Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El mundo produce a gran escala, pero desperdicia de la misma manera. Cuando se trata de alimentos, las cifras son escandalosas. Del total producido cada año, dejamos de consumir 1.300 millones de toneladas, las que terminan en la basura. Gran parte de los recursos naturales se destinan a producir nuestra comida: 70 % del agua, 40 % de la tierra y 30 % de la energía. Los alimentos que se pierden cada año equivalen en extensión al tamaño de India y Canadá, dos de los países más grandes del planeta. (Puede leer: Personajes del año: La batalla contra la comida que no alimenta)
Según la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, más de 800 millones de personas se acuestan cada noche sin comida y más de 3.000 millones se encuentran en estado de desnutrición. Y a esto se suma una situación preocupante: el abrumador y creciente aumento de la población. Hoy somos casi 8.000 millones de personas, pero este número cambia de manera acelerada y se estima que en el 2050 estaremos cerca a los 10.000 millones.
Los hechos son claros, se trata de una problemática mundial. Mientras los países industrializados dejan de aprovechar 670 millones de toneladas de alimentos aptas para el consumo humano, los países en desarrollo pierden 630 millones de toneladas. Pero hay una diferencia sustancial: en los primeros el desperdicio ocurre en etapas de distribución y el consumo final, pero en países como Colombia la mayor pérdida se da en las primeras etapas de producción. ¿Nuestros sistemas alimentarios actuales serán capaces de satisfacer la necesidad de alimento para todos los que viviremos en la Tierra?
La respuesta es incierta y hasta ahora los esfuerzos para cambiar este panorama no han sido suficientes. Por eso, para 2030, 193 gobiernos se comprometieron a alinear el desarrollo social y económico de sus países con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El segundo de ellos es eliminar todas las formas de hambre y desnutrición. Una meta tan necesaria como alcanzable, pues aún hoy se produce lo suficiente para alimentar a la población mundial. El problema está en la manera cómo se hace y, por supuesto, en la cantidad que se pierde y se desperdicia.
El panorama local
Con una oferta nacional disponible de alimentos de 28,5 millones de toneladas, en Colombia se pierden y se desperdician 9,76 millones de toneladas, lo que equivale al 34 % del total producido. Si se trata de señalar responsables, el último estudio sobre el desperdicio de alimentos publicado por el DNP en 2016 muestra que los colombianos dejan perder en sus platos o en sus alacenas 1,5 millones de toneladas de comida al año, esto equivale a 32 kg por persona y representa el 15,6 % del total de la producción anual de los alimentos del país. (Lea: "En un país donde se bota comida, el hambre es un crímen”)
Mientras que el 40,5 % de las pérdidas se dan en la etapa de producción agrícola. Las frutas, raíces y tubérculos son los alimentos que más se pierden y son los de mayor valor nutricional. Algunas de las causas son la falta de prácticas adecuadas para el tratamiento de los alimentos, fallas técnicas e ineficiencias en procesos como el transporte y el almacenamiento, además, de la falta de conocimiento y mayores capacidades para el buen manejo de los productos.
Esto significa que el mayor reto del país está en aumentar la cantidad de tierra destinada a cultivos en un sistema de producción sostenible más eficiente en las primeras etapas con el fin de aprovechar el potencial agrícola y lograr abastecer un mercado en crecimiento.
En palabras de Santiago Mazo, asesor nacional en seguridad alimentaria y nutricional de la FAO, el sector agropecuario en el país mantiene un nivel de atraso que resulta determinante a la hora de prevenir las pérdidas en las primeras etapas de producción. “Nuestros procesos siguen siendo muy artesanales y tenemos un retraso significativo en inversión de tecnología y estandarización en muchos de esos procesos. Los pequeños y medianos productores carecen de asistencia técnica, acceso a tecnología y a crédito para mejorar esos procesos. Existe una desconexión entre la oferta y la demanda, y muchas veces la demanda no alcanza a cubrir todo lo que se produce de un mismo tipo de alimento”.
Para Camila Cammaert, coordinadora de sistemas alimentarios sostenibles de WWF Colombia, se requiere una estrategia integral para minimizar esta problemática, enfocada en tres aspectos principales: volver más sostenible la forma en la que se produce hoy, reducir a la mitad las pérdidas y desperdicios, y así evitar que sigan siendo una presión y amenaza sobre los ecosistemas, además de generar un cambio en los patrones de consumo.
“Varias organizaciones centramos nuestro trabajo en el aprovechamiento sostenible de paisajes productivos, contribuir a mejorar la eficiencia en las cadenas de producción, al mismo tiempo que trabajamos con los actores claves en la reducción de desperdicio como restaurantes, hoteles y retail”, asegura Cammaert.
Según el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) y el Ministerio de Agricultura, “en Colombia el 44,6 % de la tierra es de uso agropecuario (50,9 millones de hectáreas), de las cuales solo 4,9 millones están destinadas a uso agrícola, mientras la ganadería usa 38 millones”. Estas cifras indican que el país no está aprovechando todo su potencial agrícola.
Y no puede olvidarse que Colombia y la región tienen la oportunidad de liderar el cambio, pues según la FAO América Latina y el Caribe serán la próxima despensa del mundo. Hoy contribuyen con cerca del 11 % del valor de la producción mundial de alimentos y cuentan con el 24 % de la tierra cultivable del mundo. Además, tienen un gran potencial para aumentar sus cultivos y a la población en crecimiento. Una cifra clave: si el mundo lograra reducir a la mitad la pérdida y desperdicio actual, en 2050 solo necesitaría incrementar la producción de alimentos en un 20 %. Si continuamos así, el incremento deberá ser del 60 %, todo depende de las decisiones que tomemos. hoy.
* Consultora de medios de WWF.