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“Ya conocíamos cómo funcionaba la guerrilla. Estábamos acostumbrados y ya sabíamos cuándo era la ‘vacuna’ y así convivimos. Hasta que en 2002 aparecieron los paramilitares; llegaron matando. Abandonamos nuestros hogares, dejando todo lo que por años habíamos trabajado. Toda la zona que rodea al complejo de páramos Las Hermosas, ubicado en la cordillera central, quedó desolada”, cuenta Gaby Serrano, habitante de la vereda La Nevera, del municipio de Palmira, mientras recorre las hectáreas del complejo que ya han sido restauradas. (Lea: Viveros comunitarios, aliados para restaurar los páramos de Colombia)
Esta zona era utilizada como un territorio militar estratégico por sus características: estaba rodeado de corredores de paso y movilidad entre las partes altas de las montañas, como táctica para controlar el movimiento de los demás grupos. De acuerdo con datos del Ministerio de Defensa, en este complejo la extinta guerrilla de las Farc llegó a tener cerca de 1.200 guerrilleros e incluso el Cañón de las Hermosas, en Tolima, fue el último refugio del entonces máximo jefe, Guillermo León Sáenz, alias Alfonso Cano.
El complejo de páramos Las Hermosas está conformado por más de 192.000 hectáreas, parte de ellas fueron declaradas Parque Nacional Natural en 1997. En Las Hermosas nacen los ríos que abastecen de agua a once municipios: Miranda (en Cauca); Chaparral y Rioblanco (Tolima) y Buga, Cerrito, Florida, Ginebra, Palmira, Pradera, Sevilla y Tuluá (Valle del Cauca), en los que viven 880.000 habitantes beneficiados. También es el hogar de 300 especies de flora, 169 de aves y trece de mamíferos
Hoy, 19 años después, Gaby recorre esta zona con tranquilidad mientras recuerda el miedo que le generó regresar. “Como buenos colombianos, somos tercos. No estábamos dispuestos a perder nuestra tierra, así que, con temor, fuimos regresando poco a poco”, recuerda. Empezaron a ir un día por semana. Se organizaron en grupos y se dividieron, unos hacían guardia y los otros revisaban el terreno. “Aprendimos a irnos juntos. Íbamos cada ocho días y nos unimos cuatro o cinco finqueros para pagar el flete y poder quedarnos”, dice Gaby.
Cada visita se iba haciendo más prolongada hasta que, finalmente, se pudieron instalar de nuevo allí. El retorno de la comunidad —liderado completamente por mujeres— al complejo de páramos coincidió con el acercamiento de Parques Naturales Nacionales a la zona, liderado por la directora de ese entonces, Claudia Acevedo. Pese a que la comunidad se empezó a sentir acompañada por las instituciones, la guerra no dio tregua. En una de las salidas de campo al complejo del páramo, la guerrilla quemó la camioneta de la entidad.
“Con ese atentado el miedo volvió y creímos que con él se alejaría de nuevo el Estado, pero no fue así. Nos sirvió para unirnos como comunidad y trabajar por nuestra región”, señala Gaby. Esa agresión fue un impulso para que Claudia Acevedo siguiera promoviendo el programa “Mosaicos de conservación” y con él, por primera vez en la zona, se empezó a hablar de proyectos. Uno de ellos surgió en 2004, cuando se conformó la Asociación de Agricultores y Ganaderos de la Nevera, integrada por finqueros de la zona alta, como Gaby.
Y aunque ese proyecto incluyó varias estrategias, como la siembra de árboles en el área protegida, la mayoría de los ejemplares murieron, por ser especies de tierra caliente. “Para la comunidad paramuna, es muy duro dejar morir a un ser vivo. Y, a raíz de lo que había pasado con ese proceso de restauración, propusimos crear un vivero, nos escucharon y los instalamos. Sembramos las primeras plántulas, pero no se movió más porque la iniciativa se acabó por un sinfín de razones”, asegura Gaby. (Puede leer: El páramo de Rabanal se recupera de sus heridas)
La terquedad de los habitantes volvió a primar. Empezaron a tocar la puerta de otras instituciones y su trabajo en los viveros comunitarios comenzó a tomar fuerza. En una de esas reuniones, se enteraron de que uno de los secretarios de la Unión Europea estaba de visita en la región. “Nos dieron una cita y le hicimos una presentación de lo que habíamos logrado con los viveros. Él quedó encantado con el páramo de Las Hermosas y nos incluyó en el proyecto de viveros que iban a desarrollar con el Instituto Humboldt”, dice Gaby.
El proyecto “Páramos” es una iniciativa regional financiada por la Unión Europea, que trabaja para generar una gestión integral de siete páramos priorizados, y es coordinada por el Instituto Humboldt. En el complejo de páramos Las Hermosas, es liderado por la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca, la Corporación Autónoma Regional del Tolima y el Fondo del Agua por la Vida y la Sostenibilidad. Los páramos se destacan en términos de biodiversidad y por los servicios ecosistémicos que provee, como en el caso de la regulación y el abastecimiento hídrico.
Las Hermosas, por ejemplo, regula la oferta hídrica de los ríos Amoyá, Cambrín y Anamichú (Tolima) y Nima, Amaime, Tuluá y Bugalagrande (Valle del Cauca). Estos valores pueden verse afectados por intervenciones que modifican su estructura y funcionamiento. En Las Hermosas, la ganadería ha dominado la economía en las últimas décadas. Ante la degradación del suelo, los ganaderos reconvirtieron su práctica para proteger el páramo. “No podíamos pedirle a una persona, que, por herencia, ha vivido de la ganadería que la dejara sin asegurarle un sustento”, dice Martha Salazar, coordinadora de acciones del proyecto “Páramos” en Valle del Cauca.
Así fue como empezó el plan de ordenamiento en la vereda. El predio La Cascada, que es propiedad de Gaby y su hermana, fue uno de los pilotos. Allí, el ganado caminaba libre y podía subir hasta las coberturas de páramo, donde están los frailejones. “En las fincas que participaron en el proyecto conseguimos crear una alternativa para un manejo sostenible y eficiente de su actividad. Establecimos potreros cerca de la casa, donde podía rotar el ganado cada noventa días, tiempo para que las reses consuman los pastos de un potrero”, asegura Salazar.
Esta misma actividad se replicó en la parte del complejo que está en Tolima (municipios de Rioblanco y Chaparral). “Desde hace veinte años el departamento viene implementando modelos silvopastoriles. Nos dimos cuenta de que el 93 % son pequeños ganaderos y no acceden tan fácil al cambio. De las tres hectáreas que tienen, deben ceder una para un proceso sostenible y esperar un año para ver resultados. Aunque fue difícil, cuando vieron los resultados de las dos fincas piloto muchos accedieron al cambio”, sostiene Carlos Silva, gerente del Comité Ganadero de Cortolima. (Le puede interesar: Salvando al Parque Los Nevados hectárea por hectárea)
Para la división de los potreros se instalaron cercas vivas con franjas de árboles y arbustos protegidos con cercas eléctricas, para ello se sembraron árboles que, además de brindar sombrío, sirvieron como complemento alimenticio para el ganado. “Hemos logrado que la oferta de alimento para los rumiantes se recupere, mejorando las condiciones nutricionales del ganado. Con los sistemas silvopastoriles, queremos aportar a un mejor rendimiento en esta actividad, disminuyendo la presión sobre el ecosistema”, explica Silva.
Otra de las acciones que se ha adelantado es construir cercas para evitar que el ganado entre a las coberturas boscosas y llegue hasta el páramo o a las corrientes de agua y así evitar que las contaminen. “Para estas cercas eléctricas, tenemos un sistema que funciona con paneles solares que, además, ha servido para abastecer de luz a los pobladores. Esta opción también hace parte de la implementación de energías alternativas que queremos impulsar en la región”, añade Silva.
Gaby, feliz, cuenta que tras ocho años de restauración, ahora ve la transformación. “Me muero de emoción al ver ese páramo tan hermoso, ubicado a una hora de mi casa. Queremos seguir en este proceso. Pedimos un subsidio a la Dirección de Ambiente de Palmira, porque un vivero no produce mucho dinero: si tenemos para pagar al viverista no podemos generar insumos. Logramos un acuerdo, tenemos que entregarle una cantidad de plántulas en dos años y nos ayudan con insumos. La meta es sacar 24.000 plántulas este año”, dice Gaby. (Lea también: Buenas noticias: en Colombia encuentran siete nuevas especies para la ciencia)
A los viveros comunitarios y la reconversión ganadera se suma el turismo de naturaleza. El Corredor Turístico de la Montaña, en el Valle, es uno de los proyectos líderes en esta actividad. Este corredor, que inicia en el Puente de las Águilas o de los Patos de Torrente y que asciende hasta la Laguna Negra en el Páramo de las Domínguez, cuenta con una amplia diversidad de atractivos turísticos como avistamiento de aves, senderismo, trekking de montaña, ciclomontañismo y la visita a fincas productoras de café, frutales y hortalizas.
De acuerdo con Olga Lucía Alfonso, directora de Cortolima, el departamento tiene como compromiso realizar acciones de restauración en 120 hectáreas, ya que varias de las actividades fueron limitadas por la pandemia. “Hemos fortalecido las capacidades de las comunidades e instituciones que están en la gestión de estos páramos o que habitan en zonas cercanas a ellos. Hemos estructurado una coordinación institucional y logramos apropiar a la comunidad de todo ese conocimiento que han adquirido”, dice Alfonso.
En cuanto al sector del complejo que está en jurisdicción del Valle del Cauca, se ha conseguido realizar intervenciones de restauración pasiva (aislamientos de protección) en 215 hectáreas, principalmente en la vereda de La Nevera. Además, treinta hectáreas se han destinado a sistemas silvopastoriles. “El fortalecimiento comunitario ha sido el mejor avance de este proyecto; pero, tristemente, estamos viviendo un nuevo repliegue de las disidencias en este territorio y no queremos retroceder en todos los avances que hemos tenido”, señala Salazar.
Desde la firma del Acuerdo de Paz con la extinta guerrilla de las Farc, el 26 de septiembre de 2016, varios de los territorios que fueron campos de batalla y refugio de sus integrantes, ahora son ejemplo de procesos de restauración ecológica, reconversión productiva, iniciativas de negocios verdes y proyectos de turismo de naturaleza. Como es el caso de Las Hermosas, que pasó de estar a la sombra del conflicto armado a convertirse en un ejemplo de gestión de páramos con la inclusión de sus habitantes. (Le puede interesar: 7 páramos en Colombia para visitar y proteger)