Ganadería sostenible, la apuesta en los Llanos
Las sabanas inundables, ecosistemas característicos de la Orinoquia, conservan las dinámicas hídricas de la región, albergan miles de especies nativas y transforman el dióxido de carbono en oxígeno. La Reserva La Esperanza es un ejemplo de cómo hacer ganadería de conservación.
- Redacción Medio Ambiente
“Bendita sea mi sabana, que cuanto me vio nacer me arrulló entre sus palmares enseñándome a querer (...) Dulce sabana, donde la infancia nació y se fue con la noche, te llevaré por los caminos del llano. Te mostraré los ganados y después nos vamos a navegar por el río. De una canoa seremos los pasajeros y un saludo nos darán desde la orilla una gaviota y el alcaraván playero”, son los cantos de Libia Parales, una productora del Llano que desde hace más de 30 años le ha apostado a la ganadería en sabanas inundables. Una práctica que lleva haciéndose 500 años en la región y que, además de permitir la crianza del ganado criollo, asegura la conservación de los ecosistemas naturales. (Lea: Sabanas inundables de Cinaruco, otra joya verde bajo protección)
Los pantanos y pastizales que solo se encuentran en Arauca y Casanare, donde come y duerme este ganado llanero, de lejos se ven abandonados e improductivos, pero en realidad son largas sabanas inundables, un ecosistema escaso que podría ser clave para combatir el cambio climático en el país. Estas tierras anfibias, que han sido subvaloradas por ser percibidas como áreas con suelos improductivos, conservan las dinámicas hídricas de la región, un servicio ecosistémico clave, y son una importante reserva de carbono. Además, tienen la capacidad de guardar reservas de agua durante las épocas de lluvia y soltarlas, poco a poco, hacia los ríos en verano o en tiempos de sequía.
Pero ¿cómo funcionan estos ecosistemas que permiten la conservación y la retención de CO2? Sofía Rincón, coordinadora de Ecorregional Orinoquia, explica que las sabanas permanecen inundadas ocho meses del año, es decir, entre mayo y noviembre, generando una serie de humedales que son esenciales para la sobrevivencia de las especies nativas de flora y de fauna. En la temporada seca, que va desde diciembre hasta abril, el agua desaparece y hay cambios en la vegetación de las sabanas. Esto sucede por el régimen de lluvias de la zona. “Es importante trabajar en estos espacios porque es un ecosistema único. Presenta unas características y unas dinámicas hídricas que lo hacen particular”, añade.
Esta dinámica, descrita como el equilibrio perfecto de la naturaleza, es determinante para el buen funcionamiento de la región y para el bienestar de las plantas, los animales y las personas que la habitan. Una de estas especies es la garza blanca, una emblemática ave que embellece los retratos del Llano y que depende de estos ecosistemas. Además de la garza, según cifras de WWF, en estas sabanas hay más de 600 plantas distintas, 62 tipos de mamíferos, 314 especies de aves, 25 de reptiles, 23 de anfibios y 107 de peces. (Puede leer: Ecosistemas nacionales que debemos conservar)
Ganadería en sabanas sostenibles, la estrategia para conservar el medio ambiente
Desde hace más de 500 años, el ganado criollo del Llano se adaptó a las condiciones extremas de las sabanas inundables, tanto así que su salud y calidad están ligadas a él. En la actualidad, en la Orinoquia hay más de cuatro millones de vacas, equivalentes al 19 % del total de producción nacional. La mayoría de ellas pastan en estos ecosistemas.Sin embargo, como la ganadería es considerada la principal causa de deforestación, ha sido satanizada. Tanto así que la mayoría de personas desconocen que en Casanare y Arauca se ha convertido en una actividad productiva que genera ingresos, promueve la conservación, no altera el funcionamiento de estos ecosistemas y no ha sido necesario deforestar los bosques nativos para establecer pasturas para el ganado.
En Colombia se han registrado 16 buenas prácticas que hacen parte del modelo de ganadería en sabana inundable. Una de esas prácticas está en la Reserva Natural La Esperanza, de donde hacen parte Libia y su esposo, Eduardo. “Hemos buscado sistemas de bombeo, como los molinos de viento, y almacenamos el agua para los animales. El sobrante lo destinamos a la fauna”, dice Eduardo.
Además de estos sistemas, en la finca instalaron un salero con el que buscan complementar la alimentación del ganado con los nutrientes que necesitan, por medio de la sal o de estos bloques multienergéticos. “El ganado complementa la nutrición que no encuentra en el suelo con este tipo de alternativas, porque las pasturas nativas, por el verano o el invierno, no son suficientes para ellos. Con esto, estamos mejorando la calidad de vida de los animales y la productividad de nuestra ganadería”, asegura Libia. (Le puede interesar: Una estrategia para proteger el agua y los ecosistemas de Colombia)
Otra de las prácticas que realizan Libia y su esposo es la del núcleo sombrío, que consiste en aprovechar la tierra durante el tiempo de crecimiento de los árboles. En ese período, que tarda de dos a tres años, pueden sembrar yuca o plátano.
Libia y su esposo, al igual que la mayoría de ganaderos de estas zonas de los Llanos, han conseguido que esa actividad productiva conviva con las características naturales de la sabana inundable. Se han convertido en un ejemplo de cómo se pueden hacer algunas modificaciones en las fincas que impulsen el aumento de la productividad, pero sin afectar ni alterar el ecosistema. Una muestra de que la ganadería sostenible es posible.
“Bendita sea mi sabana, que cuanto me vio nacer me arrulló entre sus palmares enseñándome a querer (...) Dulce sabana, donde la infancia nació y se fue con la noche, te llevaré por los caminos del llano. Te mostraré los ganados y después nos vamos a navegar por el río. De una canoa seremos los pasajeros y un saludo nos darán desde la orilla una gaviota y el alcaraván playero”, son los cantos de Libia Parales, una productora del Llano que desde hace más de 30 años le ha apostado a la ganadería en sabanas inundables. Una práctica que lleva haciéndose 500 años en la región y que, además de permitir la crianza del ganado criollo, asegura la conservación de los ecosistemas naturales. (Lea: Sabanas inundables de Cinaruco, otra joya verde bajo protección)
Los pantanos y pastizales que solo se encuentran en Arauca y Casanare, donde come y duerme este ganado llanero, de lejos se ven abandonados e improductivos, pero en realidad son largas sabanas inundables, un ecosistema escaso que podría ser clave para combatir el cambio climático en el país. Estas tierras anfibias, que han sido subvaloradas por ser percibidas como áreas con suelos improductivos, conservan las dinámicas hídricas de la región, un servicio ecosistémico clave, y son una importante reserva de carbono. Además, tienen la capacidad de guardar reservas de agua durante las épocas de lluvia y soltarlas, poco a poco, hacia los ríos en verano o en tiempos de sequía.
Pero ¿cómo funcionan estos ecosistemas que permiten la conservación y la retención de CO2? Sofía Rincón, coordinadora de Ecorregional Orinoquia, explica que las sabanas permanecen inundadas ocho meses del año, es decir, entre mayo y noviembre, generando una serie de humedales que son esenciales para la sobrevivencia de las especies nativas de flora y de fauna. En la temporada seca, que va desde diciembre hasta abril, el agua desaparece y hay cambios en la vegetación de las sabanas. Esto sucede por el régimen de lluvias de la zona. “Es importante trabajar en estos espacios porque es un ecosistema único. Presenta unas características y unas dinámicas hídricas que lo hacen particular”, añade.
Esta dinámica, descrita como el equilibrio perfecto de la naturaleza, es determinante para el buen funcionamiento de la región y para el bienestar de las plantas, los animales y las personas que la habitan. Una de estas especies es la garza blanca, una emblemática ave que embellece los retratos del Llano y que depende de estos ecosistemas. Además de la garza, según cifras de WWF, en estas sabanas hay más de 600 plantas distintas, 62 tipos de mamíferos, 314 especies de aves, 25 de reptiles, 23 de anfibios y 107 de peces. (Puede leer: Ecosistemas nacionales que debemos conservar)
Ganadería en sabanas sostenibles, la estrategia para conservar el medio ambiente
Desde hace más de 500 años, el ganado criollo del Llano se adaptó a las condiciones extremas de las sabanas inundables, tanto así que su salud y calidad están ligadas a él. En la actualidad, en la Orinoquia hay más de cuatro millones de vacas, equivalentes al 19 % del total de producción nacional. La mayoría de ellas pastan en estos ecosistemas.Sin embargo, como la ganadería es considerada la principal causa de deforestación, ha sido satanizada. Tanto así que la mayoría de personas desconocen que en Casanare y Arauca se ha convertido en una actividad productiva que genera ingresos, promueve la conservación, no altera el funcionamiento de estos ecosistemas y no ha sido necesario deforestar los bosques nativos para establecer pasturas para el ganado.
En Colombia se han registrado 16 buenas prácticas que hacen parte del modelo de ganadería en sabana inundable. Una de esas prácticas está en la Reserva Natural La Esperanza, de donde hacen parte Libia y su esposo, Eduardo. “Hemos buscado sistemas de bombeo, como los molinos de viento, y almacenamos el agua para los animales. El sobrante lo destinamos a la fauna”, dice Eduardo.
Además de estos sistemas, en la finca instalaron un salero con el que buscan complementar la alimentación del ganado con los nutrientes que necesitan, por medio de la sal o de estos bloques multienergéticos. “El ganado complementa la nutrición que no encuentra en el suelo con este tipo de alternativas, porque las pasturas nativas, por el verano o el invierno, no son suficientes para ellos. Con esto, estamos mejorando la calidad de vida de los animales y la productividad de nuestra ganadería”, asegura Libia. (Le puede interesar: Una estrategia para proteger el agua y los ecosistemas de Colombia)
Otra de las prácticas que realizan Libia y su esposo es la del núcleo sombrío, que consiste en aprovechar la tierra durante el tiempo de crecimiento de los árboles. En ese período, que tarda de dos a tres años, pueden sembrar yuca o plátano.
Libia y su esposo, al igual que la mayoría de ganaderos de estas zonas de los Llanos, han conseguido que esa actividad productiva conviva con las características naturales de la sabana inundable. Se han convertido en un ejemplo de cómo se pueden hacer algunas modificaciones en las fincas que impulsen el aumento de la productividad, pero sin afectar ni alterar el ecosistema. Una muestra de que la ganadería sostenible es posible.