El revelador informe que muestra la grave pérdida de biodiversidad global
La organización WWF acaba de publicar uno de los diagnósticos más exhaustivos que ha hecho del estado de animales silvestres vertebrados a nivel global. Las noticias no son nada buenas. América Latina es la región más inquietante.
Sergio Silva Numa
A mediados del 2020, cuando la pandemia ya había hecho estragos en la mayoría de países, el caricaturista Graeme MacKay compartió el siguiente dibujo en Twitter que se hizo muy popular. La imagen mostraba una ciudad acechada por cuatro olas enormes: la primera y más cercana era la del covid-19. La segunda, más grande que la anterior, era la de la recesión económica. La seguía la del cambio climático y, finalmente, había una ola enorme e incontenible que amenazaba a los habitantes: la del colapso de la biodiversidad. (Lea Deforestación en el Meta, la lucha por salvar los bosques amazónicos)
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A mediados del 2020, cuando la pandemia ya había hecho estragos en la mayoría de países, el caricaturista Graeme MacKay compartió el siguiente dibujo en Twitter que se hizo muy popular. La imagen mostraba una ciudad acechada por cuatro olas enormes: la primera y más cercana era la del covid-19. La segunda, más grande que la anterior, era la de la recesión económica. La seguía la del cambio climático y, finalmente, había una ola enorme e incontenible que amenazaba a los habitantes: la del colapso de la biodiversidad. (Lea Deforestación en el Meta, la lucha por salvar los bosques amazónicos)
“La pandemia y el cambio climático son dos grandes crisis que enfrenta el mundo, pero no olvidemos la pérdida de la biodiversidad, que sustenta la vida en nuestro planeta”, había escrito, por esos días, el biólogo colombiano Cristian Samper, hoy al frente de la gerencia del Bezos Earth Fund, una bolsa de US$10.000 millones para ayudar, a conservar ecosistemas claves del planeta.
A sus ojos, nos dijo después en una entrevista, esa caricatura mostraba que estábamos enfocados en las crisis a corto plazo, pero se nos olvidaban las crisis a mediano y largo plazo. “En biodiversidad, como decía Norman Myers, la extinción es para siempre. Una vez perdemos una especie no la podemos recuperar”, advertía. “¿Qué hacer? Creo que hay que dar la batalla. Es el único planeta que tenemos”.
“Dar la batalla” puede ser un buen término para entender lo que implica revertir los indicadores que la organización WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) acaba de presentarle al mundo. En el Informe Planeta Vivo 2022, que publicó este 12 de octubre y que elabora cada 2 años, muestra, como lo llama, el “diagnóstico más exhaustivo del estado de las poblaciones silvestres de vertebrados a nivel global” que han hecho hasta el momento.
Las noticias no son nada buenas. Para decirlo en los términos de Marco Lambertini, director general de WWF, “el mensaje está muy claro y las luces rojas ya se han encendido”. “El mundo enfrenta una doble emergencia inducida por el hombre, la crisis climática y la pérdida de biodiversidad, que amenaza el bienestar de las generaciones actuales y futuras”, escribe Lambertini en un apartado del documento de casi 60 páginas.
Es difícil condensar en unas pocas líneas la gran cantidad de información que reunieron los 89 autores que participaron en el texto para dimensionar el problema en el que nos encontramos (algunos de los principales datos están al final de este artículo). Pero unas cifras pueden ayudar a capturar esa compleja realidad. Por ejemplo: en promedio, en el mundo hubo, entre 1970 y 2018, un descenso del 69% en la abundancia de poblaciones de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces. América Latina es el caso más crítico: la disminución fue del 94%.
Como escriben en las primeras páginas del informe, Mike Barrett, Elaine Geyer-Allély y Matt Walpole, de WWF, “las conclusiones son contundentes. Necesitamos actuar urgentemente para restaurar la salud del mundo natural, pero no hay ninguna señal de que en estos momentos se esté deteniendo la pérdida de naturaleza y, mucho menos, de que se esté revirtiendo”. Dicho de otra forma, este informe, que se refiere a casi 32.000 poblaciones de 5.230 especies de todo el planeta, muestra que estamos fracasando y que “necesitamos un cambio transformador en los sistemas si queremos corregir el rumbo”.
¿Cómo? La fórmula no es sencilla: debemos, reitera el documento, aumentar los esfuerzos de conservación y restauración. También tenemos que producir y consumir de manera más sostenible; reducir los residuos y descarbonizar rápida y profundamente todos los sectores: el de la energía, la construcción, el transporte, la industria, la agricultura y el uso del suelo. La destrucción de la naturaleza, indica WWF, no solo está teniendo impactos catastróficos en la vida silvestre. Estamos poniendo en aprietos a salud humana y la seguridad alimentaria.
Otra buena muestra es lo que está sucediendo con el agua dulce, esencial para vivir. Desde 1970 las poblaciones que habitan en estos cuerpos de agua han disminuido, en promedio, 83%. El caso del delfín rosado del Amazonas (Inia geoffrensis) sintetiza la grave situación: una de las poblaciones evaluadas sufrió una disminución del 65% debido al aumento de la pesca selectiva.
Las poblaciones de peces migratorios de agua dulce también han sufrido un declive (76%) y sus hábitats han sido modificados. Solo el 37 % de los ríos de más de 1.000 km mantienen su curso libre en toda su extensión. Gran parte de ellos están atravesados por presas y embalses que perjudican la vida de estos animales.
Lo que está sucediendo en el mar también es inquietante: 18 de las 31 especies de tiburones y rayas oceánicas se ha reducido un 71% en los últimos cincuenta años. Hay ejemplos que ponen nervioso a cualquiera, como el del tiburón de punta blanca. “Su abundancia disminuyó un 95 % a nivel mundial en un plazo de tres generaciones”. Hoy está en la lista de especies en Peligro Crítico de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). ¿Qué podría significar esto? Entre otras cosas, cambios muy graves en las redes tróficas oceánicas, grandes perjuicios en las economías de diversas comunidades y en su seguridad alimentaria.
Si miramos hacia nuestros bosques, el escenario es igual de preocupante. Un buen caso es el del Amazonas: el 17% de su cuenca ha sido deforestada y cada vez se aproxima más a su “punto de no retorno”. Protegerla es importante porque almacena entre 150 y 200.000 millones de toneladas de carbono y porque allí está el 14 % de las aves, el 9 % de los mamíferos, el 8 % de los anfibios y el 18 % de los peces que viven en los trópicos. Su sistema fluvial, además, contiene casi el 20 % del agua dulce del mundo.
Pero mirar hacia esa selva también, sugiere WWF, implica apreciar los “enfoques indígenas” que “suelen situar las relaciones de reciprocidad personas-espacios en el centro de las prácticas culturales y de cuidados”. Son enfoques que se replican tanto en Brasil, como en Canadá o Australia y “que se articulan sobre conocimientos indígenas que incluyen saberes científicos y ecológicos que se transmiten de generación en generación de manera oral, a través de historias, ceremonias, prácticas y leyes”. Pero como reitera el informe, “los gobiernos y los líderes nacionales no comprenden esta visión del mundo y no usan el enfoque integral de los pueblos indígenas para la protección social y ambiental”.
Pero, parafraseando lo que escriben Gavin Edwards, Scott Edwards, Lin Li y Guido Broekhoven, todos de esta ONG, aún es tiempo de revertir esta tragedia. Pero, hay que darse prisa porque, como nunca antes, ahora estamos ante varias olas que parecen incontenibles: por un lado, evitar el aumento de la temperatura global en más de 1,5°C y, por otro, tratar de que no haya, como lo mostraba la caricatura con la que inició este artículo, un colapso de la biodiversidad.
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