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Para finales de esta década, América Latina se podría convertir en un “gigante de la energía mundial” si cumple con los proyectos de energía renovable a gran escala que tiene planeados para los siguientes años. Así lo afirmó Kasandra O’Malia, gerente de proyectos para el Rastreador Global de Energía Solar, y coautora de nuevo informe de Global Energy Monitor, una organización que investiga y rastrea proyectos de energía a nivel mundial.
El documento, titulado “Una carrera hacia la cima: América Latina”, aborda el potencial de crecimiento en capacidad de generación de energía solar y eólica de países como Colombia, Brasil, México, Chile y Argentina. Para 2030, la región tiene la posibilidad de aumentar en más del 460 % la generación de renovables, si todos los posibles proyectos nuevos a gran escala comienzan a funcionar en los plazos prometidos.
El informe se realizó a partir de los datos recopilados por el Rastreador Global de Energía Eólica y el Rastreador Global de Energía Solar—dos herramientas para visualizar los proyectos renovables en operación, en construcción y anunciados. Dos veces al año, los investigadores de Global Energy Monitor actualizan el conjunto de datos de los rastreadores, para publicar informes basados en datos actualizados. (Puede ver: ¿Qué carajos es la transición energética?)
En junio del año pasado, publicaron el primer informe de este tipo, sobre la región de Oriente Medio y Norte de África. El documento de América Latina es el segundo. “Decidimos centrarnos en América Latina porque, aparte de Asia Oriental, es la región con más capacidad de proyectos en perspectiva. Pero Asia Oriental es el número uno mundial gracias a China, que eclipsa a todos los demás países en cuanto a construcción de energías renovables, pero también en cuanto a construcción de centrales de carbón”, explica O’Malia.
Según estos datos, para final de década América Latina podría tener 319 gigavatios (GW) nuevos de capacidad instalada. Para dimensionar mejor la cifra, esto es algo así como 132 veces la capacidad de Hidroituango.
Hoy, la región tiene más de 69 GW de capacidad solar, correspondiente a 27,6 W, y capacidad eólica, de 41,5 GW, a gran escala funcionando. En general, esto equivale a un poco más del 15 % de la capacidad eléctrica total. En las proyecciones de crecimiento de los proyectos en los próximos siete años, la capacidad de energía eólica seguirá siendo mayor a la solar, ya que tendría más de 203 GW, mientras que la solar tendría 116 GW. (Le puede interesar: Transición energética en La Guajira: de las guerras del gas a las disputas por el viento)
Es importante aclarar que el informe solo tuvo en cuenta proyectos con capacidades por encima de 10 megavatios (MW) para la energía eólica y 20 para la solar. Esto, “para hacer una comparación justa entre los países de la región”.
¿En dónde estarán los nuevos proyectos? La respuesta corta es que casi en todos los países de la región. Como indicó Sophia Bauer, investigadora en Global Energy Monitor, “la carrera de las energías renovables se acelera rápidamente, lo que significa que los países que han redoblado sus esfuerzos”. Sin embargo, sí hay ciertos lugares donde se concentrarán los proyectos anunciados.
Estos son: Brasil, con 217 GW nuevos; Chile, con 38 GW; Colombia, con 37 GW; Perú, con 10 GW; y México, con 7 GW. Esta proyección cambiaría un poco cómo se ve el panorama actualmente. Los cinco primeros países con más capacidad de renovables a gran escala hoy son Brasil, México, Chile, Argentina y Uruguay. Mientras que Brasil, Colombia y Chile mantendrán su impulso de aumentar las renovables, México se ha estancado, indica el informe.
Por otro lado, el “éxito” de Brasil, Chile y Colombia se explica a partir de: el constante crecimiento de renovables a gran escala a subastas de energía bien establecidas; la transparencia de la inversión privada; al potencial económico de las exportaciones de hidrógeno verde; a la disminución de los costos de instalaciones solares y eólicas; y a las respuestas políticas al cambio climático. (También puede leer: Lo que viene para La Guajira después de 40 años de depender del carbón)
A nivel más general de la región, existen otras condiciones que han permitido la aceleración de ingreso de las renovables. Por un lado, el informe señala que existe ahora una presión global para dejar de depender de los combustibles fósiles y una “pérdida de la licencia social” para crear nuevos proyectos basados en petróleo o carbón, por ejemplo.
El documento destaca que, además de poder “convertirse en un punto de referencia mundial para la transición energética justa”, en palabras de Bauer, América Latina tiene la oportunidad de cumplir con un objetivo climático importante.
Si también se tienen en cuenta los proyectos de energía más pequeños como paneles solares, además de los de gran escala previstos, la región estaría en camino a cumplir, e incluso superar, el objetivo regional de energías renovable, con cero emisiones para 2030.
¿Cuál es este objetivo? La Agencia Internacional de Energía (AIE) estableció hace algunos años que, para cumplir con la promesa del Acuerdo de París—de no superar el aumento de 1.5°C para final del siglo—los países deben alcanzar cierta participación de energías renovables en sus matrices eléctricas en períodos de tiempo establecidos. (Puede leer: Las razones de la demanda de inconstitucionalidad a la Ley de Transición Energética)
Lo que concluye el nuevo informe es que América Latina podría superar esta meta, si cumple con todos los proyectos renovables en camino.
Los retos de los proyectos prometidos
O’Malia opina que uno de los retos para el ingreso incrementado de renovables a la región es que “es lento y difícil cambiar el statu quo de los combustibles fósiles. Aunque el año pasado se pusieron de manifiesto los riesgos de depender de los combustibles fósiles, hay que presionar en todo momento a gobiernos, bancos y otras partes interesadas para vencer la inercia y la política de los combustibles fósiles”.
En el caso de Colombia, resalta el informe, la llegada del presidente Gustavo Petro coincidió, justamente, con una posición política relativamente clara, que sostiene que los combustibles fósiles son de los principales venenos del mundo. El corte del gobierno, indica el documento, podría acelerar el ingreso de las renovables al país, pues “es probable que Petro impulse a Colombia para que establezca un objetivo más ambicioso en la publicación de la hoja de ruta de transición energética justa de mayo de 2023″.
Sin embargo, según las proyecciones del informe del GEM, Colombia podría estar en camino a superar uno de los objetivos de las renovables que se había establecido antes de que Petro llegar a la presidencia.
El país determinó el objetivo de instalar 4 GW de energía renovable para 2030. Teniendo eso en cuenta, la proyección de este informe apuntaría a que Colombia puede superar esa meta con creces; si se tienen en cuenta los proyectos previstos, para ese año, el país tendría 37 GW de capacidad en funcionamiento, una cifra nueve veces mayor al objetivo inicial. Las proyecciones de los rastreadores indican que el país tendría 25 GW de energía solar y 12 GW de energía eólica para final de la década.
¿Qué haría Colombia con esta energía ‘extra’? Serviría, en teoría, para generar hidrógeno verde, otro de los combustibles de la transición más apetecidos. En él, dicen, está la clave para que sectores como el transporte o la industria dejen atrás los combustibles fósiles. El lío, en resumen, es que por ahora la tecnología para producirlo está relativamente joven, por lo que los precios son altos. (Le puede interesar: ¿Qué le hace falta a Colombia para aprovechar su gran potencial en hidrógeno?)
Pero los países de la región que puedan producir excedentes de energía, explica el informe, puedan utilizarla para producir hidrógeno verde. ¿Cómo? Este se obtiene por medio de un proceso conocido como electrólisis, que utiliza electricidad, para separar el hidrógeno del oxígeno en agua. El punto es que esta electricidad provenga de fuentes renovables, como la solar o eólica, para que sea una energía limpia.
Allí entra los excedentes de renovables. “Sin embargo, en América Latina ya están surgiendo preocupaciones respecto a la integridad medioambiental y social de la exportación del hidrógeno verde, particularmente, en torno a los modelos extractivistas que se pueden usar para la producción”, anota el informe.
En Colombia, por ejemplo, La Guajira es una zona atractiva para la producción de este hidrógeno, porque los costos son muy bajos, explica José Quintero, miembro del grupo de Desarrollo de Estudios y Tecnologías Ambientales del Carbono (Destacar), que investiga la transición energética en la Universidad de La Guajira.
Juntar la producción del hidrógeno con el desarrollo de otros proyectos renovables podría traer problemas, si no se garantizan la realización de evaluaciones de impacto social y ambiental exhaustivas y consultas a la comunidad afectada”, señala el informe.
La financiación de los proyectos renovables, aseguró O’Malia, es otro de los retos más grandes para los países de la región. “Los gobiernos internos y las instituciones financieras deben dar prioridad a una financiación equitativa en lugar de centrar sus inversiones únicamente en las naciones más ricas”.
A partir del caso colombiano, el informe también destacó que, cuando se tome la decisión de reducir la extracción y exploración de combustibles fósiles, cada país debe tener “un plan económico claro sobre cómo reemplazar los ingresos de las exportaciones” de estas fuentes.
En particular, el gobierno colombiano aún no ha establecido algo así; en el borrador de la hoja de ruta para la transición justa, solo indicó que estaría acompañada de una transición productiva.
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