En 50 años, el tamaño de poblaciones de animales silvestres ha caído un 73 %
WWF y la Sociedad Zoológica de Londres presentaron el informe que muestra el estado de las poblaciones silvestres de animales en el mundo. El tamaño promedio de las cerca de 5.500 especies que monitorean se redujo un “catastrófico” 73 % entre 1970 y 2020.
César Giraldo Zuluaga
A 12 días de que en Cali inicie la COP16, la cumbre de biodiversidad más importante del mundo, donde delegados de 196 países se darán cita para evaluar si las acciones nacionales permitirán detener y revertir la pérdida de biodiversidad para 2030, WWF acaba de publicar un informe en el que revela que en los últimos 50 años, el tamaño promedio de cerca de 5.500 poblaciones de animales en vida silvestre monitoreadas ha sufrido una “catastrófica” caída del 73 %.
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A 12 días de que en Cali inicie la COP16, la cumbre de biodiversidad más importante del mundo, donde delegados de 196 países se darán cita para evaluar si las acciones nacionales permitirán detener y revertir la pérdida de biodiversidad para 2030, WWF acaba de publicar un informe en el que revela que en los últimos 50 años, el tamaño promedio de cerca de 5.500 poblaciones de animales en vida silvestre monitoreadas ha sufrido una “catastrófica” caída del 73 %.
El ‘Informe Planeta Vivo 2024′, elaborado por WWF y la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL, por sus siglas en inglés), analizó casi 35.000 tendencias poblaciones de 5.495 especies de vertebrados entre 1970 y 2020. “Es una cifra alarmante para todas aquellas personas que nos preocupa el estado de nuestra naturaleza”, expresó la directora general de WWF, Kirsten Schuijt.
Acá es importante hacer una aclaración: el documento presenta el Índice Planeta Vivo (IPV), que registra la abundancia relativa de las poblaciones analizadas. Para que no se enrede, aunque una población de animales tenga muchos o pocos individuos, la abundancia relativa sigue la tendencia media, es decir, el ritmo al que cambian las poblaciones de fauna salvaje. Otra forma de entender ese 73 %, es que, en el último medio siglo, “las poblaciones a las que se ha hecho seguimiento se ha reducido, en promedio, en casi tres cuartas partes”, señala el documento.
Como suele suceder con índices globales, como el IPV, al enfocar la mirada en ecosistemas, organismos o regiones del mundo particulares, el panorama puede variar bastante. Eso sí, aclara WWF, la tendencia siempre es a la disminución, lo que varía es la dimensión.
Por ejemplo, los resultados indican que la naturaleza está disminuyendo en todos los sistemas. Sin embargo, el mayor descenso se registró en los ecosistemas de agua dulce, con un 85 % en los últimos 50 años. Le sigue el índice terrestre, que arrojó una caída del 69 % en hábitats como bosques, desiertos y praderas. Finalmente, el sistema que menor reducción en el tamaño de sus poblaciones exhibió fue el marino, con un 56 %. Esto se debe, explica el informe, a que “algunas poblaciones de peces gestionadas se han recuperado en los últimos años y otras se han estabilizado”. Pero, advierten los autores, no hay que perder de vista a los tiburones y rayas que “siguen mostrando niveles críticos de declive”.
Las tendencias también varían dependiendo de la región. América Latina y el Caribe son las regiones del mundo con el ritmo de descenso más rápido: en el periodo analizado, el índice disminuyó un 95 %, lo que equivale a una variación anual de 5,7 %. Nuestra región es seguida por África, con una disminución del 76 %; Asia y el Pacífico, con un 60 %; América del Norte, con un 39 %; y, finalmente, Europa y Asia Central, con un 35 %.
Para entender mejor estas dinámicas regionales, Mike Barret, director ejecutivo de Conservación y Ciencia de WWF Reino Unido, hacía un par de aclaraciones en estas páginas hace unas semanas: “estas tendencias globales que vemos ahora, no sugieren en modo alguno que Europa o Norteamérica sean mejores o lo estén haciendo mejor. Es solo que diezmamos nuestra naturaleza, nuestra vida salvaje, hace mucho tiempo”.
A lo que se refiere Barret, quien ha sido coautor de los informes de Planeta Vivo desde 2016, es que, tanto en Norteamérica como en Europa y Asia Central, los impactos a gran escala sobre la naturaleza ya eran evidentes antes de 1970. Esto, agrega el reciente documento, “explica en parte que la tendencia negativa sea menor que en otras regiones: muchas poblaciones se han estabilizado, pero partiendo de una base de referencia inferior”. “En 1970 ya nos quedaba muy poco”, resume el científico británico.
La segunda aclaración de Barret, apuntaba a que “el norte global también es parte de la razón por la que la naturaleza sigue disminuyendo en América Latina y el Caribe”. A sus ojos, los patrones de consumo de los países desarrollados —una causa de la que, reconocía, poco se habla—, han impulsado la pérdida de biodiversidad en otras regiones del mundo.
Así lo explica el informe de este año: “la región de Europa y Asia Central tiene la mayor huella ecológica de consumo (una medida de los recursos naturales y servicios consume un país) de todas las regiones (…), y a la vez es la que más excede su biocapacidad (la tierra disponible para producir estos recursos)”, lo que las hace dependientes de las importaciones de las regiones ricas en naturaleza.
En concreto, el análisis de la disminución de las poblaciones de vida silvestre arrojó seis principales motores del cambio, siendo la pérdida y la degradación del hábitat, causadas principalmente por el sistema alimentario, la que más influye en la pérdida de biodiversidad. A nivel global, le siguen la sobreexplotación, el cambio climático, la contaminación, las especies invasoras y las enfermedades. En la imagen que está a continuación, podrá detallar los motores de cambio dominantes para nuestra región:
Nos acercamos a puntos de inflexión peligrosos
Para Schuijt, la directora general de WWF, ese 73 % de disminución de las poblaciones de vida silvestre en los últimos 50 años, “también es otro indicador de la implacable presión causada por la doble crisis climática y de pérdida de naturaleza, y de la amenaza de quiebra del sistema regulador natural que sustenta nuestro planeta vivo”.
A lo que la científica neerlandesa, con un PhD en Ciencias Ambientales de la Universidad Erasmus, se refiere, es a los puntos de inflexión regionales y globales a los que nos acercamos. En términos generales, expone el informe, un punto de inflexión se da cuando los cambios alcanzan un “determinado umbral” que hace que el cambio se autoperpetúe, “dando lugar a un cambio sustancial, a menudo abrupto y potencialmente irreversible”.
Si se mantienen las tendencias actuales, es muy probable que se produzcan varios puntos de inflexión, advierten los autores del índice. Aunque algunos de los siete puntos de inflexión identificados en el informe tendrían impactos locales y regionales, otros, como el de la Amazonia o el de la Gran Barrera de Coral, producirían alteraciones a nivel global.
Uno de los que más preocupa a científicos de todo el mundo es, justamente, el de la selva amazónica. Allí, se encuentra el 10 % de la biodiversidad terrestre conocida y un mismo porcentaje de las especies de peces. Además, sus árboles almacenan el carbono equivalente a entre 15 y 20 años de las emisiones mundiales de los gases de efecto invernadero —los principales responsables del cambio climático—. El problema, es que podríamos estar cerca del punto de inflexión de la Amazonia.
Algunos estudios científicos estiman que este punto se alcanzaría al destruir entre el 20 y el 25 % de la selva amazónica. Los cálculos más recientes, indican que entre el 14 y el 17 % de la superficie de este bioma ya ha sido deforestado.
¿Qué sucedería si llegamos al punto de inflexión de la Amazonia? “Las consecuencias serían devastadoras, con pérdidas irreversibles de biodiversidad y valor cultural, cambios en los patrones climáticos regionales y globales, e implicaciones para la productividad agrícola y el suministro mundial de alimentos”, resume el documento. Además, se aceleraría el cambio climático global, pues la selva amazónica pasaría a ser una fuente de emisiones, haciendo imposible de alcanzar el objetivo de limitar la temperatura a 1,5 °C antes de que se acabe el siglo.
“El único momento seguro para actuar es ahora”
Para las decenas de científicos de todas partes del mundo que están detrás del reciente informe hay otro mensaje que debería ser claro: saber esto tiene que servirnos de alerta. “No debemos aplazar las medidas necesarias para evitar puntos de inflexión que hagan imposible alcanzar los objetivos mundiales en materia de naturaleza y clima. (…) El único momento seguro para actuar es ahora”, resaltaron los expertos.
La directora global de WWF trata de ser más precisa al asegurar que “lo que ocurra en los próximos cinco años será crucial para el futuro de la vida en la Tierra”. Pese a este llamado de urgencia, tanto Schuijt como los científicos, reconocen que los objetivos mundiales están lejos de ser alcanzados. Por ejemplo, al Acuerdo de París, que busca limitar el aumento de la temperatura a 1,5 °C para finales del siglo, no se cumpliría bajo los compromisos actuales, como lo reveló hace algunas semanas la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que aseguró que las temperaturas podrían aumentar hasta 3 °C durante este siglo.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), parecen seguir una senda de bajo cumplimiento, según ha reconocido la misma Organización de las Naciones Unidas. Por eso, el documento apunta a las próximas cumbres internacionales de biodiversidad (COP16, en Cali) y de cambio climático (COP29, en Azerbaiyán), como una “oportunidad para que los países estén a la altura del reto y avancen en la puesta en marcha de planes nacionales más ambiciosos sobre el clima y la naturaleza, impulsando la financiación —pública y privada— hacia las personas y comunidades que más la necesitan”.
Justamente, la ministra de Ambiente de Colombia y presidenta de la COP16, Susana Muhamad, dio, en la presentación del documento, la bienvenida a la capital del Valle del Cauca “para discutir la realidad de la crisis de la naturaleza y para poner estas reflexiones en el centro de las decisiones que tomemos”.
Mientras estos compromisos globales avanzan, WWF y la ZSL proponen una transformación en los tres sistemas que más contribuyen al cambio climático y la pérdida de biodiversidad: el alimentario, el energético y el de las finanzas.
Frente al primero —que utiliza el 40 % de toda la tierra habitable y es el responsable del 25 % de las emisiones de gases de efecto invernadero—, se debería fomentar una producción que proporcione comida para todas las personas, al tiempo que permita que la naturaleza prospere, así como reducir la pérdida y desperdicio de alimentos, y redirigir los subsidios ambientalmente dañinos, entre otras acciones.
Para el sistema de energía, el sector que más contribuye al cambio climático, los científicos instan a acelerar la transición energética que ya estamos viviendo. Si bien resaltan los esfuerzos globales por dejar atrás los combustibles fósiles, agregan que en los próximos cinco años se debe triplicar la energía renovable, duplicar la eficiencia energética, así como electrificar entre un 20 y 40 % de los vehículos ligeros, de la mano de otras acciones.
Finalmente, para el sistema financiero, que otorga a la naturaleza un valor casi nulo, según los autores, a pesar de que más de la mitad del PIB global (58 millones de dólares) dependan de la naturaleza y sus servicios, plantean que se deben redirigir las finanzas lejos las actividades dañinas y avanzar hacia la financiación verde, “que contribuya a los objetivos mundiales sobre naturaleza, clima y desarrollo sostenible”.
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