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El café, más amigable con la naturaleza

Más de 500.000 familias en Colombia dependen directamente del cultivo de café para subsistir. Es una industria robusta que exporta a 44 países en todo el mundo y que cada vez es más respetuosa con el medio ambiente. Aquí tres ejemplos de empresas, en la Sierra Nevada de Santa Marta.

Tatiana Pardo Ibarra
08 de septiembre de 2016 - 03:00 a. m.
En 2015, Colombia exportó 12.7 millones de sacos a 44 países en todo el mundo. / Café Montesierra
En 2015, Colombia exportó 12.7 millones de sacos a 44 países en todo el mundo. / Café Montesierra

Para Aurora María Izquierdo, indígena y creadora de una empresa verde, el cuidado de la naturaleza debe estar siempre por encima de la avaricia humana. No concibe que la industria minera, por ejemplo, contamine ríos con mercurio, despoje comunidades de su territorio y desvíe cuerpos de agua; ni que la ganadería extensiva erosione suelos y miles de árboles sean talados cada año para engordar los bolsillos de unos cuantos. Tampoco entiende cómo es que el hombre, consciente de los cambios que el planeta está teniendo, desde las elevadas temperaturas hasta las incontrolables lluvias, crea que su preocupación más grande es el dinero y no su salud.

Durante mucho tiempo se creyó que las grandes industrias, necesariamente, tenían que ir en contravía de la conservación y protección del medio ambiente para generar mayores ganancias. Sin embargo, el mercado parece estar cambiando y cada vez son más las empresas que están apostando por tecnologías innovadoras que ayudan a disminuir los impactos sobre la naturaleza, mientras generan condiciones más dignas de trabajo y mayor rentabilidad en el negocio.

Aurora tiene 57 años y fue una de las primeras mujeres de la comunidad indígena arhuaca, de la Sierra Nevada de Santa Marta, en salir de su resguardo a estudiar una carrera profesional. Es agrónoma de la Universidad Nacional y gracias a ello creó uno de los proyectos cafeteros más amigables que tiene el país con el medio ambiente: Anei.

Anei, que significa “delicioso” en la lengua arhuaca, produce café orgánico, lo que significa que no utiliza agroquímicos en su producción. No hay presencia de fungicidas, herbicidas, insecticidas ni fertilizantes artificiales. En total son 538 familias campesinas e indígenas, de los pueblos arhuacos, koguis, wiwas y kankuamos, que se ven beneficiadas con el proyecto y que están exportando su café a Estados Unidos, Nueva Zelanda, Japón, Canadá y Europa.

Café Anei trabaja con campesinos e indígenas Arhuacos, Koguis, Wiwas y Kankuamos./ Foto: Cortesía

Están trabajando en 64 veredas de la Sierra donde la producción del café va siempre de la mano con la cosmovisión indígena. Hacen rituales, pagamentos y bailes como el zamuyuna para que la cosecha sea de buena calidad; siempre protegiendo a la madre tierra, seynekun, y guiados por los mamos, líderes espirituales que envían su energía a la tierra.

“Nuestro pensamiento está reafirmado en la producción del café. Apoyamos a las veredas para que tengan plantas solares, para potencializar ideas, para unir a las comunidades, para que los jóvenes se empoderen y se apropien de diferentes procesos, para que generen conocimientos nuevos. Apoyamos a nuestras autoridades y líderes para vivir de forma más digna, rescatamos nuestra esencia, reforzamos nuestra identidad y hacemos gimnasia espiritual, tan escasa pero necesaria”, explica Aurora.

La industria cafetalera es tal vez una de las más robustas del país; por eso la importancia de que sea amigable con el medio ambiente y se adapte mejor a las nuevas tecnologías. Según la Federación Nacional de Cafeteros (FNC), más de 500.000 familias, distribuidas en 22 de los 32 departamentos, dependen directamente del cultivo. Solo el año pasado, Colombia cerró con una producción de 14,2 millones de sacos de café que son exportados a 44 países en todo el mundo, la mayoría a Estados Unidos.

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En la vereda de San Pedro de la Sierra, en la Sierra Nevada de Santa Marta, 48 pequeños finqueros se unieron para darle vida a Montesierra, una empresa que desde 2008 produce café certificado como Orgánico, UTZ y Raintforest Alliance, uno de los sellos más importantes en el mercado.

Esta última categoría busca transformar la agricultura en una actividad sostenible que ayude a conservar la biodiversidad, proteger los recursos naturales, incrementar la productividad y rentabilidad de las fincas y mejorar la vida de los productores, trabajadores y sus familias.

Las empresas certificadas como Rainforest, Orgánico, Comercio Justo y UTZ garantizan el cuidado de la naturaleza. /Foto: Cortesía Montesierra

¿Cómo lo hace? La organización internacional Raintforest Alliance centra todos sus esfuerzos en capacitar a los caficultores en temas como conservación de ecosistemas, protección de la vida silvestre, conservación del agua, buenas condiciones laborales para los trabajadores y manejo integrado de desechos.

Con este sello verde, más de 1,2 millones de fincas en 42 países, donde se producen 101 cultivos diferentes, están protegiendo el medio ambiente, generando condiciones más dignas de trabajo y aumentando sus ganancias gracias a que su producto ofrece un valor agregado dentro de toda la oferta que existe.

“No utilizamos ningún compuesto que pueda contaminar el cultivo, porque cuando se usan fertilizantes, la tierra se erosiona, se cuartea y con el tiempo se vuelve menos rentable. También porque es más económico utilizar la propia pulpa del café de nuestros cultivos como fertilizante natural, que un bulto de fertilizante químico que puede costar entre 65.000 y 80.000 pesos”, explica Carlos Torres, gerente general de Montesierra.

Un estudio realizado por Rainforest a finales de 2014 revela que, comparadas con las fincas que no están certificadas en Colombia, las que sí lo están cuentan con más árboles, especies nativas y macroinvertebrados acuáticos; además de una mejor calidad del agua y riberas cubiertas por más vegetación que ayudan a controlar la erosión y disminuir los riesgos de incendios.

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Cuando Sandra Palacios tenía 18 años, guerrilleros de las Farc entraron a su finca, asesinaron a su padre, luego a su hermano y quemaron su única casa, ubicada en la vereda Transjordania, en el Magdalena. Con el tiempo, irónicamente ella y su familia se dedicaron al cultivo ilícito de coca y marihuana, porque el café y el cacao ya no les parecían tan rentables como antes.

Sin embargo, en 2007 decidió dejarlo todo y creó, junto con otras 21 familias campesinas, la Cooperativa de Caficultores y Agricultores de la Sierra Nevada de Santa Marta (Cooagronevada), que hoy en día está certificada con Comercio Justo, Orgánico y Women, exportando la mayoría de su producción a Estados Unidos y la Unión Europea.

El certificado de Women tiene como objetivo promover el empoderamiento de las mujeres que trabajan en la industria cafetalera, mejorando sus condiciones de vida y las de sus familias. Además, busca asegurar la participación absoluta de ellas en la toma de decisiones y brindarles iguales oportunidades de liderazgo.

“Es muy importante reconocer el papel de las mujeres, que antes ni siquiera se atrevían a opinar. Ahora son líderes, empoderadas, capacitadas, seguras, independientes y conocedoras de sus derechos y el negocio”, dice Sandra.

Por su parte, el sello de Comercio Justo valora el trabajo de los productores, la seguridad social, la salubridad, las leyes laborales y, por supuesto, el cuidado y la conservación de los recursos naturales con que se produce el café.

Por Tatiana Pardo Ibarra

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