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Madeleine Diouf Sarr es senegalés. Es bióloga e ingeniera ambiental y por cerca de dos décadas ha seguido las negociaciones sobre cambio climático en la ONU. Hoy es una voz líder: representa a 46 naciones especialmente vulnerables a este fenómeno, pese a no ser responsables de la grave situación que vive el mundo. Los “Países menos desarrollados” es como llaman a ese grupo en el que también se encuentran Haití, Zambia, Angola, Tanzania, Yemen, Sudán, Etiopía y Nepal.
Diouf Sarr publicó el 1° de noviembre una columna en la prestigiosa revista Nature, donde resumía por qué, para ella, la cumbre de cambio climático que empieza hoy en Egipto es importante, aunque no atraiga tantos reflectores como el encuentro del año pasado o el de París, en 2015.
“Este año”, comenzaba diciendo, “miles de personas murieron y millones perdieron sus hogares en inundaciones devastadoras en Bangladesh, Sudán y Pakistán. En África Oriental, 50 millones de personas sufren hambruna provocada por la peor sequía en 40 años. En todo el mundo, al menos la mitad de los 59 millones de migrantes internos en 2021 fueron desplazados por los efectos del cambio climático”.
Se trataba, añadía más adelante, de una devastación que es irreversible. Ya no hay manera de mitigar ni de adaptarse. Y eso, que quienes trabajan en esos asuntos llaman “pérdida y daño”, “está empujando a los países en desarrollo a endeudarse cada vez más y están llevando sus economías al borde del colapso”.
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Como Diouf Sarr, varios delegados tratarán de que en este encuentro de Egipto se cree un fondo para reparar a aquellos países que sufren esas “pérdidas y daños”. No va a ser fácil, pero es el tema -impulsado también por la presidencia de la COP27, a cargo de Egipto- que más expectativas genera. En 2022, recordaba la lideresa de Senegal, los países más ricos rechazaron la creación de ese fondo y, a cambio, ofrecieron un diálogo de tres años.
“Pero hablar no alimenta a los hambrientos ni alberga a los desamparados (...). Cuando tu casa ha sido arrasada necesitas un lugar dónde dormir y algo para comer, no dinero destinado a la protección de humedales”, remataba para contradecir a quienes se oponían a la creación de esa bolsa ante la existencia de otros mecanismos.
El otro gran punto sobre el que hay grandes expectativas tiene que ver con adaptación, que palabras más palabras menos son los ajustes que debemos hacer en los territorios, en las ciudades o en nuestros sistemas de transporte para que el cambio climático no tenga un efecto devastador. A diferencia de la mitigación, aún no es claro cuántos recursos se le deberán destinar ni cómo se definirá el monto que puede necesitar un país.
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“Siempre ha sido un punto clave, especialmente para países como Colombia, que son vulnerables al cambio climático, pero ha sido difícil de medir. ¿Cómo vamos a cuantificar el costo de la adaptación de una región? ¿Cómo vamos a definir los montos de financiación? Esta COP27 será clave para dar esos primeros pasos”, explica Camila Rodríguez, lideresa de Soluciones Basadas en la Naturaleza para la Mitigación en The Nature Conservancy (TNC) Colombia.
A los ojos de Laura Juliana Arciniegas, experta en diplomacia climática internacional y coordinadora del proyecto sobre Balance Mundial en Transforma, organización que sigue de cerca las negociaciones, por esos dos motivos, en parte, es que este encuentro será importante para los países de América Latina. Como cuenta, es una región que se ha visto muy rezagada en términos de financiamiento, a pesar de tener territorios muy vulnerables. Para no ir tan lejos, basta recordar el paso del huracán Iota por San Andrés y Providencia.
“Los países latinoamericanos tienen metas ambiciosas, a pesar de no ser grandes emisores. Han hecho un gran trabajo, no pueden quedarse rezagados”, señala.
Un liderazgo que nace en el Amazonas
A diferencia de otras oportunidades, parece que esta vez los líderes de la región pueden tener un poco más de protagonismo. Hay, dice Johnny Meneses, asesor de incidencia internacional de Gaia, un entorno favorable y unas condiciones políticas que pueden permitir que la región asuma un papel de liderazgo. Parte de ese rol estará dado por la selva que compartimos junto a otros siete países: la Amazonia.
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La elección de Gustavo Petro y de Luiz Inácio Lula da Silva, en Brasil, han causado una gran expectativa, aunque no es claro cómo se traducirán esas intenciones. “Ha habido manifestaciones, pero hay que avanzar en hechos que concreten esas alianzas, y la COP27 es el escenario ideal”, asegura Meneses. “Es la oportunidad ideal para aterrizar esos buenos propósitos en los escenarios que suelen darse de manera paralela a las negociaciones”, añade Arciniegas.
También, anota Luz Marina Mantilla, directora del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi), esta es una oportunidad para lograr una mayor inversión en la Amazonia de forma conjunta, pues la selva retiene una gran cantidad de carbono y allí es donde viven las poblaciones indígenas. “Necesitamos resolver la crisis climática a través de medidas que nos permitan generar adaptación de toda la Amazonia, que nos permitan seguir en el concurso de la mitigación”, afirma.
Por el momento, tan solo se conoce la idea de formar un “bloque amazónico”, como sugirió la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, pero no hay mayores detalles. Es una situación que en Brasil también tiene motivados a los líderes ambientales. “El Amazonas debería constituir parte central de las discusiones de la COP27. Los países amazónicos deben negociar fuentes de financiamiento, intercambio de tecnologías, patentes e innovaciones que permitan mantener el bosque de pie”, asevera Andrea Bolzon, coordinadora del proyecto de preservación, restauración y pago por servicios ambientales Floresta+Amazonia del PNUD en Brasil.}
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Pese a eso, lo mejor es tener cautela. Como dice Adriana Ramos, investigadora del Instituto Socioambiental de Brasil, no va a ser tan fácil formar un bloque de países amazónicos, pues Lula no ha asumido como presidente e irá como un invitado de la sociedad civil, no es parte de la delegación brasileña.
Otro punto que es valioso para Colombia en esta COP, que espera reunir a 100 mandatarios, es el espacio que tendrán los pueblos indígenas. Por primera vez, cuenta Isai Victorino, líder de Conservación Basada en Comunidades de TNC Colombia, el pabellón de nuestro país le dará prioridad a un evento liderado por estas comunidades. “Es una gran oportunidad para fomentar su participación y garantizar una mayor inclusión”, agrega.
Pero, en este caso, también hay muchas expectativas y no es muy claro cómo se materializarán. Según Meneses, es posible que haya alianzas y compromisos que reconozcan a los pueblos indígenas como socios en la agenda internacional. “Deben ser socios en la medida en que sus propuestas sean reconocidas y ellos sean partícipes de las discusiones para definir cómo se desarrollan e implementan los fondos de financiamiento”, apunta. “Esperamos que sus conocimientos sean tenidos en cuenta para encontrar soluciones y que reconozcan sus experiencias, porque han sido exitosas y muestran la mayor eficacia a la hora de proteger los bosques. Ya escuchamos varias promesas en las campañas presidenciales, así que es hora de pasar a los hechos”.
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Sharm el-Sheik, una de las principales ciudades turísticas de Egipto, que está entre el desierto de la península de Sinaí y el mar Rojo, fue el escenario escogido para que se concreten expectativas. Allá estará Gustavo Petro, que irá, por primera vez, a una COP con una comitiva que aún no ha revelado las cartas que espera jugar. Por el momento, solo hasta el viernes, el Ministerio de Ambiente reveló la agenda que guiará al Gobierno. Entre los más de 40 conversatorios que están planeados hay varios con títulos que prometen capturar la atención del país: uno es el “Lanzamiento de la construcción de la hoja de ruta para la transición energética justa de Colombia”, que hará el mismo Petro el 9 de noviembre, junto a Irene Vélez, ministra de Minas y Energía.
Otro que seguro se robará las miradas será la presentación del “Plan de Contención de Deforestación de la Amazonia Colombiana”, que estará a cargo de la vicepresidenta Francia Márquez y la ministra de Ambiente, Susana Muhamad. ¿Podremos detener, por fin, la destrucción de la selva?