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El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) publicó hace unos días el Informe sobre el Índice de Desperdicio de Alimentos 2024 que revela un panorama muy complejo de hambruna y desperdicio de comido. Mientras en el mundo hay 783 millones de personas con hambre y un tercio de la humanidad atraviesa una situación de inseguridad alimentaria, se desperdicia el equivalente a más de 1.000 millones de comidas cada día. (Puede ver: La NASA enviará plantas la Luna durante la misión Artemis III)
En 2022, señala la investigación, se generaron 1.050 millones de toneladas de desperdicios alimentarios (incluidos los restos no comestibles), lo que supone 132 kilogramos por persona y aproximadamente una quinta parte de todos los alimentos disponibles para el consumo humano. Del total de alimentos desperdiciados, el 60% se desechó desde los hogares, mientras que el 28% correspondió a los proveedores de servicios alimentarios y el 12% al comercio minorista.
“El desperdicio de alimentos es una tragedia mundial. Millones de personas pasarán hambre hoy debido al desperdicio de alimentos en todo el mundo”, afirmó Inger Andersen, Directora Ejecutiva del PNUMA.
“No solo se trata de un grave problema de desarrollo, sino que las repercusiones de este desperdicio innecesario están causando costes sustanciales al clima y a la naturaleza. La buena noticia es que sabemos que, si los países dan prioridad a esta cuestión, podrán revertir significativamente la pérdida y el desperdicio de alimentos, reducir los impactos climáticos y las pérdidas económicas, además de acelerar el progreso hacia los objetivos mundiales”, agregó Andersen, citada por la agencia de la ONU en un comunicado de prensa.
El desperdicio de alimentos contribuye significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que los alimentos desechados en vertederos generan metano, un gas con un potencial de calentamiento global mucho mayor que el dióxido de carbono. Además, se desperdicia una gran cantidad de recursos naturales, como agua, suelo, energía y mano de obra, que se utilizan para producir esos alimentos que luego se tiran. Este desperdicio no solo es una pérdida económica, sino que también ejerce una presión adicional sobre los ecosistemas y la biodiversidad, ya que se necesita una mayor producción agrícola para compensar el desperdicio, lo que lleva a la deforestación, la sobreexplotación de recursos y la degradación del suelo.
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La pérdida y el desperdicio de alimentos generan hasta el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (casi cinco veces las emisiones totales en comparación con el sector de la aviación).
Estos datos de desperdicio e impacto social y ambiental se conocen en medio de una ausencia de sistemas adecuados para realizar un seguimiento adecuado de los progresos para cumplir el Objetivo de Desarrollo Sostenible 12.3 de reducir a la mitad el desperdicio de alimentos de aquí a 2030, en particular en el comercio minorista y los servicios alimentarios. Solamente cuatro países del G20 (Australia, Estados Unidos de América, Japón, el Reino Unido) y la Unión Europea disponen de estimaciones sobre el desperdicio de alimentos adecuadas para realizar un seguimiento de los progresos de aquí a 2030.
Los datos confirman, sin embargo, algo muy interesante: el desperdicio de alimentos no es solo un problema de los “países ricos”, ya que los niveles de desperdicio de alimentos en los hogares difieren en apenas 7 kg per cápita con respecto al promedio observado para los países de ingreso alto, medio-alto y medio-bajo. Al mismo tiempo, los países más calurosos tienden a desperdiciar más alimentos por habitante a nivel de los hogares, lo que puede deberse a un mayor consumo de alimentos frescos con gran cantidad de partes no comestibles y a la falta de cadenas de frío fiables. Se calcula que el coste de la pérdida y el desperdicio de alimentos para la economía mundial es de aproximadamente 1 billón de dólares.
“Con el enorme coste que representa el desperdicio de alimentos para el medio ambiente, la sociedad y las economías mundiales, es necesario que tomemos medidas más coordinadas en todos los continentes y las cadenas de suministro. Apoyamos al PNUMA en su llamamiento para que más países del G20 cuantifiquen su desperdicio de alimentos y trabajen para alcanzar el ODS 12.3″, afirmó Harriet Lamb, directora general de WRAP(una ONG internacional ubicada en el Reino Unido).
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“Esto es fundamental para garantizar que los alimentos nutran a las personas, no a los basureros. Las asociaciones público-privadas son herramientas clave para obtener resultados hoy en día, no obstante, requieren apoyo: ya sea filantrópico, empresarial o gubernamental, todas las partes interesadas deben colaborar en los programas que abordan las repercusiones que genera el desperdicio de alimentos en la seguridad alimentaria, el clima y nuestros bolsillos”, agregó Lamb.
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