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El lamento de los pobladores
Los últimos avances en la construcción de Hidroituango se han convertido en motivo de celebración nacional. Las imágenes de los monumentales túneles, de un kilómetro de longitud y 14 metros de altura, por donde se desviará el río Cauca en Antioquia, entre Ituango y Briceño, son vistas por el Gobierno y Empresas Públicas de Medellín (EPM) como la materialización del progreso. Sin duda estamos ante una obra de ingeniería sin precedentes en Colombia. Será la represa más grande del país.Pero otra cosa piensan los campesinos afectados por las obras y quienes intentan llamar la atención sobre los impactos ambientales que traen las obras de una represa de esta magnitud.
Luz Piedad Mazo, habitante de Ituango, dejó de sacar oro del río Cauca después de que asesinaron a su hijo “por oponerse a la represa”, dice. Llegó a Bogotá hace tres meses a trabajar en una casa de familia cuidando niños.
“Ayer lloré cuando escuché que la desviación del Cauca era una realidad. Las obras de Hidroituango acabaron con nuestras costumbres, con nuestro tejido social y nuestra tierra. Me tocó irme de la finca y dedicarme a lo que fuera. Antes era barequera, ahora nadie me da trabajo. ¿De qué van a vivir mis hijos? Soy desplazada por un gobierno que prefirió sacarnos de ahí para venderle energía a otros países”, dice.
A Fabio Muñoz, campesino de Briceño (Antioquia) y líder comunitario, lo agarró la noticia de la desviación en su finca de la vereda Orejón. “Estoy parado en el cañón a 1.200 metros sobre el nivel del mar. Desde aquí veo el río, allá abajo, y parte de las obras. Desde aquí escuchamos las explosiones que ya nos tienen las casas agrietadas. Hasta aquí nos llegan las nubes de polvo. Soy testigo del ruido, de que los animales se desesperan”, dice al otro lado del teléfono.
Él hace parte del movimiento Ríos Vivos, que agrupa a unas 700 personas afectadas por las obras. Las mismas que el año pasado vivieron siete meses en la Universidad de Antioquia, en Medellín, reclamándole al Gobierno y a EPM garantías para seguir trabajando y viviendo tranquilos, como antes. “Aunque las obras llevan tres o cuatro años andando, la incertidumbre sobre nuestro futuro continúa. Ya no se puede ir a pescar ni sembrar cerca del río”, dice Muñoz.
Los campesinos dicen que han sido etiquetados como violentos, que su derecho a protestar ha sido reprimido. “La gente tiene miedo de salir a protestar. El lunes queríamos visibilizarnos en contra de la desviación, pero los alrededores a las obras estaban completamente militarizados, había escuadrones antidisturbios y la gente se asustó. Nos están cerrando el paso al río”, dice Edwin Villegas, habitante de Ituango y vocero de Ríos Vivos.
Otra organización que ha llama do la atención sobre las afectaciones ambientales que vendrán con el represamiento del Cauca es Censat Agua Viva. Su directora Tatiana Roa, advierte que la vida del río se transformará por completo.
“Así como ha ocurrido con otras represas en el país, en Urrá (Córdoba) o el río Ranchería (La Guajira) los peces comerciales, como el bocachico, desaparecerán de un área extensa porque se interrumpirá su migración natural. La construcción de los muros implicará la destrucción de extensiones de bosque y se desplazará a muchas especies animales. Las inundaciones producirán grandes cantidades de metano, producto de la descomposición de toda la materia viva que quedará debajo del agua. Además, la cultura de los barequeros de ese cañón es muy poco conocida en el país y se va a perder con las inundaciones”, explica Roa.
‘Se mejorará la calidad de vida de la gente’: EPM
Por: Wálter Arias / MedellínEl lunes en la mañana un tramo de casi un kilómetro del río Cauca comenzó a correr por entre dos túneles construidos dentro de la cordillera Central, en los límites de los municipios de Ituango y Briceño (Antioquia). Ese momento fue considerado histórico para la ingeniería y la economía del país.
Por primera vez se desvía una corriente cercana a los 1.000 metros cúbicos por segundo. Y por primera vez se emprende la construcción de una presa —en el tramo que deja libre el río— que contendrá 20 millones de metros cúbicos de agua y permitirá producir el 17% de la energía del país (2.400 megavatios) cuando la hidroeléctrica Ituango esté al cien por ciento de su funcionamiento. Comenzará a operar en diciembre de 2018 y estará completamente finalizada en 2021.
Pese a que aún falta el 80% de la obra, las directivas de Hidroituango afirman que se llegó a un punto sin retorno porque arrancaron en firme las dos principales obras del proyecto: la presa de 225 metros de alto y la casa de máquinas, donde estarán ocho turbinas tipo Francis.
Por ahora, lo claro para las directivas del proyecto es que estas obras permiten vislumbrar lo que significará Hidroituango para la región y el país. “Con este proyecto contribuiremos a mejorar la calidad de vida de las comunidades a través de la generación de empleo, los programas del plan de manejo ambiental y social y el plan integral para inversión social”, dijo el lunes Juan Esteban Calle, durante los actos que dieron inicio al desvío del río.
En este punto, voceros de la Hidroituango y la Gobernación de Antioquia han destacado la inversión en las comunidades directamente afectadas. Por ejemplo, $58.000 millones en vías secundarias, terciarias y caminos de herradura en las localidades, las cuales beneficiarán a por lo menos 90.000 habitantes del norte y el occidente de Antioquia. Y también los cerca de $37.000 millones en los programas Antioquia Iluminada, de electrificación rural, Aldeas y agua potable para escuelas rurales, entre otras.
EPM también dice que el cuidado del medio ambiente ha sido riguroso. Asegura que el proceso de desviación del río, que toma unas dos semanas aproximadamente, tiene el acompañamiento de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA). La entidad gubernamental se encarga de supervisar que efectivamente se rescate a los peces que posiblemente queden en algunos charcos y pozos tras la desviación y se trasladen aguas arriba del río Cauca.
De esta manera avanzan las obras de un proyecto que tiene un valor de $5.508 millones y que ingenieros visionarios comenzaron a proyectar desde de la década de 1950.