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“Energías limpias, no hay otro camino”: Eutimio Mejía Soto

Quindiano, experto en lo que se conoce como “contabilidad ambiental”, el reconocido académico cuestiona la hipocresía de muchos de los sectores productivos y de los estados cuando hablan de cuidar el medio ambiente y respalda la tesis del presidente Gustavo Petro de dar un viraje radical hacía las energías limpias.

William Acero Arango / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR
17 de octubre de 2022 - 07:24 p. m.
Eutimio Mejía Soto es actualmente docente e investigador de la Universidad del Quindío.
Eutimio Mejía Soto es actualmente docente e investigador de la Universidad del Quindío.
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Doctor en Desarrollo Sostenible, magister en Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, licenciado en Contaduría Pública y en Filosofía, elegido como contador público del año por el Colegio Colombiano de Contadores-Quindío en 2006, Premio Nacional de Investigación Contable FEDECOP, miembro del Grupo de Investigación en Contaduría internacional, miembro honorifico de la Fundación para la Investigación y el Desarrollo de la Ciencia Contable (FIDESC), fundador y director de la Escuela de Formación e Investigación Contable EFIC y docente titular en la Universidad de Quindío.

Son algunos de los logros de Eutimio Mejía Soto, un investigador nacido en Armenia dedicado al campo de la contabilidad tridimensional, la epistemología contable, la biocontabilidad, la sociocontabilidad y la sustentabilidad. Sus trabajos han sido reconocidos en todo el mundo y en este diálogo para el programa “La Hora de Acero” de Telecafé y El Espectador, expone sus puntos de vista sobre lo que está pasando con los recursos naturales en Colombia y todo el planeta, recalca en la importancia de cuidar el agua y en la necesidad de escuchar a nuestros antepasados y campesinos, cuestiona la hipocresía de muchos de los sectores productivos cuando hablan de cuidar el medio ambiente y respalda la tesis del presidente Gustavo Petro de dar un viraje radical hacía las energías limpias.

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Ha sido dos veces ganador del Premio Nacional de Investigación Contable FEDECOP y su trabajo se enmarca dentro de lo que se conoce como “contabilidad ambiental”, ¿eso qué es?

Es un trabajo de contadores públicos y tenemos dos premios nacionales de investigación. Son trabajos conjuntos con otros profesores, en los que estamos mostrando las nuevas concepciones de la relación del hombre con la naturaleza. Lo que queremos es seguir impulsando el respeto que debe tener el ser humano por el medio ambiente y todos sus componentes.

¿Cuál es la razón de su éxito?

Comprender y saber que tenemos una función importante de vida. El hecho ya de tener la vida y esta chispa es algo muy grande, y ello nos ha convocado a hacer cosas y dejar huella en el planeta. Con lo que estamos haciendo contribuimos a otros sectores para el crecimiento personal y profesional. Lo otro es entender que la vida es un aprendizaje permanente, cada nuevo texto, cada nueva lectura.

Hay actualmente muchas alertas encendidas por lo del cambio climático, por el medio ambiente, el agua, los páramos, la naturaleza en general, ¿cuál es su mensaje en este sentido?

Tenemos que hacer una reflexión sobre cuál es la relación que el hombre debe tener con la naturaleza. Esa relación debe ser de respeto. Es la naturaleza la que establece las leyes, la que expone los límites, la que nos ha entregado unos recursos que tenemos que respetar. Es claro que esos recursos naturales y las relaciones ecosistémicas se ven afectadas por unas actuaciones de los seres humanos.

¿Y en Colombia cómo estanos en esa relación, se está trabajando por la defensa y protección del medio ambiente en Colombia?

Tenemos que pensar que en el mundo, en general, son muy pocas las cosas que se hacen por el medio ambiente. No es solo Colombia, es en el mundo, y me refiero a cosas reales de protección frente el cuidado de los recursos naturales en las relaciones ecosistémicas. Lo más peligroso es que se está presentando un lenguaje creciente en donde todos se manifiestan a favor de la naturaleza: estados, organizaciones multilaterales, ONGs, que señalan que lo que se esta es buscando una protección y una salvaguardia. Y eso no es más que un lenguaje en apariencia, pues lo que tienen es preocupación por el marketing, por mostrar, por aparentar, pero en la realidad no lo están haciendo. Por ejemplo, hay empresas que presentan reportes de lo que están haciendo en materia ambiental, pero en realidad no es algo real, es ficticio. Lo más complicado es que, a la hora de presentar estos balances, lo hacen es para tener una calificación positiva, nunca pensando de verdad en el medio ambiente y en el mejoramiento de todo el ecosistema. No se está respetando las otras existencias de vida del planeta.

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Como se dice popularmente, “está pasando aceite el agua…

Vamos a pensar en dos aspectos: nosotros tenemos una concepción de que los recursos son infinitos, inagotables. Creemos que la naturaleza es una proveedora de recursos ilimitados y no lo es. Lo que está pasando hoy nos lo están señalando desde hace muchos años. En 1962, por ejemplo, en lo de la llamada “primavera silenciosa”, desde hace 60 años nos estaban diciendo de los peligros que existían de envenenar nuestras tierras para que se pudiera producir. En el año 2010 se vuelve hacer un estudio en donde se destaca que el acto de amamantar a los hijos puede ser riesgoso por todos los alimentos contaminados que consumen nuestras mujeres. Allí es donde comienza una afectación a la condición humana, pero más que ese tema, son las condiciones generales que nos está implicando el capitalismo. Los aspectos de la desaparición de muchas de las especies, incluidos los seres humanos, es producto del daño del hombre y las multinacionales al ecosistema.

Y parecería que los estados prefieren mirar para otro lado y a la hora de la protección del medio ambiente, no apuntan a poner en cintura a las empresas…

Esto es clave. No existen reportes estatales reales que efectivamente, en términos físicos, nos permitan determinar el impacto que todos, incluidas las empresas, le estamos generado a la naturaleza. Allí es donde tenemos que hacer un llamado urgente, primero a tantas empresas y organizaciones que presentan unos reportes financieros, con utilidades crecientes que ocupan todos los titulares de los grandes medios de comunicación en Colombia y el mundo, pero lo que no nos están mostrando es cuáles son los costos reales de lo que está pasando en lo que tiene que ver con el medio ambiente y la naturaleza. Los costos sociales, los daños ambientales que están generando esas empresas no los vemos por ningún lado, lo que hoy comienza a surgir es el costo ecológico y cuáles son los impactos en términos de unidades ambientales por aquellas acciones de las organizaciones y empresas que contaminan nuestros ríos. No están asumiendo los costos de lo que hacen, ¿la contaminación del aire hoy quien la asume?, ¿quién nos recupera ese aire?

¿De qué manera pedirle a los estados y a la gente que nos den resultados sobre lo que está pasando realmente con el medio ambiente?

Hay un desconocimiento general sobre lo que está pasando realmente, también tenemos muy pocos elementos para conocer la realidad. Tenemos dos caminos, el primero es el de la ciencia, la tecnología, desarrollo e innovación, pero creo que el más importante es el segundo, el del reconocimiento a todas las formas del saber, a los conocimientos ancestrales, a los conocimientos indígenas y al saber campesino.

¿Cree que el desconocimiento de todos estos actores que cuidaron por décadas el medio ambiente y el agua es parte de lo que nos está pasando hoy con la naturaleza?

Ese es otro fenómeno que tenemos que entrar a discutir, pero tiene algo de realidad: el diálogo de saberes y de intersaberes.

Dice en uno de sus libros: “La nueva ciencia debe ser con la gente y para la gente”, ¿qué quiere decir exactamente?

Es muy hermoso ese concepto. Es tomado de toda la filosofía e ideología de los saberes. Esto nos está diciendo que el fin del conocimiento tiene que apuntar hacia un hombre nuevo, con nuevos valores, con nueva dinámica, con nueva concepción ética. Debemos inclusive replantear lo que es el concepto del paradigma del consumo, que es el que nos ha comprometido en esta economía de mercado y esa ciencia de la gente y para la gente nos dice que tenemos que estar concentrados en el paradigma de la conservación, del cuidado, un paradigma de sentir dolor cuando otro ser humano siente dolor, de sentir tristeza cuando otro ser vivo siente tristeza. Sentirnos acongojados cuando vemos que la naturaleza está siendo golpeada, sentir el dolor por la vida de los demás.

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El presidente Gustavo Petro habla de cambiar el sistema de las energías de petróleo, gas y carbón por energías limpias, que no contaminen, pero la economía del mundo y la de nosotros depende de estas, ¿qué hacer?

Vamos a pensar que el mundo es gobernado las teorías. Socialmente se siente un desprecio por el mundo de la academia y las dinámicas teóricas, pero eso hay que valorarlo. Existe un montón de teorías que están siendo reconocidas, como la del decrecimiento de Serge Latouche. Estamos hablando de la ecología política, de la ruptura de la economía ecológica, y estas nuevas formas de mirar la política y de mirar la ciencia, la economía y las formas de administrar, son necesarias que se discutan en el país y que las mismas discusiones salgan de las universidades, donde hoy se están dando. Necesitamos tener una comunicación directa con la sociedad en general, sin excluir a nadie, pues si articulamos estos discursos con los de las comunidades tendremos resultados sabios, resultados concertados, de mutuo enriquecimiento, para poder cuidar realmente el planeta. Para que se dé realmente el respeto por la naturaleza y por toda la biodiversidad. Así la sociedad en general sentirá que está representada, que aportó a cada una de las soluciones que se necesitan.

Muy académico y constructivo lo que dice, pero no me contestó qué hacemos con cambiar a las energías limpias…

No hay otro camino, no hay otra posibilidad. Las condiciones limitadas y finitas del planeta no van a permitir que continuemos con estas políticas de explotación, de unos recursos que son finitos y con esa degradación que el mundo ya no la soporta.

Por William Acero Arango / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

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