Curito, el pez llanero guardián de la conservación y la tradición
La Primavera, Vichada, es un pueblo anfibio en la Orinoquia colombiana. Cada año celebra la presencia del Curito como símbolo de su identidad cultural, y como indicador clave de la salud de sus ecosistemas. Este pez refleja la conexión única entre tierra y agua que caracteriza este lugar del país y define su comunidad.
Por Cristhian Aguirre H – Periodista de Conservación TNC Colombia
La riqueza hídrica del Vichada es valorada más allá de las fronteras nacionales. En 2018, la cuenca del Río Bita que atraviesa el departamento, alcanzó la categoría de zona Ramsar, un reconocimiento internacional que busca proteger ecosistemas acuáticos de alta biodiversidad. En ese lugar se encuentran algunas de las aguas mejor conservadas de Colombia. Los registros de flora y fauna del departamento revelan al menos 170 especies acuáticas que alimentan la cuenca del Orinoco, la segunda más biodiversa del mundo en peces de agua dulce. (Puede ver: Estas son las mejores fotografías de naturaleza de 2024)
La Primavera, uno de sus seis municipios, está en el corazón de lo que el pueblo Sikuani llamó ‘witzara’, que en español se traduce como Vichada y significa «donde la sabana se convierte en selva». Del río para abajo no hay más tierra sin joroba, a medida que se avanza hacia el sur, la geografía cambia paulatinamente a selva de transición amazónica.
Ese espectacular paisaje hace parte fundamental de la cultura de las comunidades locales, que lo narran en canciones y le rinden homenaje a sus especies en festivales que congregan a todos los habitantes. Ese diálogo con la naturaleza nutre el espíritu de la cultura llanera. Por ello, la cantautora y folclorista del municipio, Francy Curbelo, dice que ‘Tal vez por la distancia, la verdadera y añeja idiosincrasia del llano está aquí’. (Puede ver: El mundo sufre un nuevo episodio masivo de blanqueamiento de corales)
El mayor orgullo de los habitantes de La Primavera está en poder afirmar que el suyo es el último pueblo llanero criollo de la Orinoquía. A esta connotación de cultura viva también pertenece El Curito, un pez que hace parte de la historia y la evolución de este lugar. Es un auténtico sobreviviente de la formación de los paisajes sudamericanos, pues resistió al surgimiento de los Andes y a la formación de los primeros ríos, y se transformó en una de las pocas especies acuáticas con tolerancia a ambientes de poco oxígeno. Eso explica su presencia en tierras planas de agua dulce y altas temperaturas, lugares como lagunas, charcos y los esteros. (Vea: El cambio climático golpeará las finanzas del mundo en 2050, incluso las de Colombia)
Al estar presente desde hace unos 15 millones de años, el Hoplosternum littorale comparte rasgos con especies similares de otras cuencas del continente como el Río de La Plata y Maracaibo. Su especiación por aislamiento lo ha convertido en un pez casi endémico de la Orinoquia —pertenece a un grupo de especies crípticas difíciles de distinguir—, que durante gran parte del año sostiene la economía de muchas familias llaneras vegueras, es decir, aquellas que viven a la orilla de la vega, del caño o del río.
Al navegar por estos ecosistemas acuáticos, el paisaje hace gala de su abundante biodiversidad. Atravesar la laguna de La Primavera es asistir a una fiesta de lo extraordinario: durante algunos tramos los peces saltan hacia la embarcación y algunos incluso caen sobre ella. No hace falta tirar la atarraya ni ofrecer un gramo de carnada para pescarlos. (Vea: “Sembrar” nubes para hacer llover, una mentira de varios millones)
A bordo de una canoa que zarpó de madrugada, va una familia de pescadores: Daniel Montoya de 47 años, Albeiro Calderón de 27 y Daniela Albornoz de apenas 14. Sandra Calderón, la madre, no vino. La fiesta del Festival de El Curito había terminado en un parrandón que se extendió hasta pasada la madrugada, y ella que se quedó cuidando el guayabo de otros integrantes del grupo.
Sobre las 5 a.m., hora en que salen las familias a pescar, solo se escuchan los sonidos de las aves y el golpe del remo en el agua. La pesca empieza con las aguas mansas y los primeros rayos de sol. Esa mañana del 24 de marzo de 2024, los Calderón iban en busca del Curito —pez insignia del municipio—, un animal escurridizo al ser de aguas pandas. (Puede ver: Descubren nueva serpiente prehistórica)
En La Primavera, desde hace 30 años las fiestas se celebran en su honor a finales de marzo. Por esos días las calles del pueblo, las riberas, los puertos, las cocinas y los escenarios están impregnados del espíritu llanero y del olor y el sabor del Curito. Aparece hasta en las letras de las canciones: “No hay pez más llanero que el Curito, pariente” y “El que vino a La Primavera y no probó Curito, fue porque no vino”. Son expresiones de esta cálida región, no solo por su clima, que alcanza los 42°, sino por el cariño palpable de su gente.
Pese a que en el concurso de medición de la feria el pez ganador alcanzó los 27,4 cm, el Curito normalmente mide unos 18 cm, tiene una estructura ligera y osificada con dos placas a lo largo del cuerpo y una espina en la pectoral que desarrolló para protegerse de los predadores.
Cuando nació el Festival del Curito en 1994, La Primavera cumplía 35 años de haber sido fundada por familias casanareñas, y apenas nacía la primera generación raizal. Fue entonces cuando las típicas fiestas patronales con reinas y bailes viraron hacia algo con mayor identidad: “Existía esa falencia de contar cómo nos creamos, dónde nacimos, de dónde salimos. Si no nos contamos no existimos. En la medida en que conocimos la historia fue más fácil. Los juglares del llano contaban un corrido. Era el género literario para contar historias”. Así Pedro Pablo Pérez, historiador y folclorista, cuenta cómo este pez se convirtió en ícono de esta cultura. (Puede ver: “No habrá igualdad en audiencia pública del Acuerdo de Escazú”)
Si bien esta región tuvo siempre una vocación ganadera, se distingue de otros municipios de la Orinoquia por su carácter anfibio, es decir, que viven entre la tierra y el agua. Cuando llega el invierno los ríos se desbordan y gran parte de las sabanas del Casanare y el Vichada se inundan. La Primavera se conecta directamente al Río Meta y solo se puede llegar a ella por agua o aire. Durante esos pulsos de inundación llega el Curito para reproducirse.
Guardián de la salud de las sabanas inundables
Además de su significado cultural, la presencia de este pez también es una expresión de la biodiversidad del lugar, y un indicador crucial de la salud de estos ecosistemas. Su existencia sugiere que los niveles de conservación del agua y la sabana inundable son altos, pues existe un ambiente saludable y propicio donde los procesos ecológicos pueden prosperar. Paulo Petry, científico senior de agua dulce de The Nature Conservancy (TNC), indica que “en estos ecosistemas, la productividad primaria está en la llanura inundable, crecimiento de gramíneas, plantas arbustivas y algas. El agua sale del río, se decanta, eso genera carbono y mucha materia orgánica. Si el Curito está ahí, significa que el sistema está funcionando bien”.
Su adaptación evolutiva es tal, que incluso después de las inundaciones, cuando el verano llega y algunas aguas se estancan, disminuyendo drásticamente los niveles de oxígeno y causando la muerte de la mayoría de los peces atrapados, él sobrevive porque su intestino le da la capacidad de extraer oxígeno directo del aire. Puede nutrirse y crecer en estas condiciones. Hay informes que hablan de su capacidad para abandonar una laguna que se está secando y trasladarse por tierra hasta otro cuerpo de agua, sobreviviendo varias horas fuera del agua, todo gracias a su singular tipo de respiración y a las adaptaciones de sus aletas pectorales. Esta habilidad le permite mantenerse en la llanura inundable sin competencia alguna.
A pesar de ello, el Curito es cada vez más vulnerable. En el corto plazo, esto podría resultar en un descenso significativo de su población. La principal amenaza proviene del mismo factor que pone en peligro el equilibrio natural en la Orinoquía: la transformación de ecosistemas clave.
“El bloqueo o transformación de las sabanas inundables, representa un riesgo enorme para una especie dependiente de estas llanuras. Los ciclos hidrológicos de crecida y sequía son el mecanismo para que pueda perpetuarse, si se altera el área de transición terrestre-acuático, el ciclo de vida no logrará mantener sus números, se afecta la sobrevivencia de los más jóvenes, y por ende la capacidad de reproducción. Si se cambia la sabana, se cambia todo el proceso. Es un rompecabezas hidrológico y es lo que produce esa exuberancia en términos de peces, aves y vegetación de toda esta región”
La gente de la región es consciente del peligro de estas transformaciones. Joaquín Rivera, ilustre cantor de vaquería, quien le ha compuesto al Curito cientos de canciones, dice que “si se nos acaba el agua no tenemos el Curito, y ya tocaría un festival imaginario. Si se nos va el Curito algo en el alma del llano se nos muere”. Esta conexión profunda con la naturaleza refleja la importancia del paisaje para la cultura y el espíritu de esta comunidad. La biodiversidad que los rodea hace parte de su esencia.
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La riqueza hídrica del Vichada es valorada más allá de las fronteras nacionales. En 2018, la cuenca del Río Bita que atraviesa el departamento, alcanzó la categoría de zona Ramsar, un reconocimiento internacional que busca proteger ecosistemas acuáticos de alta biodiversidad. En ese lugar se encuentran algunas de las aguas mejor conservadas de Colombia. Los registros de flora y fauna del departamento revelan al menos 170 especies acuáticas que alimentan la cuenca del Orinoco, la segunda más biodiversa del mundo en peces de agua dulce. (Puede ver: Estas son las mejores fotografías de naturaleza de 2024)
La Primavera, uno de sus seis municipios, está en el corazón de lo que el pueblo Sikuani llamó ‘witzara’, que en español se traduce como Vichada y significa «donde la sabana se convierte en selva». Del río para abajo no hay más tierra sin joroba, a medida que se avanza hacia el sur, la geografía cambia paulatinamente a selva de transición amazónica.
Ese espectacular paisaje hace parte fundamental de la cultura de las comunidades locales, que lo narran en canciones y le rinden homenaje a sus especies en festivales que congregan a todos los habitantes. Ese diálogo con la naturaleza nutre el espíritu de la cultura llanera. Por ello, la cantautora y folclorista del municipio, Francy Curbelo, dice que ‘Tal vez por la distancia, la verdadera y añeja idiosincrasia del llano está aquí’. (Puede ver: El mundo sufre un nuevo episodio masivo de blanqueamiento de corales)
El mayor orgullo de los habitantes de La Primavera está en poder afirmar que el suyo es el último pueblo llanero criollo de la Orinoquía. A esta connotación de cultura viva también pertenece El Curito, un pez que hace parte de la historia y la evolución de este lugar. Es un auténtico sobreviviente de la formación de los paisajes sudamericanos, pues resistió al surgimiento de los Andes y a la formación de los primeros ríos, y se transformó en una de las pocas especies acuáticas con tolerancia a ambientes de poco oxígeno. Eso explica su presencia en tierras planas de agua dulce y altas temperaturas, lugares como lagunas, charcos y los esteros. (Vea: El cambio climático golpeará las finanzas del mundo en 2050, incluso las de Colombia)
Al estar presente desde hace unos 15 millones de años, el Hoplosternum littorale comparte rasgos con especies similares de otras cuencas del continente como el Río de La Plata y Maracaibo. Su especiación por aislamiento lo ha convertido en un pez casi endémico de la Orinoquia —pertenece a un grupo de especies crípticas difíciles de distinguir—, que durante gran parte del año sostiene la economía de muchas familias llaneras vegueras, es decir, aquellas que viven a la orilla de la vega, del caño o del río.
Al navegar por estos ecosistemas acuáticos, el paisaje hace gala de su abundante biodiversidad. Atravesar la laguna de La Primavera es asistir a una fiesta de lo extraordinario: durante algunos tramos los peces saltan hacia la embarcación y algunos incluso caen sobre ella. No hace falta tirar la atarraya ni ofrecer un gramo de carnada para pescarlos. (Vea: “Sembrar” nubes para hacer llover, una mentira de varios millones)
A bordo de una canoa que zarpó de madrugada, va una familia de pescadores: Daniel Montoya de 47 años, Albeiro Calderón de 27 y Daniela Albornoz de apenas 14. Sandra Calderón, la madre, no vino. La fiesta del Festival de El Curito había terminado en un parrandón que se extendió hasta pasada la madrugada, y ella que se quedó cuidando el guayabo de otros integrantes del grupo.
Sobre las 5 a.m., hora en que salen las familias a pescar, solo se escuchan los sonidos de las aves y el golpe del remo en el agua. La pesca empieza con las aguas mansas y los primeros rayos de sol. Esa mañana del 24 de marzo de 2024, los Calderón iban en busca del Curito —pez insignia del municipio—, un animal escurridizo al ser de aguas pandas. (Puede ver: Descubren nueva serpiente prehistórica)
En La Primavera, desde hace 30 años las fiestas se celebran en su honor a finales de marzo. Por esos días las calles del pueblo, las riberas, los puertos, las cocinas y los escenarios están impregnados del espíritu llanero y del olor y el sabor del Curito. Aparece hasta en las letras de las canciones: “No hay pez más llanero que el Curito, pariente” y “El que vino a La Primavera y no probó Curito, fue porque no vino”. Son expresiones de esta cálida región, no solo por su clima, que alcanza los 42°, sino por el cariño palpable de su gente.
Pese a que en el concurso de medición de la feria el pez ganador alcanzó los 27,4 cm, el Curito normalmente mide unos 18 cm, tiene una estructura ligera y osificada con dos placas a lo largo del cuerpo y una espina en la pectoral que desarrolló para protegerse de los predadores.
Cuando nació el Festival del Curito en 1994, La Primavera cumplía 35 años de haber sido fundada por familias casanareñas, y apenas nacía la primera generación raizal. Fue entonces cuando las típicas fiestas patronales con reinas y bailes viraron hacia algo con mayor identidad: “Existía esa falencia de contar cómo nos creamos, dónde nacimos, de dónde salimos. Si no nos contamos no existimos. En la medida en que conocimos la historia fue más fácil. Los juglares del llano contaban un corrido. Era el género literario para contar historias”. Así Pedro Pablo Pérez, historiador y folclorista, cuenta cómo este pez se convirtió en ícono de esta cultura. (Puede ver: “No habrá igualdad en audiencia pública del Acuerdo de Escazú”)
Si bien esta región tuvo siempre una vocación ganadera, se distingue de otros municipios de la Orinoquia por su carácter anfibio, es decir, que viven entre la tierra y el agua. Cuando llega el invierno los ríos se desbordan y gran parte de las sabanas del Casanare y el Vichada se inundan. La Primavera se conecta directamente al Río Meta y solo se puede llegar a ella por agua o aire. Durante esos pulsos de inundación llega el Curito para reproducirse.
Guardián de la salud de las sabanas inundables
Además de su significado cultural, la presencia de este pez también es una expresión de la biodiversidad del lugar, y un indicador crucial de la salud de estos ecosistemas. Su existencia sugiere que los niveles de conservación del agua y la sabana inundable son altos, pues existe un ambiente saludable y propicio donde los procesos ecológicos pueden prosperar. Paulo Petry, científico senior de agua dulce de The Nature Conservancy (TNC), indica que “en estos ecosistemas, la productividad primaria está en la llanura inundable, crecimiento de gramíneas, plantas arbustivas y algas. El agua sale del río, se decanta, eso genera carbono y mucha materia orgánica. Si el Curito está ahí, significa que el sistema está funcionando bien”.
Su adaptación evolutiva es tal, que incluso después de las inundaciones, cuando el verano llega y algunas aguas se estancan, disminuyendo drásticamente los niveles de oxígeno y causando la muerte de la mayoría de los peces atrapados, él sobrevive porque su intestino le da la capacidad de extraer oxígeno directo del aire. Puede nutrirse y crecer en estas condiciones. Hay informes que hablan de su capacidad para abandonar una laguna que se está secando y trasladarse por tierra hasta otro cuerpo de agua, sobreviviendo varias horas fuera del agua, todo gracias a su singular tipo de respiración y a las adaptaciones de sus aletas pectorales. Esta habilidad le permite mantenerse en la llanura inundable sin competencia alguna.
A pesar de ello, el Curito es cada vez más vulnerable. En el corto plazo, esto podría resultar en un descenso significativo de su población. La principal amenaza proviene del mismo factor que pone en peligro el equilibrio natural en la Orinoquía: la transformación de ecosistemas clave.
“El bloqueo o transformación de las sabanas inundables, representa un riesgo enorme para una especie dependiente de estas llanuras. Los ciclos hidrológicos de crecida y sequía son el mecanismo para que pueda perpetuarse, si se altera el área de transición terrestre-acuático, el ciclo de vida no logrará mantener sus números, se afecta la sobrevivencia de los más jóvenes, y por ende la capacidad de reproducción. Si se cambia la sabana, se cambia todo el proceso. Es un rompecabezas hidrológico y es lo que produce esa exuberancia en términos de peces, aves y vegetación de toda esta región”
La gente de la región es consciente del peligro de estas transformaciones. Joaquín Rivera, ilustre cantor de vaquería, quien le ha compuesto al Curito cientos de canciones, dice que “si se nos acaba el agua no tenemos el Curito, y ya tocaría un festival imaginario. Si se nos va el Curito algo en el alma del llano se nos muere”. Esta conexión profunda con la naturaleza refleja la importancia del paisaje para la cultura y el espíritu de esta comunidad. La biodiversidad que los rodea hace parte de su esencia.
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