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Dos de los principales retos en materia ambiental que tendrá que enfrentar el gobierno de Gustavo Petro, así como los posteriores, son la deforestación y la restauración ecológica de los ecosistemas destruidos. Según las últimas cifras reportadas por el Ideam, en 2020 se destruyeron 171.685 hectáreas de bosque en el país, un 8 % más frente a la cifra de 2019. Además, según datos del Plan Nacional de Restauración Ecológica, Rehabilitación y Recuperación de Áreas Degradadas (PNR) de 2015, más de 23 millones de hectáreas habían sido transformadas, de las cuales ocho son susceptibles a procesos de restauración.
Detener la deforestación y aumentar la reforestación son procesos claves para revertir la pérdida de biodiversidad y hacerle frente al cambio climático, dos de las tres crisis ambientales a las que se enfrenta actualmente la humanidad según la ONU, además de la contaminación. Adicionalmente, como dice José Manuel Ochoa, coordinador del programa de Evaluación y Monitoreo de la Biodiversidad del Instituto Humboldt, “Colombia, por la biodiversidad que tiene, es uno de los países, junto con otros como Indonesia, donde estos procesos de restauración son más importantes”.
Muestra de esto son los distintos compromisos que el Estado colombiano ha asumido en los últimos años, como el Desafío de Bonn, un esfuerzo global para restaurar 350 millones de hectáreas a 2030 o, el más reciente, One Trillion Trees, una iniciativa adoptada en 2020 durante el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza). En esta, Colombia se comprometió a plantar 180 millones de árboles para este año, 160 millones más para 2026 y otros 160 millones para finales de la década, para completar un total de 500 millones en 2030.
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Sin embargo, como contó El Espectador hace algunas semanas, la siembra de árboles es una iniciativa que, aunque celebrada, generaba ciertas inquietudes. Una de ellas la planteó en su momento Myriam Esmeralda Aristizábal López, presidenta de la junta directiva de la Asociación Colombiana de Ingenieros Forestales (ACIF), al preguntarse si había una ruta donde se indicara dónde debían ser plantados.
Ahora, una herramienta elaborada por el Instituto Humboldt, en colaboración con el Instituto Internacional para la Sostenibilidad de Australia (IIS, por su sigla en inglés), parece dar claves para una respuesta. Se trata del Mapa de Restauración de Colombia, que será presentado hoy, y que, como señala la entidad, “identifica las áreas prioritarias para la restauración, teniendo un balance entre los beneficios de conservación de biodiversidad, la mitigación del cambio climático y el costo de estas acciones para su implementación”.
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Ochoa, del Instituto Humboldt, explica que la metodología usada por el IIS es muy interesante, porque además de señalar la costo-efectividad, brinda información importante en dos componentes adicionales: “El beneficio de la mitigación del cambio climático y el de la conservación de la biodiversidad”. El primero, como explica WePlan Forest, la plataforma donde estará alojado el mapa, se estima como el cambio en la captura de carbono que surgiría de la restauración forestal. Mientras tanto, el segundo es “estimado como la reducción media del riesgo de extinción local entre todas las especies asociadas a los bosques”. En otras palabras, ayuda a saber cuánto carbono más “secuestrarán” los árboles plantados, así como en qué porcentaje reduce el riesgo de extinción de cierta cantidad de animales.
El mapa contempla seis rutas de restauración, que van desde un millón de hectáreas, pasando por la meta del Plan Nacional de Restauración propuesto en 2015, que le apunta a seis millones, hasta la más ambiciosa que restauraría las 8’306.659 ha susceptibles para el proceso. Para cada una de estas, además, muestra diferentes escenarios dependiendo de qué factor se priorice: el máximo beneficio, el menor costo o un escenario de costo-efectividad.
Para explicar los beneficios calculados por el mapa, Ochoa pone de ejemplo la meta del PNR. “Si elegimos ese escenario se pueden almacenar 2,14 gigatoneladas de carbono más de lo que ya se captura y se puede reducir en un casi 20 % la probabilidad de extinción del grupo de especies analizadas”. El componente del carbono capturado, agrega, es importante, ya que a partir de esto “se pueden pensar negocios asociados a créditos de carbono”, lo que atraería al sector privado dándole una perspectiva de sostenibilidad a la implementación.
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Y es que, como explica, la sostenibilidad es fundamental en los procesos de restauración, “es la pregunta del millón”. Por eso, dentro del análisis de los costos de los diferentes escenarios, se plantearon que este fuera un proceso atractivo para las comunidades. “Si voy a proponerle a una persona que tiene ganadería que tenga restauración, tengo que encontrar algo equivalente para que sea atractivo. Tienes que entrar a ser competitivo en la propuesta que vas a hacer”, apunta.
Asimismo, el análisis que podrá obtenerse de la herramienta permite determinar cuánto vale la intervención en el territorio. “Saber cuánto vale secar y plantar en el terreno, además de tener a las personas que estarán haciendo el monitoreo en los primeros estadios”, comenta Ochoa.
Como explica el funcionario del Humboldt, el mapa busca facilitar la toma de decisiones de las Corporaciones Autónomas Regionales, gobernaciones, empresas privadas con áreas prioritarias de compensación, así como para el Gobierno Nacional. “Los que trabajamos en restauración sabemos que esto no es un tema de cuatro años. Por eso, lo que queremos dejar sobre la mesa es que el Gobierno vea el mapa y diga: ‘Aquí hay una estrategia de país’”.