El Espectador le explica qué es lo que está pasando en la Amazonia
Se necesitan más acciones para frenar la deforestación, se espera una mayor intensidad de las lluvias y la crisis climática nos está pasando factura.
Edwin Bohórquez Aya
Es miércoles, día de El Espectador le explica. Imágenes satelitales con grandes extensiones de selva taladas, el rastro que va dejando la minería ilegal, fotografías y videos que evidencian importantes cuerpos de agua con cada vez menos agua, áreas protegidas devastadas, presidentes enviando mensajes de protección al “gran bosque”, incendios en zonas de cuatro países que acabaron con millones de hectáreas a pesar de ser históricamente tierras húmedas, especies de todo tipo en riesgo, una biodiversidad cada vez más afectada, fenómenos climáticos que confunden hasta a los más especialistas y unas lluvias que se esperaban antes y no llegaron ni en cantidad ni en frecuencia. Pero ¿por qué está pasando todo esto? Pues le pedimos a los colegas de la redacción Ambiente que nos enviaran todos los contenidos que han desarrollado al respecto y con ellos construimos el siguiente resumen para explicarlo. Recuerden entrar a los enlaces para ahondar en cada arista. Comencemos.
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Es miércoles, día de El Espectador le explica. Imágenes satelitales con grandes extensiones de selva taladas, el rastro que va dejando la minería ilegal, fotografías y videos que evidencian importantes cuerpos de agua con cada vez menos agua, áreas protegidas devastadas, presidentes enviando mensajes de protección al “gran bosque”, incendios en zonas de cuatro países que acabaron con millones de hectáreas a pesar de ser históricamente tierras húmedas, especies de todo tipo en riesgo, una biodiversidad cada vez más afectada, fenómenos climáticos que confunden hasta a los más especialistas y unas lluvias que se esperaban antes y no llegaron ni en cantidad ni en frecuencia. Pero ¿por qué está pasando todo esto? Pues le pedimos a los colegas de la redacción Ambiente que nos enviaran todos los contenidos que han desarrollado al respecto y con ellos construimos el siguiente resumen para explicarlo. Recuerden entrar a los enlaces para ahondar en cada arista. Comencemos.
Hoy, mientras los equipos de noticias se ocupan de cubrir lo que está sucediendo con el huracán Milton y su llegada a Florida, en Estados Unidos, también nos contaban hace apenas dos días que el 2023 fue el año de mayor sequía para los ríos del mundo en casi tres décadas, todo esto en paralelo con lo que sucedió en los glaciares, pues “perdieron la mayor cantidad de agua de los últimos 50 años”. Una situación delicada de acuerdo con la información de la Organización Meteorológica Mundial en su informe sobre el Estado de los Recursos Hídricos Mundiales. Y se registraba cómo el río Amazonas en Colombia y Perú llegaba a “niveles mínimos históricos por la intensa sequía”, mientras que “en Brasil millones de hectáreas de bosque y humedales eran arrasadas por los incendios”. Pero antes de seguir con esta lista de malas noticias, vayamos un poco atrás.
Aunque siempre existe cronograma que, basado en los datos históricos nos dice cuáles son los meses sin lluvia y en cuáles se incrementa, qué medidas de prevención y atención del riesgo deberíamos tomar y el por qué es necesario atender los llamados de los profesionales en la materia, la prueba de lo que hemos vivido en los años recientes evidencia que lograr esos pronósticos es cada vez más difícil. La crisis climática, en gran parte originada por las acciones humanas, nos está pasando factura y ahora estamos viviendo las consecuencias. Por ejemplo, el pasado 14 de abril, César Giraldo Zuluaga, nos contaba cómo en la Amazonia colombiana la deforestación se movía al ritmo que marcara la disidencia del Estado Mayor Central, catalogada la mayor disidencia armada de las extintas FARC. Pero ¿por qué decía esto y qué tiene que ver esta guerrilla con el tema climático?
“Cuando los incendios son inusualmente grandes, persistentes y a lo largo del borde del bosque, es probable que se trate de incendios de deforestación. La deforestación y la agricultura de tala y quema siguen siendo una influencia importante en la actividad de incendios en América del Sur”: estudio de Communications, Earth and Environment, de Nature.
“Si bien estaba previsto que la deforestación aumentara al final de 2023, pues el último trimestre es el más crítico históricamente y se esperaba que el fenómeno de El Niño incrementara los incendios en la región, está sucediendo algo anómalo. Podríamos estar viviendo, en palabras de Susana Muhamad, ministra de Ambiente, “un pico histórico”, dado que en los primeros meses de 2024 las alertas tempranas de deforestación aumentaron en 40 % con respecto al mismo período del año anterior”. ¿Por qué? “Hay dos razones que explican este aumento, asegura la ministra: las condiciones favorables relacionadas con El Niño y la “coacción significativa” de grupos armados. De manera más precisa, del Estado Mayor Central (EMC). En la región hay otros grupos armados, como la Segunda Marquetalia (también disidencia de las FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), los Comandos Bolivarianos de la Frontera (CDF) y otros grupos de crimen organizado. Pero, para varias entidades, como la Defensoría del Pueblo, así como para organizaciones que investigan el conflicto armado, es claro que el EMC es el grupo ilegal que está vinculado en mayor medida a la deforestación en Guaviare, Meta y Caquetá, tres de los cuatro departamentos —junto al Putumayo— que conforman el arco de deforestación amazónico”.
En el desarrollo de este reportaje, detalla Lina M. Moros, profesora asociada de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes y Ph. D. en Ciencias y Tecnologías Ambientales de la U. Autónoma de Barcelona, que existe una relación entre la deforestación y, por ejemplo, la disponibilidad de agua en Bogotá. “Ahora que la ciudad afronta un racionamiento ante la escasez de este recurso, es importante recordar que los ríos voladores que se forman en la Amazonia son los que, al chocarse con los Andes, forman las lluvias que se esparcen por el continente y los páramos cercanos a la capital”.
Eso, por el lado de la deforestación como un pequeño capítulo de todo este desastre; pero el equipo de Investigación de El Espectador, en un trabajo coordinado por Ojo Público en alianza con Vistazo, El Deber y Sumauma apoyados por la Fundación Ford, Rainforest Foundation Norway y Earth Journalism Network, nos contó sobre el impacto de las rutas del oro sucio en la Amazonia, pues en Colombia, el 80% de este metal exportado es de origen ilegal. Se evidenció un uso se mercurio contaminando en varias escalas, afectando el cuerpo hídrico aguas arriba, impactando resguardos indígenas aguas abajo, la palabra conservación está en entredicho y la ausencia del Estado se evidencia en cada testimonio recogido en la extensa publicación periodística que dejamos a continuación. También hablamos con los científicos que más han estudiado a la Amazonia y empezamos a registrar los incendios en la zona selvática de Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay:
Ambiente
Amazonia: la deforestación se mueve al ritmo que marque la disidencia del EMC
Ambiente
Las rutas del oro sucio de la Amazonia
Ambiente
“No, no soy optimista frente a la Amazonia, pero tenemos una oportunidad”: Carlos Nobre
Ambiente
En imágenes: humo de incendios de la Amazonia cubre zonas de cuatro países
La minería ilegal está devastando áreas protegidas amazónicas de Guainía, en donde está la Reserva Nacional Natural Puinawai, con “1′092.500 hectáreas, limita en 120 kilómetros con la selva amazónica de Brasil y se traslapa 100 % con resguardos indígenas”. En este departamento se ha registrado, de acuerdo con sobrevuelos de Parques Nacionales Naturales realizados entre 2022 y 2023, 10 puntos de extracción minera ilegal dentro del área protegida, que han dejado 72,2 hectáreas deforestadas”. Y en el Río Inírida también se encontraron entre las comunidades de Zancudo y Morroco, al menos, 14 dragas mineras ilegales.
Sergio Silva Numa, editor de Ambiente de El Espectador, citaba un encuentro de investigadores que conforman el Panel Científico por la Amazonia y allí estaba Carlos Alfonso Nobre, “un tipo que no necesita presentación entre quienes estudian la Amazonia. Es brasilero y ha dedicado gran parte de su vida a entender esa región, compartida por ocho países. Luego de terminar su doctorado en Meteorología en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, Estados Unidos), ha dedicado sus esfuerzos a investigar ese complejo sistema de bosques y ríos. Hoy, con más de 70 años, dice que no le importa continuar trabajando por 11 o 12 horas seguidas durante un día. Después de todo, cree en las manos del grupo de más de 240 científicos que ahora lidera está la responsabilidad de explicar lo grave que está las cosas en la Amazonia”.
¿A qué se refería? Lo había explicado el experto en una publicación de Nature: “Brasil es el mayor proveedor de lluvias para los países de la Amazonia occidental. Hasta un tercio del total de precipitaciones anuales en los territorios amazónicos de Bolivia, Perú, Colombia y Ecuador depende del agua que se origina en la porción de bosque amazónico de Brasil”. Eso, ¿cómo se puede explicar con un ejemplo? Aquí va: “los árboles de la Amazonia, algunos con raíces de hasta 18 metros de profundidad, actúan como una especie de bomba que captura el agua del suelo y la lanza a la atmósfera. Ese vapor de agua que se forma viaja a diferentes partes de Suramérica para nutrir las lluvias. Sin esos “ríos voladores”, como los han llamado los científicos, sería imposible imaginar la cuenca del río de La Plata, que comparten Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay, o las tierras agrícolas del centro-oeste brasilero. También sería inimaginable una agricultura intensiva en el norte boliviano o que el páramo de Chingaza tuviera la capacidad de darle agua al 80% de los más de 7 millones de bogotanos”, detallaba Silva. Es decir, si la Amazonia sufre un resfriado con tendencia a neumonía y sigue siendo afectada, a todos los que dependemos de ella podríamos ir rumbo a cuidados intensivos.
Para Germán Mejía, biólogo con maestría en gestión ambiental e integrante de la organización Amazon Conservation Team, debido a la deforestación, fenómenos que siempre han ocurrido, como el Niño, se exacerban, pues “al reducirse la selva amazónica, su capacidad para regular el clima y el agua disminuye”.
Es que la situación no se trata exclusivamente de la grave afectación que está dejando la deforestación y las consecuencias de la minería ilegal, también se trata de las intensas sequías que están llegando con incendios cada vez más voraces. Veamos un ejemplo: “en el Pantanal, el mayor humedal tropical del mundo ubicado en Brasil, se rompió este año el récord de focos de incendios para un mes de junio, lo cual comprometería a diversas especies de serpientes, sapos y caimanes “La Amazonía está en su peor estado de los últimos 50 años”, cita ABC News a Guillermo Villalobos, politólogo especializado en ciencia climática. Tinta Guachalla también explicó que la temporada de incendios en la región solía durar tres meses, pero ahora se extiende hasta un semestre”, contaron los colegas de Ambiente. Una suma de muchos factores que arroja resultados poco alentadores.
Colombia no ha sido ajeno a dichos incendios. César Giraldo Zuluaga, sobre mediados de septiembre, nos contaba que “aunque la dimensión de estos eventos no es comparable a los de Brasil o Bolivia, las autoridades aún no saben hasta cuándo se puedan extender las condiciones que los favorecen”. La pregunta de siempre: ¿por qué? Aquí va una respuesta: “De acuerdo con el Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), de Brasil, desde el 1º de enero y hasta el 12 de septiembre, en América del Sur se han registrado 350.730 incendios forestales, una cifra que ya supera el total reportado el año pasado y que, con tres meses por delante, podría ubicarse por encima de los últimos cuatro años. La deforestación, el cambio climático y las malas prácticas agrícolas, entre otros factores, como los incendios iniciados por humanos, son algunos de los factores que explican las recientes emergencias, apunta el INPE”.
Y entonces, ¿Qué más se puede esperar que suceda? ¿Qué otras consecuencias estarán por venir? ¿Qué se puede hacer?
Ambiente
Los incendios forestales que afectan a más del 50 % de Brasil en medio de una histórica sequía
Ambiente
Emisiones por incendios en la Amazonía brasileña son las más altas en 20 años
Ambiente
Disminuye caudal del río Amazonas y envían comisión técnica de emergencia
Ambiente
La estrategia para reducir el impacto de los incendios forestales en la Amazonía
Vamos por partes: lo de Brasil es crítico. Para el 20 de septiembre sufría “la peor sequía desde 1950, una situación que afecta a más de la mitad del territorio nacional, según el Centro Nacional de Vigilancia y Alerta de Catástrofes Naturales (Cemaden)”. Tan delicado que el mismo presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, quien había junto con el presidente Gustavo Petro levantado la voz para trabajar en la protección del gran pulmón, admitió que su país “no estaba 100% preparado” para hacer frente a esta ola de incendios. “En la Amazonia, el número de fuegos desde principios de mes ya es significativamente superior al de todo septiembre de 2019 (31.412 frente a 19.925), cuando los incendios en la mayor selva tropical del planeta provocaron indignación mundial”.
¿Por qué tantos incendios? “Influye el cambio climático, conjugado con el fenómeno de El Niño”. Esto favorece que “el país viva un período de sequía prolongada desde junio del año pasado”, explicó Suely Araujo, coordinadora de políticas públicas del Observatorio del Clima, una red de ONG. Sin embargo, Ane Alencar, directora científica del Instituto de Investigaciones Ambientales de la Amazonía (Ipam), en estas condiciones de sequía extrema, “para que un incendio se propague basta una chispa, pero esa chispa la enciende un ser humano”. Contaba la agencia AFP, en conjunto con reportería adelantada con los colegas de la sección Ambiente, que se estima que la mayoría de estos incendios tienen un origen delictivo. “Uno de los casos más comunes es el de los ganaderos que utilizan las quemas para limpiar los pastos. Normalmente, esta práctica tradicional únicamente se permite previa autorización del estado en el que se encuentran las tierras. La crisis actual llevó a su prohibición absoluta en todo el país”, nos detallaron.
El primer mandatario de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, entre tanto, reconocía que “no estábamos 100% preparados. Hay muy pocos estados con defensa civil, bomberos y brigadas contra incendios. Casi nadie los tiene”. ¿Y cómo apagarlos? Con la lluvia que debería llegar a mediados de octubre, de acuerdo con los pronósticos, agregaban.
O la estrategia conocida como Amazonía Mía, que lidera la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Se llama “Salva Bosques” y “consiste en capacitar a personas de las comunidades que habitan en zonas de la Amazonía con pocos o nulos recursos en cuerpos de bomberos. Lo que se busca es que estas personas tengan la capacidad de atender incendios primarios, prestar primeros auxilios a animales afectados y puedan manejar equipos de comunicación para dar aviso sobre las conflagraciones”. En Colombia, para finales de septiembre, ya se había capacitado en La Tagua, El Triunfo, Nueva Esperanza y San Pedro, que hacen parte de Leguízamo, Putumayo.
“La fragmentación del bosque amazónico es muy grave. Si está dividido, está más expuesto, más seco y eso lo hace más inflamable. Es muy importante su integridad”: Dolors Armenteras, profesora de la Universidad Nacional, bióloga con maestría en Ciencias Forestales Ambientales y un doctorado en Geografía.
“Lo que buscamos es proteger los bosques del arco noroccidental Amazónico, dejando personas calificadas y entrenadas, con habilidades de prevención, detección temprana y reporte de los incendios; de esta forma pueden apoyar a los cuerpos de bomberos voluntarios para dar una respuesta integral a esas emergencias ambientales”, dijo Roberto León Gómez, director de Amazonía Mía.
Y ahora, por el lado del río Amazonas, ¿qué es lo que está pasando? El 26 de septiembre nos lo contaron así: “La lámina de agua del río ha disminuido entre un 80% y 90% en los últimos tres meses. El IDEAM aseguró que el sector de Nazareth y Leticia son los más afectados, pues allí se ha reportado una condición de niveles mínimos históricos con tendencia al descenso para los próximos días”. ¿Por qué? La temporada seca, la falta de lluvias y el uso del caudal para procesos de agricultura tienen consecuencias. “Las comunidades más afectadas están en los municipios de Puerto Nariño, con 10 comunidades que agrupan a más de 7.000 habitantes, y Leticia, con 4 comunidades indígenas que suman 1.400 personas”.
Comenzamos octubre y aunque se han venido asomando las lluvias, llegaron imágenes de “varios afluentes del río Amazonas, uno de los más largos y caudalosos del mundo” en lo que se ha llamado una “situación crítica de escasez” de agua por la sequía histórica que afecta a Brasil. Investigadores también mapearon la situación de los delfines y aunque encontraron hallazgos importantes sobre la salud de estos animales por los cambios en la temperatura del agua, concluyeron sobre varias muertes de estas especies: “Hemos identificado preliminarmente que los delfines murieron atrapados en redes de pesca. Cuando baja el agua, desafortunadamente se colocan gran cantidad de redes atravesadas, de lado a lado, en los caños y cuando los delfines intentan pasar, quedan atrapados y pueden morir”:
Ambiente
Sequía en ríos de Brasil se encuentran en “situación crítica”
Ambiente
Evaluaron la salud de los delfines de río en la Amazonía en medio de la sequía
Ambiente
Hay una reducción histórica en los caudales del río Amazonas: Ideam
Ambiente
Sí, llovió en la Amazonia colombiana, pero la situación aún es crítica
El pasado 4 de octubre “en redes sociales empezaron a circular videos que muestran que, en la Amazonia colombiana, cerca de Leticia, volvió a llover. Algunos dicen que el río revivió, pero lo cierto es que sus niveles aún están en alerta roja”. Un de esos mensajes fue el del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (SINCHI): “Celebramos el regreso de la lluvia en el Amazonas. En nuestro viaje a Puerto Nariño fuimos testigos de cómo el río revivió gracias al fuerte aguacero que cae. Después de 2 largos meses de sequía, el Amazonas recupera su cauce, la navegación y la pesca”.
Era una buena nueva, pero Fabio Bernal, de la subdirección de Hidrología del Ideam, recordaba un detalle no menor partiendo de los datos históricos: cuando ha habido temporadas de sequía, como la que se vivió este año, recuperar los niveles tarda varias semanas. Es difícil vaticinar cuándo ocurrirá eso, pero se espera que entre octubre y diciembre ese afluente regrese a la normalidad.
Precisamente un comunicado de prensa del Ideam con fecha del 3 de octubre, decía: “Las mediciones, realizadas en tres estaciones hidrológicas entre Leticia y Puerto Nariño, evidenciaron una reducción significativa tanto en los niveles del río como en la velocidad del flujo de agua, en comparación con las cifras obtenidas en abril de 2024″. En datos concretos, “esta disminución, de acuerdo con el Ideam, es cercana a los 11 metros. A esta situación se le suma que la velocidad del agua también se ha reducido. Por ejemplo, en la estación de Nazareth, a unos 22 kilómetros de Leticia, la velocidad pasó de ser de 1,65 m/s en abril a 0,61 m/s en septiembre”, contaron lo colegas de Ambiente.
Entonces, a pesar de la lluvia, tenemos lo siguiente sobre el tablero: sequía con todas las consecuencias, incendios en cuatro países, lluvias en una fase inicial pero todavía con poco frecuencia y cantidad, especies afectadas, biodiversidad perdida… Pues con este escenario, nada alentador, el Panel Científico por la Amazonia (SPA, por su sigla en inglés), que es un grupo que reúne a los principales investigadores que se han encargado de estudiar la Amazonia y comprender sus complejas relaciones, se pronunció al respecto:
- Los incendios forestales generaron niveles récord de calor.
- Hay zonas quemadas en la mayor parte de la Amazonia.
- En Perú ha aumentado la inflamabilidad por el intenso fenómeno de El Niño.
- El periodo inusualmente seco se ha extendido desde finales de 2022 y se ha prolongado hasta el 2024.
- El fuego provocado por actividades ilegales, como el acaparamiento de tierras.
- Un río Amazonas en sus mínimos históricos desde que se hacen mediciones debido a las bajas precipitaciones.
¿Qué se puede esperar entonces?
- “Los incendios repetidos degradan la estructura del bosque, alteran la composición de las especies y reducen la resiliencia del ecosistema”.
- “Gran parte de la Amazonia, de hecho, está cerca de ese punto de no retorno; la situación es muy inquietante”.
- los incendios forestales liberan enormes cantidades de dióxido de carbono (CO2) y otros gases causantes del calentamiento global, entre ellos metano, óxido de nitroso y monóxido de carbono.
- Respirar las diminutas partículas de material particulado puede provocar enfermedades respiratorias y circulatorias. Bolivia, Perú, Argentina, Paraguay y Uruguay están entre los países a donde ya ha llegado ese humo a centros urbanos.
- Los niños y las niñas y los más viejos están entre los grupos más vulnerables a esa situación.
¿Y qué se debería hacer?
Estos expertos lo resumieron así: “ampliar las áreas protegidas y los territorios indígenas y mejorar el monitoreo; implementar la gestión integrada del fuego y la participación comunitaria, y crear condiciones propicias para luchar contra la actividad delictiva”.
De acuerdo con quienes vienen estudiando estos evidentes cambios, “todo lo que está sucediendo está relacionado y está poniendo en serios problemas esos ecosistemas”. Desde las ciudades es muy difícil entender todo esto si no es porque ahora nos tocara vivir en medio de un racionamiento de agua, hayamos sido testigos de los incendios en nuestras propias montañas o incluso nos digan las autoridades que no podemos salir a hacer ejercicio porque una nube de partículas, que llegó hasta las urbes, afectará nuestras vías respiratorias.
José Bastos, bombero forestal indígena de Leticia, entrevistado por Catalina Sanabria Devia, dice que a las zonas que solían estar cubiertas por el río Amazonas se les ve como un “desierto”. Según cuenta, el nivel del agua ha bajado a tal punto que los botes ya no pueden navegar, y si lo intentan, quedan encallados. Los jóvenes, que antes se movían en lancha, deben caminar distancias de hasta seis kilómetros en medio de un calor sofocante para poder ir a los centros educativos a estudiar su bachillerato. Eso, para ser sinceros, es vivir en medio de la crisis climática. “Nosotros, como indígenas, consumimos el agua de lluvia y ya no hay de dónde extraerla. Hoy ya ni llueve”, apunta Bastos.
Los peces, principal sustento de los habitantes, no solo para su propia subsistencia sino en el comercio, “están muriendo por la falta de agua y de oxigenación y por las altas temperaturas”. Dice el bombero “que debemos comprar los que provienen de Brasil o de Perú”.
En el fondo, explicaba Catalina Sanabria, tras la reportería con varios especialistas, “las razones de esta situación en la Amazonia son de varios niveles. Hablamos de una escala mundial, donde lo que está ocurriendo en cuánto a la sequía está relacionado con los fenómenos atmosféricos globales que influyen en una reducción de la precipitación (lluvia) y un incremento en la temperatura”. Se lo dijo Lilia Roa, profesora de la Universidad Javeriana y bióloga con una maestría en Restauración Ecológica y un doctorado en Ciencias.
“Sin embargo, a nivel regional, la gran Cuenca Amazónica se está enfrentando, principalmente, a algunos motores de transformación de los ecosistemas naturales”, agrega. “La deforestación es un claro ejemplo de estos cambios a los que se someten grandes masas de bosque para poner en marcha actividades como la ganadería, los cultivos de uso ilícito, la construcción de vías, la agroindustria, entre otras. Esa deforestación, por lo general, está asociada a eventos de incendios”, recalcaban en documentado texto.
La lectura más sabia de todo esto, de la realidad que vivimos, de lo que están presenciando los pobladores en la Amazonía, la tiene Bastos, el bombero: “El aire no tiene frontera, los árboles no tienen frontera, el río no tiene frontera”. Tal vez nos hace falta comenzar por el inicio -aunque se lea tan evidente- a todos los demás que habitamos esta casa llamada Tierra, y eso es levantando la voz para que al unísono seamos capaces de proteger el gran pulmón del mundo, sin olvidar que parte de él está en nuestro territorio. Estamos siendo testigos de cómo unos pocos, sean los alzados en armas, los que están arrasando bosque para cultivar, los que desvían el cauce del río para el riego de su plantación, los que contaminan el agua buscando metales ilegalmente nos están afectando a todos. Y esto, sumando a una crisis climática global, en parte también causada por la mano del hombre, nos está llevando rumbo a un abismo del que no tendremos cómo retornar.
Este es un hasta pronto con nuestro mensaje final: si les gustó este newsletter y el contenido que desarrollamos en El Espectador, invitados a disfrutar del contenido exclusivo que tenemos en nuestra página web. En esta labor de todos los días necesitamos compañía no solo para las críticas, que las recibimos con humildad, sino para que nos ayuden a construir un mejor país, denunciando, indagando, investigando, informando. Y no olviden dejar aquí abajo los temas que ustedes quisieran que investiguemos en la redacción de El Espectador. Nos vemos el próximo miércoles. Hasta pronto.
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