Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Fábricas cerradas, autopistas vacías, calles desérticas: ese fue el panorama en las principales ciudades cuando se incrementó el número de contagios confirmados por el virus SARS-CoV-2. Por unos meses, de manera indirecta, el mundo logró beneficiar algunos aspectos del medio ambiente. El descenso de la cantidad de desplazamientos en vehículos a motor, la disminución de la producción industrial y el consumo se tradujeron en menos contaminación, agua más limpia y cielos más claros. (Lea: ¿Por qué las soluciones basadas en la naturaleza podrían frenar el cambio climático?)
Sin embargo, la economía mundial sufrió los efectos del aislamiento social que implicaba controlar la pandemia. En Colombia, según datos del Gobierno, se estima que este año un 5,5 % del producto interno bruto (PIB) pueda decrecer, siendo la peor caída desde 1960. Además, el desempleo podría presentar cifras superiores al 20 %. Ahora el reto está en cómo reactivar la economía de la mano de la naturaleza, pues la pérdida de biodiversidad es cada vez más alarmante. Detrás de ella está la forma como los humanos producimos y consumimos, y el mundo aún no cumple los objetivos que se planteó para detenerla.
Según el Informe Planeta Vivo 2020 de WWF, publicado este mes, las poblaciones de vertebrados globalmente monitoreadas entre 1970 y 2016 se redujeron un 68 % en promedio, y en Latinoamérica el escenario es mucho peor: 94 %. Adicionalmente, la publicación más reciente del Convenio Marco de Diversidad Biológica indica que ninguno de los veinte objetivos que el mundo se había planteado para preservar el medio ambiente entre 2010 y 2020 se cumplió.
El tema de recuperar de manera sostenible la economía está en boga, especialmente las soluciones basadas en la naturaleza (SbN). Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), estas son acciones que abordan desafíos sociales claves a través de la protección, restauración y gestión sostenible de los ecosistemas, beneficiando a la biodiversidad y el bienestar humano. En julio, esta organización publicó un estándar global para ayudar a los gobiernos, las empresas y la sociedad civil a garantizar la efectividad de estas soluciones y maximizar su potencial para abordar desafíos globales como el cambio climático, la seguridad alimentaria y del agua, y, ahora, la recuperación económica de la pandemia.
Pero no todos los actos etiquetados como “basados en la naturaleza” se encargan de ofrecer efectivamente estos beneficios. Óscar Guevara, experto en clima y biodiversidad de WWF, explica que “deben ser intencionalmente planeadas e implementadas para solucionar un problema. Además, cumplir las condiciones de conservación, restauración o manejo sostenible de un ecosistema y que no tenga impactos negativos sobre él ni sobre las comunidades”. (Puede leer: Por qué vale la pena conservar la “infraestructura” natural del planeta)
En el informe, la UICN define ocho criterios para establecer cuáles acciones podrían ser SbN. Abarcan normas y principios de conservación de la naturaleza, pueden implementarse solas o de manera integrada con otras soluciones, están determinadas por los contextos naturales y culturales específicos del lugar, producen beneficios sociales de manera justa y equitativa, mantienen la diversidad biológica cultural, se aplican a escala de paisaje; reconocen y abordan los compromisos entre la producción de unos pocos beneficios económicos y opciones futuras, para asegurar una gama completa de servicios de los ecosistemas, y hacen parte integral del diseño de políticas.
Más de 130 países ya han incluido acciones basadas en la naturaleza en sus planes climáticos nacionales, como la reforestación, la infraestructura verde, la agricultura y acuicultura sostenible o la protección costera. Actividades que no solo protegen la naturaleza, fuente última del bienestar humano, sino que también generan una alta contribución a la economía.
La Comisión Global de Adaptación estimó que por cada dólar invertido en cuencas hidrográficas, montañas y bosque se generan de US$7 a US$30 en beneficios; además, calculó que los ecosistemas de humedales proveen servicios valorados en US$25 billones y que restaurar 160 millones de hectáreas de estos podría generar US$84.000 millones. Un beneficio económico que se pudo corroborar en algunos de los países de Europa. (Podría leer: ¿Qué son las ciudades esponja? Están diseñadas para prevenir inundaciones)
Naturvation, proyecto de conservación europeo, realizó un estudio en el que calculó el valor económico de 169 SbN y los comparó con sus costos de inversión en los países de la Unión Europea. Los resultados demostraron que estas acciones generan un valor alto para los ciudadanos: cerca de US$1.600 millones al año. Así, en promedio, cada hectárea de naturaleza ofrece un valor que es el doble del PIB anual per cápita en estas zonas del continente.
¿Y en Colombia? Esta semana, en una columna para el Foro Económico Mundial a propósito de la Cumbre sobre el Impacto en el Desarrollo Sostenible, el presidente Duque afirmó que el desafío de “producir conservando y conservar produciendo” está enmarcado en el Plan Nacional de Desarrollo y que ya hay 365 proyectos de soluciones basadas en la naturaleza contemplados.
Y aunque el valor económico que generen estos proyectos es fundamental para una economía que hoy más que nunca necesita recuperarse, la contribución de las SbN debe medirse en dos dimensiones: económica y ambiental. “Se estima que las contribuciones de la naturaleza a la economía son más o menos del 50 % del PIB interno mundial. Pero, para el país, la idea es conseguir ver estas contribuciones principalmente desde servicios ecosistémicos de provisión y regulación”, añade Guevara.
A pesar de que Colombia es un país megadiverso y tiene una gran variedad de ecosistemas estratégicos, todavía no hay suficientes actividades económicas basadas en el capital natural. Solo el 0,5 % de las empresas en sectores con potencial para la bioeconomía (la economía de los recursos renovables) en el país son bioinnovadoras, un sector que podría representar un 10 % del PIB colombiano para 2030.
Santiago Aparicio, director de la Dirección de Ambiente y Desarrollo Sostenible del DNP —una de las entidades que más le está apostando al tema—, asegura que aún existen barreras regulatorias, de recursos financieros, de capital humano o de servicios de apoyo para el desarrollo de esta industria en el país. “Debemos promover esquemas de financiación que se acomoden a las particularidades de estos sectores y que sean capaces de movilizar recursos del sector privado, sofisticar y densificar los servicios de apoyo al crecimiento empresarial, y acompañar a los proyectos que el sector privado quiere desarrollar para acelerar su implementación en cadenas globales de valor”, añade. (Lea: ¿Cómo detener la pérdida de biodiversidad de agua dulce?)
La bioeconomía puede ser un nuevo motor de crecimiento empresarial, llegando a constituir el 10 % del PIB colombiano en 2030 y, además, contribuir a la disminución del desempleo, que en Colombia es cada vez mayor. Según el DANE, cerca de 4,15 millones de personas están sin empleo, y las SbN podrían ayudar a disminuir esa cifra. Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) muestra que la transición a una economía de cero emisiones netas en carbono podría crear quince millones de empleos nuevos netos en América Latina y el Caribe para 2030.
Por eso, para conseguir una reactivación económica más verde o sostenible, el DNP tiene tres estrategias: la bioeconomía, con la que promoverá a las empresas y productos bio para que mejoren la competitividad de la economía; impulsar proyectos multisectoriales de bioeconomía con enfoque regional, como bioenergía, biocosméticos, bioproductos de salud y agrícolas, e incentivar las compras públicas sostenibles e innovadoras (la infraestructura sostenible es otra de las apuestas). Así, entre otros, se busca aumentar la participación de fuentes no convencionales de energía renovable.
Las SbN son el otro eje de esa apuesta: “Promoverlas trae beneficios económicos al usar responsablemente la biodiversidad y las utilidades fiscales al diversificar nuestras fuentes de recursos. Queremos promover la restauración de ecosistemas para combatir los efectos del cambio climático; una siembra masiva de árboles que contribuya a la adaptación climática, vinculando población rural, y fomentar el turismo de naturaleza para atraer viajeros y generar confianza al visitar las áreas protegidas”, dice Aparicio.
En adaptación al cambio climático —una de las SbN que puede contribuir a la reactivación verde—, Colombia ya tiene experiencia con el proyecto de Adaptación a los Impactos del Cambio Climático en la Alta Montaña, liderado por la ONG Conservación Internacional, que se desarrolla en la zona rural del municipio de Sesquilé. Ángela Andrade, experta de Conservación Internacional y de la UICN, cuenta que con esta iniciativa buscan enseñarles a las comunidades que habitan cerca a los páramos y en ecosistemas altoandinos cómo adaptarse a las variaciones de temperaturas, las sequías prolongadas y las lluvias intensas, que ya comienzan. (Lea también: La estrategia de los campesinos de Cundinamarca para adaptarse al cambio climático)
Con iniciativas de monitoreo del clima, apicultura, gallinas de pastoreo o felices, huertas caseras orgánicas, renovación de praderas, abonos naturales, sistemas silvopastoriles y restauración ecológica de los ecosistemas, buscan ser un ejemplo que se replique en las demás regiones de Colombia donde están los otros 47 páramos del país. Este es uno de muchos ejemplos de cómo las SbN pueden crear nuevas oportunidades económicas, aumentar la productividad, fomentar la inclusión social, desarrollar capital humano y generar empleos de manera sostenible. Una oportunidad única para reactivar la economía sin afectar el medio ambiente.