Transformar reproducciones en Spotify en protección de ecosistemas colombianos
Una iniciativa que reúne a músicos de todo el mundo desembolsó hace poco US $225 mil para proyectos de conservación en Colombia. Donando una porción de sus regalías, los artistas creen haber encontrado un camino claro para proteger la naturaleza.
Sergio Silva Numa
Quienes suelen pasar por los bosques secos tropicales de Colombia, rara vez saben que esos espacios se llaman bosques secos tropicales. A menudo los confunden con un desierto. Le sucede tanto a quienes visitan el “desierto” de La Tatacoa, en Huila, como a quienes bordean los abismos de Cañón del Chicamocha, en Santander. También en ciertos puntos del Caribe. Las altas temperaturas y los suelos rojizos pueden engañar a algunos visitantes, que tampoco imaginan que es uno de los ecosistemas más amenazados de Colombia. Para decirlo sin tantos adornos, estamos muy cerca de perderlo: de los nueve millones de hectáreas que hubo alguna vez en Colombia, ya desapareció cerca del 90 %.
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Quienes suelen pasar por los bosques secos tropicales de Colombia, rara vez saben que esos espacios se llaman bosques secos tropicales. A menudo los confunden con un desierto. Le sucede tanto a quienes visitan el “desierto” de La Tatacoa, en Huila, como a quienes bordean los abismos de Cañón del Chicamocha, en Santander. También en ciertos puntos del Caribe. Las altas temperaturas y los suelos rojizos pueden engañar a algunos visitantes, que tampoco imaginan que es uno de los ecosistemas más amenazados de Colombia. Para decirlo sin tantos adornos, estamos muy cerca de perderlo: de los nueve millones de hectáreas que hubo alguna vez en Colombia, ya desapareció cerca del 90 %.
“Lo que queda está distribuido en pequeños fragmentos que tienen varias amenazas”, nos decía hace unos meses la botánica Cristina López Gallego, doctora en Biología de la Conservación y profesora de la Universidad de Antioquia. “Es un ecosistema que está muy perturbado por actividades humanas”.
Además de las 2.600 especies de plantas que han identificado en el bosque seco tropical, y de las más 230 especies de aves, de acuerdo con los datos del Instituto Humboldt, ahí también viven 60 mamíferos. A uno, en particular, le tienen mucho cariño en el Caribe: el mono tití cabeciblanco (Saguinus oedipus), que también está en el norte de Antioquia y noroeste de Chocó. La mala noticia es que está en peligro crítico de extinción.
Por eso, a Rosamira Guillén le cayó muy bien el anuncio que hicieron hace par de semanas en Cali, a unos 14 kilómetros de donde señores y señoras de otros países intentaban, en recintos cerrados, llegar a acuerdos para preservar la biodiversidad. La Fundación Proyecto Tití, que ella dirige, recibió US $80.000 para continuar restaurando las áreas que han ayudado a evitar que desaparezca el bosque seco tropical y, con él, el mono tití.
“Fue una muy buena noticia. No tenía ni idea. Es un dinero para ejecutar en dos años y que nos ayuda restaurar ese ecosistema en tres áreas en las que estamos trabajando en Bolívar, Atlántico y Sucre”, dice Guillén por teléfono.
Recibir esa donación no tendría nada de anómalo, sino fuera por una particularidad: es una plata que proviene del trabajo que han hecho varios músicos de diversas partes del planeta. Unidos bajo la iniciativa Sounds Right, que es impulsada, entre otros aliados, por el Museo para las Naciones Unidas, encontraron un camino para que las ganancias que obtienen por algunas de sus piezas se destinen a proteger ecosistemas que son esenciales.
Sus piezas también tienen otra singularidad: son elaboradas con sonidos grabados de la naturaleza y están agrupadas en un perfil en plataformas como Spotify con un nombre que no puede ser más apropiado: Nature. Hay temas, por solo mencionar a algunos, de Aterciopelados, de Bomba Estéreo, de Los Amigos Invisibles, de David Bowie y de Cosmo Sheldrake. Juntos suman más de 65 millones de reproducciones de 180 países.
Simón Mejía, fundador y productor de Bomba Estéreo, tiene una buena forma de explicar lo que significa ese esfuerzo: “Desde hace mucho, nosotros nos preguntábamos cómo ayudar a proteger la naturaleza y este camino representó pasar del dicho al hecho. Funciona como un taxímetro: a medida que hay más reproducciones, hay más ingresos y parte de esas regalías van a un fondo destinado para conservar la naturaleza”.
El fondo se llama Sounds Right Fund y los recursos que recogió en seis meses fueron destinados a iniciativas que están dedicadas a la conservación de hábitats críticos, al trabajo con comunidades locales y la preservación de especies endémicas, como el mono tití. En esta primera tanda, que suma US $225 mil (un poco más de mil millones de pesos colombianos), fue toda para proyectos colombianos.
Además de la Fundación Proyecto Tití, eligieron a Fundaexpresión, que tiene presencia en Santander; a Jacana Jacana, un proyecto que promueve el cuidado de la biodiversidad en los niños y niñas con contenidos musicales y artísticos; y a la Reserva La Planada, en Nariño, un espacio de 3.200 hectáreas creado hace cuatro décadas, que se ha dedicado a la conservación de las especies que viven en el bosque de niebla. No está muy lejos de Pasto y es administrado por el Resguardo Indígena Awá Pialapí Pueblo Viejo.
“Que hayan reconocido nuestro trabajo es un logro que muestra que ha valido la pena el esfuerzo que hemos hecho. Esos recursos nos van a hacer muy útiles para continuar nuestra labor de conservación y para monitorear especies”, asegura desde Nariño, Gilmer Wanda, director de la reserva.
Si todo sale como está previsto, Sounds Rights espera recolectar US $40 millones que serán destinados a proyectos que se encarguen de preservar la naturaleza. Para elegirlos, cuentan con el apoyo de un panel de expertos en conservación. “Esta es la primera vez que los artistas le dan crédito a la naturaleza. Queríamos entregarle algo de todo lo que nos ha dado”, dijo en el lanzamiento del fondo Gabriel Smales, director del Programa Global de Sounds Right.
Lany Arévalo, bióloga, fue una de las personas que estuvo detrás del inicio de esa idea. Como integrante del colectivo VozTerra, entre los que también está Héctor Buitrago (de Aterciopelados), y los músicos Daniel Roa y Diana Restrepo, creía que podía haber una manera de conectar a las personas con la naturaleza. Por eso, mientras estábamos encerrados en pandemia, hicieron una convocatoria para recibir grabaciones de sonidos de naturaleza desde la ventana. El resultado fue cuatro álbumes de música.
Cuenta Arévalo que uno de los primeros lugares a los que ella fue a grabar sonidos con sus colegas fue un ecosistema muy popular en la sabana de Bogotá: la Reserva Van der Hammen. Para ella, capturar los graznidos de las aves y los silbidos de los insectos fue una gran experiencia que dio pie a que, con el tiempo, tomara fuerza ese proyecto capaz de unir a músicos en todo el planeta para conservar ecosistemas. Dicen en su página web que esa reserva es clave para adaptarse a los impactos que tendrá el cambio climático sobre Bogotá.
De hecho, como explica Ghisliane Echeverry, directora del Ideam, si hubo un lugar en el país el que las lluvias han sido inusuales en las últimas semanas, ese fue Bogotá, que requiere de una mejor planeación en el norte. A los ojos de quienes han conservado la Reserva Van der Hammen, preservar ese espacio es esencial para que no vuelva a colapsar la autopista norte. Otros prefieren creer que es solo un potrero.
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