De empresaria a conservacionista: el mensaje de Kristine Tompkins para las compañías
Después de ser directora de una de las empresas de ropa más populares del mundo, Kristine Tompkins dio un vuelco a su vida para dedicarse a la protección de ecosistemas en Sur América. En 2018 realizó la donación privada de tierras para la conservación más grande de la historia. En entrevista con El Espectador, habló sobre este proceso y de cómo las empresas están escogiendo su beneficio corporativo en vez de hacerle frente a la crisis climática.
María Camila Bonilla
Kristine Tompkins había cumplido un poco más de 20 años como directora ejecutiva de una de las empresas de ropa para actividades al aire libre más exitosas, Patagonia, cuando decidió renunciar a su vida como empresaria para irse a vivir a la región de la Patagonia, entre Argentina y Chile. Tompkins, estadounidense, había sido una pieza central de la idea de “anti-corporación” en la que estaba basada la compañía de ropa, que desde 1980 empezó a donar el 10 % de sus ganancias a causas ambientales.
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Kristine Tompkins había cumplido un poco más de 20 años como directora ejecutiva de una de las empresas de ropa para actividades al aire libre más exitosas, Patagonia, cuando decidió renunciar a su vida como empresaria para irse a vivir a la región de la Patagonia, entre Argentina y Chile. Tompkins, estadounidense, había sido una pieza central de la idea de “anti-corporación” en la que estaba basada la compañía de ropa, que desde 1980 empezó a donar el 10 % de sus ganancias a causas ambientales.
Aunque había crecido cerca a la naturaleza, no fue sino hasta que vio en peligro algunos de los “lugares salvajes” del mundo, como los llama, que se percató de la necesidad de conservarlos. Junto con Doug Tompkins, fundador de The North Face y cofundador de Esprit, y quien se convertiría en su esposo tras conocerse en la Patagonia, decidió abandonar el mundo corporativo para dedicarse completamente a conservar el paisaje de glaciares, praderas, desierto y selva tropical en Argentina y Chile.
Desde principios de la década de los noventa, los dos empezaron a comprar tierras inutilizadas a lo largo de esa región con la idea inicial de preservar esos lugares. Eventualmente, su objetivo fue convertirlos en nuevos parques nacionales naturales.
El camino para lograrlo, lleno de diferentes obstáculos, incluyendo la muerte inesperada de Doug en 2015, es relatado en el nuevo documental Wild Life, de National Geographic. Allí, también se registra el momento en que Kristine entregó casi un millón de hectáreas al gobierno chileno, así como cuatro millones de hectáreas de sus propias tierras, para formar cinco nuevos parques nacionales naturales y ampliar tres ya existentes. Esta ha sido la donación privada de tierras más grande de la historia.
En entrevista con El Espectador, Tompkins habla sobre las lecciones aprendidas de este proceso, el rol de los parques naturales y sus comunidades aledañas en la conservación de “lugares salvajes” y su opinión sobre la postura que han tomado la mayoría de empresas ante las crisis climática y de biodiversidad.
Usted ha destacado antes el valor de los “lugares salvajes”. ¿Cuándo empezó a ser consciente del valor de esos espacios?
Bueno, yo diría que a mediados, quizá a principios de la década de los ochenta. Pero, ¿sabes cómo aprecias las cosas más cuando ves que están amenazadas? Eso me pasó. Así que voy a responder a tu pregunta diciendo que, a principios de los años 80, empecé a darme cuenta de que estos lugares que crees que seguirán siendo los mismos para siempre estaban siendo dañados y, en algunos casos, destruidos. Y fue entonces cuando realmente empecé a ver su valor.
Tenía treinta y pocos años. Fue entonces cuando realmente empecé a entender que tienes que trabajar activamente para tratar de ayudar a proteger estas joyas de un país. Así que creo que fue el miedo a la pérdida lo que me hizo prestarles atención.
¿Qué significa ser una conservacionista para usted?
Me llamo así porque soy activista primero que todo, no basta con ser conservacionista si no estás haciendo nada para ayudar a conservar algo efectivamente. Así que, en este sentido, soy bastante estricta conmigo misma. Me encanta luchar por las cosas. Y desde luego, la naturaleza es una de esas cosas, no la única.
Uno de los puntos focales del documental es la relación que tuvo con su esposo, Doug Tompkins. Alguna vez dijo que compartían una de las conexiones más profundas, porque ambos querían pelear contra la destrucción de la naturaleza. ¿Cómo se transformó esa visión común con los años?
Creo que cuando te enamoras y decides casarte, en realidad no conoces muy bien a la otra persona y siempre es un acto de fe. Y creo que el amor, del que teníamos mucho, no suele ser suficiente para mantener a la gente unida durante décadas y décadas. A veces se desgasta y otras veces florece. Pero especialmente con personalidades como la mía y la de Doug, podíamos contar con esas cosas que amábamos en común, más allá de nosotros. Y el trabajo que estábamos haciendo fue lo que nos mantuvo unidos. Para mí y para Doug, el complemento de las preocupaciones internas compartidas y el deseo de ser activistas realmente nos unió.
Ambos venían del mundo de los negocios. ¿Cómo influyó eso en la forma en que abordaron la conservación?
Influyó tremendamente. Creo que, en muchos sentidos, cuando piensas en la naturaleza de alguien que dirige una empresa, en sus características, se viene a la cabeza una especie de implacabilidad. No les preocupa meterse en problemas porque los líderes son los que deberían meterse en problemas. Son responsables de todo, desde pequeñas escalas hasta de ejecutar presupuestos serios. Honestamente, me llevé todo esto conmigo cuando dejé Patagonia (la empresa) y apliqué mucho de ello como activista.
Menciona una idea muy interesante al final del documental: que los parques nacionales son una especie de placa de Petri en la que la evolución puede reiniciarse cuando todo sale mal…
Bueno, esta idea de vernos a nosotros mismos como simples moléculas rodando por una pequeña placa de Petri no es mía. Viene de una microbióloga que dio una charla en Patagonia una vez. Y nos contó cómo en una placa de Petri está el centro de actividad de la vida. A medida que las células salen hacia los márgenes, se vuelve más y más y más débiles. Pero las células en el centro siempre, dado el espacio, se regeneran y mantienen el ciclo en marcha. De ahí viene esa idea, de dejar espacio para que la vida silvestre, y muchas comunidades humanas, se regeneren, se recuperen una vez que este enorme modelo industrial de crecimiento y consumo se derrumbe. Una de las vías son los parques nacionales.
Durante el documental, usted relata los múltiples obstáculos a los que tuvo que enfrentarse para comprar terrenos y convertirlos en parques. ¿Qué conclusiones sacó de todo ese proceso?
Sin duda, la lección clave, y vaya que fue doloroso aprenderla, es que nunca puedes mirar tu propio trabajo solo a través de los ojos de una circunstancia actual. Y no éramos completamente ingenuos, pero yo no tenía ni idea de las luchas que tuvieron lugar, incluso en Estados Unidos, por la creación de parques nacionales. No tenía una comprensión real de lo que estaba sucediendo dentro de la sociedad chilena, que acababa de salir de una dictadura. Ahora tengo los ojos muy abiertos. En una escala más estrecha, me gusta pensar que estábamos muy despiertos, muy conscientes. Pero he aprendido definitivamente que no se puede separar nada, y la historia es una de esas cosas.
Y no era que no estuviéramos hablando con la gente sobre cuáles eran nuestros planes, pero éramos demasiado incultos, demasiado ingenuos. Y hace muchos años que hemos superado todo eso. Pero son lecciones que se te graban a fuego, y no olvidas los errores que cometiste, o simplemente las cosas que salieron mal por tu propia ignorancia. Porque eres responsable de tus errores, pero también de tu ignorancia.
Uno de los principales conflictos que surgen en Colombia cuando hablamos de parques nacionales es cómo gestionar la presencia de las comunidades locales. ¿Qué ha aprendido de su experiencia en relación con este tema?
Todavía no he estado en Colombia, así que no sé cuáles son las leyes del sistema de parques nacionales. No conozco su naturaleza desde el terreno, así que quiero ser prudente. Nosotros nunca hemos trabajado en un proyecto en el que hubiera comunidades dentro. Siempre hemos comprado propiedades de particulares, y nadie ha estado viviendo en ellos. Dicho esto, hay algunas comunidades alrededor de la mayoría de lo que hemos hecho.
Lo primero que hay que saber cuando empiezas un nuevo proyecto es que eres más o menos un huésped no invitado, aunque a veces sí nos piden que vengamos y ayudemos con algo. Y creemos que sabemos cómo son esas comunidades o cómo nuestro trabajo de conservación puede servirles a largo plazo. Pero eso son suposiciones, no son hechos. Y esa es una de las razones por las que al menos nuestros proyectos llevan tanto tiempo, porque no estamos allí para alejar la naturaleza de las comunidades humanas. Además de no ser ético, es realmente un pensamiento a corto plazo, porque si las comunidades no se benefician directamente de la creación de parques naturales, quién sabe si seguirán ahí dentro de 100 años.
Pero si tienes generaciones de jóvenes y todo tipo de personas que crecieron con estos parques nacionales y que trabajan con ellos o dentro de ellos, ellos son los que estarán en primera línea de protección, porque es su territorio. Estamos tratando de beneficiar a la naturaleza, pero también a las comunidades locales vecinas.
Nadie puede encontrar su camino a través de los humedales, excepto las personas que han estado allí durante generaciones. Nadie puede cocinar como ellos, porque su cocina se basaba en estilos casi antiguos de utilizar alimentos. Si no se hace todo eso durante muchos años, hay que cuestionarse la estrategia y la durabilidad de los proyectos de conservación.
¿Qué opina de la posición que están adoptando las empresas privadas ante la crisis climática y de la biodiversidad?
Básicamente, en mi opinión, solo hay dos formas de afrontar el cambio climático. Una es a través de la legislación de los Estados soberanos, la legislación en cada país, y eso está impulsado por la economía de un sistema económico globalizado. Las empresas, todos estos líderes, saben exactamente lo que está pasando. Ellos saben la velocidad de la crisis, y están eligiendo activamente no frenarse a sí mismos. Así que creo que es criminal. Lo sé, porque están actuando para beneficio personal o corporativo, sabiendo perfectamente que cientos de millones de personas ya están afectadas. Y luego, por supuesto, todo el mundo natural. Así que soy muy, muy específicamente dura con este tema. Al final se considerarán crímenes contra la humanidad.
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