Imágenes del mar más profundo de Colombia
Un grupo de biólogos captó por primera vez un video del único parque natural del país bajo el agua. Un pez león en una profundidad en la que no había sido visto y organismos a más de 300 metros, unos de sus hallazgos.
Sergio Silva Numa
Cuando a principios de 2013 Colombia declaró el primer parque nacional natural que estaría por completo bajo el agua, no sabía con certeza qué era lo que se escondía en sus profundidades. Sabía, claro, que en esas más de 142 mil hectáreas rodeadas de bloques petroleros estaba el banco de corales de profundidad más diverso del Caribe colombiano y que eso significaba una suerte de laboratorio lleno de vida que el país debía proteger.
Pero más allá de unas muestras tomadas con pequeñas dragas y analizadas en la superficie, jamás habían podido observar los secretos ocultos a más de 300 metros de profundidad. Sin embargo ahora, después de dos años, ya tienen las primeras pistas de esos misteriosos paisajes, ubicados a unas tres horas de Cartagena.
En un video del Parque Nacional Natural Corales de Profundidad, publicado hace unas semanas y que pronto será presentado oficialmente ante la academia, a Alejandro Henao lo asombraron varias cosas. La lista de sorpresas es larga, pero a él, biólogo marino y coordinador del programa de investigación y monitoreo de este parque, le gusta empezar por la más simple: haber observado por primera vez en Colombia a un pez león a 140 metros de profundidad. Hasta el momento, cuenta, esa especie invasora solo se había visto en el país a 90 metros, pero el nuevo dato, “además de revelar una adaptación increíble, sorprende, alarma y preocupa. Ahora el reto de controlarlo es mucho mayor”.
Para haber dado con esa especie, Henao y un grupo de investigadores de Parques Naturales (PNN), de Invemar, de la Universidad de los Andes y de la U. de Manchester (Inglaterra), tuvieron que esperar más de dos años. Solo a finales de 2015 y después de haber reunido cerca de $1.300 millones (aportados en su mayoría por la Agencia Nacional de Hidrocarburos), lograron empezar la expedición, que tardó trece días. Sus rutinas a bordo de la embarcación, dice Milena Marrugo, bióloga marina de PNN, fueron extenuantes. Arrancaban a las 6 a.m. y terminaban a las 7 p.m., cuando ya era imposible ver el robot que exploraba el océano. El costo diario de mantenerlo bajo el agua rondaba los $60 millones.
Con ese robot, equipado con cámara y que siempre estuvo antecedido por sondas que medían la temperatura y las corrientes, los investigadores involucrados en el estudio observaron lo que habían perseguido por meses y que los dejó boquiabiertos: la Madracis myriaster, una especie de coral única en el país y que en ningún rincón del planeta es tan abundante.
“Es como llegar a la Luna y ver vida por primera vez”, dice Henao.
A lo que se refiere es al tope máximo al que llegó el artefacto que él llama ROV (vehículo de operación remota): 330 metros de profundidad. Ahí, luego de haber identificado unos nueve hábitats diferentes, se tropezaron con un área llena de corales, esponjas, moluscos, crustáceos y muchos organismos vivos. “Ver tanta vida donde la luz ya desaparece, en ambientes tan inhóspitos, es sorprendente”.
Y aunque es pronto para aventurarse a asegurar que allí se esconden nuevas especies para la ciencia, los biólogos tienen algunos indicios de que entre lo que observaron hay especímenes que jamás nadie ha visto. Por el momento están preparando una publicación sobre esa zona y están analizando, en conjunto con la U. de Manchester y el Invemar, pruebas de ADN.
“Este parque, del que esperamos explorar hasta los 1.220 metros de profundidad en el futuro, cuando tengamos un robot mucho más robusto, no tiene una vocación turística. Es una vocación para la investigación”, asegura Marrugo.
Lo dice porque detrás de toda esa biodiversidad puede haber elementos mucho más complejos. Por ejemplo, de ella puede depender la seguridad alimentaria de una región, pues probablemente esos corales son el hogar de varias especies que luego se desplazan a zonas pesqueras. O, en esos organismos puede haber secretos útiles para la investigación farmacéutica. Como explica Henao, sus componentes químicos y biológicos y su extraño sistema inmune pueden dar pistas para fabricar medicamentos. “Todas estas imágenes, además de mostrarles a los colombianos la diversidad biológica en ambientes profundos del país, nos abren el camino a muchas preguntas que aún no podemos responder”.
Cuando a principios de 2013 Colombia declaró el primer parque nacional natural que estaría por completo bajo el agua, no sabía con certeza qué era lo que se escondía en sus profundidades. Sabía, claro, que en esas más de 142 mil hectáreas rodeadas de bloques petroleros estaba el banco de corales de profundidad más diverso del Caribe colombiano y que eso significaba una suerte de laboratorio lleno de vida que el país debía proteger.
Pero más allá de unas muestras tomadas con pequeñas dragas y analizadas en la superficie, jamás habían podido observar los secretos ocultos a más de 300 metros de profundidad. Sin embargo ahora, después de dos años, ya tienen las primeras pistas de esos misteriosos paisajes, ubicados a unas tres horas de Cartagena.
En un video del Parque Nacional Natural Corales de Profundidad, publicado hace unas semanas y que pronto será presentado oficialmente ante la academia, a Alejandro Henao lo asombraron varias cosas. La lista de sorpresas es larga, pero a él, biólogo marino y coordinador del programa de investigación y monitoreo de este parque, le gusta empezar por la más simple: haber observado por primera vez en Colombia a un pez león a 140 metros de profundidad. Hasta el momento, cuenta, esa especie invasora solo se había visto en el país a 90 metros, pero el nuevo dato, “además de revelar una adaptación increíble, sorprende, alarma y preocupa. Ahora el reto de controlarlo es mucho mayor”.
Para haber dado con esa especie, Henao y un grupo de investigadores de Parques Naturales (PNN), de Invemar, de la Universidad de los Andes y de la U. de Manchester (Inglaterra), tuvieron que esperar más de dos años. Solo a finales de 2015 y después de haber reunido cerca de $1.300 millones (aportados en su mayoría por la Agencia Nacional de Hidrocarburos), lograron empezar la expedición, que tardó trece días. Sus rutinas a bordo de la embarcación, dice Milena Marrugo, bióloga marina de PNN, fueron extenuantes. Arrancaban a las 6 a.m. y terminaban a las 7 p.m., cuando ya era imposible ver el robot que exploraba el océano. El costo diario de mantenerlo bajo el agua rondaba los $60 millones.
Con ese robot, equipado con cámara y que siempre estuvo antecedido por sondas que medían la temperatura y las corrientes, los investigadores involucrados en el estudio observaron lo que habían perseguido por meses y que los dejó boquiabiertos: la Madracis myriaster, una especie de coral única en el país y que en ningún rincón del planeta es tan abundante.
“Es como llegar a la Luna y ver vida por primera vez”, dice Henao.
A lo que se refiere es al tope máximo al que llegó el artefacto que él llama ROV (vehículo de operación remota): 330 metros de profundidad. Ahí, luego de haber identificado unos nueve hábitats diferentes, se tropezaron con un área llena de corales, esponjas, moluscos, crustáceos y muchos organismos vivos. “Ver tanta vida donde la luz ya desaparece, en ambientes tan inhóspitos, es sorprendente”.
Y aunque es pronto para aventurarse a asegurar que allí se esconden nuevas especies para la ciencia, los biólogos tienen algunos indicios de que entre lo que observaron hay especímenes que jamás nadie ha visto. Por el momento están preparando una publicación sobre esa zona y están analizando, en conjunto con la U. de Manchester y el Invemar, pruebas de ADN.
“Este parque, del que esperamos explorar hasta los 1.220 metros de profundidad en el futuro, cuando tengamos un robot mucho más robusto, no tiene una vocación turística. Es una vocación para la investigación”, asegura Marrugo.
Lo dice porque detrás de toda esa biodiversidad puede haber elementos mucho más complejos. Por ejemplo, de ella puede depender la seguridad alimentaria de una región, pues probablemente esos corales son el hogar de varias especies que luego se desplazan a zonas pesqueras. O, en esos organismos puede haber secretos útiles para la investigación farmacéutica. Como explica Henao, sus componentes químicos y biológicos y su extraño sistema inmune pueden dar pistas para fabricar medicamentos. “Todas estas imágenes, además de mostrarles a los colombianos la diversidad biológica en ambientes profundos del país, nos abren el camino a muchas preguntas que aún no podemos responder”.