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A dos horas en carro desde Mocoa (Putumayo) y a una hora a pie —claro, a paso de las personas que viven en la vereda— queda la finca del primo de Lisandro Mora. El predio está ubicado en los Altos del Tigre, municipio de Villagarzón, donde nacen los afluentes del río Putumayo y se abastece la cuenca del río Amazonas. Un lugar que, según explica Mora, lleva casi 12 años libre de conflicto armado y que hace solo dos años logró resistirse a una exploración petrolera que amenazaba con acabar sus recursos naturales. Hoy, después de declarar el Bloque San Juan, como lo llaman los lugareños, zona de conservación ambiental, la finca de Yoni, primo de Lisandro, se convertirá en el campamento base de la primera Expedición Bio de Colciencias.
Esta primera misión, que se pondrá en marcha el 1º de junio, está conformada por 33 personas, de las cuales 16 son putumayenses: diez actores locales y seis investigadores de la región. La idea, no solo de esta expedición, sino de las 19 más que se harán en el país en dos años, es conjugar el conocimiento de expertos y científicos con el saber local. De hecho, según explicó la gobernadora de Putumayo, Sorrel Aroca, durante el lanzamiento de la Expedición Bio, gran parte de los locales son promotores ambientales que en el pasado fueron cazadores y quienes han advertido “que sin ellos nadie se podrá mover por la zona”. Por esto, todas las publicaciones científicas que surjan de los 10 días que el equipo esté en campo serán firmadas por el conjunto de exploradores.
“Se va a estudiar un territorio que estaba limitado por el conflicto armado y hoy tenemos el deber de demostrarle a todos los colombianos que Putumayo es una de las regiones con mayor biodiversidad, no solo de Colombia, sino del mundo. Esto sin olvidar que lo más importante es el valor que tienen las comunidades que habitan con la biodiversidad de manera tradicional. Ese es el motivo de haber empezado en el Putumayo: por su importancia tanto social como biológica”, afirmó Brigitte Baptiste, directora del Instituto Humboldt, entidad que se encargará de coordinar tres de las 20 expediciones, empezando por la de Putumayo.
Por su parte, Yaneth Giha, directora de Colciencias, afirmó que este primer convenio entre el Humboldt y la entidad que dirige se hizo por el valor de $4.100 millones. “Una expedición puede estar costando entre $600 millones y $1.000 millones, e incluye no solo entrar al terreno, sino la planificación anterior y la previa curaduría que se debe hacer con el material recolectado”.
Para este caso, el material recogido irá a parar a colecciones públicas, como las del Instituto Humboldt y el Instituto Amazónico de Investigación Científica (Sinchi), y se está contemplando un convenio para que el material también llegue al Instituto Tecnológico del Putumayo (ITP). Pues como bien lo dijo Baptiste, “los resultados estarán bajo el libre escrutinio de toda la comunidad, porque se necesita una transición de la economía del petróleo a una bioeconomía. Dejar de depender de la explotación porque el mundo entero está cambiando”.
Una expedición contra las petroleras y para la educación
Aunque el principal objetivo de la Expedición Bio, “Donde nacen las nubes”, como se denominó a esta primera etapa en Putumayo, es conocer y preservar la biodiversidad, los habitantes de la quebrada Salado de los Loros, del Bloque San Juan, ven en ella un blindaje contra las petroleras.
Hace dos años, cuenta Iván Ruiz, de la Asociación Ambiental del Salado de los Loros y expedicionario de Colombia Bio, las 24 juntas de acción comunal que conforman la Asociación Ambiental se aliaron para defender su territorio y recursos naturales ante la entrada de la petrolera canadiense Gran Tierra. “La ANH había otorgado 100 pozos petroleros en la cordillera, donde está comprobado que es una zona rica en biodiversidad, fuentes hídricas y especies en vía de extinción”, explica.
Junto con los campesinos de la región y unidos a los pueblos indígenas nasa y awá, lograron que se suspendiera temporalmente la exploración, pero aún temen que la medida no sea suficiente. “Nosotros queremos que, como paso en La Macarena, se revoque definitivamente esta licencia. Estaremos contentos cuando eso suceda y no vamos a dejar de persistir en este sueño de ver nuestra zona libre de multinacionales”, afirma Ruiz.
Tener una investigación científica a espaldas, respaldada por investigadores reconocidos, y que haga parte de Colombia Bio, se convirtió en su última carta para demostrarle al Gobierno Nacional que esa zona no debe ser petrolera, sino de biodiversidad. “Hemos aceptado, con la esperanza y la ilusión de que se haga un estudio científico que nos permita demostrar que es cierto lo que nosotros decimos: que tenemos flora, fauna y 27 ríos sin contaminación que queremos conservar”. Idea que respalda la gobernadora Aroca, al afirmar que, aunque no se puede desconocer la economía extractiva de la región, “es necesario darle al Putumayo otro tipo de economía, basada en el potencial de la biodiversidad”.
Por esto, todos los resultados que nazcan de esta expedición serán incluidos en los Planes Educativos Institucionales (PEI) de Putumayo. “Estamos cansados de que a los cinco años nos enseñen a dibujar jirafas y rinocerontes, cuando tenemos que aprender sobre las dantas y los loros. Transformar la educación es parte de lo que este gran proyecto de Colciencias debe incorporar”.
Con las 20 expediciones que hará Colombia Bio en territorios como Caquetá, el Urabá, el Pacífico y San Andrés y Providencia, entre otros, se busca describir 5.000 nuevas especies, fortalecer 20 colecciones biológicas ya existentes e incrementar la librería genética documentando al menos 40.000 secuencias para los diferentes grupos taxonómicos en el país. Participarán 800 investigadores locales, nacionales e internacionales con técnicas como fototrampeo, medición de temperaturas, captación de sonido y redes de niebla, y 10 de las salidas de campo se harán en zonas que antes estaban cercadas por el conflicto.