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Yo estuve en la Conferencia de Cambio Climático en Glasgow

Más de 190 países se reunieron en la COP26 para descifrar cómo mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5° C. Periodista que cubrió el evento cuenta lo que se vivió, se logró y quedó ausente en lo pactado.

María Mónica Monsalve
26 de diciembre de 2021 - 02:00 a. m.
Zona de reunión y transmisión de la sede de la COP26 que se realizó en Glasgow, Reino Unido.
Zona de reunión y transmisión de la sede de la COP26 que se realizó en Glasgow, Reino Unido.
Foto: María Mónica Monsalve
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Llevo escribiendo sobre el cambio climático y sus conferencias anuales, las COP, desde hace seis años. Estas últimas, sin embargo, siempre las viví desde la distancia. Vi a algunos compañeros viajar a cubrir las negociaciones climáticas, tratando de explicar su lenguaje, su urgencia y los otros temas que se cruzan con la crisis más grande a la que estamos enfrentados -la pobreza, los empleos, la seguridad energética, el hambre y la equidad- esperando, tras su regreso, que algo sobre cómo pensamos el mundo cambiara. (Lea también: La COP26 cerró negociaciones: ABC para entender qué se decidió)

Este año 2021, para la COP26, que se realizó en Glasgow (Reino Unido) a principios de noviembre, el turno fue finalmente para mí. Lo conseguí gracias al programa Climate Change Media Partnership (CCMP), liderado por las organizaciones estadounidenses Earth Journalism Network y Stanley Center for Peace and Security, que reclutan a periodistas del sur global para que puedan cubrir las COP cada año. Como en todos los espacios de poder, a las COP solo suelen llegar periodistas de medios del norte, reconocidos, con equipos de cuatro o seis personas. El mundo termina enterándose sobre lo que pasa allí, entonces, desde esa visión.

Para mi suerte esta COP26 era una de las más mediáticas. En parte porque fue una especie de prueba piloto sobre cómo hacer conferencias internacionales cuando aún estamos en pandemia. Todas las mañanas los participantes debíamos hacernos una prueba de flujo lateral para el covid-19 y mostrar una constancia de que el resultado era negativo antes de entrar a la sede. En mi caso, y en el de los delegados de otros seis países de Latinoamérica, además, implicó una cuarentena estricta de seis noches en un hotel manejado por el gobierno británico. En el cuarto no se podían abrir ventanas, la comida la dejaban en la puerta tras anunciarla con un par de golpes y solo teníamos el “derecho” de salir a un parqueadero 15 minutos al día. Eso sí, vigilada por los guardias, desde el cuarto hasta el parqueadero, y en el camino de vuelta (a la final, según el último reporte de Salud Pública de Escocia, solo dos de cada 1.000 personas que participaron en la COP26 resultaron positivas para covid-19).

Pero el verdadero alboroto de la COP26 era por lo que representaba para las negociaciones del cambio climático -y aquí vale la pena entrar un poco a su historia y un par de tecnicismos. En 2015, después de algunos fracasos y enredadas conversaciones, más de 190 países aprobaron el Acuerdo de París que, en resumidas cuentas, se propuso la meta de limitar el aumento de la temperatura global en este siglo por debajo de los 2° C por encima de los niveles preindustriales, pero hacer los mayores esfuerzos para que solo fuera de 1,5° C. La fórmula que se pactó para lograrlo era que cada país debía determinar el porcentaje de emisiones que se comprometía a reducir y elevarlo cada cinco años(claro, todo con planes muy detallados de cómo hacerlo, además de establecer medidas de adaptación). Por ejemplo, para 2015 Colombia prometió reducir el 20 % de sus emisiones. En 2020 elevó el compromiso a reducir el 51 % para 2030. (Le sugerimos: Así cumplirá Colombia las promesas que hizo en la COP26, según el Minambiente)

Teniendo en cuenta el año que la pandemia les quitó a las negociaciones, esta, la COP26, era la primera vez que los delegados de los países se veían cara a cara tras el ciclo de cinco años. La expectativa era alta, sobre todo porque solo a días de que la Conferencia empezara, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señaló, a través de un informe que, si sumaban e incluso lograban todos los compromisos presentados por los países hasta el momento, el aumento de la temperatura sería de 2,7° C de todas maneras.

Este era un dato que generaba incertidumbre. Pero una vez en Glasgow la sensación fue que la discusión sobre el cambio climático tenía que ir más allá de estas cifras. No se trata de lo que pasará en 2050 o en 2010, sino ahora. Dentro de la misma sede se respiraban tres mundos. Tres COP26 distintas. Estaban las salas de negociación, cerradas en su mayoría incluso para periodistas, quienes solo teníamos un vistazo -parcial- sobre lo que sucedía en las ruedas de prensa. Luego estaban los pabellones de organizaciones y países. Espacios, en su mayoría, en los que los gobiernos hablaban de sus soluciones, sus propuestas, sus planes, pero poco se les permitía a las personas de la sociedad civil participar.

El tercer espacio, sin embargo, era el más diciente. Antes de entrar a la sede uno se encontraba con protestas del famoso grupo Extintion Rebellion pidiendo que no se hablara de carbono neutro, sino que se dejara de emitir. Caricaturas de los gobernantes, interrogantes sobre lo poco que han logrado estas conferencias, personas en el piso, bajo sábanas, queriendo decir que el clima estaba muerto, dudas sobre los mercados de carbono, peticiones para mantener viva la meta de 1,5° C y mujeres indígenas de todo el continente americano denunciando que los mismos responsables del cambio climático son también quienes las han violado, agredido y desaparecido por siglos. En las calles de Glasgow, también, se topaba uno con jóvenes colombianos que marchaban y pedían al presidente Duque que por lo menos se pronunciara sobre el asesinato de líderes ambientales. (Vea también: Movimiento en contra del asesinato de mujeres indígenas se pronuncia en la COP26)

Toda una muestra de que el cambio climático es una narrativa de distintos mundos, donde la urgencia se piensa a distintos ritmos. Las naciones más vulnerables al cambio climático, entre las que se encuentran islas que podrían sumergirse por el aumento del nivel del mar, pidieron con urgencia un fondo para “daños y pérdidas”. Las negociaciones climáticas, se podría decir, tienen tres hijas. La mitigación: reducción y captura de emisiones, que suele llevarse la atención y todos los focos del escenario. La adaptación, similar a hacer planes para que los impactos del cambio climático no sean tan drásticos, y que para esta comparación sería como una hija a la que se le pone atención cuando llora. Finalmente, pérdidas y daños, lo que pasa cuando ya los efectos del cambio climático se viven y sienten, pero que es una hija que, aunque patalee, poco la miran. Un fondo para poder lidiar con lo que el cambio climático ya se llevó era lo que se estaba pidiendo.

Pero la urgencia para Estados Unidos y la Unión Europea (UE) no era esa. Esto pese a que el delegado de la UE acudió a fotos de sus nietos para pedirles a los otros países actuar ya. Y hacerlo drásticamente. Solo que no, al parecer, para pagar por los daños por los que los países que él representa son responsables. El fondo no quedó en el acuerdo final, en lo que ahora se conoce como el Pacto de Glasgow.

La tentación tras todo esto es hacerse la pregunta de si la COP26 fue exitosa. Y bajo esta narrativa -y la misma urgencia del cambio climático-, lo instintivo es decir que no. Quizá porque frente a una crisis de esa magnitud todo parece insuficiente. Pero si se mira la historia de las negociaciones -y repitiendo a quienes han estado dentro de estas por varios años-, se ganó. Se pidió a los países que revisaran sus compromisos en 2022 para alinearlos con la meta de 1.5° C, se reconoció a la ciencia, se aceptó el fracaso en movilizar fondos para la adaptación y se pidió que esa plata sí se logre recaudar para 2025. También se pusieron las reglas de juego para los mercados de carbono. Sin embargo, lo que más sorprendió, así suene a algo que debió establecerse hace varios años, es que por primera vez se acordó que se deben “acelerar los esfuerzos para la eliminación progresiva de la energía del carbón y los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles”. Una frase que hay que analizar con todos esos matices que le pusieron. (Lea la entrevista: “Las cumbres de cambio climático siempre están dominadas por hombre blancos”)

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Yesid(xq8m1)26 de diciembre de 2021 - 06:04 p. m.
Cuando llegan las fechas que encarnan el mayor espíritu consumista que se lleva al planeta entre sus cuernos, la "alegría" autómata y programada por el sistema y sus medios de "información", menos interesan las cosas verdaderamente relevantes como la vida que nos regala este planeta. Ensimismados en un superficial y ya caduco estilo de vida que acabará con ella en el globo de belleza sinigual.
gerardo(j2dz1)26 de diciembre de 2021 - 02:48 p. m.
Y el señor Ñuque que representa la dignidad internacional ante los organismos se comprometió a mil vainas entre ellas Escazu , Santurban , Deforestación , no fumigación , llegó a Colombia , ! Que me dices viejo” , ? Eso si, a Biden le dijo que el caudillo lo manda saludar y que lo quiere mucho ,,,, ajuaa
Cordillerano(64187)26 de diciembre de 2021 - 01:26 p. m.
Gracias a María Mónica Monsalve por el cubrimiento y muy especialmente por el compromiso con la problemática mas compleja en la historia de lo que se conoce como "civilzación": el cambio climático. necesitamos muchos comunicadores así en los territorios para poder tener un mayor impacto. Felicitaciones!!!!
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