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Me duele lo que les voy a contar. La bahía de Cartagena agoniza. Necesita un respirador, porque le falta oxígeno; un buen antibiótico, porque las bacterias ya son resistentes a los más comunes; unas trampas que tranquen todos los sedimentos provenientes del Canal del Dique, y una herramienta que baje los niveles de metales pesados, porque están afectando los organismos que aún tratan de sobrevivir en sus aguas. Lo dice la ciencia: durante siete años un grupo de investigadores estuvieron midiendo y monitoreando la calidad ambiental de las aguas y los sedimentos de la bahía, el nivel toxicológico de los peces y la salud de sus habitantes. Sus resultados los presentaron hace poco en Cartagena y ya están en manos de las autoridades para que tomen acciones. También proponen soluciones. (Le puede interesar: Reforma tributaria, ¿embolatará de nuevo la plata del impuesto al carbono?)
Estos científicos forman parte del proyecto Basic, en el que participan las universidades Eafit, Cartagena y Los Andes. Es financiado, principalmente, por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC, por su sigla en inglés), con el apoyo de Cardique y la Fundación Hernán Echavarría Olózaga. La historia es la siguiente.
Un preocupante escenario
¿Cómo se ve actualmente esta bahía que se convirtió en estuario? Unas aguas turbias, de color del barro, que ya no son saladas por la cantidad de agua dulce proveniente del río Magdalena, y que además están estancadas. Dicen los científicos del proyecto Basic que la renovación de las aguas es muy lenta, pues ocurre cada dos o tres meses, y lo que sale es igual de contaminante a lo que llega. Esto sucede principalmente en la bahía interna que es fija en su área geográfica y tiene dos bocas: Bocachica y Bocagrande. Es decir, la bahía no se descontamina naturalmente (Ver mapa). (Puede leer más noticias de ciencia y ambiente aquí)
Así, “la bahía es un estuario ‘letrina’ que ha estado acumulando por décadas la degradación ambiental del país”, de acuerdo con el oceanógrafo Juan Darío Restrepo, de la Escuela de Ciencias de la Universidad Eafit y director científico del proyecto.
Y estos contaminantes, que son de diferentes tipos, pueden llegar hasta las islas del Rosario y San Bernardo, ampliando su radio de acción y llegando a ser la bahía externa, que se extiende mar afuera por esas dos bocas, según “los pulsos de agua dulce que provienen del Canal del Dique”, continúa Restrepo.
Nada queda del recuerdo del exministro de Ambiente José Vicente Mogollón cuando en su libro, El Canal del Dique, historia de un desastre ambiental, explica las razones por las cuales Pedro de Heredia fundó la ciudad de Cartagena en 1533. Es que la bahía de Cartagena era segura, “muy abrigada y profundísima, tenía mejor clima, con brisas más fuertes… ofrecía interesantes posibilidades defensivas, con varios estrechos donde construir fortalezas para cerrar el paso del enemigo. Pero tenía una ventaja definitiva: su cercanía del Río Grande de La Magdalena, que era, en todo caso, la gran avenida para explorar los promisorios y altos valles andinos, con climas sanos para los europeos: tierras frías libres de fiebre amarilla”.
Hasta 1952, relata, sus aguas eran cristalinas y coralinas, porque en ese año, “por primera vez en la historia, en un canal encajonado de 114,5 kilómetros, las aguas del río Magdalena llegaron a la bahía de Cartagena, y con ellas, los finos en suspensión, las tarullas y demás vegetación de agua dulce”.
Los enemigos de los que tiene que defenderse ahora son otros. Veamos.
La ciencia dibuja la situación actual de la bahía
¿Qué produjo este desastre que afecta a quienes lo habitan o viven de sus aguas? Los culpables son muchos: es el propio Canal del Dique que trae basuras, residuos industriales y los desechos causados por la deforestación y el cambio en el uso de la tierra originado por el 85 % de los habitantes de este país que vivimos alrededor del río Magdalena. Ese río llora sedimentos que escurren en la bahía. El proyecto Basic dice que en 26 años han llegado 52 millones de toneladas y entre 2005 y 2015 la cantidad de sedimentos aumentó en un 48 %. (Le puede interesar: La cobertura mundial de corales se ha reducido a la mitad en los últimos 50 años)
Para que ocurra la navegación hay que dragar con relativa frecuencia, y cuando se draga se remueven metales como el mercurio que se encuentra en el fondo de la bahía, por los derrames de Alcalis de Colombia en la década de los años 70. Un estudio realizado por Invemar en 2009 concluyó que las concentraciones de mercurio debajo de la bahía están 27 veces más altas que el umbral de riesgo probable. Y la bióloga molecular Doris Gómez Camargo -directora del Laboratorio de Investigación de Unidad Molecular (Unimol) y del doctorado de medicina tropical de la Universidad de Cartagena, a cargo del componente de salud en Basic- lo comprobó con análisis de sangre tomados en población de Barú, Ararca y Tierrabomba. “En Barú hay nivel de alerta”, dijo durante la entrega de resultados en días pasados.
Pero “el mercurio no es el único agresor contaminante”, explicó Restrepo. También hay cromo, que si bien en la primera fase del proyecto (2014-2017) los científicos encontraron concentraciones ligeramente más altas del umbral de riesgo potencial -agregó el canadiense Marko Tosic, líder investigador del componente de calidad de agua y sedimentos, y gerente del proyecto-, en la fase dos (2018- 2021) detectaron un punto en la parte norte de la zona industrial de Mamonal, donde las concentraciones se duplicaron.
Los estudios liderados por Tosic revelaron la presencia de cadmio, níquel y plomo por encima de los niveles permitidos, provenientes del Canal del Dique, también encontraron cobre, arsénico y zinc, que llegan desde el canal y de Mamonal. Las estaciones de monitoreo tomaron datos mensualmente en las aguas y trimestralmente en los sedimentos, midiendo 20 parámetros.
Otro problema es la falta de oxígeno en las aguas por exceso de nutrientes y de materia orgánica que vienen de las aguas residuales industriales y del Canal del Dique. “Las concentraciones de oxígeno están por debajo del límite en las profundidades de la bahía de Cartagena”, afirmó Tosic, es decir debajo de cinco metros.
Esto también tiene que ver con que el agua dulce que desemboca por el canal queda en la superficie por ser más ligera y se mueve. Uno lo ve por las olas. Pero debajo y hasta el fondo del mar tiene lugar un proceso, la eutroficación: “Las algas bajo el agua necesitan luz y nutrientes para crecer. Cuando hay exceso, crecen mucho y mueren. Y su descomposición consume todo el oxígeno y deja el agua hipóxica, sin oxígeno, lo cual es malo para el ecosistema y para los peces”, explicó Tosic.
Los investigadores detectaron una cuarta fuente de contaminación: las aguas residuales domésticas negras y grises que escurren a la bahía por fallas en el sistema de bombeo, en el de alcantarillado o simplemente porque algunas poblaciones vecinas no cuentan con este servicio.
Así, las aguas de la bahía de Cartagena contienen bacterias en cantidades por encima de lo normal. Hay coliformes fecales, enterococos y Escherichia coli. Están en las aguas de las playas donde el turista nada y hace deporte. “El emisario que construyó Aguas de Cartagena no saca todo el popis y las aguas negras mar afuera”, argumentó Restrepo. “La situación de calamidad ambiental y de riesgo en la salud pública es muy grande por todo lo que tenemos en la bahía”. Este ha sido “el primer esfuerzo realizado con buenos protocolos y con seriedad académica y científica de un diagnóstico clínico ambiental de la bahía”.
Así afecta a las comunidades y al ecosistema
“Esos hallazgos que ustedes han encontrado no pueden quedarse como un dato estadístico en la ciudad de Cartagena”, imploró Mirla Aaron, alta consultiva nacional de comunidades negras en la reunión. “No lo vamos a permitir. Tienen que haber acciones contundentes”.
Los investigadores del proyecto Basic, de las universidades Eafit, Cartagena y los Andes, aseguran que la población circundante de la bahía sufre de enfermedades relacionadas con el agua en el sistema digestivo, lesiones dermatológicas y perfiles metabólicos alterados.
“Lo que más encontramos fue niños con enfermedades respiratorias, pero no encuentras una población desnutrida. Hay enfermedades en la piel que creo que son producto del agua”, dijo la profesora Gómez.
Las altas concentraciones de mercurio, cadmio, cromo, cobre, plomo y níquel representan un riesgo potencial para organismos marinos y las poblaciones que los consumen.La pesca artesanal, que suma el 14 % de la economía, se ve impactada, así como la actividad turística, que corresponde al 23 %.
La segunda fase de Basic invitó a 40 personas de las comunidades y 20 representantes institucionales para hacer una “traducción del conocimiento”, contó Tosic, con quienes iniciaron un programa de capacitación comunitaria que se convirtió en un diplomado avalado por las tres universidades. “Ha sido trabajada hombro a hombro entre ellos y nosotros”, dijo Mirla, una mujer aguerrida y luchadora que continúa con la siguiente reflexión: “Tener sospechas de muchas cosas es simple y llanamente eso, pero tener la certeza de que están pasando cosas y que hoy tengo la posibilidad de tener un instrumento validado por las autoridades para hacer una reclamación y una exigibilidad de los derechos, eso es fundamental”.
¿Qué se “cocina” ahora?
El camino es largo, pero hay esperanza, aunque no lo vean ni mis hijos ni sus nietos.
Cardique, como autoridad ambiental de la bahía, se unió a Basic para hacer realidad dos ideas: una, apoyar los esfuerzos que están haciendo los portugueses de la Universidad de Algarve, Flavio Martins y Joao Janeiro, expertos en modelación matemática en temas ambientales y en oceanografía, para implementar sistemas de alerta temprana de las condiciones de las aguas de la bahía. Y dos, formular un programa de restauración ecológica, “algo que para la Corporación es fundamental, en relación con la sentencia de la bahía de Cartagena”, de acuerdo con Benjamín Difilippo, de la Subdirección de Gestión Ambiental de Cardique.
Se refiere a la sentencia proferida por el Consejo de Estado, que ordena la creación del denominado “Plan Maestro de Restauración Ecológica para la bahía de Cartagena”, debido a sus altos niveles de contaminación. “Es un plan que ya la Eafit nos presentó. Estamos en ese proceso para incluirlo en el plan maestro y, a partir del próximo año, iniciar su ejecución”.
La propuesta de Basic es incidir en las decisiones públicas a través de los resultados de sus investigaciones. En ese sentido, Difilippo le contó a El Espectador que “ya se están haciendo monitoreos en los puntos de descargas de empresas industriales de Mamonal. Está implementando la nueva norma de vertimiento y está haciendo más restrictivas las obligaciones en cuanto a los límites permisibles, sobre todo de metales pesados, que es un problema detectado en el borde de la bahía de Cartagena”.
Ese es un logro, teniendo en cuenta, como explicó Tosic, porque hasta ahora “ese control se toma dos veces al año y se avisa a la industria dos semanas antes. Incluso algunas de las propias industrias toman sus muestras y las mandan a la autoridad para su análisis. Y son datos que no están disponibles. Se necesita un sistema de control y monitoreo más transparente y frecuente”.
Basic contribuyó además a la emisión de la resolución que crea el Comité Ambiental Interinstitucional para el manejo de la bahía de Cartagena, por parte del Ministerio de Ambiente.
La profesora Gómez dijo que lo más importante es proveer del servicio de agua potable a toda la población. “Eso cambia la vida. Y, segundo, que tengan los puestos de salud al servicio, dotados. No concibo que Barú no tenga puesto de salud”.
Tosic recomendó controlar los vertimientos de aguas residuales domésticas, las actividades del dragado, contar con herramientas como sistemas de alertas tempranas en tiempo real para mejorar la gestión de las playas y pronosticar cómo serían las trayectorias de los derrames que pueden generarse en la bahía.
Con la modelación se busca conocer con mayor precisión el alcance de los vertimientos y caudales que salen del Canal del Dique, porque incluso pueden llegar hasta las Islas del Rosario. Mediciones iniciales muestran que habría que reducir en un 90 % la carga de sedimentos para no afecta las aguas lejanas.
“La bahía es un paciente en cuidados intensivos”, concluyó Restrepo. Por eso, ciudadanos, tomadores de decisión locales y nacionales deben sumar esfuerzos para evitar que se nos muera.
La gobernanza de la Bahía de Cartagena
En el Comité Ambiental Interinstitucional para el Manejo de la Bahía de Cartagena tienen asiento autoridades ambientales del orden nacional y regional, institutos de investigación y dos representantes de las comunidades, Wilman Herrera, del Caño de Oro y Neiser Elles Rodríguez, de Pasacaballos, quienes participaron en un diplomado que tuvo como uno de sus objetivos “compartir con las ocho comunidades afectadas de la Bahía, el conocimiento adquirido por Basic para lograr un lenguaje y acuerdos comunes de impactos y de posibles soluciones a futuro”.
Con esta herramienta, producto además de ejercicios con diferentes actores de la Bahía, se logró un permanente diálogo horizontal que fortaleció la confianza entre ciencia y saber local.
La gobernanza está en manos de todos los habitantes y usuarios de la Bahía de Cartagena y para ejercerla con conciencia, dice el economista Juan Camilo Cárdenas, de la Universidad de los Andes, hay tres claves: el monitoreo ambiental, la restauración y la conservación.
Pero en la gobernanza el tema de la financiación es fundamental. ¿Quién debe asumirla? ¿turistas, empresarios y ciudadanos? ¿Sólo empresarios? Porque “si usted cierra la llave del turismo, cierra la llave de la economía que mueve Cartagena”, explica Cárdenas. “Todo el mundo debe poner su granito de arena”. Literal. Hasta los pescadores. Y lo que propone Basic para ellos es combinar días de pesca con días de turismo y así obtener ingresos por ambas actividades, ejerciéndolas de manera ambientalmente responsable.
Y para las empresas, “los decretos ya están para aplicarles tasas retributivas a estos actores que usan los cuerpos de agua de la bahía” y los afectan. “Lo que hay que hacer”, continúa Cárdenas, “es ponerlas a andar, definir la tasa y recaudar esa plata. Y las tasas retributivas las podrían pagar los operadores turísticos, los industriales transportadores, y si se aplican esas tarifas se recaudan los recursos para el manejo de la Bahía”.
Y remata diciendo que “cuando hay mayor conciencia y conocimiento del problema puede haber mayor apoyo ciudadano a ciertas medidas”, y por tanto a una mejor gobernanza. “Todos tenemos que aportar y aprender a cuidar la bahía”. Eso es educación ambiental para generar conciencia.
“Me parece interesantísimo que la comunidad conozca, que entienda la problemática de la bahía”, dijo Alex Saer Saker del Minambiente a El Espectador, “y que, en ese sentido, ellos también se sientan empoderados por el cuidado de su ecosistema”.