Guía para identificar las 133 plantas medicinales reconocidas por el Invima en Colombia
Todos hemos escuchado hablar de las plantas medicinales, pero tal vez no sabemos que, en nuestro país, hay 133 reconocidas por el Invima hasta 2022 que tienen diferentes beneficios curativos. Ramiro de Jesús Gómez Fonnegra las describe en su nuevo libro, publicado por la editorial de la Universidad de Antioquia y que presentará el próximo abril en la Feria del Libro de Bogotá.
Luisa Fernanda Orozco
Seguro usted ha escuchado hablar de plantas medicinales como la caléndula, la manzanilla y el limoncillo. Tal vez se las haya tomado en una aromática o las haya usado con cualquier otro propósito para mejorar su salud. Pero, además de esas, las más comunes, en Colombia existen 133 plantas de ese tipo que están reconocidas por el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima), que Ramiro de Jesús Gómez Fonnegra se ha dedicado a estudiar durante gran parte de su vida.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Seguro usted ha escuchado hablar de plantas medicinales como la caléndula, la manzanilla y el limoncillo. Tal vez se las haya tomado en una aromática o las haya usado con cualquier otro propósito para mejorar su salud. Pero, además de esas, las más comunes, en Colombia existen 133 plantas de ese tipo que están reconocidas por el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima), que Ramiro de Jesús Gómez Fonnegra se ha dedicado a estudiar durante gran parte de su vida.
Gómez, egresado en Biología de la Universidad de Antioquia y doctor en Botánica de la Universidad de São Paulo, en Brasil, ha participado en importantes estudios liderados por diversas instituciones del país en búsqueda de que se reconozcan las propiedades medicinales de estas especies. Hace poco lanzó su libro llamado “Plantas medicinales y otros recursos aprobados en Colombia con fines terapéuticos”, en el que describe detalladamente esas 133 especies que fueron aprobadas por el Invima.
Desde su casa en el barrio Conquistadores de Medellín, Gómez explica que la investigación le ha llevado varias décadas, pues, con frecuencia, las plantas medicinales no son tomadas en cuenta porque, supuestamente, sus propiedades curativas carecían de evidencia científica. “Pero sí hay evidencia, y mucha”, continúa Gómez. “Además, tenemos que considerar el hecho de que un porcentaje considerable de colombianos no tiene la capacidad de obtener medicamentos. Eso los hace recurrir a las plantas medicinales, que, sin una regulación adecuada, también pueden representar un peligro para quien las consume”.
Por eso, y aunque Gómez ya había participado en otras recopilaciones que hablaban de las plantas medicinales en Colombia, decidió hacer un proyecto en solitario donde pudiera profundizar más en las características de cada una. El proceso de creación del presente libro, según cuenta Gómez, fue el conjunto de su trabajo en biología y botánica que comenzó en 1995. La escritura como tal le tomó alrededor de dos años, y justo cuando estuvo listo y ya había sido aprobada una versión final por la editorial de la UdeA, la pandemia llegó y su publicación tuvo que frenarse.
“Cuando el aislamiento terminó, continuamos con el impulso de publicar, pero tuvimos que actualizar lo que estaba en imprenta, porque, cada año, el Invima actualiza su listado de plantas medicinales aprobadas”, explica Gómez. Es por eso que las especies dentro del texto contienen las plantas que habían sido reconocidas hasta 2022. Las de 2023 no fueron incluidas. “No tuvimos tiempo”, continúa. “Por eso puede que falten algunas, pero no las más importantes”.
En esencia, el libro le explica al lector el valor de las plantas de manera muy sencilla: además de encontrar información básica de cada especie, como sus características físicas, los lugares en los que crece y los climas donde sobrevive, también habla de aspectos más fundamentales, como la normatividad colombiana para su uso con fines terapéuticos, sus modos de empleo, precauciones y preparaciones farmacéuticas. También se mencionan sus interacciones con otros medicamentos y posible toxicidad. Todo esto, en pocas palabras, para comprobar que cada una tiene propiedades curativas.
Ahora, que una planta sea considerada medicinal no es tan sencillo. En primer lugar, porque la totalidad de la planta no siempre es aprobada por el Invima, sino algunas de sus partes, como el tallo, las hojas o las flores. Para entenderlo un poco mejor, Gómez pone el ejemplo de la Damiana (Turnera diffusa), que fue encontrada en México por sacerdotes españoles en los tiempos de la Colonia.
Aunque la Damiana no es endémica en Colombia, sí crece en territorios andinos de nuestro país y fue incluida por el Invima en el listado de plantas medicinales, “pero solo aprobaron sus hojas, cuando son sus flores amarillas las que han sido reconocidas por tener propiedades afrodisíacas, como lo muestran varios artículos científicos con pruebas en animales”, cuenta Gómez.
Sin embargo, las hojas también tienen diversas propiedades que pueden ser utilizadas para que las mujeres alivien los cólicos de sus ciclos menstruales. El Invima las aprobó para que fueran comercializadas únicamente en forma de cápsulas, “pero preocupa que, para ese propósito, traigan las hojas del extranjero, cuando la Damiana crece en nuestro país”.
En el libro los lectores encontrarán la ilustración de cada planta, hecha con extremo cuidado y detalle de todas sus características físicas. Gómez cuenta que se incluyen los diferentes nombres que se les dan dependiendo de la región e, incluso, otros países en los que crezca. Por ejemplo, el Achiote (Bixa Orellana) es conocido en México como noto, urucú y achiotl. Ese último nombre proviene de la lengua náhuatl, de los indígenas aztecas.
“Pero como los españoles no entendían ese achiotl, lo dejaron achote y así se quedó, aunque en muchas partes de Antioquia los llaman pija, por los indígenas pijaos, que los utilizaban mucho en los tiempos precolombinos, sobre todo en Tolima, Quindío y Huila”, explica el investigador.
Esa planta actualmente es cultivada en todo el mundo y se utiliza para cicatrizar, calmar dolores y mejorar el sistema inmunológico. Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la reconoció por ser un condimento y colorante natural, ya que sus semillas (que pueden ser hasta 40 por cada flor, que tiene apariencia semejante a la de una planta carnívora), sueltan una coloración roja utilizada por indígenas de Centroamérica y Suramérica.
En su libro, Gómez explica que todas las plantas que se consideran medicinales se deben a sus componentes químicos. “Hay algunas que tienen diferentes propiedades en el fruto, en el tallo y en las hojas. Unidos, esos componentes pueden generar diversas reacciones”, dice. Es por eso que, en sus palabras, mediante el decreto 1156 del 6 de julio de 2018, el Invima ahora acepta las hojas y semillas de las plantas medicinales para su uso comercial, a veces en forma de cápsulas o de pomadas antiinflamatorias de uso externo. Algunas de ellas están prohibidas para uso interno.
Una reglamentación paulatina
Gómez dice que, en todo el mundo, se están haciendo normatividades para regular el uso de las plantas medicinales, de tal forma que las que se consigan sean eficaces y seguras. En Colombia, esos esfuerzos se vienen haciendo desde hace años, comenzando por la Ley 981 de 1975, una reglamentación paulatina para ese tipo de especies cuando ni siquiera existía el Invima, pero, para tal propósito, se creó una comisión reguladora que le abrió paso a otra reglamentación, en 1990, que aprobó 17 plantas que podían usarse con fines terapéuticos. “Pero esas 17 eran todas las aromáticas que podemos comprar en los supermercados, como manzanilla, tomillo y limoncillo. Ahí no había otras como la caléndula, el jengibre o el Ginkgo Biloba”, dice Gómez.
Luego, en 1993 se creó el Invima, y allí se originó un despacho para regular los productos naturales con fines terapéuticos. Más tarde, en 1994, el Ministerio de Salud hizo un convenio con la UdeA para que se hicieran talleres con quienes cultivaban y comercializaban las plantas medicinales. En ese tiempo, la decana de la Facultad de Química Farmacéutica de la UdeA invitó a Gómez para que se uniera a los talleres y, desde entonces, ha hecho parte de la reglamentación de las plantas medicinales en el país.
“Con base en lo que hicimos en esa época, le presentamos un informe al Minsalud con las bases necesarias para que hiciera un decreto que reglamentara 180 plantas utilizadas por el pueblo colombiano, incluyendo comunidades negras e indígenas”, cuenta. Pero, de esas plantas, se aprobaron solamente 56.
En 2004 surgió un decreto, el 2266 del 15 de agosto, donde se amplió la reglamentación con las recomendaciones que dieron, pero ahí quedaron muchas cosas al aire, como cuáles plantas podían entrar en un futuro en la clasificación de medicinales. Entonces, en 2006, el Invima subió el número de especies reconocidas a 98 y se aprobó también que la entidad realizaría un listado modificado anual con otras que se agregaran, “pero eso no se ha cumplido muy bien”, dice Gómez.
Por ejemplo, el Instituto von Humboldt participó en la realización de un vademécum de plantas medicinales junto al Invima y Minsalud que, desde 2008, no ha sido actualizado. Ahora, desde 2019 existe otro dilema: el hecho de que se quieran aumentar el número de especies a 360, pero la mayoría de ellas son extranjeras, o sea que no crecen en Colombia, “y, como no las tenemos aquí, se va a tener que importar la materia prima para aquellos que están interesados en comercializar las plantas. Eso no tiene sentido”, dice Gómez.
Al fin y al cabo, en sus palabras, la importancia de que el Invima las oficialice es que puedan utilizarse legalmente por farmacéuticas y, posteriormente, por profesionales de la salud, “porque, contrario a lo que se cree, las plantas medicinales no se deben automedicar. Con ellas, no estamos hablando de una propiedad activa como la que tienen los medicamentos sintéticos comercializados, por ejemplo, para aliviar el dolor. No, con las plantas medicinales estamos hablando de cientos de propiedades que pueden tener varias contraindicaciones en el organismo si se utilizan en las dosis incorrectas. En el libro, precisamente, hablamos de esas dosis que están aprobadas y son seguras. Pero reconocerlas es un asunto de salud pública”, explica Gómez.
🌳 📄 ¿Quieres conocer las últimas noticias sobre el ambiente? Te invitamos a verlas en El Espectador. 🐝🦜