En Barranquilla, los que menos plata tienen viven con 5°C más de temperatura
Un grupo de investigadores examinó si había una diferencia de temperatura en los estratos de Barranquilla. El análisis, que ya se ha hecho en ciudades como Berlín y Buenos Aires, muestra que las comunidades más vulnerables tienen que aguantar más calor. ¿Por qué?
Berlín (Alemania), Buenos Aires (Argentina), Richmond, (Estados Unidos), Arica (Chile), Johannesburgo (Sudáfrica) y Barranquilla (Colombia) tienen algo en común: las zonas donde se registran las temperaturas más altas coinciden con las zonas donde habitan las personas con menos recursos económicos. (Lea: Los primates y otros mamíferos del bosque seco tropical del país que están en riesgo)
Aunque la temperatura del aire promedio de esta ciudad es relativamente alta (entre 26 y 28 °C), las áreas que están más alejadas de la costa del mar Atlántico y el río Magdalena, donde habitan los hogares con menores ingresos, tienden a ser más calurosas. Así lo demuestra un estudio liderado por investigadores de la Universidad del Norte y que acaba de ser publicado en la revista Urban Climate.
Según su análisis, en el sur de la capital del Atlántico, incluido el municipio de Soledad, las temperaturas pueden llegar a ser 5 °C más altas que en el norte, donde se encuentran las personas de mayores ingresos (estratos 4, 5 y 6). Esto se debe a un particular factor que comparten quienes están en estratos más altos: su cercanía a cuerpos de agua.
Como el agua requiere mayor energía para calentarse, en comparación con el aire o la superficie, genera una especie de equilibrio en las zonas aledañas, contrarrestando el aumento de la temperatura, algo que no sucede en las áreas más lejanas.
Para los investigadores, es una segregación que está relacionada con la historia del desarrollo urbano de la capital atlanticense. Desde el siglo XVIII la expansión en Barranquilla empezó a desarrollar un patrón radial, es decir, inició desde el centro y de ahí se expandió hacia el norte, sur y oeste. “Las personas de mayores recursos se empezaron a mover hacia el norte, para salir de la zona bullosa del centro, además porque allí tenían una mejor vista de la Sierra Nevada. Esas zonas del norte coinciden con que están más cercanas a la costa, pero también al río Magdalena”, explica Natalia Hoyos, profesora de historia y ciencias sociales, quien formó parte del estudio.
En la parte occidental y sur de la ciudad, agrega, se empezaron a conformar los barrios informales, a lo largo del siglo XX, cuando hubo grandes migraciones del campo hacia las ciudades por conflictos e inundaciones. Estos barrios, que ya están formalizados, son las zonas que están más alejadas del río (14 km en promedio) y de la costa (4,7 km). (Lea: Descubren cinco nuevas especies de víboras en Colombia y Ecuador)
Para los años 80 y 90, el crecimiento fue más notable en Soledad. El estudio menciona que la expansión urbana en este municipio también procedió desde el río hacia el oeste, y estuvo caracterizada por “ser caótica, con cobertura insuficiente de servicios básicos, de transporte, ausencia de áreas verdes y alta densidad de población urbana”.
De acuerdo con la ingeniera civil Yelenka Núñez, autora principal del estudio, “estas localidades, además de verse afectadas por las altas temperaturas, otros estudios sugieren que también sufren otros patrones de desigualdad en el acceso al transporte público y en la calidad de la infraestructura urbana, y además están expuestos a una menor calidad de aire”.
Estudios anteriores hechos en otras ciudades del mundo han mostrado un patrón similar. Uno de estos, publicado en 2021 en la revista AGU, analizó mil condados de todo Estados Unidos, y encontró que el 75 % de estos lugares tienen un calentamiento diurno significativamente mayor en las zonas de bajos ingresos. En ese caso puntual, la segregación estaba relacionada con la composición racial y étnica de los vecindarios.
¿Cómo recolectaron los datos?
Para llegar a dicha conclusión, los investigadores aplicaron una metodología similar a la de los estudios en otras partes del mundo, como el de Estados Unidos. Para determinar las temperaturas usaron los datos registrados a través de imágenes satelitales, provenientes del programa Landsat de la NASA, que determinan la temperatura superficial. Si bien esta es diferente a la que sienten las personas en las calles (temperatura del aire), “ayudan a identificar los patrones y la distribución de las temperaturas dentro de la zona urbana de manera continua”, explica Núñez.
La superficial suele ser más alta que la del aire. La segunda se mide a través de las estaciones climatológicas, y se toman a dos metros de la superficie. Pero obtener estos datos requiere una red densa y continua a escala de los barrios, con la que no cuenta Barranquilla. (Lea: Tras semanas de debate, Gobierno presenta borrador para regular pesca de tiburones)
Por otro lado, para determinar las zonas más y las menos vulnerables, los investigadores tomaron las variables socioeconómicas establecidas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística de Colombia (DANE), en el censo de 2018.
“En el documento de ese año, las variables estaban segregadas por manzanas. Lo que hicimos fue mirar el porcentaje de viviendas que están en estratos de 1 a 3 dentro de una manzana. Las zonas de alta vulnerabilidad son aquellas que tienen el 100 % de las viviendas en esos estratos (1, 2 y 3), y el grupo de baja vulnerabilidad son las que tienen menos del 4 % de los hogares en esos estratos”, explica Hoyos.
Así pudieron determinar que la temperatura promedio en las manzanas de alta vulnerabilidad es de 44 °C, y en las de baja vulnerabilidad de 38,5 °C. Pero es posible que el registro sea mayor, pues el satélite que capturó los datos pasa por Colombia a las 10:30 a.m., y las temperaturas más altas del día se registran entre las dos y tres de la tarde.
Los investigadores tuvieron en cuenta otras variables: bajo nivel educativo, alto porcentaje de población adulta mayor, alta densidad poblacional y alto porcentaje de población migrante. Sin embargo, aunque presentaron “diferencias significativas, estas eran pequeñas en comparación con las diferencias de temperatura halladas en las diferentes clases socioeconómicas”, menciona Núñez, quien actualmente cursa un doctorado en sistemas ambientales en la Universidad de California, Estados Unidos.
Para tener mayor exactitud, el estudio tomó imágenes satelitales captadas en 2018, donde estaban los registros de la temperatura superficial, con el fin de que coincidieran con los datos demográficos del censo del DANE. Para ese año, el país también atravesaba por el fenómeno de El Niño, que genera un aumento en las temperaturas y disminución de lluvias en el territorio nacional.
¿Cómo resolver esta situación? Aunque las condiciones de Barranquilla dificultan que estas diferencias desaparezcan, para los autores del estudio es importante implementar algunas acciones para mitigar el calor urbano en las zonas más vulnerables. Algunas de las que mencionan son la creación de una red local de estaciones meteorológicas para monitorear la temperatura del aire y las diferencias que se presentan en toda la ciudad. También creen que se debe aumentar la investigación para optimizar la distribución de los espacios verdes, algo clave para ayudar a regular la temperatura.
Berlín (Alemania), Buenos Aires (Argentina), Richmond, (Estados Unidos), Arica (Chile), Johannesburgo (Sudáfrica) y Barranquilla (Colombia) tienen algo en común: las zonas donde se registran las temperaturas más altas coinciden con las zonas donde habitan las personas con menos recursos económicos. (Lea: Los primates y otros mamíferos del bosque seco tropical del país que están en riesgo)
Aunque la temperatura del aire promedio de esta ciudad es relativamente alta (entre 26 y 28 °C), las áreas que están más alejadas de la costa del mar Atlántico y el río Magdalena, donde habitan los hogares con menores ingresos, tienden a ser más calurosas. Así lo demuestra un estudio liderado por investigadores de la Universidad del Norte y que acaba de ser publicado en la revista Urban Climate.
Según su análisis, en el sur de la capital del Atlántico, incluido el municipio de Soledad, las temperaturas pueden llegar a ser 5 °C más altas que en el norte, donde se encuentran las personas de mayores ingresos (estratos 4, 5 y 6). Esto se debe a un particular factor que comparten quienes están en estratos más altos: su cercanía a cuerpos de agua.
Como el agua requiere mayor energía para calentarse, en comparación con el aire o la superficie, genera una especie de equilibrio en las zonas aledañas, contrarrestando el aumento de la temperatura, algo que no sucede en las áreas más lejanas.
Para los investigadores, es una segregación que está relacionada con la historia del desarrollo urbano de la capital atlanticense. Desde el siglo XVIII la expansión en Barranquilla empezó a desarrollar un patrón radial, es decir, inició desde el centro y de ahí se expandió hacia el norte, sur y oeste. “Las personas de mayores recursos se empezaron a mover hacia el norte, para salir de la zona bullosa del centro, además porque allí tenían una mejor vista de la Sierra Nevada. Esas zonas del norte coinciden con que están más cercanas a la costa, pero también al río Magdalena”, explica Natalia Hoyos, profesora de historia y ciencias sociales, quien formó parte del estudio.
En la parte occidental y sur de la ciudad, agrega, se empezaron a conformar los barrios informales, a lo largo del siglo XX, cuando hubo grandes migraciones del campo hacia las ciudades por conflictos e inundaciones. Estos barrios, que ya están formalizados, son las zonas que están más alejadas del río (14 km en promedio) y de la costa (4,7 km). (Lea: Descubren cinco nuevas especies de víboras en Colombia y Ecuador)
Para los años 80 y 90, el crecimiento fue más notable en Soledad. El estudio menciona que la expansión urbana en este municipio también procedió desde el río hacia el oeste, y estuvo caracterizada por “ser caótica, con cobertura insuficiente de servicios básicos, de transporte, ausencia de áreas verdes y alta densidad de población urbana”.
De acuerdo con la ingeniera civil Yelenka Núñez, autora principal del estudio, “estas localidades, además de verse afectadas por las altas temperaturas, otros estudios sugieren que también sufren otros patrones de desigualdad en el acceso al transporte público y en la calidad de la infraestructura urbana, y además están expuestos a una menor calidad de aire”.
Estudios anteriores hechos en otras ciudades del mundo han mostrado un patrón similar. Uno de estos, publicado en 2021 en la revista AGU, analizó mil condados de todo Estados Unidos, y encontró que el 75 % de estos lugares tienen un calentamiento diurno significativamente mayor en las zonas de bajos ingresos. En ese caso puntual, la segregación estaba relacionada con la composición racial y étnica de los vecindarios.
¿Cómo recolectaron los datos?
Para llegar a dicha conclusión, los investigadores aplicaron una metodología similar a la de los estudios en otras partes del mundo, como el de Estados Unidos. Para determinar las temperaturas usaron los datos registrados a través de imágenes satelitales, provenientes del programa Landsat de la NASA, que determinan la temperatura superficial. Si bien esta es diferente a la que sienten las personas en las calles (temperatura del aire), “ayudan a identificar los patrones y la distribución de las temperaturas dentro de la zona urbana de manera continua”, explica Núñez.
La superficial suele ser más alta que la del aire. La segunda se mide a través de las estaciones climatológicas, y se toman a dos metros de la superficie. Pero obtener estos datos requiere una red densa y continua a escala de los barrios, con la que no cuenta Barranquilla. (Lea: Tras semanas de debate, Gobierno presenta borrador para regular pesca de tiburones)
Por otro lado, para determinar las zonas más y las menos vulnerables, los investigadores tomaron las variables socioeconómicas establecidas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística de Colombia (DANE), en el censo de 2018.
“En el documento de ese año, las variables estaban segregadas por manzanas. Lo que hicimos fue mirar el porcentaje de viviendas que están en estratos de 1 a 3 dentro de una manzana. Las zonas de alta vulnerabilidad son aquellas que tienen el 100 % de las viviendas en esos estratos (1, 2 y 3), y el grupo de baja vulnerabilidad son las que tienen menos del 4 % de los hogares en esos estratos”, explica Hoyos.
Así pudieron determinar que la temperatura promedio en las manzanas de alta vulnerabilidad es de 44 °C, y en las de baja vulnerabilidad de 38,5 °C. Pero es posible que el registro sea mayor, pues el satélite que capturó los datos pasa por Colombia a las 10:30 a.m., y las temperaturas más altas del día se registran entre las dos y tres de la tarde.
Los investigadores tuvieron en cuenta otras variables: bajo nivel educativo, alto porcentaje de población adulta mayor, alta densidad poblacional y alto porcentaje de población migrante. Sin embargo, aunque presentaron “diferencias significativas, estas eran pequeñas en comparación con las diferencias de temperatura halladas en las diferentes clases socioeconómicas”, menciona Núñez, quien actualmente cursa un doctorado en sistemas ambientales en la Universidad de California, Estados Unidos.
Para tener mayor exactitud, el estudio tomó imágenes satelitales captadas en 2018, donde estaban los registros de la temperatura superficial, con el fin de que coincidieran con los datos demográficos del censo del DANE. Para ese año, el país también atravesaba por el fenómeno de El Niño, que genera un aumento en las temperaturas y disminución de lluvias en el territorio nacional.
¿Cómo resolver esta situación? Aunque las condiciones de Barranquilla dificultan que estas diferencias desaparezcan, para los autores del estudio es importante implementar algunas acciones para mitigar el calor urbano en las zonas más vulnerables. Algunas de las que mencionan son la creación de una red local de estaciones meteorológicas para monitorear la temperatura del aire y las diferencias que se presentan en toda la ciudad. También creen que se debe aumentar la investigación para optimizar la distribución de los espacios verdes, algo clave para ayudar a regular la temperatura.