Denuncian ecocidio de un arroyo del Amazonas
La semana pasada, 250.000 peces aparecieron muertos, aparentemente por envenenamiento con barbasco, en el arroyo Takana (Amazonas), un caño que va a dar al río Amazonas. El daño podría ser más grave de lo que parece a simple vista.
Infoamazonia
En la noche del jueves de la semana pasada, unos 250.000 peces aparecieron panza arriba a lo largo de 5 kilómetros en el arroyo Takana, en el kilómetro 11 desde Leticia, selva ad entro, en las inmediaciones del resguardo Kilómetro 6/11. De allí se alimenta tradicionalmente la comunidad Ticuna y Uitoto.
Según denunciaron las autoridades tradicionales, el arroyo fue “barbasqueado”, es decir, envenenado con un arte de pesca antiguo y tradicional para los pueblos indígenas amazónicos en donde se empaliza un pedazo del caño haciendo una especie de corral, y se usan extractos de plantas que, al ser vertidos al agua, sustraen el oxígeno del agua y les impiden respirar a los peces. Ya boqueando, se rebalsan y las personas toman 20 o 30, y se van. El resto de las especies que pueden verse afectadas por el veneno pueden incluso volver al agua una vez se quitan los palos, y el agua continúa su camino.
La manera tradicional de “barbasquear” es para colectar lo suficiente para alimentar una familia. Pero en este caso, las autoridades del resguardo encontraron dos bultos de barbasco machucado, cerca de 45 bultos de pescado recolectado, y el arroyo Takana, muerto.
De acuerdo con Victoria Laspriella, antropóloga y habitante del resguardo, se llamó a la Policía Ambiental, que llegó al otro día junto a Corpoamazonia. “Fue una visita muy fugaz, y les solicitamos que hicieran muestras de agua pero nos dijeron que no había cómo hacer análisis, y que había que saber exactamente qué veneno estaba buscando uno para poder tener un resultado. Además los barbascos no dejan huella química y además de biodegrada rápido”. Según Laspriella, la denuncia ya está redactada y se radicó el reporte ante Corpoamazonia, y más adelante ante la Procuraduría y la Veeduría ambiental.
La dimensión del daño
Un arroyo suena a poca cosa, pero no lo es. De acuerdo con Santiago Duque, profesor de limneología de la Universidad Nacional sede Leticia, hay estructuras en las comunidades de peces que hay en las quebradas amazónicas. En un solo “cañito” como el Takana puede haber la misma cantidad de especies que en continentes como Europa (de 200 a 250 especies). “En la mayoría de estos caños, las especies son pequeñas y no son para consumo humano, pero son las que aportan a la ecología del arroyo pues alimenta a los peces más grandes y cuando se altera esa cadena, sufre todo el ecosistema”.
Varias de estas especies menores viven toda su vida en un tramo no mayor de 200 m y sus densidades pueden llegar a unos 40.000 ejemplares de las “especies miniaturas” en una hectárea lineal de arroyo. Por eso, calculan que en los 5 kilómetros afectados podrían haber muerto unos 250.000 peces, de los cuales el 80% no eran para consumo humano. “Un vertimiento que pasa por 20 pueblos ribereños te afecta a 6.000 personas, y por ejemplo los sábalos, que son peces para consumo humano, no volverán a ese caño porque ahí no hay comida para ellos, y la gente se que alimentaba de los sábalos más abajo no tendrá esa disponibilidad. Por eso le llamamos “ecocidio” a esto que pasó”, agrega Duque.
En Colombia, y de acuerdo con los lineamientos de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca-(AUNAP), todas las formas de pesca, tradicional o comercial, que usen venenos naturales o artificiales están prohibidas, incluso el barbasco. No solo la AUNAP los prohíbe. El reglamento interno de los pueblos de este resguardo también prohíbe esta forma de pesca.
El gobernador del resguardo, Arnold Jesús Vasquez Gómez, “esto atenta contra el bienestar de nuestro gobierno y el buen nombre de nuestro territorio. Nuestro principio es conservar la naturaleza, la fauna y los ríos. Esto es un desacato para nuestra cultura porque el barbasqueo está prohibido en nuestro reglamento interno. No fue por hambre, tenemos territorio dónde trabajar y cultivar. Pero nuestro territorio es grande (de 7450 hectáreas) y a veces hay libre acceso a personas que no saben manejar estos vegetales tóxicos. Se necesita presupuesto para vigilar este patrimonio de todos, no solo de nosotros como indígenas”. El gobernador añadió que hay otras fuentes de contaminación en este arroyo, como fincas con corrales de marrano que no disponen de los desechos de manera correcta
Mucha de la información sobre arroyos está tomando apenas importancia. Son importantes sumideros de carbono pero en modelos como el del Pane Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) apenas se comenzaron a tener en cuenta en los balances planetarios de carbono desde hace tres años. “Los arroyos acumulan el carbono y no lo exportan como por ejemplo, los lagos. Las hojas del bosque que caen en el agua y se van decantando, y se quedan en los sedimentos. Como los arroyos no tienen mucha pendiente, en vez de transportar lo que el bosque da, se quedan ahí y forman hojarasca que acumulan cantidades enormes de actividad orgánica”, explica Duque.
En la noche del jueves de la semana pasada, unos 250.000 peces aparecieron panza arriba a lo largo de 5 kilómetros en el arroyo Takana, en el kilómetro 11 desde Leticia, selva ad entro, en las inmediaciones del resguardo Kilómetro 6/11. De allí se alimenta tradicionalmente la comunidad Ticuna y Uitoto.
Según denunciaron las autoridades tradicionales, el arroyo fue “barbasqueado”, es decir, envenenado con un arte de pesca antiguo y tradicional para los pueblos indígenas amazónicos en donde se empaliza un pedazo del caño haciendo una especie de corral, y se usan extractos de plantas que, al ser vertidos al agua, sustraen el oxígeno del agua y les impiden respirar a los peces. Ya boqueando, se rebalsan y las personas toman 20 o 30, y se van. El resto de las especies que pueden verse afectadas por el veneno pueden incluso volver al agua una vez se quitan los palos, y el agua continúa su camino.
La manera tradicional de “barbasquear” es para colectar lo suficiente para alimentar una familia. Pero en este caso, las autoridades del resguardo encontraron dos bultos de barbasco machucado, cerca de 45 bultos de pescado recolectado, y el arroyo Takana, muerto.
De acuerdo con Victoria Laspriella, antropóloga y habitante del resguardo, se llamó a la Policía Ambiental, que llegó al otro día junto a Corpoamazonia. “Fue una visita muy fugaz, y les solicitamos que hicieran muestras de agua pero nos dijeron que no había cómo hacer análisis, y que había que saber exactamente qué veneno estaba buscando uno para poder tener un resultado. Además los barbascos no dejan huella química y además de biodegrada rápido”. Según Laspriella, la denuncia ya está redactada y se radicó el reporte ante Corpoamazonia, y más adelante ante la Procuraduría y la Veeduría ambiental.
La dimensión del daño
Un arroyo suena a poca cosa, pero no lo es. De acuerdo con Santiago Duque, profesor de limneología de la Universidad Nacional sede Leticia, hay estructuras en las comunidades de peces que hay en las quebradas amazónicas. En un solo “cañito” como el Takana puede haber la misma cantidad de especies que en continentes como Europa (de 200 a 250 especies). “En la mayoría de estos caños, las especies son pequeñas y no son para consumo humano, pero son las que aportan a la ecología del arroyo pues alimenta a los peces más grandes y cuando se altera esa cadena, sufre todo el ecosistema”.
Varias de estas especies menores viven toda su vida en un tramo no mayor de 200 m y sus densidades pueden llegar a unos 40.000 ejemplares de las “especies miniaturas” en una hectárea lineal de arroyo. Por eso, calculan que en los 5 kilómetros afectados podrían haber muerto unos 250.000 peces, de los cuales el 80% no eran para consumo humano. “Un vertimiento que pasa por 20 pueblos ribereños te afecta a 6.000 personas, y por ejemplo los sábalos, que son peces para consumo humano, no volverán a ese caño porque ahí no hay comida para ellos, y la gente se que alimentaba de los sábalos más abajo no tendrá esa disponibilidad. Por eso le llamamos “ecocidio” a esto que pasó”, agrega Duque.
En Colombia, y de acuerdo con los lineamientos de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca-(AUNAP), todas las formas de pesca, tradicional o comercial, que usen venenos naturales o artificiales están prohibidas, incluso el barbasco. No solo la AUNAP los prohíbe. El reglamento interno de los pueblos de este resguardo también prohíbe esta forma de pesca.
El gobernador del resguardo, Arnold Jesús Vasquez Gómez, “esto atenta contra el bienestar de nuestro gobierno y el buen nombre de nuestro territorio. Nuestro principio es conservar la naturaleza, la fauna y los ríos. Esto es un desacato para nuestra cultura porque el barbasqueo está prohibido en nuestro reglamento interno. No fue por hambre, tenemos territorio dónde trabajar y cultivar. Pero nuestro territorio es grande (de 7450 hectáreas) y a veces hay libre acceso a personas que no saben manejar estos vegetales tóxicos. Se necesita presupuesto para vigilar este patrimonio de todos, no solo de nosotros como indígenas”. El gobernador añadió que hay otras fuentes de contaminación en este arroyo, como fincas con corrales de marrano que no disponen de los desechos de manera correcta
Mucha de la información sobre arroyos está tomando apenas importancia. Son importantes sumideros de carbono pero en modelos como el del Pane Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) apenas se comenzaron a tener en cuenta en los balances planetarios de carbono desde hace tres años. “Los arroyos acumulan el carbono y no lo exportan como por ejemplo, los lagos. Las hojas del bosque que caen en el agua y se van decantando, y se quedan en los sedimentos. Como los arroyos no tienen mucha pendiente, en vez de transportar lo que el bosque da, se quedan ahí y forman hojarasca que acumulan cantidades enormes de actividad orgánica”, explica Duque.