Acuerdo de la COP28, ¿una puerta para dejar los combustibles fósiles en Colombia?
Luego de dos semanas de negociaciones en Dubái, la cumbre climática llegó a su fin. El texto que se acordó envía señales para una transición energética fuera de los combustibles fósiles, pero abre la puerta a otros “combustibles de transición”, como el gas natural, principal fuente de metano. Este es el panorama para Colombia.
Daniela Quintero Díaz
Si hay una frase que pueda resumir el acuerdo de más de 20 páginas con el que concluyó la cumbre climática (COP28) en Dubái, es la de Simon Stiell, secretario ejecutivo de Cambio Climático de las Naciones Unidas. “Lo anunciado aquí es un salvavidas para la acción climática, pero no es una línea de meta. Este resultado es el principio del fin, pero aún no hemos pasado la página de la era de los combustibles fósiles”. (Puede leer: Finaliza la COP28: por primera vez se acuerda alejarse de los combustibles fósiles)
Luego de dos largas semanas de negociaciones, y unas últimas 48 horas intensas, más de 190 países lograron ponerse de acuerdo e incluir, por primera vez en 28 años, a los combustibles fósiles (principales causantes del calentamiento global) en el primer “Balance Global”. Una evaluación que revisa los avances de la acción climática en el mundo y que propone un camino para alcanzar el principal objetivo del Acuerdo de París: limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1,5 °C para final de siglo. (Puede leer: Primera semana en Dubái: una COP28 llena de contradicciones y 2.456 lobbistas petroleros)
Países como Colombia, que hacen parte de la High Ambition Coalition (Coalición de alta ambición), un grupo que perseguía la mención a la salida de los combustibles fósiles, el texto —del que reconocen los avance— también se queda corto. Resumiendo en un par de líneas lo que fueron más de 15 días de grupos técnicos, reuniones bilaterales, bloques de negociación, diálogos ministeriales y encuentros individuales con la presidencia de las negociaciones, las mayores diferencias se encontraron alrededor de dos conceptos: la eliminación progresiva (phase-out) o la reducción progresiva (phase-down) de los combustibles fósiles.
Mientras que los países árabes, China y otros se negaban a incluir cualquier referencia a estas palabras, cerca de 100 países —entre esos Colombia— insistían en que el acuerdo incluyera una postura ambiciosa y un lenguaje contundente sobre la eliminación del petróleo, el gas y el carbón. Pero el debate no era fácil, sobre todo, porque en estas negociaciones las decisiones se toman por consenso. Es decir, que todas las partes debían estar de acuerdo en cada palabra, cada coma y cada punto. Esto terminó retrasando el cierre de la cumbre por más de 24 horas. (En contexto: ¿Qué está en juego en Emiratos Árabes, el país petrolero sede de la cumbre climática?)
“Esta conversación no es nada fácil. Lo que estamos viendo en el texto, en otra época, era imposible. Hacer menciones a los combustibles fósiles explícitamente, y dar una señal en el lenguaje, así sea tenue, era impensable”, dice uno de los negociadores colombianos.
El texto acordado pide triplicar la capacidad global de las energías renovables para 2030, duplicar la tasa de ahorro de energía con medidas de eficiencia, acelerar los esfuerzos hacia la eliminación progresiva de la energía del carbón y continuar con la eliminación progresiva de subsidios ineficientes a los combustibles fósiles. Todo esto, aclara, de manera “justa, ordenada y equitativa”.
Colombia en las negociaciones
La cumbre climática fue para Colombia una gran plataforma de anuncios. El país incluyó en su delegación oficial, por primera vez, a representantes de comunidades indígenas. También se sumó a la iniciativa del “Tratado de no proliferación de combustibles fósiles”; suscribió el compromiso voluntario para triplicar la capacidad de energías renovables; firmó a la Declaración voluntaria sobre agricultura sostenible y lanzó el proceso para asignar áreas de energía eólica costa afuera. (En contexto: Las propuestas que llevará el gobierno Petro a la cumbre de cambio climático)
Ecopetrol anunció el compromiso voluntario para alcanzar cero emisiones netas en sus operaciones para 2050. Pero, al tiempo, aseguró que en su hoja de ruta para la transición, el gas natural (principal generador de metano, un gas 80 veces más potente que el CO₂) se posiciona fuertemente como un combustible de transición. En palabras de la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, ese es uno de los vacíos que deja el mismo texto acordado en Dubái. (Puede leer: Ecopetrol destapa sus cartas y se la juega por el gas para la transición energética)
“Hay algunos vacíos en el texto, que pueden generar que perdamos el norte de los 1.5 °C” asegura Muhamad. “Uno de los aspectos es el de la inclusión de los combustibles de transición. Si los países en desarrollo no tienen las capacidades suficientes, se moverán hacia estos combustibles en vez de apuntarle la descarbonización. Entonces, el capital del combustible fósil podría colonizar el espacio de la descarbonización”, insiste. “Esos vacíos pueden comprometer el progreso”. (Puede leer: OP28: El “portafolio” con el que Colombia quiere reemplazar el petróleo y el gas)
Para Peri Dias, representante de Latinoamérica para la organización 350.org, esta mención a los combustibles de transición también es “preocupante”. En sus palabras, deja el espacio para que distracciones peligrosas, como el gas fósil, obstaculixen la transición hacia las energías renovables. “Que no nos queden dudas de que el gas es muy nocivo y tiene que quedarse en el pasado”, afirma.
La adaptación
Hay impactos de la crisis climática que ya se están sintiendo en nuestros países. Especialmente en las comunidades más vulnerables. Así reduzcamos las emisiones, la concentración que ya existe de los gases en la atmósfera se va a sentir por décadas. Además, entre más aumente la temperatura, más difícil y costosa será la adaptación.
Como explicó a este diario hace unas semanas Sebastián Carranza, director de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente, para el país era muy importante expresar que tenemos una “necesidad de adaptación urgente”. Sin embargo, durante las dos semanas, las negociaciones alrededor de este tema se vieron estancadas.
Al cierre de la primera semana ni siquiera se contaba con un texto sobre el Objetivo Global de Adaptación. La segunda semana tuvo algunos avances, pero el resultado tampoco deja claro los objetivos y plazos para la meta de adaptación, ni se menciona la financiación para lograrla. El lenguaje también es “flojo”. Cerrar la brecha de la financiación para la adaptación deja de ser un “compromiso” y consiste ahora en “intentar”.
En palabras de una de las negociadoras de Colombia, “el 90% del texto es recordando cosas anteriores, pero la parte accionable, de generar acciones, es muy baja. No hay reconocimiento a que las pérdidas y los daños se van a incrementar con la crisis climática”.
La ministra Muhamad, sin embargo, destaca un par de avances: la inclusión del sistema de conocimiento indígena, así como el reconocimiento al bosque y a la biodiversidad como soluciones para la adaptación. Asimismo, celebra el anuncio de los sistemas de alerta temprana. “Es un propósito universal que ahora debe ser respaldado con las finanzas”, asegura.
Para el analista Enrique Maurtua, experto en balance global, “adaptación y financiamiento son las partes que quedaron flojas del acuerdo. Pero ese era el riesgo de tener una COP como esta, en un país petrolero, donde la atención se la llevaron los combustibles fósiles”.
El financiamiento
Si hay otro tema en el que la conversación estas dos semanas haya estado difusa, es alrededor del financiamiento. Países en desarrollo, como Colombia, iban con la idea de que los recursos que se entregaran para hacer frente a la crisis climática fueran marcados como recursos concesionales, con intereses diferenciados o, en algunos casos, sin intereses. Sin dinero, es muy poco probable que los países puedan cumplir sus metas climáticas. (Le puede interesar: Acción climática sin endeudarse: la propuesta que lidera Colombia en la COP28)
“Queremos examinar la forma en la que las deudas de los países en desarrollo están perdiendo su capacidad de invertir en acción climática”, aseguró la ministra Muhamad durante la COP28. Aunque el país debería invertir cerca de 3 puntos de su PIB en mitigación y adaptación al cambio climático, debido a “su espacio fiscal limitado, solo puede invertir el 0.16 %”, agregó.
En la cumbre climática hubo varios anuncios relacionados con dineros. Seis países prometieron nueva financiación para el Fondo Verde del Clima (que ahora asciende a una cifra de US$ 12.800 millones); otros donantes anunciaron compromisos con el fondo especial para el cambio climático. Se operacionalizó, en el día uno de la cumbre, el fondo para pérdidas y daños (que ya cuenta con más de US$800 millones).
Sin embargo, estas promesas están muy lejos de lo que se necesita para la aplicación de los planes climáticos, la adaptación, y para que los países en desarrollo transiten hacia energías limpias. “La financiación es un problema estructural del Acuerdo de París. Cada uno hace lo que puede con lo que tiene, de acuerdo a sus propuestas de acción climática. Pero necesitamos más ambición”, asegura la ministra.
En palabras de Peri Dias, representante de Latinoamérica para la organización 350.org “Para desatar el nudo de futuras negociaciones, los países del Norte Global tienen la obligación de asumir urgentemente su responsabilidad histórica por la crisis climática y asignar el financiamiento que los países del Sur Global necesitan para dejar atrás los combustibles fósiles y expandir de manera justa su capacidad de energía renovable”.
Aunque se reconoce la necesidad de la financiación en el texto, no hay cifras o plazos concretos. Por eso, en la COP29, las partes tendrán pendiente la tarea de establecer un nuevo objetivo de financiación que refleje la escala y la urgencia del desafío climático.
Más allá de los asuntos técnicos, para la delegación de Colombia también ha sido un avance que el texto haga inclusiones a la madre tierra, la juventud, las mujeres y los derechos humanos. “En uno de los grupos de negociación, duramos tres semanas debatiendo la inclusión o no de la palabra ‘derechos humanos’ en el acuerdo. Algunas partes, como los países árabes, China o Rusia, ni siquiera estaban de acuerdo con eso”, asegura una de las negociadoras.
Ahora, el párrafo 33 del Balance Global incluyó temas como la conservación, protección y restauración de la naturaleza, y plantea detener y revertir la deforestación y degradación de los ecosistemas. (Le recomendamos: “No podemos parar el cambio climático si no frenamos la pérdida de biodiversidad”)
El balance global también reconoce que las emisiones globales de efecto invernadero deben reducirse en un 43% para 2030, en comparación con los niveles de 2019. Con estos elementos, la idea es que los países puedan desarrollar planes de acción climática sólidos y actualicen sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC) para el 2025.
* Esta historia fue producida como parte de la Climate Change Media Partnership 2023, una beca de periodismo organizada por la Earth Journalism Network de Internews y el Centro Stanley para la Paz y la Seguridad.
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Si hay una frase que pueda resumir el acuerdo de más de 20 páginas con el que concluyó la cumbre climática (COP28) en Dubái, es la de Simon Stiell, secretario ejecutivo de Cambio Climático de las Naciones Unidas. “Lo anunciado aquí es un salvavidas para la acción climática, pero no es una línea de meta. Este resultado es el principio del fin, pero aún no hemos pasado la página de la era de los combustibles fósiles”. (Puede leer: Finaliza la COP28: por primera vez se acuerda alejarse de los combustibles fósiles)
Luego de dos largas semanas de negociaciones, y unas últimas 48 horas intensas, más de 190 países lograron ponerse de acuerdo e incluir, por primera vez en 28 años, a los combustibles fósiles (principales causantes del calentamiento global) en el primer “Balance Global”. Una evaluación que revisa los avances de la acción climática en el mundo y que propone un camino para alcanzar el principal objetivo del Acuerdo de París: limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1,5 °C para final de siglo. (Puede leer: Primera semana en Dubái: una COP28 llena de contradicciones y 2.456 lobbistas petroleros)
Países como Colombia, que hacen parte de la High Ambition Coalition (Coalición de alta ambición), un grupo que perseguía la mención a la salida de los combustibles fósiles, el texto —del que reconocen los avance— también se queda corto. Resumiendo en un par de líneas lo que fueron más de 15 días de grupos técnicos, reuniones bilaterales, bloques de negociación, diálogos ministeriales y encuentros individuales con la presidencia de las negociaciones, las mayores diferencias se encontraron alrededor de dos conceptos: la eliminación progresiva (phase-out) o la reducción progresiva (phase-down) de los combustibles fósiles.
Mientras que los países árabes, China y otros se negaban a incluir cualquier referencia a estas palabras, cerca de 100 países —entre esos Colombia— insistían en que el acuerdo incluyera una postura ambiciosa y un lenguaje contundente sobre la eliminación del petróleo, el gas y el carbón. Pero el debate no era fácil, sobre todo, porque en estas negociaciones las decisiones se toman por consenso. Es decir, que todas las partes debían estar de acuerdo en cada palabra, cada coma y cada punto. Esto terminó retrasando el cierre de la cumbre por más de 24 horas. (En contexto: ¿Qué está en juego en Emiratos Árabes, el país petrolero sede de la cumbre climática?)
“Esta conversación no es nada fácil. Lo que estamos viendo en el texto, en otra época, era imposible. Hacer menciones a los combustibles fósiles explícitamente, y dar una señal en el lenguaje, así sea tenue, era impensable”, dice uno de los negociadores colombianos.
El texto acordado pide triplicar la capacidad global de las energías renovables para 2030, duplicar la tasa de ahorro de energía con medidas de eficiencia, acelerar los esfuerzos hacia la eliminación progresiva de la energía del carbón y continuar con la eliminación progresiva de subsidios ineficientes a los combustibles fósiles. Todo esto, aclara, de manera “justa, ordenada y equitativa”.
Colombia en las negociaciones
La cumbre climática fue para Colombia una gran plataforma de anuncios. El país incluyó en su delegación oficial, por primera vez, a representantes de comunidades indígenas. También se sumó a la iniciativa del “Tratado de no proliferación de combustibles fósiles”; suscribió el compromiso voluntario para triplicar la capacidad de energías renovables; firmó a la Declaración voluntaria sobre agricultura sostenible y lanzó el proceso para asignar áreas de energía eólica costa afuera. (En contexto: Las propuestas que llevará el gobierno Petro a la cumbre de cambio climático)
Ecopetrol anunció el compromiso voluntario para alcanzar cero emisiones netas en sus operaciones para 2050. Pero, al tiempo, aseguró que en su hoja de ruta para la transición, el gas natural (principal generador de metano, un gas 80 veces más potente que el CO₂) se posiciona fuertemente como un combustible de transición. En palabras de la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, ese es uno de los vacíos que deja el mismo texto acordado en Dubái. (Puede leer: Ecopetrol destapa sus cartas y se la juega por el gas para la transición energética)
“Hay algunos vacíos en el texto, que pueden generar que perdamos el norte de los 1.5 °C” asegura Muhamad. “Uno de los aspectos es el de la inclusión de los combustibles de transición. Si los países en desarrollo no tienen las capacidades suficientes, se moverán hacia estos combustibles en vez de apuntarle la descarbonización. Entonces, el capital del combustible fósil podría colonizar el espacio de la descarbonización”, insiste. “Esos vacíos pueden comprometer el progreso”. (Puede leer: OP28: El “portafolio” con el que Colombia quiere reemplazar el petróleo y el gas)
Para Peri Dias, representante de Latinoamérica para la organización 350.org, esta mención a los combustibles de transición también es “preocupante”. En sus palabras, deja el espacio para que distracciones peligrosas, como el gas fósil, obstaculixen la transición hacia las energías renovables. “Que no nos queden dudas de que el gas es muy nocivo y tiene que quedarse en el pasado”, afirma.
La adaptación
Hay impactos de la crisis climática que ya se están sintiendo en nuestros países. Especialmente en las comunidades más vulnerables. Así reduzcamos las emisiones, la concentración que ya existe de los gases en la atmósfera se va a sentir por décadas. Además, entre más aumente la temperatura, más difícil y costosa será la adaptación.
Como explicó a este diario hace unas semanas Sebastián Carranza, director de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente, para el país era muy importante expresar que tenemos una “necesidad de adaptación urgente”. Sin embargo, durante las dos semanas, las negociaciones alrededor de este tema se vieron estancadas.
Al cierre de la primera semana ni siquiera se contaba con un texto sobre el Objetivo Global de Adaptación. La segunda semana tuvo algunos avances, pero el resultado tampoco deja claro los objetivos y plazos para la meta de adaptación, ni se menciona la financiación para lograrla. El lenguaje también es “flojo”. Cerrar la brecha de la financiación para la adaptación deja de ser un “compromiso” y consiste ahora en “intentar”.
En palabras de una de las negociadoras de Colombia, “el 90% del texto es recordando cosas anteriores, pero la parte accionable, de generar acciones, es muy baja. No hay reconocimiento a que las pérdidas y los daños se van a incrementar con la crisis climática”.
La ministra Muhamad, sin embargo, destaca un par de avances: la inclusión del sistema de conocimiento indígena, así como el reconocimiento al bosque y a la biodiversidad como soluciones para la adaptación. Asimismo, celebra el anuncio de los sistemas de alerta temprana. “Es un propósito universal que ahora debe ser respaldado con las finanzas”, asegura.
Para el analista Enrique Maurtua, experto en balance global, “adaptación y financiamiento son las partes que quedaron flojas del acuerdo. Pero ese era el riesgo de tener una COP como esta, en un país petrolero, donde la atención se la llevaron los combustibles fósiles”.
El financiamiento
Si hay otro tema en el que la conversación estas dos semanas haya estado difusa, es alrededor del financiamiento. Países en desarrollo, como Colombia, iban con la idea de que los recursos que se entregaran para hacer frente a la crisis climática fueran marcados como recursos concesionales, con intereses diferenciados o, en algunos casos, sin intereses. Sin dinero, es muy poco probable que los países puedan cumplir sus metas climáticas. (Le puede interesar: Acción climática sin endeudarse: la propuesta que lidera Colombia en la COP28)
“Queremos examinar la forma en la que las deudas de los países en desarrollo están perdiendo su capacidad de invertir en acción climática”, aseguró la ministra Muhamad durante la COP28. Aunque el país debería invertir cerca de 3 puntos de su PIB en mitigación y adaptación al cambio climático, debido a “su espacio fiscal limitado, solo puede invertir el 0.16 %”, agregó.
En la cumbre climática hubo varios anuncios relacionados con dineros. Seis países prometieron nueva financiación para el Fondo Verde del Clima (que ahora asciende a una cifra de US$ 12.800 millones); otros donantes anunciaron compromisos con el fondo especial para el cambio climático. Se operacionalizó, en el día uno de la cumbre, el fondo para pérdidas y daños (que ya cuenta con más de US$800 millones).
Sin embargo, estas promesas están muy lejos de lo que se necesita para la aplicación de los planes climáticos, la adaptación, y para que los países en desarrollo transiten hacia energías limpias. “La financiación es un problema estructural del Acuerdo de París. Cada uno hace lo que puede con lo que tiene, de acuerdo a sus propuestas de acción climática. Pero necesitamos más ambición”, asegura la ministra.
En palabras de Peri Dias, representante de Latinoamérica para la organización 350.org “Para desatar el nudo de futuras negociaciones, los países del Norte Global tienen la obligación de asumir urgentemente su responsabilidad histórica por la crisis climática y asignar el financiamiento que los países del Sur Global necesitan para dejar atrás los combustibles fósiles y expandir de manera justa su capacidad de energía renovable”.
Aunque se reconoce la necesidad de la financiación en el texto, no hay cifras o plazos concretos. Por eso, en la COP29, las partes tendrán pendiente la tarea de establecer un nuevo objetivo de financiación que refleje la escala y la urgencia del desafío climático.
Más allá de los asuntos técnicos, para la delegación de Colombia también ha sido un avance que el texto haga inclusiones a la madre tierra, la juventud, las mujeres y los derechos humanos. “En uno de los grupos de negociación, duramos tres semanas debatiendo la inclusión o no de la palabra ‘derechos humanos’ en el acuerdo. Algunas partes, como los países árabes, China o Rusia, ni siquiera estaban de acuerdo con eso”, asegura una de las negociadoras.
Ahora, el párrafo 33 del Balance Global incluyó temas como la conservación, protección y restauración de la naturaleza, y plantea detener y revertir la deforestación y degradación de los ecosistemas. (Le recomendamos: “No podemos parar el cambio climático si no frenamos la pérdida de biodiversidad”)
El balance global también reconoce que las emisiones globales de efecto invernadero deben reducirse en un 43% para 2030, en comparación con los niveles de 2019. Con estos elementos, la idea es que los países puedan desarrollar planes de acción climática sólidos y actualicen sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC) para el 2025.
* Esta historia fue producida como parte de la Climate Change Media Partnership 2023, una beca de periodismo organizada por la Earth Journalism Network de Internews y el Centro Stanley para la Paz y la Seguridad.
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