El laboratorio de energía solar que unió a empresarios y a la Universidad Nacional
En Cesar se inauguró un laboratorio que unió esfuerzos de la academia y del sector privado y que busca intensificar la investigación sobre energía solar. Entre otras cosas, espera hallar caminos para hacer más eficientes los proyectos y darle un empujón a la transición energética.
Fernan Fortich
En el Cesar, en el municipio de La Paz —a pocos kilómetros de Valledupar— se inauguró uno de los primeros laboratorios abiertos de energía solar en Colombia. Su propósito es abrir un espacio de investigación en el que la comunidad, estudiantes, líderes sociales y empresas puedan desarrollan innovaciones para la generación de energía a partir del sol, así como adaptar parte de estas tecnologías, producidas en otras regiones, a las particularidades de las regiones colombianas para aumentar su productividad.
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En el Cesar, en el municipio de La Paz —a pocos kilómetros de Valledupar— se inauguró uno de los primeros laboratorios abiertos de energía solar en Colombia. Su propósito es abrir un espacio de investigación en el que la comunidad, estudiantes, líderes sociales y empresas puedan desarrollan innovaciones para la generación de energía a partir del sol, así como adaptar parte de estas tecnologías, producidas en otras regiones, a las particularidades de las regiones colombianas para aumentar su productividad.
Se trata de una alianza entre las empresas colombianas Unergy y Solenium, así como importadoras extranjeras como Huawei, Solaire y Longi, con la Universidad Nacional de Colombia sede La Paz, en Cesar, que busca potenciar la investigación para impulsar ese mercado y la transición energética.
“Muchos de los paneles que usamos en Colombia, vienen de regiones del mundo donde son diseñados para condiciones y terrenos distintos. Así que en esta alianza hay un componente muy importante de conocimiento”, explica María Marcela Camacho, vicerrectora de la U. Nacional sede La Paz (Cesar). “Aquí lo que podemos hacer es desarrollar configuraciones para hacerlos más eficientes a nuestro territorio y potenciar estas herramientas”.
El laboratorio se encuentra a menos de 500 metros de la sede de la universidad y está cruzado —por el aire— por los cables que conectan a las grandes torres de transmisión energética de ISA. Es un edificio de 5 mil metros cuadrados que contiene diferentes espacios para la investigación de paneles solares, la conversión de la energía térmica a eléctrica, entre otros campos de investigación.
Además de esto, tiene un prototipo para generación de hidrógeno verde, un combustible al que el Gobierno Nacional quiere apostarle y lo ha catalogado como “el petróleo del futuro”, aunque, como mostraba el Global Hydrogen Review, publicado por la Agencia Internacional de Energía en 2023, es un combustible cuyo uso continúa concentrado en industrias como la explotación de hidrocarburo, y su aplicación en industrias como el transporte aún es mínimo.
En todo caso, el Gobierno Nacional espera poder producir con energía eólica y solar 6 GigaWatts (GWh) de energía para 2026. Hoy, según la Unidad de Planeación Minero Estratégica (UPME), para abril de 2024, el sistema de Fuentes no Convencionales de Energía llega a 1,8 GWh de capacidad instalada. Para ponerlo en perspectiva, se estima que la demanda al año del país en energía eléctrica es de alrededor 80.268 GWh y, de esta, solo el 1 % proviene de energía generada por la radiación del sol.
¿Qué tan colombianas son las granjas solares en el país?
Colombia, según un estudio reciente de la Universidad de Santo Tomás, tiene un potencial solar diario de seis kilovatios por hora por metros cuadro, la cual es superior del promedio mundial de 3,7 kW/h (m²/da). En particular, en el nororiente del país, entre los departamentos de Cesar, Magdalena y La Guajira, se encuentra el mayor potencial: hay una radiación solar por encima del promedio del planeta con hasta 5,5 kW/h.
Para aprovechar ese potencial, se han empezado a desarrollar proyectos de energía solar que abarcan largas extensiones de tierra, aunque, según José Mauricio Pérez, docente de Ingeniería Ambiental de la Universidad Popular del César, también tienen un gran desafío por resolver: en ocasiones están sobre terrenos que antes eran dedicados a actividades productivas como la ganadería o la agricultura. “De estas actividades dependen muchas de las personas del sector, así sea en condiciones de precariedad, por lo que se necesita que estos proyectos generen una alternativa de vida real para los trabajadores de la zona”, dice.
Pero también se han empezado desarrollar proyectos de menor escala, como el que se abastece al municipio de La Paz, de más de 20 mil habitantes. Se trata de dos hectáreas de paneles solares de más de cinco metros de altura que tienen componentes fabricados en China o Estados Unidos. Sus paneles solares o inversores (encargados de transformar la energía generada por los paneles) son importados desde diferentes partes del mundo.
Sin embargo, no todo viene del extranjero. En esta granja hay una innovación colombiana desarrollada en Antioquia que permite ajustar automáticamente la inclinación de los paneles solares con el objetivo de capturar la mayor cantidad de radiación solar.
“Es un sistema de seguimiento solar que sigue la trayectoria del sol, que fue desarrollado en Medellín y que hoy ninguna fábrica colombiana es capaz de hacer. De esta manera, comenzamos a reemplazar importaciones, pero no queremos hacerlo del todo, es muy difícil que Colombia pueda competir en cosas como módulos solares. Lo que tenemos que hacer es apostarles a otros elementos disruptivos”, indica Eduardo Ospina, CEO de Unergy y vinculado a Solenium.
En la industria se están presentando otro tipo de desarrollos como la utilización de programas de Inteligencia Artificial para optimizar la recolección de energía eléctrica dentro de los módulos solares, así como sistemas de vigilancia y monitoreo con robots autónomos, entre otros.
En el Cesar hay otros proyectos que están impulsando a campesinos a aprovechar con cultivos los terrenos en donde operan los paneles solares. “Esquemas agrovoltaícos”, es como lo llaman quienes se mueven en el sector. Para Johana Castellanos, subdirectora de la UPME, “este tipo de proyectos apoya la visión de la transición energética desde un esquema asociativo, con granjas solares con comunidades que invierten en esos sistemas de generación de energía, lo que transforma a los usuarios en parte activos del mercado”.
Castellanos llama a esos procesos la “democratización de la energía”, pues hay un doble beneficio para la comunidad y un doble uso del suelo”. Si todo marcha según sus planes, espera que en un futuro este tipo de esquemas permitan a las comunidades ser no solo propietarias de las granjas solares, sino que puedan vender energía.
De hecho, ya el Minminas emitió una resolución para reglamentar una idea que ha anunciado en varios escenarios: la constitución de comunidades energéticas, es decir, grupos de personas que se organizan para instalar, operar y administrar un generador de energía que pueda satisfacer las necesidades de los hogares que la conforman. Sin embargo, como contamos hace unos días en estas páginas, aún hay retos por superar, pues no es clara su viabilidad financiera, su funcionamiento y cómo será su conexión al sistema.
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