Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Donna Goodman lleva más de 20 años trabajando en responder una pregunta: ¿Qué tan involucrados están los menores de 18 años, que hoy son cerca de 2,2 billones de personas, en las discusiones sobre cambio climático? Para contestarla fundó el Earth Child Institute, un centro con sede en Nueva York que desde 2003 ha trabajado por fortalecer liderazgos en niños y niñas. Lo ha hecho con convenios con Unicef y acuerdos internacionales con la Convención de la ONU de cambio climático. (Lea: Las nuevas promesas de la COP26 llevan el calentamiento global a menos de 2°C)
Goodman, quien hoy escribe novelas en las que ellos son los protagonistas y los héroes que pueden hacer que el futuro no sea tan gris, tiene una imagen que quedó marcada en su memoria: en Bali, 2007, en la primera COP que participó, un pequeño se le acercó y le dijo: “es genial lo que estás haciendo con nosotros, pero cuando los desastres pasen será mucho más fácil para mí sobrevivir que para tus nietos o los niños que viven en tu país”. Ella le preguntó las razones por las que decía eso; el niño le respondió que él sabía cómo encontrar algo que tomar en el bosque, sabía qué cosas puede comer o cómo acampar.
Esas palabras le cambiaron la perspectiva. “Ahí entendí que también necesitamos formar a estas nuevas generaciones en capacidades para la vida, no solo explicar la ciencia del cambio climático, sino enseñarles a adaptarse para lo que viene”, dice.
Por estos días Goodman está en la COP26, en Glasgow (Escocia), para nuevamente llamar la atención sobre la necesidad de contar con los menores en estas discusiones porque son quienes están cerca de sus territorios, conocen el funcionamiento de sus localidades y pueden aplicar cambios en un mundo que necesita adaptarse son ellos. No son solo el "futuro", dice, sino el "presente".
Greta Thunberg, Vanessa Nakate o Francisco Vera se han convertido en las caras visibles de quienes heredarán las decisiones que se toman hoy. Para Goodman, los gobiernos deben entender que los menores también son agentes de cambio activos para una sociedad y para eso se deben financiar los procesos que los empoderan.
Los niños que hicieron parte de las actividades del Earth Child Institute en Brasil, Ghana, Cameroon, Japón o Nicaragua son hoy líderes medioambientales en sus comunidades o directores de sus propias organizaciones. Las iniciativas han sido diversas: van desde plantar árboles o filtrar árboles hasta la grabación de un documental para Netflix, Waterschool, en el que cuentan la historia de seis niñas de varias partes del planeta, quienes lideran procesos en sus comunidades para adaptarse al cambio climático.
¿Cómo nació el Earth Child Institute?
Había empezado a desarrollar estas clases llamadas Madre Tierra y había una organización, Global Education Associates, que llevaba unos cuatro años haciendo actividades con las Naciones Unidas. Nunca habían hecho nada con niños y me llamaron para planear y aplicar acciones. Y en 2003 decidieron que no querían tener más proyectos con niños y, bueno, ahí nació el Instituto, porque encontré que era necesario mantenerlos. (Puede leer: COP26: el mundo del deporte se compromete a las cero emisiones netas para 2040)
Fuimos una de las primeras organizaciones para niños que se centraron en el cambio climático. Tanto así que la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático no tenía nada sobre niños y juventudes en un primer borrador y hemos luchado porque eso sea visible y cambie. Entonces ha sido un trabajo con Unicef y muchas otras organizaciones para visibilizar la voz de los niños y proponer espacios y proyectos en los que ellos sean el centro. Tenemos una oficina cerca de las Naciones Unidas en Nueva York, un campo de entrenamiento en Brasil y decenas de proyectos en distintos países.
Ustedes se han centrado en empoderar a los niños y niñas del mundo para que puedan aportar no solo con voz, sino acciones a evitar o adaptarse al cambio climático. ¿Qué es, puntualmente, lo que hacen con ellos?
Mi visión era tener juventudes y niños líderes en todo el mundo. Tenemos iniciativas como One Child Plus One Tree, que se centra en plantar árboles, fortalecer la captura de carbono local y educar a los participantes. También están las Escuelas de Agua (Water Schools), que entregan pequeñas becas para que niños puedan aplicar soluciones climáticas en sus localidades y protejan el agua a través de sus colegios.
Hemos ido construyendo una red de niños cuidadores y estamos abogando para que en las discusiones y en los presupuestos se tengan en cuenta la educación, las escuelas y la formación climática y de habilidades de vida, pero lamentablemente eso no está ocurriendo. Sigo viniendo a las COP porque es algo que pido y seguiré pidiendo en todos los espacios que pueda: la gente debe entender que aunque, desde hace unos 10 años, millones de dólares van a países en vía de desarrollo para adaptarse al cambio climático, nada de ese dinero va al sector educativo. He estado en esos países y he tratado de traer a los ministerios de educación a la mesa, pero no lo hacen. Eso es muy grave.
¿Por qué ocurre? Porque sé que la mayoría de los dineros llegan a los ministerios de finanzas y esas personas no piensan más allá de sus propios hijos y no saben qué pueden llegar a hacer. También es un tema cultural. Realmente necesitamos abogar por los niños, incluso la mayoría de los países que aplican los acuerdos internacionales se centran en la participación de la sociedad en general, trabajos verdes, pero a los niños los excluyen. (Le puede interesar: Esta es la lista de personas que habría viajado con Iván Duque a la COP26)
He trabajado en más de 60 países. No importa si es rico o pobre; cuando pregunto cuál es el problema más grave en sus proyectos, la mayoría responde que es muy difícil que los adultos los tomen en serio. Ese es el mensaje central.
Hay una “ola” de niños y niñas que no solo están involucrados sino enfrentándose con quienes toman decisiones. ¿Qué opina de esos liderazgos?
Desearía que esos niños que tienen voz dijeran que hay millones de personas como ellos en cada país del mundo y que necesitan una oportunidad, que pueden ser el próximo presidente. He trabajado para que los niños puedan intervenir en espacios de alto nivel y recuerdo que una niña africana estaba hablando con Jeffrey Sachs sobre las dificultades que tienen para sobrevivir. Claro, las personas intuyen la importancia que tienen los niños, pero nunca hablamos de lo que pueden lograr, de lo que pueden hacer.
Están vendiendo niñas y niños para que se casen con otras personas porque sus padres no tienen dinero. Esa niña podría construir un panel solar y ayudar a su familia. Hay tantas cosas que pueden hacer los niños, pero ese empoderamiento no lo aplicamos. Greta o Malala, que ya tienen una voz y que están hablando, dicen no más “bla bla bla”, pero lo que no se dice es que miren lo que pueden hacer como niños.
¿Cuáles son las formas en las que niños y niñas participan en procesos de adaptación al cambio climático?
Pueden unirse al Global Action Classroom, un proyecto que tiene niños trabajando en actividades de reconocimiento de sus territorios y ecosistemas, aplicando soluciones y, luego de mentorías, los conectamos con participantes de otros países para que compartan sus experiencias, para que aprendan juntos. Hay unas miradas globales que queremos romper. Si es de un país en vía de desarrollo, entonces dicen “pobre niño, no tiene nada” y si es de un país rico, dicen que no saben qué es un bosque, no tienen ni idea de dónde viene el agua. Entonces hay cosas que pueden aprender los unos con los otros. (Lea también: Líderes del mundo llegaron a la COP26 en más de 400 jets privados)
Generalmente trabajamos a través de proyectos. Algo que hemos aprendido es que los medios de comunicación son esenciales, por eso realizamos campañas con canales para niños en Kenia, con Cartoon Network hicimos otra en inglés, español y portugués con los Picapiedras y Johnny Bravo. Llevamos al rapero Jay-Z a Angola para que conociera los problemas que tienen con el agua; él no fue capaz de cargar los baldes que llevaban niñas pequeñas para sus casas. En el Amazonas llevamos unos 10 años trabajando con unas 15 escuelas. El cambio climático está pasando ya y necesitamos gente que quiera hacer algo y pueda hacerlo, los adultos no están listos para cambiar, pero los niños sí, ellos crecen con el cambio.
*Docente de la UManizales. Enviado especial - Proyecto GROW Colombia, financiado por el Global Challenges Research Fund como parte del año UKCOL 2020 - 2021.