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La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) comenzó con una paradoja. Mientras el presidente del evento, el británico Alok Sharma, daba su discurso sobre cómo la ventana para poder mantener el aumento de la temperatura por debajo de 1,5 °C a final de siglo se estaba cerrando, se conoció que cientos de delegados, periodistas y observadores que buscaban llegar de Londres a Glasgow (Escocia), donde se celebra la COP26, estaban atrapados en las estaciones de tren, incluyendo al ministro de Ambiente de Reino Unido, Zac Goldsmith.
¿La razón? Una mezcla de viento y lluvia sumada a un árbol que cayó sobre las vías de la línea de la costa oeste del país llevaron a que los servicios de tren tuvieran que detenerse. Claro, no podemos decir que las lluvias y el tiempo de ayer se deben específicamente al cambio climático. Pero sí fueron una serie de circunstancias que recordaron que los eventos extremos climáticos se harán más frecuentes con el aumento de temperatura y de lo que es vivir en ciudades que no están adaptadas al cambio climático.
Fue un día paradójico también porque, mientras todo esto pasaba, la Organización Meteorológica Mundial (WMO por sus siglas en inglés) publicó el reporte sobre el estado provisional del clima 2021, en el que da unos datos cruciales que ayudan a entender por qué lo que suceda en la COP26 no se puede quedar solo en palabras. Por ejemplo, los últimos siete años están en camino de ser los siete más cálidos registrados; los 2.000 metros más superficiales del océano continuaron calentándose en el 2019, alcanzando un récord (que además pudo haber sido superado en el 2020), y la pérdida del hielo en al Ártico llegó a su máximo registrado en marzo, en comparación con cifras del período entre 1981 y 2010. Ya estamos viviendo un nuevo clima.
El profesor Petteri Taalas, secretario general de la WMO, enumeró otros cuantos cambios. “Por primera vez llovió, en vez de nevar, en la cima de la capa de hielo en Groenlandia. Los glaciares canadienses sufrieron un rápido de derretimiento. Una ola de calor en Canadá y partes cercanas en Estados Unidos hizo que se registrara una temperatura de casi 50 °C en un pueblo de Columbia Británica, mientras en el Valle de la Muerte, en California, se alcanzó una temperatura de 54,4 °C. Entre tanto, en otras partes del mundo, como el Mediterráneo, se experimentaron temperaturas récord. Un calor excepcional que a menudo va acompañado de devastadores incendios”.
Como señaló Sharma, que el año pasado la COP26 tuviera que ser aplazada por el coronavirus no implicó que el cambio climático se detuviera. Así como no tomará una pausa mientras en Glasgow los líderes se ponen de acuerdo en cada renglón y palabra que definirá la implementación del Acuerdo de París, el convenio que fue firmado hace seis años por más de 190 países buscando evitar que la temperatura del planeta sobrepase ese límite de 1,5 °C.
Hubo, además, un tercer punto paradójico del comienzo de la COP26. Mientras los trenes colapsaban, el reporte se lanzaba y las cabezas del evento daban sus primeros discursos, los presidentes del G20, que reúne a los países más ricos, pero también a los más responsables de las emisiones, sellaban, en Italia, lo que llamaron la “Declaración de Roma”. El documento, de veinte páginas, empieza con un enfoque en la pandemia de COVID-19: cómo superarla y recuperarse de la crisis económica que causó. Los países hacen la promesa de sostener la recuperación, que los bancos monitoreen las dinámicas de los precios del mercado, lograr distribuir las vacunas equitativamente y apoyar el mecanismo COVAX.
Las promesas sobre el cambio climático solo aparecen desde la página 4. Dicen que le pedirán al Fondo Monetario Internacional que establezca un Fondo de Resiliencia y Sostenibilidad para ayudar a los países más vulnerables, incluidos los que lo son ante el cambio climático. Más adelante señalan que deberán hacer un mayor esfuerzo para abordar los desafíos mundiales interrelacionados del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, y prometen también escalar las soluciones basadas en la naturaleza. Sin embargo, la palabra COP26 no aparece hasta la página 7, en el punto relacionado con energía y clima.
“Reconociendo que los miembros del G20 pueden contribuir significativamente a la reducción de las emisiones globales de los gases de efecto invernadero, nos comprometemos, en consonancia con los últimos avances científicos y las circunstancias nacionales, a emprender nuevas acciones esta década para formular, implementar, actualizar y mejorar, cuando sea necesario nuestra NDC 2030”, señalan. Las NDC (“contribuciones nacionalmente determinadas”), son las metas que se ha puesto cada país en cuánto va a dejar de emitir, cómo adaptarse y cómo implementar estos objetivos para evitar pasarse de ese límite del 1,5 °C.
La declaración luego tiene unas palabras cruciales para la COP26: dicen los países del G20 que reafirman su compromiso de movilizar 100 mil millones de dólares cada año, hasta el 2025, para que los países menos desarrollados puedan actuar frente al cambio climático. Es un tema clave porque, precisamente, en el Acuerdo de París del 2015 quedó escrito que los países debían hacerlo, pero la meta nunca se cumplió. Por ejemplo, en el 2019, el último año del que se tienen datos, los cálculos más esperanzadores dicen que se llegó hasta casi US$80.000 millones.
Estas dos semanas en Glasgow, entre muchas otras, buscan poner reglas de juego más estrictas para cómo movilizar esa plata y saber que está llegando, efectivamente, a temas de cambio climático.
Y es que los primeros días de la COP26 están dominados por las posturas, las promesas y los anuncios. Colombia, por ejemplo, hoy lanzará oficialmente su Estrategia Climática de Largo Plazo, con la que busca ser carbono neutro para 2050. Es decir, que por cada unidad de carbono que se emita en el país exista algún proyecto paralelo que capture lo equivalente. Un futuro que, si el Gobierno quiere lograr, también implica llevar a cero la deforestación para ese mismo año.
*Esta historia fue producida como parte del 2021 Climate Change Media Partnership, una beca de periodismo organizada por Internews’ Earth Journalism Network y Stanley Center for Peace and Security.