Hipopótamos en Colombia: crece el problema y aún no hay una salida
Los cuatro ejemplares que trajo Escobar a Colombia en 1981 se han reproducido hasta convertirse en una población de más de 100 individuos y en la especie invasora más grande del mundo. Expertos explican por qué la propuesta de un santuario no es viable ni lógica con la situación.
María Mónica Monsalve
Juan Pablo Correa
La historia de los hipopótamos de Pablo Escobar es popular en Colombia -además de convertirse en una de las más atractivas para los medios internacionales-. En 1981, tres hembras y un macho llegaron en contenedores al país, junto a jirafas y elefantes, para que el narcotraficante pudiera construir otra más de sus excentricidades: un zoológico privado en las 3.000 hectáreas que eran parte de la hacienda Nápoles, en Puerto Triunfo (Antioquia). (Lea: Comienza el reconteo de los hipopótamos del Magdalena)
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La historia de los hipopótamos de Pablo Escobar es popular en Colombia -además de convertirse en una de las más atractivas para los medios internacionales-. En 1981, tres hembras y un macho llegaron en contenedores al país, junto a jirafas y elefantes, para que el narcotraficante pudiera construir otra más de sus excentricidades: un zoológico privado en las 3.000 hectáreas que eran parte de la hacienda Nápoles, en Puerto Triunfo (Antioquia). (Lea: Comienza el reconteo de los hipopótamos del Magdalena)
Pero casi 40 años después los hipopótamos se han reproducido y convertido en la que es quizá la especie invasora más grande del mundo. El Ministerio de Ambiente, según las más recientes declaraciones, estima que a la fecha, y a lo largo del Magdalena, pueden deambular hasta 130 individuos, un hecho que no solo ha desatado una problemática ambiental, sino puesto en evidencia la lentitud estatal para tomar una decisión al respecto. Casi 40 años después, y a pesar de que en 2011 el hipopótamo (Hippopotamus amphibius) fue mencionado en la lista preliminar de especies introducidas, trasplantadas e invasoras en Colombia, a la fecha el Ministerio no ha emitido un acto administrativo que la declare como tal.
A pesar de su carisma, han señalado los científicos, los hipopótamos son una amenaza para los ecosistemas y otras especies nativas. Son animales que pueden pesar hasta dos toneladas y consumir 70 kilos de comida al día, lo que representa un impacto importante en un hábitat que no está preparado para un herbívoro de esta talla. Son una especie problemática, también, porque se consideran ingenieros ecosistémicos. Pasan gran parte de su tiempo en cuerpos de agua para bajar su temperatura, defecar y orinar. En el proceso de descomposición de los desechos las bacterias liberan dióxido de carbono, que en grandes cantidades puede disminuir los niveles de oxígeno y afectar los organismos presentes en los pozos, lagos o ríos. Además, cada vez que un individuo camina arrastra importantes cantidades de suelo, minerales y pequeños organismos. Por eso modifican constantemente los ecosistemas.
“Aún no tenemos información sobre cuáles especies específicamente se han visto afectadas en el país, pero podemos predecir que si ocurren cambios en el agua, especies como los manatíes y las nutrías de los ríos pueden afectarse. Lo más notorio lo veremos en las redes tróficas. En el peor panorama habrá ecosistemas que no soporten tantos cambios y colapsen”, explica Germán Jiménez, doctor en ciencias biológicas y profesor de la Universidad Javeriana. Para 2018, según cifras del Instituto Humboldt, la especie ya se distribuía en un territorio de 2.500 km2, una superficie similar a la ciudad de Bogotá, pero podrían llegar hasta los 13.000 km2.
Qué hacer con los hipopótamos de Escobar fue un tema que pasó de agache por algún tiempo. Claro, mientras los animales seguían reproduciéndose. Pero recientemente la conversación se volvió a activar por la propuesta que lanzó el abogado Luis Domingo Gómez, quien quiere ser representante a la Cámara de Bogotá, de crear un santuario para los hipopótamos del Magdalena Medio. Su idea, según algunos expertos, va en contravía de planes de manejo propuestos por investigaciones científicas en las que se sugiere que, ante las altas tasas de reproducción de los hipopótamos, ni la castración ni la contención serán suficientes, por lo que algunos individuos tendrán que ser sacrificados. Además, como lo comenta María Piedad Baptista, investigadora del Instituto Humboldt y líder del censo de hipopótamos que está realizando esta entidad junto con la Universidad Nacional, los santuarios deben ser para especies nativas. Sobre todo aquellas con algún riesgo de extinción. Todo lo contrario a lo que sucede con los hipopótamos.
Sobre santuarios de hipopótamos y tribunales en Estados Unidos
En octubre del año pasado los hipopótamos de Escobar volvieron a aparecer en los medios internacionales. El Tribunal de Distrito de Estados Unidos para el Sur de Ohio los reconoció como personas jurídicas, como respuesta a una solicitud que puso Luis Domingo Gómez en nombre de la “comunidad de hipopótamos que vive en el río Magdalena”. En pocas palabras, según explicó Gómez a El Espectador, lo que buscó al llevar el caso de los hipopótamos a tribunales norteamericanos era que, bajo la norma de Estados Unidos, se le permitiera recoger pruebas allá para utilizarlas en procedimientos extranjeros. En este caso, las pruebas que quería obtener son los testimonios de dos científicos que viven en Cincinnati, Elizabeth Berkely y Richard Berlinsky, y que se adjuntaron a la acción popular que el mismo Domingo puso ante el Tribunal de Cundinamarca contra el Minambiente, Cornare y Corantioquia por no solucionar el conflicto con los hipopótamos, afectando el derecho a un ambiente sano.
En la acción popular se pide una solución integral que proteja a las especies nativas y que no implique el exterminio de los hipopótamos. Pero cómo lograrlo sigue sin ser claro. En los documentos presentados por Gómez se habla, por ejemplo, de confinar a los hipopótamos en algunas fincas con barreras de tela de polisombra. “Si escucharan a la comunidad sabrían que en Puerto Triunfo los hipopótamos arrastran hasta las cercas de alambre de púas”, fue la crítica que hizo el biólogo y ecólogo David Santamaría Castiblanco a esta propuesta en Twitter. (Puede leer: Inició el piloto de inmunocastración de hipopótamos en Colombia con GonaCon)
Luis Domingo también habló recientemente de lanzar el santuario para hipopótamos. Cómo sería y sus costos no se conocen. “Se trata de una idea que no está terminada, sino iniciada”, comentó a El Espectador. “No puedo dar datos confidenciales, pero he hecho unas consultas que indican que es sustentable económicamente, porque hay experiencias parecidas en el mundo. Además, lo que propongo es que el Gobierno le asigné a esto las 1.600 hectáreas que tiene Nápoles o cualquier otro lugar con condiciones similares en algún lugar del Magdalena Medio, esto con un estudio de factibilidad antes”.
Sin embargo, para Jiménez, de la Javeriana, encerrarlos tampoco es una alternativa. “La contención de 15 animales por un período de dos años puede costar alrededor de los $400 millones. Además, se sabe que los hipopótamos son animales agresivos y podrían matarse en algunos casos si se les encierra”, asegura.
Otras propuestas para controlar a los hipopótamos
A finales de 2020, un grupo de científicos publicó un artículo titulado “Un hipopótamo en la habitación: predicción de la persistencia y dispersión de un megavertebrado invasivo en Colombia, América del Sur”, en la revista Biological Conservation. A partir de datos registrados por el Humboldt sobre avistamiento de hipopótamos, cuenta la bióloga y Ph.D en ecología y desarrollo sustentable Nataly Castellanos, y una de las autoras del estudio, usaron ciertos modelos para proyectar cuántos hipopótamos podrían existir en Colombia, una cifra sobre la que nunca se ha tenido certeza. Para ese entonces calcularon que podrían existir unos 102 hipopótamos en el país y que, con la tasa de crecimiento de población identificada, que era del 14,5 %, si no se intensificaban las acciones para controlarlos llegarían a ser 1.500 para 2039.
¿Qué hacer entonces? “En los modelos exploramos las acciones individualmente. Qué pasaría si solo se aplicaba extracción (sacrificio) o solo castración, pero notamos que la última alternativa por sí sola no lograría parar su crecimiento poblacional”, recuerda la investigadora. En otras palabras, la investigación sugería que mientras a algunos individuos tocaba confinarlos y castrarlos, otros debían ser sacrificados para poder detener una invasión que pone en peligro a especies nativas.
La idea, aunque fue respaldada por una carta de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza firmada por 1.200 expertos en especies invasoras, fue rechazada por ciertos sectores, en especial los animalistas. Y casi a la par se conocieron dos ideas que buscaban concentrarse principalmente en la castración química para controlarlos.
La primera, desarrollada por la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Cornare), usa un medicamento llamado GonaCon. En su primera etapa, la Agencia USDA APHIS (Animal and Planet Health Service) de Estados Unidos le donó a esta corporación 70 dosis. David Echeverri López, coordinador del Grupo Bosques y Biodiversidad de esa institución, explica que hasta el momento han inyectado a 38 hipopótamos con esta sustancia. “El procedimiento se hace a través de dardos que se disparan con un rifle, y los costos son mínimos. Usamos carros institucionales y nuestros equipos, entonces solo se pagan los $80 mil de cada dardo y nuestro tiempo”, comenta. Para castrar químicamente a un hipopótamo con GonaCon es necesaria una dosis de entre 3 y 4 mililitros, y un refuerzo a los seis meses. Aunque aún no tienen resultados, lo ideal es no volver a ver crías de los 38 individuos.
Otra de las propuestas de castración la sugirió la organización Animal Balance. Isabel Nuerrero Naudín, directora médica para Latinoamérica de la organización y veterinaria, explica que para ellos no existe ningún argumento para tener que sacrificar a alguno de los hipopótamos. Insisten que la mejor opción es la castración química y probar ciertos métodos de contención. Aunque en principio también consideraron probar con GonaCon y, de hecho, según Naudín fueron los que se lo sugirieron a Cornare, el plan que les presentaron al Ministerio de Ambiente y otras autoridades ambientales en marzo de 2021 mencionaba castrar a las hembras con PZP (zona pelúcida porcina). El PZP, comenta, ha sido probado en hipopótamos en cautiverio y podría causar esterilidad permanente en los ungulados (la familia de mamíferos de la que son parte los hipopótamos). (Le puede interesar: Hipopótamos están perjudicando la calidad del agua en Colombia)
“El GonaCon tiene un efecto en la hipófisis, por lo que puede alterar el sistema nervioso central, mientras el PZP tiene como blanco los ovarios, reduciendo los efectos secundarios”, agrega. El plan de ellos implicaba inyectar el PZP con una pistola de dardos a las hembras cada ocho meses, por lo menos en una fase inicial. Después la idea sería probar con un PZP más avanzado que podría prolongar el efecto. Sobre el costo, Naudín explica que el Centro de Ciencia y Conservación en Montana, de Estados Unidos, encargado de producir el PZP, lo donaría y que Animal Balance pondría los voluntarios, los microchips para hacerles seguimiento a los hipopótamos y los drones. “Pero desde que presentamos esta propuesta no nos dijeron nada, si sí o si no. No tuvimos razón ni del Ministerio ni de Cornare”, añade.
Al igual que con GonaCon, lograr el control de los hipopótamos solo por castración es un reto enorme, agrega Castellanos. Sobre todo cuando se está hablando de 130 individuos que, potencialmente, están creciendo exponencialmente cada año. Ambas tipos de castración química, vale aclararlo, se trataría de la primera vez que son probadas en hipopótamos que no están en cautiverio, por lo que conocer su alcance tomará tiempo.
Pensar en una castración quirúrgica, además, no es una propuesta viable, pues capturar un solo hipopótamo y realizar este procedimiento podría costar entre $20 y $40 millones, según Jiménez. En 2010, Discovery Channel financió la cirugía en un individuo, costó US$50 mil y duró una hora y media (el promedio de una castración es de 15 a 30 minutos). (Lea también: Ecólogos vs animalistas: el dilema ético que despiertan los hipopótamos de Escobar)
En lo que sí está de acuerdo la mayoría es que el Ministerio de Ambiente debe tomar una decisión pronto. Sobre todo, como lo comenta la investigadora Castellanos, teniendo en cuenta que las proyecciones que se han hecho sobre su crecimiento pueden quedarse cortas. El Ministerio de Ambiente dice que hay alrededor de 130 hipopótamos en Colombia, pero las investigadoras a cargo del censo que se está construyendo señalan que aún queda una segunda fase, que durará siete meses más, para conocer no solo un número aproximado de individuos, sino su estructura y los lugares en los que podrían habitar.