Evitar el pánico sin bajar la guardia, el reto frente al Nevado del Ruiz
La actividad del volcán entró en alerta naranja. No es la primera vez que esto pasa y no significa, necesariamente, que vaya a suceder una erupción, pero sí representa unos llamados a estar atentos y a revisar y actualizar protocolos de respuesta ante posibles eventos. La preparación es clave.
En tiempos de cadenas de WhatsApp y fake news, la primera petición de Eduard Enciso es mantener la calma. Vive en Murillo, un municipio de poco más de 5.000 habitantes ubicado al norte del departamento de Tolima, a unos 20 kilómetros del Nevado del Ruiz. Anoche, cuando dormía, el Servicio Geológico Colombiano (SGC) elevó la actividad de ese volcán de amarillo a naranja. “En este momento la comunidad está algo intranquila, pero atenta a las indicaciones de las autoridades. Esto no tiene porqué volverse un tema de zozobra colectiva, sabemos que eso sería mucho peor”, dice.
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En tiempos de cadenas de WhatsApp y fake news, la primera petición de Eduard Enciso es mantener la calma. Vive en Murillo, un municipio de poco más de 5.000 habitantes ubicado al norte del departamento de Tolima, a unos 20 kilómetros del Nevado del Ruiz. Anoche, cuando dormía, el Servicio Geológico Colombiano (SGC) elevó la actividad de ese volcán de amarillo a naranja. “En este momento la comunidad está algo intranquila, pero atenta a las indicaciones de las autoridades. Esto no tiene porqué volverse un tema de zozobra colectiva, sabemos que eso sería mucho peor”, dice.
El llamado va en doble vía: no entrar en pánico, pero tampoco bajar la guardia. El incremento del nivel de actividad de amarillo a naranja del Ruiz significa una cosa básica, explicó el SGC: los parámetros que los observatorios evalúan día a día para seguir la actividad del volcán están cambiando. Uno de ellos, por ejemplo, es el número de sismos que se identifican montaña adentro.
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El pasado 28 de marzo se detectaron unos 6.500 sismos y el 29 de marzo unos 11.000. “Cuando el material dentro de la montaña gana presión, va rompiendo roca, lo que genera los sismos”, explica Natalia Pardo, vulcanóloga y directora del Departamento de Geociencias de la U. de los Andes. “Esto no significa —agrega Pardo— que ese material vaya a salir, es decir, este cambio de parámetros no hace inminente una erupción. Ese manejo del rango de la incertidumbre es importante porque los indicadores pueden bajar en unas horas. El material se puede enfriar en el camino, por ejemplo”.
El Ruiz ha estado activo en los últimos años. Es decir, en términos muy técnicos, el volcán ha estado haciendo erupción desde hace aproximadamente 10 años, pero todas las erupciones que ha hecho en este periodo han sido menores y su afectación se limita a caída de cenizas en diferentes lugares, dependiendo de la dirección del viento. No es la primera vez, además, que el volcán entra una actividad de alerta naranja.
“¿Qué es lo importante del nuevo nivel de actividad? Que las instituciones, los hospitales, las comunidades cercanas al volcán, revisen sus protocolos y sus planes de acción en caso de que, por ejemplo, se necesite una evacuación”, explica Pardo.
No todas las comunidades en el área de exposición al Ruiz tienen las mismas amenazas y saberlo es una clave de la respuesta a cualquier situación que se pueda presentar. El Servicio Geológico Colombiano tiene un mapa que identifica claramente esas amenazas por zonas de impacto. Fenómenos que van desde la caída de ceniza hasta eventuales flujos de lava están delimitados.
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La Zona de Amenaza Alta, la que podría generar más preocupación, se podría ver afectada por avalanchas de escombros, onda de choque y gases volcánicos, entre otros. Aquí son importantes las cuencas de ríos, por ejemplo, las partes altas de los ríos Azufrado y Lagunilla. Además de Murillo, están los municipios de Villamaría, Herveo, Casabianca, Villahermosa y Santa Rosa de Cabal. “Conocer esto posibilita a las autoridades y a las personas prepararse”, reitera Pardo. Los llamados de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres y del Gobierno van en ese camino.
“No acostumbrarse”
En Murillo es común que caiga ceniza. La comunidad está habituada a levantarse en las mañanas y ver sus campos cubiertos por una capa blanca, a veces más permanente, a veces más pasajera. “El riesgo es que nos acostumbremos a eso y que olvidemos que estamos al frente de un volcán”, dice Enciso. Él también es bombero voluntario y esta mañana se reunió con la unidad de gestión de riesgo de su municipio. “Revisamos planes y que todos estuviéramos preparados con, por ejemplo, mochilas de emergencia en las casas. En esos temas siempre queda algo pendiente de hacer”, dice.
La Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres solicitó a los consejos departamentales y municipales de gestión del riesgo dentro del área de influencia intensificar las acciones de preparación para la respuesta, incluyendo aspectos como verificación y adecuación de vías de evacuación, puntos de encuentro y actualización de las estrategias territoriales. Si la actividad y monitoreo del volcán lo ameritan, la entidad agregó que se podría instalar un Puesto de Mando Unificado regional para coordinar las acciones.
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Capitales como Manizales también activaron recomendaciones como utilizar tapabocas para evitar enfermedades por la caída de ceniza, mantener ventanas y puertas cerradas y reconocer sitios seguros y rutas de evacuación en caso de estar en zona de influencia cercana al volcán.
La profesora Pardo señala que cualquier situación en la montaña da un tiempo prudente para actuar en las comunidades. “No es que esto suceda de un segundo a otro”. Como es posible que la situación motive a algunos a recordar con temor lo acontecido en 1985 en Armero, hay que hacer hincapié en que “el estado de vigilancia que hoy tiene Colombia es radicalmente distinto al que tenía entonces. Hoy existen tres observatorios con equipos y protocolos de nivel internacional”, explica la profesora.
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Respecto a 1985, hay un elemento adicional. “En ese momento estaba un glaciar muy grueso. Y el problema más grave, de hecho, más que la erupción como tal, fue la mezcla de ese material caliente con el hielo. El hielo fue el que se derritió y provocó las avalanchas, lo que se sumó a una completa falta de organización en los temas de respuesta”, explicó Pardo. Hoy no existe una capa glaciar como la que había hace casi 40 años, pero eso tampoco quiere decir que no haya peligro.
“Es importante distinguir lo que llamamos amenaza y riesgo. Lo que amenaza es lo que sí podemos medir y vigilar. Esa es la información que nos permiten tener los observatorios, por ejemplo, sobre el comportamiento del volcán. Otra cosa distinta es el riesgo, que es cuando la amenaza se materializa e interactúa con los sistemas expuestos, como los ecosistemas, la infraestructura y lo más complejo, las personas. Esto es lo que ya no es pronosticable, como lo primero”, explica Pardo.
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Es decir, si bien la vigilancia ha mejorado y hoy el país cuenta con más información, la clave es reducir el nivel de riesgo, que solo es posible con planes de acción coordinados. “Una invitación al público es a seguir los canales oficiales, a conocer el mapa de municipios en amenaza y a enterarse donde se está situado”, finaliza la profesora. Una recomendación similar tiene y está siguiendo Enciso: “Lo más importante ahora es que no comiencen a regarse cadenas falsas que lleven al pánico. Es algo muy complejo, pero así lo quiso, la llamo yo, la Pachamama. Entonces, a estar tranquilos y alerta”.