Colombia está perdiendo a sus jaguares
Un equipo de científicos publicó el estudio más completo de la distribución y estado de conservación del jaguar en Colombia. Sus resultados no son nada alentadores.
Juan Pablo Correa
Un antiguo mito del pueblo indígena páez cuenta que uno de los hombres más importantes de su historia nació de la unión entre una mujer y un jaguar (Panthera onca). No fueron el único pueblo que construyó una estructura mítica alrededor de este importante animal. Según los antropólogos Nina S. Friederman, Gerardo Reichel-Dolmatoff y Jaime Arocha, el jaguar caminó por casi todas las culturas arqueológicas y contemporáneas de Colombia.
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Un antiguo mito del pueblo indígena páez cuenta que uno de los hombres más importantes de su historia nació de la unión entre una mujer y un jaguar (Panthera onca). No fueron el único pueblo que construyó una estructura mítica alrededor de este importante animal. Según los antropólogos Nina S. Friederman, Gerardo Reichel-Dolmatoff y Jaime Arocha, el jaguar caminó por casi todas las culturas arqueológicas y contemporáneas de Colombia.
Quedó inmortalizado en pinturas rupestres, cerámica, metal, oro, joyas y atuendos, y se preserva en los mitos de los pijaos, sinúes, paeces, taironas, muiscas, emberas y koguis. “Todas las culturas colombianas amaron al jaguar”, escribió Antonio Grass, autor santandereano del diseño quimbaya de la antigua moneda de 200 pesos, en su libro Diseño precolombino colombiano.
¿Por qué el jaguar era su animal favorito? Para el director científico de ProCAT (Proyecto de Conservación de Aguas y Tierras) Colombia, José F. González-Maya, la distribución de la especie puede ofrecer una respuesta. “Todo el territorio colombiano fue y es hábitat potencial de jaguares; un 96.62% para ser exactos. El único limitante natural que tiene son las partes altas de los Andes”, dice.
Hace un par de semanas, ProCAT Colombia, junto con investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana de México y de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, publicaron en la revista PLOS ONE el estudio más completo sobre la distribución y el estado de conservación del jaguar hecho hasta el momento. Aunque los resultados no fueron positivos para la especie, este documento puede servir como una hoja de ruta para el Ministerio de Ambiente, las corporaciones autónomas y el sector privado en la priorización de áreas y recursos para su adecuado manejo y conservación.
En la investigación, se analizó y describió el estado del jaguar en cada región del país, y se propusieron 960 corredores adicionales para conectar las poblaciones de los Andes y el Caribe con las del Amazonas y el Orinoco. Según González-Maya, descubrieron que no son cinco grandes poblaciones las que habitan el territorio, como se creía anteriormente. “En realidad, son grupos pequeños que se comunican entre sí con gran dificultad, lo cual resulta insostenible a largo plazo y es motivo de gran preocupación”, explica.
Para Esteban Payán Garrido, coordinador de Felinos para América Latina de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés), estas investigaciones son importantes porque organizan la información disponible de la especie y resaltan su estado vulnerable en el país. “Son animales que llevan una vida muy sigilosa, y es difícil obtener cifras precisas de sus poblaciones. Aunque las estimaciones basadas en su hábitat potencial son válidas, es importante recordar que no se basan directamente en la presencia de jaguares, sino en su posible presencia, la cual en Colombia no supera los 2.000 metros sobre el nivel del mar”, aclara.
La desaparición de este gran felino en Colombia
Hace 400 años, los jaguares recorrían bosques, selvas, manglares, ríos, lagunas y valles colombianos, donde seguramente convivieron con muchos pueblos indígenas. “Lastimosamente, hoy no están ni en la mitad del país, rozan el 40% del territorio, sus poblaciones están fragmentadas, en decrecimiento y con un riesgo genético de desaparecer”, explica González-Maya.
Según los investigadores del estudio, no es posible determinar el momento exacto en el que ocurrió el dramático declive del hábitat y las poblaciones del jaguar. “Sabemos que el 60% de la cobertura natural ha desaparecido y se incrementó principalmente desde 1970 con la influencia de la huella humana, la aparición de monocultivos y la ganadería”, explica María Camila Machado, investigadora de ProCAT Colombia y autora principal de la publicación.
Si bien Colombia cuenta con áreas de conservación significativas, que son vitales para la protección del jaguar, los investigadores señalan que es crucial enfocar esfuerzos en las áreas de recuperación y los corredores. Estas zonas, aunque a menudo son más pequeñas, desempeñan un papel esencial como puntos de paso que facilitan el desplazamiento de la especie y su reproducción.
Después de la destrucción de sus hábitats y la deforestación, la retaliación y los encuentros negativos son la segunda causa de la desaparición de los jaguares en el país. Estos incidentes ocurren cuando los felinos cazan animales domésticos y los humanos, en represalia, buscan y matan a los jaguares. Además, esta especie enfrenta otras amenazas como la caza furtiva para la comercialización de sus partes y la introducción de enfermedades transmitidas por especies exóticas domésticas, como los gatos y perros.
Sobre el estado del jaguar, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible explicó a El Espectador que lo reconocen como una especie fundamental, carismática y como un importante indicador de la salud de los ecosistemas, que requiere esfuerzos significativos para su conservación. “Estamos estructurando varios proyectos para la preservación de corredores críticos donde se presenta una alta tasa de deforestación y tenemos otros en educación ambiental con varias organizaciones nacionales e internacionales”, menciona Minambiente.
Un felino americano
Todos estos problemas han contribuido a que el jaguar esté en un estado de riesgo en el país. Por eso, a principios de este año, el Instituto Humboldt, junto con otras organizaciones, decidieron etiquetar a la especie en la categoría Vulnerable de extinción.
“Aunque la Lista Roja de la UICN [Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza] lo considera Casi Amenazado, en el Humboldt lo clasificamos como Vulnerable, que es una categoría más crítica, por todos los problemas que enfrenta y la urgencia de su protección en el país”, explica Angélica Díaz Pulido, investigadora del Centro de Estudios Socioecológicos y Cambio Global de esta institución.
Para Díaz es prioritario que en Colombia se acepte la coexistencia con el jaguar. “Como especie sombrilla beneficia a muchas otras especies si se mantiene en buen estado. Además, es un indicador y regulador ecosistémico crucial. La clave es alinear los sistemas de producción con la conservación de la naturaleza y entender que conservar y producir no va en vías contrarias. Además, este discurso debe salirse del ámbito científico: no podemos seguir hablando los mismos con los mismos”, añade.
Antonio Grass asegura que el símbolo por excelencia de América es el jaguar y que este animal estuvo presente en la génesis cultural del continente: desde Teotihuacán en México hasta Tiahuanaco en Bolivia. Sin embargo, para que esta presencia histórica continúe, es crucial que pueda seguir desplazándose a lo largo y ancho de todos los países. Especialmente por Colombia, que es el corazón de la distribución de la especie y la conexión entre Suramérica y Centroamérica.
“La desaparición del jaguar no solo tiene implicaciones ecológicas importantísimas, también tiene implicaciones sociales. La ausencia de la especie extingue también procesos culturales y pone en riesgo muchos ecosistemas”, dice González-Maya. “Colombia es un territorio jaguar, que debemos conservar por el bien de esta especie y de toda la biodiversidad del país y el continente. El trabajo que hacemos para protegerlo es y debe ser eterno”.
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