El Niño: sequías, malaria y, posiblemente, un duro golpe a la economía
Todo parece indicar que este semestre Colombia deberá enfrentar un gran desafío: la llegada del fenómeno de El Niño, que tendrá consecuencias en muchos sectores. Ambiente, energía, el agropecuario y el de salud, algunos de ellos. ¿Cuáles pueden ser sus consecuencias?
Sergio Silva Numa
Hace poco más de una semana, la revista Science, una de las más prestigiosas en el mundo de la ciencia, publicó un artículo con un título llamativo: “El efecto persistente de El Niño en el crecimiento económico mundial”. Sus autores eran Christopher W. Callahan y Justin S. Mankin, del Departamento de Geografía, de Dartmouth College, en Hanover, Estados Unidos. Entre los cálculos que presentaban, había uno con una cifra difícil de digerir: si se concreta la llegada del fenómeno de El Niño durante el segundo semestre de 2023, es posible que cause pérdidas económicas globales por 3 billones de dólares. Para hacerse una idea de la magnitud, basta recordar que la reforma tributaria de Gustavo Petro recaudará una cifra millonaria, 4.130 millones de dólares. (Lea Las preguntas que aún quedan sobre la emergencia climática declarada en Medellín)
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Hace poco más de una semana, la revista Science, una de las más prestigiosas en el mundo de la ciencia, publicó un artículo con un título llamativo: “El efecto persistente de El Niño en el crecimiento económico mundial”. Sus autores eran Christopher W. Callahan y Justin S. Mankin, del Departamento de Geografía, de Dartmouth College, en Hanover, Estados Unidos. Entre los cálculos que presentaban, había uno con una cifra difícil de digerir: si se concreta la llegada del fenómeno de El Niño durante el segundo semestre de 2023, es posible que cause pérdidas económicas globales por 3 billones de dólares. Para hacerse una idea de la magnitud, basta recordar que la reforma tributaria de Gustavo Petro recaudará una cifra millonaria, 4.130 millones de dólares. (Lea Las preguntas que aún quedan sobre la emergencia climática declarada en Medellín)
Para Callahan y Mankin era claro que los países tropicales de bajos ingresos son los que se llevarán la peor parte. Un buen ejemplo era Perú, donde El Niño se manifiesta con fuertes lluvias que dañan la infraestructura y anegan sus cultivos. Además, arruina la pesca, el sustento de muchas ciudades costeras. Son efectos que se apilan uno encima de otro, le decía Callahan hace unos días al portal Wired. (Lea “No vamos a acabar a las EPS, las vamos a transformar”: ministro de Salud)
El profesor Germán Poveda suele decirle algo similar a sus estudiantes cuando les habla de El Niño: “No he encontrado un solo sector que no resulte afectado por el fenómeno de El Niño”. En las más de tres décadas que lleva estudiándolo, Poveda, PhD en ingeniería Recursos Hídricos, ha acumulado una larga lista de consecuencias que podría desencadenar en Colombia. A diferencia de Perú, en nuestro país causa una disminución de lluvias, hay sequías que ponen aprietos a varios departamentos.
Para solo mencionar un par de casos populares, El Niño genera dificultades en el sector agrícola y en el sector energético. A finales de 2015 y a principios de 2016, por ejemplo, cuando también se presentó este fenómeno, hubo una reducción del nivel de agua acumulada en los embalses de las hidroeléctricas a menos del 25%. Aunque cerraron con el 74%, señala el último Estudio Nacional del Agua del Ideam (2023), a inicios de 2020 se encontraban por debajo del 50 %. Sobra recordar que casi el 70% de la energía que consumimos proviene de las represas y que de ella depende la luz que alumbra a varios departamentos.
No es fácil saber con certeza cómo será El Niño, pero como lo indican los últimos boletines de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), de EE. UU., los pronósticos indican que es probable que se forme entre mayo y julio, y que persista hasta el final de año y el comienzo del 2024, una época en la que suele intensificarse. La probabilidad de que ocurra es del 90%.
Si se cumplen esos pronósticos, explica el coronel Giovanni Jiménez, subdirector de meteorología del Ideam, también es posible que en los primeros meses del próximo año coincida con la usual temporada seca en Colombia. “Eso quiere decir que podremos tener disminución de lluvias y efectos notables en la disponibilidad del agua. Puede haber sequías”, resalta. La noticia no tan mala es que los modelos que usan para seguir la pista de lo que sucede en el Océano Pacífico, señalan que este puede ser un fenómeno de El Niño leve, y no fuerte, como el que sucedió entre 2015 y 2016, o el de 1997 y 1998, que dejó pérdidas al país por US $ 101 millones.
Sea cual sea su intensidad, como lo indica el Estudio Nacional del Agua, presentado hace dos meses, es claro que, los eventos más relevantes de sequía están acentuados por El Niño. El estudio de lo que ha sucedido en el país en los últimos treinta años, le permitió a quienes estuvieron detrás de ese documento mapear con detalle los lugares que tienen más problemas cuando llegan esa temporada de sequía. Para decirlo en cifras concretas, hay 565 municipios que han tenido inconvenientes para suministrar agua a sus pobladores cuando hay temporada seca.
Los departamentos históricamente más susceptibles son Magdalena, Cesar, La Guajira, Risaralda, Bolívar, Sucre, Córdoba, Guaviare, Tolima, Atlántico, Norte de Santander, Santander, Valle del Cauca, Quindío, Boyacá, y San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Al menos el 50 % de sus municipios resultan afectados.
En la otra cara de la moneda, en Boyacá, Cundinamarca, Santander, Bolívar y Tolima está la mayor cantidad de municipios susceptibles al desabastecimiento hídrico en época de sequía, tal y como lo muestra la siguiente gráfica:
La ministra Susana Muhammad fue franca cuando le preguntaron en Semana por el escenario que se avecina: “El país tiene cómo poder prepararse; sin embargo, nos hemos quedado cortos en esos procesos de preparación y de capacidades territoriales (...) Tendremos que prepararnos con las capacidades que tenemos hoy, pero el tema estratégico y a mediano plazo es qué capacidades adicionales tenemos que generar”. Un buen comienzo, decía, es que el Plan de Desarrollo busque hacer un ordenamiento territorial alrededor del agua.
Un desafío llamado malaria
Una de las cosas que más le inquieta al profesor Germán Poveda tiene que ver con una conexión que ha estudiado desde finales de los años 90: la relación que hay entre la malaria y el fenómeno de El Niño.
“A mí, en particular, me inquieta mucho lo que pasa con la malaria, especialmente, porque hemos publicado varios artículos y hemos hecho mucha divulgación sobre lo que sucede cuando tenemos el fenómeno de El Niño, pero aún hay una brecha y mucha población resulta afectada”, señala Poveda, que también ha participado en del IPCC, el grupo de científicos creado para estudiar y comprender el impacto de la actividad humana en el cambio climático.
Para decirlo en términos sencillos, Poveda y un grupo de investigadores, entre los que están los médicos William Rojas e Iván Darío Vélez, director del Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (PECET), de la U. de Antioquia, han probado que con las sequías de El Niño aumentan los casos de malaria, una enfermedad causada por el parásito Plasmodium falciparum o Plasmodium vivax, que es transmitido por mosquitos Anopheles.
Sin ahondar en los detalles de sus experimentos, hechos en laboratorio y en trabajo de campo, estos han comprobado que los insectos, a diferencia de otros animales, no regulan su temperatura interna, sino que dependen de la temperatura externa. Eso hace que el metabolismo de las hembras Anopheles —que son las que pican— se acelere y “necesiten” sangre con más frecuencia para sobrevivir. También observaron que ponían huevos de forma más usual (cada tres días y no cuatro, como solía sucedía). En otras palabras, picaban más a menudo y por eso las posibilidades de infectar a los humanos crecían.
El otro factor que analizaron fue, dice Poveda, un poco más sofisticado. Su investigación reveló que el parásito culpable de la malaria también presentaba cambios. Su tiempo de reproducción se reducía y así adquiría su forma infectante mucho más rápido que cuando estaba expuesto a temperaturas bajas. Sus estudios han sido publicados en revistas como Tropical Medicine & International Health, Malaria journal o Current Opinion in Environmental Sustainability.
Por el momento, como explica Franklyn Prieto, director de vigilancia en salud pública del Instituto Nacional de Salud (INS), no han notado un comportamiento anómalo de los casos de malaria, pero es posible, dice, que aparezcan focos en zonas rurales del Pacífico, Amazonía, Orinoquía y partes de Antioquia. Asegura que estarán monitoreando, como suelen hacerlo, para poner en marcha todo el aparato institucional.
Después de todo, como le decía a Wired el economista agrícola de la Universidad de Sydney, David Ubilava, que estudia los efectos económicos de El Niño, tener estos pronósticos, aunque haya un poco de incertidumbre, es útil para tener un poco de ventaja sobre ese fenómeno. Las acciones que se tomen en estos meses, añadía, pueden tener grandes efectos positivos en el futuro.