Con la fuerza de un oso los campesinos se oponen a minería en Quebradona
Los pobladores de Támesis, un municipio ubicado en las montañas del suroeste antioqueño, temen a los impactos de la megaminería en su territorio. La empresa AngloGold Ashanti planea extraer 4.9 millones de toneladas de concentrado de cobre, oro y otros minerales de una zona cercana, pero no los incluyó a ellos, ni al oso andino, en el Estudio de Impacto Ambiental. Eso presenta el documental “Verde como el Oro”.
Daniela Quintero Díaz
Gonzalo y Nelson son campesinos. Viven en un pequeño pueblo de 22 familias ubicado en el municipio de Támesis, en el suroeste antioqueño. Un territorio montañoso, lleno de agua y rodeado por bosques de niebla.
Desde pequeños aprendieron a trabajar la tierra, pero también a cazar. Los televisores, las salas y las neveras de sus casas solían estar -hace años- adornados con las garras disecadas de algún oso de anteojos (el único oso que existe en Colombia, autóctono de Suramérica, y que se encuentra en categoría “Vulnerable” por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza). Se creía que sus huesos tenían propiedades medicinales y había varios mitos populares alrededor de su presencia. “Eso ya pasó a la historia”, cuenta uno de ellos en el documental Verde como el oro, dirigido por Isabella Bernal. Desde hace décadas aprendieron a convivir con él y protegerlo en esas montañas de los Andes. De antiguos cazadores pasaron a ser guardabosques y protectores de la especie.
Entendieron que cuidar al oso era también cuidar el ecosistema y la tierra de la que ellos viven. Si se acaba el oso, también el agua, el bosque y los cultivos. El oso de anteojos, explica Bernal, es un sembrador de bosques, un “jardinerito” que dispersa semillas por todo el territorio. “Con sus pisadas abre la tierra, en donde caen las semillas que carga de un lado a otro en su pelaje. Se filtra la luz y empiezan a germinar. Es una especie muy importante para mantener el equilibrio de los Andes Tropicales”.
Pero ahora, estos hombres y mujeres, y también el oso andino, están siendo amenazados por una fuerza mayor: la megaminería. En Jericó, el municipio vecino, la empresa AngloGold Ashanti está a la espera de que la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) otorgue (o no) la licencia ambiental para la extracción de 4.9 millones de toneladas de concentrado de cobre, oro y otros minerales. Según la misma multinacional, se trata de uno de los planes extractivos más grandes que hay hasta ahora en Colombia.
La primera mina, Quebradona, de cinco que la empresa ha visto para explotar, se encuentra en los límites entre Jericó y Támesis. A escasos 300 metros de la frontera de ambos municipios y del corredor biológico del oso andino (ver mapa). Allí se pretende usar taladros y dinamitas para alcanzar el depósito de minerales, que se encuentra a 400 metros de profundidad y se planea explotarlo de manera subterránea. De acuerdo con la información proporcionada por la misma minera, en la parte alta de la montaña, las explotaciones producirán un cráter en la superficie que tendrá 365 metros de profundidad y un kilómetro de longitud (que se verá muy parecido a lo que muestra la siguiente imagen). Es a pocos metros de esa zona de hundimiento donde también está identificado el corredor del oso andino.
Asimismo, se producirán cerca de 119 millones de toneladas de residuos tóxicos, que se dispondrán en un depósito de relaves secos que ocuparía 160 hectáreas (o casi 200 canchas de fútbol), a solo 2.2 kilómetros del río Cauca. Este depósito también tendría una altura máxima de 219 metros. Es decir, habrá una montaña de material inerte de altura similar a la de la famosa Piedra del Peñol.
“Estas imágenes son proyecciones exactas de donde quedarán los huecos, las fábricas y las zonas de relaves. Nosotros tomamos las coordenadas de estos puntos que tiene la empresa en su página web y nos fuimos hasta allá para ver cómo quedarían esas zonas”, explica Bernal.
Pese a todas estas transformaciones que tendrán lugar muy cerca de Támesis, ni sus pobladores, ni el oso andino, fueron incluidos en el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) ni en el Plan de Manejo Ambiental de la Empresa. “¿Por qué no estamos incluidos?”, se preguntan los campesinos. “Al hacer minería allá sí nos vamos a ver afectados”.
El alcalde de Támesis, Juan Martín Vásquez, envió una carta a la ANLA en la que expresaba las preocupaciones de su población, que no solo fue excluida del EIA, sino que además ha expresado históricamente un profundo rechazo a la explotación minera en el territorio. En años anteriores han impulsado marchas en las que sostienen que la vocación de esas tierras, ricas en agua y biodiversidad, es de agricultura. “Somos caficultores, cacaoteros, productores de cítricos, de aguacate. Nuestras montañas están libres de minería, que no hace parte de las actividades económicas propias del territorio”, señalaba un habitante del municipio en una de las movilizaciones.
En el documental la empresa asegura que, en la zona del proyecto en la que van a estar por 28 años, “no hay ríos subterráneos. No encontramos evidencia en el área de intervención ni en el área de influencia del oso. No estamos afectando la conectividad de las especies”.
Bernal y su equipo también se pusieron en la tarea de recorrer las montañas, seguir las huellas del oso, y confrontar estas afirmaciones. Los campesinos de la zona fueron sus guías.
“El oso está ahí, por más que la AngoGold Ashanti diga que no lo ha visto. Nosotros vimos las garras del oso en los troncos de los árboles, vimos el popó en las fincas, lo vimos. Las cámaras trampa que la corporación Gaia ha puesto en el territorio también demuestran que ahí hay presencia del oso andino, así quieran excluirlo de su inventario de mamíferos”, asegura la directora.
Además, La Mama, la montaña en la que está ubicada Quebradona, es una estrella hídrica. De allí nacen cerca de 18 ríos y quebradas que van directamente al río Frío, al río Cartama y al río Cauca. “Sostienen que no hay ríos subterráneos, pero claro que hay. Están ahí y el documental los muestra”, sostiene su directora. “La gran amenaza es que en esa zona se pretenden construir cuatro túneles de seis kilómetros de largo y un hueco de 800 metros de profundidad. Eso drenaría todas esas aguas y secaría la montaña. Así lo reflejan también otros estudios hechos por Comfama”.
AngloGold ha dicho que sembrará 2.500 hectáreas de bosque tropical en 20 años, dentro de los cuales 1.050 hectáreas son la compensación obligatoria requerida por la ANLA. “Pero es una cifra bastante baja si se tiene en cuenta la cantidad de bosque que destruiría. Además, la conectividad del bosque se perdería durante la operación del proyecto. ¿Tú te imaginas perder ese bosque por 30 años?”, se pregunta Isabella.
La expansión minera
El mapa del suroeste de Antioquia muestra cómo ese territorio se ha convertido en “el botín de oro” de la minería. Cerca del 79% de esta zona tiene territorios titulados, solicitados, declarados de interés estratégico minero, están en proceso de legalización minera y/o con minería étnica, según datos oficiales de la plataforma minera nacional Anna Minería, de la Agencia Nacional de Minería (ANM) (Ver mapa). Ocho municipios incluso tienen más del 90% de su territorio proyectado para esto.
“Esa zona nunca ha sido minera, en el suroeste la minería nunca estuvo incluida en los Planes de desarrollo. Es una zona agrícola, y la presencia de esta multinacional también ha provocado profundas divisiones sociales, principalmente entre los habitantes de Jericó”, insiste Bernal. Por eso, explica, con Verde como el oro lo que busca es iniciar una conversación ciudadana que pueda detener la construcción de Quebradona, pero que a mediano plazo permita construir un debate en Colombia alrededor de lo que significa la democracia ambiental, que las comunidades tengan agencia y decisión sobre sus territorios.
“Estamos a tiempo de frenar el proyecto, y queremos que la ANLA considere estos argumentos, que además de tener en cuenta la voluntad de la comunidad se comprenda que el oso no se mueve en la forma en la que ellos tienen delimitado el territorio, que un mapa no es el territorio y un límite no es una frontera”.
Gonzalo y Nelson son campesinos. Viven en un pequeño pueblo de 22 familias ubicado en el municipio de Támesis, en el suroeste antioqueño. Un territorio montañoso, lleno de agua y rodeado por bosques de niebla.
Desde pequeños aprendieron a trabajar la tierra, pero también a cazar. Los televisores, las salas y las neveras de sus casas solían estar -hace años- adornados con las garras disecadas de algún oso de anteojos (el único oso que existe en Colombia, autóctono de Suramérica, y que se encuentra en categoría “Vulnerable” por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza). Se creía que sus huesos tenían propiedades medicinales y había varios mitos populares alrededor de su presencia. “Eso ya pasó a la historia”, cuenta uno de ellos en el documental Verde como el oro, dirigido por Isabella Bernal. Desde hace décadas aprendieron a convivir con él y protegerlo en esas montañas de los Andes. De antiguos cazadores pasaron a ser guardabosques y protectores de la especie.
Entendieron que cuidar al oso era también cuidar el ecosistema y la tierra de la que ellos viven. Si se acaba el oso, también el agua, el bosque y los cultivos. El oso de anteojos, explica Bernal, es un sembrador de bosques, un “jardinerito” que dispersa semillas por todo el territorio. “Con sus pisadas abre la tierra, en donde caen las semillas que carga de un lado a otro en su pelaje. Se filtra la luz y empiezan a germinar. Es una especie muy importante para mantener el equilibrio de los Andes Tropicales”.
Pero ahora, estos hombres y mujeres, y también el oso andino, están siendo amenazados por una fuerza mayor: la megaminería. En Jericó, el municipio vecino, la empresa AngloGold Ashanti está a la espera de que la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) otorgue (o no) la licencia ambiental para la extracción de 4.9 millones de toneladas de concentrado de cobre, oro y otros minerales. Según la misma multinacional, se trata de uno de los planes extractivos más grandes que hay hasta ahora en Colombia.
La primera mina, Quebradona, de cinco que la empresa ha visto para explotar, se encuentra en los límites entre Jericó y Támesis. A escasos 300 metros de la frontera de ambos municipios y del corredor biológico del oso andino (ver mapa). Allí se pretende usar taladros y dinamitas para alcanzar el depósito de minerales, que se encuentra a 400 metros de profundidad y se planea explotarlo de manera subterránea. De acuerdo con la información proporcionada por la misma minera, en la parte alta de la montaña, las explotaciones producirán un cráter en la superficie que tendrá 365 metros de profundidad y un kilómetro de longitud (que se verá muy parecido a lo que muestra la siguiente imagen). Es a pocos metros de esa zona de hundimiento donde también está identificado el corredor del oso andino.
Asimismo, se producirán cerca de 119 millones de toneladas de residuos tóxicos, que se dispondrán en un depósito de relaves secos que ocuparía 160 hectáreas (o casi 200 canchas de fútbol), a solo 2.2 kilómetros del río Cauca. Este depósito también tendría una altura máxima de 219 metros. Es decir, habrá una montaña de material inerte de altura similar a la de la famosa Piedra del Peñol.
“Estas imágenes son proyecciones exactas de donde quedarán los huecos, las fábricas y las zonas de relaves. Nosotros tomamos las coordenadas de estos puntos que tiene la empresa en su página web y nos fuimos hasta allá para ver cómo quedarían esas zonas”, explica Bernal.
Pese a todas estas transformaciones que tendrán lugar muy cerca de Támesis, ni sus pobladores, ni el oso andino, fueron incluidos en el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) ni en el Plan de Manejo Ambiental de la Empresa. “¿Por qué no estamos incluidos?”, se preguntan los campesinos. “Al hacer minería allá sí nos vamos a ver afectados”.
El alcalde de Támesis, Juan Martín Vásquez, envió una carta a la ANLA en la que expresaba las preocupaciones de su población, que no solo fue excluida del EIA, sino que además ha expresado históricamente un profundo rechazo a la explotación minera en el territorio. En años anteriores han impulsado marchas en las que sostienen que la vocación de esas tierras, ricas en agua y biodiversidad, es de agricultura. “Somos caficultores, cacaoteros, productores de cítricos, de aguacate. Nuestras montañas están libres de minería, que no hace parte de las actividades económicas propias del territorio”, señalaba un habitante del municipio en una de las movilizaciones.
En el documental la empresa asegura que, en la zona del proyecto en la que van a estar por 28 años, “no hay ríos subterráneos. No encontramos evidencia en el área de intervención ni en el área de influencia del oso. No estamos afectando la conectividad de las especies”.
Bernal y su equipo también se pusieron en la tarea de recorrer las montañas, seguir las huellas del oso, y confrontar estas afirmaciones. Los campesinos de la zona fueron sus guías.
“El oso está ahí, por más que la AngoGold Ashanti diga que no lo ha visto. Nosotros vimos las garras del oso en los troncos de los árboles, vimos el popó en las fincas, lo vimos. Las cámaras trampa que la corporación Gaia ha puesto en el territorio también demuestran que ahí hay presencia del oso andino, así quieran excluirlo de su inventario de mamíferos”, asegura la directora.
Además, La Mama, la montaña en la que está ubicada Quebradona, es una estrella hídrica. De allí nacen cerca de 18 ríos y quebradas que van directamente al río Frío, al río Cartama y al río Cauca. “Sostienen que no hay ríos subterráneos, pero claro que hay. Están ahí y el documental los muestra”, sostiene su directora. “La gran amenaza es que en esa zona se pretenden construir cuatro túneles de seis kilómetros de largo y un hueco de 800 metros de profundidad. Eso drenaría todas esas aguas y secaría la montaña. Así lo reflejan también otros estudios hechos por Comfama”.
AngloGold ha dicho que sembrará 2.500 hectáreas de bosque tropical en 20 años, dentro de los cuales 1.050 hectáreas son la compensación obligatoria requerida por la ANLA. “Pero es una cifra bastante baja si se tiene en cuenta la cantidad de bosque que destruiría. Además, la conectividad del bosque se perdería durante la operación del proyecto. ¿Tú te imaginas perder ese bosque por 30 años?”, se pregunta Isabella.
La expansión minera
El mapa del suroeste de Antioquia muestra cómo ese territorio se ha convertido en “el botín de oro” de la minería. Cerca del 79% de esta zona tiene territorios titulados, solicitados, declarados de interés estratégico minero, están en proceso de legalización minera y/o con minería étnica, según datos oficiales de la plataforma minera nacional Anna Minería, de la Agencia Nacional de Minería (ANM) (Ver mapa). Ocho municipios incluso tienen más del 90% de su territorio proyectado para esto.
“Esa zona nunca ha sido minera, en el suroeste la minería nunca estuvo incluida en los Planes de desarrollo. Es una zona agrícola, y la presencia de esta multinacional también ha provocado profundas divisiones sociales, principalmente entre los habitantes de Jericó”, insiste Bernal. Por eso, explica, con Verde como el oro lo que busca es iniciar una conversación ciudadana que pueda detener la construcción de Quebradona, pero que a mediano plazo permita construir un debate en Colombia alrededor de lo que significa la democracia ambiental, que las comunidades tengan agencia y decisión sobre sus territorios.
“Estamos a tiempo de frenar el proyecto, y queremos que la ANLA considere estos argumentos, que además de tener en cuenta la voluntad de la comunidad se comprenda que el oso no se mueve en la forma en la que ellos tienen delimitado el territorio, que un mapa no es el territorio y un límite no es una frontera”.