019), que suministran las alertas suficientes desde hace un tiempo para poner en primer nivel de importancia la urgencia de las acciones para la restauración y frenar los motores que siguen degradando nuestros suelos cada vez más vulnerables ante los efectos de la crisis climática. Contamos con una Política para la Gestión Sostenible del Suelo en Colombia” (MADS,2016), que sigue estando en proceso de implementación. Mientras tanto, la vulnerabilidad sigue en aumento, especialmente en el Caribe y las zonas andinas, en donde los suelos están profundamente ligados a la producción económica. (Le puede interesar: Decisiones sobre arroyo Bruno, ¿de espaldas a la comunidad wayuu?)
Restaurar suelos es fundamental para que otros mecanismos como los procesos de reforestación funcionen. Hay procesos de restauración muy interesantes que deberían ser escalados. En algunas zonas del Cesar se están llevando a cabo procesos de restauración en los que utilizan escarabajos coprófagos para nutrir suelos degradados por la actividad ganadera. Mejorar la información, usarla y actuar en la restauración de suelos contribuye a fortalecer la resiliencia climática, mantener y crear nuevos empleos, garantizar la seguridad alimentaria y la regulación del agua. Este es un llamado a que entre todos metamos las manos a la tierra y restauremos el suelo.