Hace miles de años, el desierto del Sahara era una sabana verde. ¿Qué pasó?
El Sahara, conocido por ser un extenso desierto, fue en algún momento una vasta sabana llena de vida. Nuevos hallazgos científicos arrojan luz sobre cómo este paisaje árido y caluroso alguna vez albergó una vibrante sabana habitada por una diversidad de animales y vegetación.
En la meseta de Tassili N’Ajjer en Argelia, el parque nacional más grande de África, se exhiben más de 15.000 grabados y pinturas, algunos de hasta 11.000 años de antigüedad, que describen un Sahara muy diferente al que conocemos hoy. En vez de representar un paisaje árido y caliente, esas imágenes dejan ver una sabana vibrante habitada por elefantes, jirafas, rinocerontes e hipopótamos. No es la primera vez que se sugiere que esta zona del mundo sustentó en algún momento (entre hace 6.000 a 11.000 años) ecosistemas de sabana boscosa y ríos y lagos en lo que hoy son Libia, Níger, Chad y Mali. Pero esta sí es la primera ocasión en la que un grupo de científicos descubren qué fue lo que pasó en el clima de la Tierra para que esto sucediera.
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En la meseta de Tassili N’Ajjer en Argelia, el parque nacional más grande de África, se exhiben más de 15.000 grabados y pinturas, algunos de hasta 11.000 años de antigüedad, que describen un Sahara muy diferente al que conocemos hoy. En vez de representar un paisaje árido y caliente, esas imágenes dejan ver una sabana vibrante habitada por elefantes, jirafas, rinocerontes e hipopótamos. No es la primera vez que se sugiere que esta zona del mundo sustentó en algún momento (entre hace 6.000 a 11.000 años) ecosistemas de sabana boscosa y ríos y lagos en lo que hoy son Libia, Níger, Chad y Mali. Pero esta sí es la primera ocasión en la que un grupo de científicos descubren qué fue lo que pasó en el clima de la Tierra para que esto sucediera.
El estudio fue publicado hace unos meses en Nature y desarrolla un modelo climático que simula la dramática reorganización a gran escala del sistema atmosférico que llevó lluvias a esta región hiperárida, en algo que los científicos llaman reverdecimiento del Sahara. Se cree que no solo ocurrió una vez: se han identificado 230 de estos enverdecimientos que han ocurrido aproximadamente cada 21.000 años durante los últimos ocho millones de años. Hace 21.000 años, precisamente, sucedió uno en el norte de África. Según los investigadores, este reverdecimiento fue causado por cambios en la precesión orbital de la Tierra.
La precesión orbital de la Tierra es un fenómeno que describe el cambio lento pero continuo en la orientación del eje de rotación terrestre. Este movimiento de precesión es similar al balanceo de un trompo a medida que gira. La Tierra no solo rota sobre su eje, sino que el eje de rotación experimenta un movimiento cónico, lo que significa que su dirección en el espacio cambia con el tiempo. Este cambio en la orientación del eje de la Tierra lleva a variaciones en la forma en que la luz solar incide en diferentes regiones de la Tierra durante diferentes épocas del año, lo que a su vez afecta los patrones climáticos y estacionales.
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La precesión orbital es uno de los factores clave que afectan al clima terrestre. Este fenómeno influye en la intensidad y la distribución de las estaciones, así como en los cambios en la insolación (cantidad de radiación solar recibida) en diferentes partes del planeta a lo largo del tiempo. Los científicos sugieren, en este caso en específico, que la precesión controla la intensidad del sistema monzónico africano, lo que a su vez desencadenó períodos de humedad y de aumento de precipitaciones en la región del Sahara. Según su modelo, esto dio lugar a la expansión de sabanas y pastizales boscosos a través del desierto desde los trópicos hasta el Mediterráneo, proporcionando un vasto hábitat para plantas y animales.
“Nuestros resultados demuestran la sensibilidad del desierto del Sahara a los cambios climáticos pasados. Explican cómo esta sensibilidad afecta a las precipitaciones en todo el norte de África. Esto es importante para comprender las implicaciones del cambio climático actual (impulsado por las actividades humanas). Las temperaturas más cálidas en el futuro también pueden aumentar la fuerza de los monzones, con impactos tanto locales como globales”, escribió en una columna para The Conversatión (un medio especializado) Edward Armstrong, autor principal del estudio. Estos periodos humedos no ocurrieron, sin embargo, durante las edades de hielo, cuando grandes capas de hielo glacial cubrieron gran parte de las regiones polares.
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En el modelo, estas enormes capas de hielo enfriaron la atmósfera, lo que contrarrestó la influencia de la precesión y suprimió la expansión del sistema monzónico africano. En términos sencillos, durante estos periodos glaciares la presencia de grandes masas de hielo influyó en el clima de regiones tan distantes como el Sahara, afectando la cantidad de luz solar reflejada, los patrones de circulación del aire y la posición de los sistemas climáticos. Esto condujo a una disminución de las precipitaciones en el Sahara y contribuyó a periodos secos en esa región, pero, además, y según Armstrong, “esto pone de relieve, por primera vez, una conexión importante entre estas regiones tropicales y distantes de alta latitud”.
Para sus autores, la investigación no solo revela la compleja interacción entre los cambios orbitales y los casquetes de hielo en los períodos húmedos y áridos del Sahara, sino que también proporciona una herramienta para comprender la ecologización futura en respuesta al cambio climático y su impacto.
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En esa lógica, dicen, la comprensión detallada de cómo las variaciones orbitales y las condiciones climáticas pasadas han afectado los patrones de precipitación en el Sahara permite proyectar de manera más precisa cómo podrían cambiar las condiciones ecológicas en esta región en el futuro. “En el futuro, es posible que modelos perfeccionados puedan identificar cómo el calentamiento climático influirá en las precipitaciones y la vegetación en la región del Sahara, y las implicaciones más amplias para la sociedad”, finaliza Armstrong.
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