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Una reciente investigación, liderada por Thomas Faherty, profesor de la Facultad de Geografía, Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente de la Universidad de Birmingham, en Reino Unido, se dio a la tarea de analizar y medir el impacto que tenía la contaminación en las tareas que hacemos las personas a diario. La conclusión a la que llegó el equipo fue que se reduce la capacidad de la gente para concentrarse en las labores cotidianas cuando se exponen a partículas contaminantes.
En los resultados, publicados en la revista Nature Communications, los investigadores explican que la evidencia de recientes estudios científicos han sugerido que puede afectar la función cerebral la exposición a corto plazo a la contaminación del aire por material particulado (PM). Esta es una mezcla de material sólido muy pequeño y también de gases que están suspendidos en el aire y que son fáciles de respirar. “Un creciente cuerpo de literatura sugiere una relación entre la exposición de por vida al aire de baja calidad con el desarrollo neurológico alterado y la incidencia de enfermedades neurodegenerativas”, explican en el documento.
Para llevar a cabo este reciente análisis, los investigadores se dieron a la tarea de reunir y estudiar los resultados de una serie de pruebas cognitivas que les realizaron a 26 participantes antes y después de estar expuestos a altos niveles de partículas en suspensión (PM). Lo hicieron usando el humo de una vela y luego con el aire limpio. Los análisis de cada uno de los pacientes, que estuvieron expuestos una hora seguida a este entorno, los tomaron antes y cuatro horas después de la prueba.
Después de esta exposición, a los participantes del estudio se les pidió que completaran cuatro tareas informáticas con el objetivo de evaluar la memoria de trabajo, la atención selectiva, la discriminación de la expresión de emociones, la velocidad psicomotora y la atención sostenida.
En los resultados publicados en la revista, los científicos explicar que encontraron que, “incluso, una breve exposición a altas concentraciones de PM 2.5 afectaba la atención selectiva y el reconocimiento de emociones de los participantes”. Estos hallazgos, dicen, son independientes si las personas respiraban estas partículas normalmente o solo por la boca.
Faherty en un comunicado aseguró que esto sugería que la exposición a la contaminación podría afectar la capacidad de una persona para concentrarse en las tareas, evitar distracciones y comportarse de manera socialmente apropiada. “Los participantes expuestos a la contaminación del aire no fueron tan buenos a la hora de evitar la información que los distraía”, añadió.
Además, los investigadores anotaron que habían encontrado que los participantes que estuvieron expuestos a la contaminación obtuvieron peores resultados en pruebas cognitivas que evaluaban el reconocimiento emocional. “Eran peores a la hora de percibir si una cara mostraba miedo o felicidad, y eso podría tener implicaciones en cómo nos comportamos con otras personas”, agregó Faherty.
La buena noticia, dice el equipo en la revista, es que la memoria de trabajo de los participantes no se vio afectada. Esto, a los ojos de los investigadores, significa que algunas funciones cerebrales son más resistentes a la exposición a la contaminación a corto plazo que otras.
Ahora, los investigadores hacen un llamado para que su estudio se pueda replicar en otra población, pues, la del análisis, era población adulta clínicamente sana y no tenían problemas respiratorios o neurológicos clínicos.
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