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Ya casi se cumplirán dos años desde que Prodeco (subsidiaria de la multinacional Glencore) presentó una solicitud de renuncia de cinco de sus títulos mineros ante la Agencia Nacional Minera (ANM). En 2021, aceptó que la empresa devolviera al Estado tres de esos, las minas de Calenturitas y La Jagua, donde se extraían más de 15 millones de toneladas de carbón al año.
Dania Guzmán, extrabajadora de Prodeco, que explota carbón a cielo abierto en el departamento de Cesar, fue una de las mujeres que hizo parte del primer despido masivo. Con el cierre abrupto de esas minas, miles de empleados directos—y varios más de otros negocios y sectores de los municipios mineros—quedaron en el aire. (Lea: Esto es lo que la inteligencia artificial puede aprender de las abejas)
Ahora, el pasado 16 de junio, Guzmán fue una de los más de 20 estudiantes que terminaron el diplomado en Transición Minero-Energética Justa en el Caribe Colombiano, una iniciativa de la Universidad del Magdalena y la Fundación Heinrich Böll. En el cierre del diplomado, Guzmán y otras personas que pasaron por el sector minero-energético, acabaron el curso de 180 horas sobre energías renovables y la transición energética justa.
“Para que esta transición sea justa, tenemos que participar las comunidades. No se trata solamente de pasar a una energía a otra, sino todo lo que eso implica en los territorios, a nivel económico y social”, dijo Guzmán.
En La Jagua de Ibirico, municipio con varios extrabajadores de Prodeco, la situación es grave. A inicios de este año, varios líderes de allí, que pidieron no ser nombrados, le manifestaron a El Espectador su preocupación sobre la situación en ese lugar. “Vivimos por mucho tiempo del carbón y ahora estamos enfrentando una crisis económica muy fuerte. Necesitamos que el gobierno nos responda qué va a pasar y que nos den alternativas de vida”, indicó uno de ellos. (Lea también: El mundo perdió en 2022 bosque tropical a una tasa de 11 canchas de fútbol por minuto)
Esa situación ilustra bien uno de los puntos centrales de lo que es una transición energética justa: la reconversión laboral de los trabajadores de esos sectores. Como explica Andrea Cardoso, coordinadora del Semillero de Transición Energética de la Universidad del Magdalena, la reconversión laboral y productiva es, sí o sí, uno de los puntos más importantes para considerar al hablar del fin de la minería de carbón, por ejemplo.
Desde la U. del Magdalena, indica, el diplomado en transición minero-energética responde a la reconversión productiva de algunos de los trabajadores en el corto plazo. Según el rector de la universidad, Pablo Vera, la idea del diplomado era determinar cómo ayudar a estos trabajadores, para que “tengan herramientas para continuar con su proyecto de vida”. Por eso, el diplomado abordó temáticas como la transición energética, las energías renovables no convencionales, la agroecología y un módulo sobre proyecto de vida y emprendimientos.
“El objetivo de este era pensar cómo armonizar su proyecto de vida con la posibilidad de un proyecto empresarial de economía colaborativa, identificamos unas aglomeraciones, con las que se podrían montar tres o cuatro cooperativas”, afirmó Vera. (Le puede interesar: Cacao amazónico: una apuesta para construir paz y recuperar bosques)
En el caso de Dania Guzmán, por ejemplo, conformó con otras estudiantes del diplomado la Asociación de Mujeres del Corredor de Vida en la Transición Energética, que tiene como objetivo ayudar a formar a más mujeres de la región en aspectos como la reconversión laboral y productiva, la creación de emprendimientos y la formación académica.
Uno de los aspectos que más les interesa es cómo las mujeres pueden tener un papel importante en la transición energética. “El tema minero-energética ha sido muy masculinizado y, por ahora, el de las energías limpias también. No hay mujeres trabajando en construir esa infraestructura, en los puntos de decisión no estamos nosotras”.
Además de esto, Vera comenta que, a lo largo del proceso, la universidad se ha dado cuenta de que los trabajadores del sector de minas y energía concentran mucho conocimiento. “Hay gente de seguridad, de logística, que saben de explosivos, de mantenimiento de maquinaría pesada, es decir, con unos saberes acumulados importantes”, indica. (Lea: Más del 90% de la producción de alimentos acuáticos es vulnerable al cambio climático)
El paso para seguir es cómo asegurar que los trabajadores puedan hacer un cambio a otra área del conocimiento que integre algo de lo que ya saben o cómo “validar su conocimiento desde la academia”, dice Vera. Esto quiere decir, agrega, que una pregunta que se pueden plantear las Instituciones de Educación Superior (IES) es: “¿a qué equivale lo que saben los trabajadores en la lógica de los créditos académicos para poder darles un título, ya sea técnico, de pregrado o de tecnólogo?”.
Por otra parte, como apuntó Ovelio Jiménez, alcalde de La Jagua, en el evento de clausura del diplomado, uno de los puntos más importantes de este tipo de iniciativas es que permitan construir un camino de “acciones concretar para realizar una transición energética justa”.
Por eso, resaltó el rector de la U. del Magdalena, otra posibilidad que ha evaluado la universidad es abrir una convocatoria especial con el Fondo Emprender del Sena, con el que tienen un convenio, para ayudar a los estudiantes del diplomado a estructurar mejor sus emprendimientos. “Con recursos para la transición energética, serían capaces de montar un plan de negocio viable, una asociación o cooperativa estructurada que preste servicios, de acuerdo con su experticia”, indica. (Lea: Sube producción mundial de energía eólica y solar, pero combustibles fósiles aún dominan)
A mediano y largo plazo, dice Cardoso, es necesario que se establezcan y fortalezcan áreas profesionales, como la agroecología, etnoturismo e ingeniería energética, por ejemplo, que estén orientadas a fortalecer el desarrollo de las regiones antes dependientes de los combustibles fósiles.
Vera agrega que “es necesario que todo el sistema educativo haga un diagnóstico claro de la situación, de las regiones y de los trabajadores para encontrar cuál puede ser el plan para que se diversifiquen”. Ese plan, dice, debería ser por lo menos de 15 años, porque involucra un proceso de formación y reentrenamiento. “La experiencia en La Jagua nos mostró que nadie estaba preparado para que saliera el carbón así, ni los trabajadores ni los gobiernos locales” Eso implica, entonces, una política de largo plazo”.
El Gobierno aún no ha dado una respuesta clara sobre lo que planea para los municipios mineros del Cesar, más allá de anunciar que se convertirán en un corredor de vida. Pero Jiménez, alcalde de La Jagua de Ibirico, anunció en la clausura del diplomado que en el municipio se realizará el segundo ciclo del diplomado. “Este diplomado será la primera de una serie de acciones que nos permitirán construir la transición”, indicó en el evento.
“En el municipio nos despertamos a una situación muy compleja, desde el punto social y económico, que además no tenía antecedentes, y por eso es importante este diplomado que se desarrolló, da una parte de la respuesta”, dijo.
El rector Vera afirma que ya se están inscribiendo los estudiantes para el segundo ciclo del diplomado y que están “muy entusiasmados”. Y ahora, añade, el afán que tienen con el programa es cómo continuar con la formación de los proyectos y conseguir recursos para financiar los que surjan, así como becas para que los trabajadores continúen formándose.