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Parques Cómo Vamos lanzó ayer el primer informe que le pone la lupa a la situación en la que se encuentran los Parques Nacionales Naturales (PNN) de Colombia, una estrategia que no solo ha sido fundamental para la conservación de nuestra biodiversidad, sino que será clave para adaptarnos al cambio climático. Además de indicar que el país tiene 59 áreas protegidas, que equivalen al 12 % del territorio e implican sesenta tipos de ecosistemas, el informe dio una alerta importante: los PNN del Caribe requieren una atención especial, ya que allí se halla la mayor cantidad de ecosistemas en peligro crítico.
No se trata de una noticia del todo nueva. Según la Lista Roja de Ecosistemas de Colombia, realizada en 2015, pero que se sigue actualizando, el Caribe ha sido la región más transformada por las actividades humanas, lo que lleva a preguntarse, ¿qué está pasando con los PNN del Caribe y sus ecosistemas que no se está viviendo en otras partes de Colombia?
Esta región, a pesar de tener el mayor número de PNN (catorce) no es la que más hectáreas tiene: con 1’352.845, está en el cuatro lugar de seis. Sin embargo, dos de sus PNN son los más visitados de Colombia: Tayrona y Corales del Rosario y San Bernardo, lo que puede empezar a explicar parte del problema. Pero la respuesta sobre lo que sucede en el Caribe, por supuesto, debe entenderse por capas, ya que las amenazas son diversas y no todos los PNN son iguales.
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Un punto que los cobija es el cambio climático. Paola Arias —una de las 243 científicas que realizó el más reciente informe del Panel Gubernamental del Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés)— comenta que el aumento del nivel de mar ha sido mayor en las zonas que quedan más al norte de Suramérica, en donde está ubicado el Caribe colombiano, que en otras partes oceánicas del planeta. Además, según las proyecciones de la región, es muy probable que las temperaturas medias sigan aumentando (incluso a cifras superiores al promedio mundial) y ocurran cambios en la precipitación. Los modelos indican que las olas de calor en el mar se incrementarán durante el siglo XXI.
Sandra Vilardy, directora de Parques Cómo Vamos, cuenta que la última vez que se habló oficialmente del impacto del cambio climático en áreas protegidas fue en la Segunda Comunicación de Cambio Climático del IDEAM, en el 2010. “Se señaló que los humedales andinos, todas las zonas bajas y medias de las serranías del Caribe, la Sierra Nevada de Santa Marta, Montes de María y los bosques tropicales, igual que los bosques tropicales del Magdalena Medio, se verán profundamente afectados con un aumento de la temperatura de 1,5 °C y 2 °C después del 2040”. Pero esto fue en el 2010 y, de alguna manera, ya vamos tarde para recopilar datos y entender mejor la dimensión y frecuencia de cada impacto. Allí hay otra señal de lo que puede estar pasando en el Caribe colombiano: faltan datos.
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Lo segundo que se puede afirmar es que los impactos del cambio climático incidirán sobre las condiciones del clima que ya caracterizan el Caribe: ser un territorio seco asociado a los vientos alisios que se diferencia de las costas del Pacífico, donde hay más precipitaciones. Luego, están los procesos humanos que han mediado lo que sucede en su clima. De nuevo, comparándolo con la otra zona costera de Colombia, David Alonso Carvajal, coordinador del Programa de Biodiversidad y Ecosistemas Marinos del Invemar, asegura que las presiones sobre los recursos han sido mayores por el turismo insostenible y una gran urbanización que se ha desarrollado hacia la costa Caribe. “Todo esto genera un efecto acumulativo en la región”.
Y es que relacionar los PNN con el cambio climático va más allá de los impactos: tiene que ver con cómo Colombia se adaptará a este fenómeno. Los compromisos climáticos que el Ministerio de Ambiente anunció el año pasado, que hacen parte del Acuerdo de París, tienen dos metas de adaptación asociada a ellos: incrementar en 18.000 las hectáreas restauradas dentro de áreas protegidas o zonas de influencia e incrementar en un 15 % los ecosistemas no representados o subrepresentados en el sistema de áreas protegidas. Entonces surge otra pregunta obvia: ¿cómo harán los PNN para que el cambio climático nos pegue menos duro?
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Carvajal, del Invemar, lo explica de manera sencilla: los ecosistemas son más resilientes ante los cambios, incluidos los del clima, cuando no están intervenidos por ninguna actividad humana. Lo que hace un área protegida es quitar esa amenaza, ese factor humano, y les permite a los ecosistemas sobrevivir hasta cierto umbral por sí solos. Esto es importante, además, porque mientras esos ecosistemas se mantengan bien, o en este punto del cambio climático, lo mejor posible, tendremos agua y comida, evitaremos que las grandes olas les peguen a las costas, habrá mejor captura de carbono y casi un sinfín de beneficios más.
“Un ejemplo claro es que la producción ganadera de Valledupar o Córdoba dependen del agua regulada que viene de la Sierra Nevada de Santa Marta y de Paramillo”, agrega Vilardy. “Lo que estamos invitando a hacer con este informe es que reconozcamos la ecodependencia que tienen otros sectores económicos con los PNN, para poder diseñar esquemas de pagos por servicios ambientales o compensaciones, teniendo en cuenta la vulnerabilidad de nuestros ecosistemas de cara a la crisis climática”. Algunas claves sobre los PNN del Caribe
Como ya se dijo, cada PNN del Caribe es un escenario distinto, así que acá van algunos datos que nos permiten unir ciertas piezas y armar el rompecabezas de lo que ha puesto a esta región en una situación tan crítica.
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Sierra Nevada de Santa Marta, un PNN con muchos ecosistemas
El PNN Sierra Nevada es popular y carismático, casi cualquier colombiano lo podría ubicar fácilmente en el mapa. Según el informe de Parques Cómo Vamos, este es el PNN con más diversidad de ecosistemas, con 18. Pero también es el PNN con más ecosistemas en amenaza: cinco vulnerables, dos en peligro y uno en peligro crítico. Tiene 310 habitantes, 384.542 hectáreas de resguardos indígenas, 124 hectáreas deforestadas y cuatro hectáreas de coca, que aumentan a 14 cuando se incluyen sus alrededores. Es en sí un microcosmos.
“Se ha dado un cambio en el paisaje. Hemos visto cómo llegan peces que no estaban antes y se comen a los sagrados. En la zona de atrás de la Sierra se siente una corriente de polvillo que llega desde La Guajira y la vegetación desértica se ha venido acercando. Es grave. Casi desaparecieron los nevados”, relata los cambios que se han dado en este PNN Gelver Zapata, delegado de los mamos frente al tema territorial de los cuatro pueblos de la Sierra.
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En la Sierra son muchos los cambios que se narran porque, como dice Carlos Sarmiento, máster en Biología y quien ha trabajado en páramos, la Sierra “tiene un gradiente latitudinal completo”, al ser la montaña más alta del área tropical. Una condición que juega en contra y a favor, pues hace que sea más seductora ante muchas presiones humanas, pero también implica que “tiene el paquete completo” de adaptación.
Corales, imagen del cambio climático
Hablar de cambio climático genera una respuesta visual inmediata: la del blanqueamiento de corales. En el Caribe son seis los PNN que tienen corales: Corales del Rosario, Corales Profundos, Tayrona, Bahía Portete, Acandí y Old Providence. “El aumento de la temperatura genera este blanqueamiento, así como la pérdida de cobertura de coral vivo, llevando a que las comunidades costeras no solo sean más vulnerables a la erosión costera, sino que se pierda la salacuna de muchas especies de peces comerciales”, explica Carvajal del Invemar.
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Paramillo, alerta de violencia
Para Vilardy, quién lideró el informe, hay un PNN de la costa al que hay que ponerle atención especial: Paramillo. “Junto con Catatumbo, aunque este último no es territorial Caribe, pero sí relacionado, consideramos que están viviendo procesos crónicos que preocupan profundamente: actividades ilegales asociadas a deforestación y violencia asociada al territorio”. Paramillo, según el informe, tiene 1.786 hectáreas de coca y 452 deforestadas. Los datos alrededor de los municipios en los que se encuentra son claros sobre este escenario de violencia: 14 víctimas de atentados terroristas, 6.719 víctimas del desplazamiento forzado, 7 de minas antipersonales y 5.517 hectáreas de coca.