Con las semillas de este árbol quieren salvar los últimos bosques secos de Colombia
El guáimaro (Brosimum alicastrum) es una especie que ha sido talada indiscriminadamente. Pero ahora se ha convertido en una alternativa para proteger uno de los ecosistemas más amenazados del país.
Carlos Eduardo Díaz Rincón
Aunque alguna vez el Bosque Seco Tropical (BST) cubrió más de nueve millones de hectáreas del país, hoy se conserva apenas un 8% de su superficie. Debido a su fertilidad y a su riqueza natural, este ecosistema ha estado en constante amenaza por la producción ganadera, minera, agrícola, y en general, por las actividades económicas que han alterado la estabilidad de sus suelos y de sus fuentes hídricas.
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Aunque alguna vez el Bosque Seco Tropical (BST) cubrió más de nueve millones de hectáreas del país, hoy se conserva apenas un 8% de su superficie. Debido a su fertilidad y a su riqueza natural, este ecosistema ha estado en constante amenaza por la producción ganadera, minera, agrícola, y en general, por las actividades económicas que han alterado la estabilidad de sus suelos y de sus fuentes hídricas.
En los bosques que quedan, ubicados en zonas como la región Caribe o los valles interandinos de los ríos Cauca y Magdalena, habita una especie de árbol que podría tener la clave para contrarrestar el efecto de la deforestación: el guáimaro. También conocido como Nuez Maya, esta especie puede alcanzar una altura de hasta 50 metros. A pesar de esto, su lento crecimiento y la calidad de su madera lo han hecho un árbol muy vulnerable. Pero hoy sus nutritivas semillas, que alguna vez fueron un alimento importante para las civilizaciones prehispánicas del Caribe, son desaprovechadas por completo.
“El guáimaro solo crece en bosques nativos bien conservados. No se puede encontrar en un potrero, como ocurre con otros árboles. Es considerada una especie sombrilla, ya que al garantizar su conservación, a la vez estamos garantizando la protección de muchas otras especies, incluyendo muchos animales que se alimentan de él y que viven bajo su sombra”, dice Mateo Fernández Lucero, investigador del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt y autor del protocolo de manejo sostenible del guáimaro.
De acuerdo con el investigador, aunque los bosques en los que habita el guáimaro son secos, no quiere decir que sean un desierto, ya que normalmente tienen fuentes hídricas asociadas. Sin embargo, debido a muchos factores como la falta de planeación y ordenamiento territorial de estos ecosistemas, la deforestación ha llegado incluso hasta las zonas de más quebradas, generando una gran pérdida de caudal en los ríos.
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Desde hace tres años, la ONG colombo-francesa Envol Vert, una de las pioneras en el aprovechamiento de las semillas del guáimaro, lleva a cabo un programa para conservar los bosques secos y para ofrecer alternativas económicas en Ovejas y Toluviejo (Sucre), así como en Becerril (Cesar). La semilla de este árbol, que tiene dos cosechas por año, es rica en aminoácidos, fibra, calcio, hierro y potasio; se puede consumir fresca o cocida; e incluso, se puede transformar en harina, ideal para hacer panes, pasteles, bebidas e infusiones. Todo esto se basa en la promoción de los Productos Forestales No Maderables (PFNM).
“En términos de producción, se recoge más o menos una tonelada de semillas al año, que se transforma en 300 kilos de harina de guáimaro. La escala es baja porque es un producto muy novedoso en Colombia”, cuenta Laura Velandia, responsable de Economías Alternativas de Envol Vert Colombia.
Según explica Velandia, el principal obstáculo para trabajar con más de 110 familias en los tres municipios, y conseguir el apoyo de más, es la inmediatez de las necesidades del campo.
“Estas comunidades han sido defraudadas muchas veces; entonces generar lazos de confianza es una tarea compleja. Nosotros pre compramos toda la cosecha, para que puedan suplir sus necesidades básicas sin esperar a que se haga la venta”, agrega, aunque destaca la apropiación que ha tenido la actividad en la población de Ovejas, donde consiguieron una planta de procesamiento que está en proceso de certificación del Invima.
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El guáimaro tiene otra carcaterísitca que lo hace especial. Como dice Mateo Fernández Lucero, el bajo impacto ecológico que normalmente tiene la recolección de un porcentaje de las semillas de guáimaro sobre los Bosques Secos Tropicales. El investigador señala que nunca va a ser posible extraer el 100% de las semillas, ya que lo que se cosecha es lo que cae al suelo, y esto es a su vez son los “sobrados” de lo que no se comieron los animales (dispersores) en la copa de los árboles.
En el aprovechamiento de un PFNM siempre se recomienda cosechar únicamente cierto porcentaje del total de cosecha disponible, dejando el resto para el aprovechamiento de la fauna silvestre y la dispersión natural de la especie. Además, el proceso de cosecha de semillas de guáimaro es indirecto, pues se recogen las semillas del suelo, sin tocar la planta. Ni siquiera hay que cortar hojas, ramas, o raspar y perforar el árbol, con lo cual se garantiza la supervivencia de la especie.
“Lo que se hizo fue levantar unas parcelas de vegetación dependiendo de la zona y del parche del bosque. Hicimos un inventario de los individuos, los marcamos, los medimos muy bien y luego los monitoreamos. Para registrar la producción usamos trampas de frutos. Al inicio se metían animales como ganado y se comían las semillas, por lo que nos tocó colgarlas a más de tres metros”, señala Fernández sobre el protocolo de manejo sostenible.
Según él, el seguimiento a este proyecto permite saber, de la mano de las comunidades locales, qué especies hay, cuáles vuelven y cuáles se pueden acabar, lo que fortalece la conservación de este ecosistema.
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Y es que el Instituto Humboldt estima que, además de tener más de 2.600 de plantas, en los Bosques Secos Tropicales hay 230 especies de aves (33 endémicas) y 60 de mamíferos (tres endémicos). “El guáimaro produce alimento para venados, lapas, ñeques y cusumbos. Allí también llega a alimentarse el paujil de pico azul, especie amenazada y endémica del Magdalena Medio; al igual que el mono araña o marimonda, uno de los primates más grandes de Colombia y uno de los 25 de mayor riesgo de extinción en el mundo”, precisa Fernández.
Tanto Velandia como Fernández coinciden en que el principal reto en el proceso de aprovechamiento del guáimaro es fortalecer las alianzas y la organización de las asociaciones locales, que muchas veces no tienen representación legal ni recursos para articular sus intereses.
Además, indican que es necesario un continuo respaldo científico e institucional para llegar a otros bosques secos en donde se sigue talando de forma indiscriminada. Para Velandia, la única manera en que las comunidades puedan vivir del bosque, a la vez que lo conservan, es generar alternativas económicas viables y constituyendo redes de productores alrededor del uso de los PFNM, como se está haciendo, justamente, con el guáimaro.