Informe critica planes de alejarse del carbón para producir gas a largo plazo
Un nuevo informe de la organización Global Energy Monitor encontró que proyectos en desarrollo de gas en el este de Asia, la Unión Europea y América del Norte podrían estar asociados a emisiones de millones de toneladas de dióxido de carbono. La aceleración a energías renovables debería ser clave, sostiene la organización.
Por estas semanas, es común escuchar de la transición energética como una de las banderas del gobierno de Gustavo Petro. La ha mencionado en varios de sus discursos y su ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, también ha dicho que el país debe acelerar la incorporación de más energías limpias. En medio de este panorama, existen varias preguntas sobre qué constituye, exactamente, una energía limpia.
Algunos sectores, por ejemplo, han propuesto regularmente que se considere al gas natural como una energía verde, esencial para la transición del carbón hacia las renovables. Pero un informe publicado esta semana por la organización Global Energy Monitor dice que esta estrategia podría salir mal en el largo plazo, por el riesgo de tener una mayor emisión de metano, un gas de efecto invernadero que podría ser mucho peor que el carbono, especialmente en el corto plazo. (También puede leer: La enfermedad que llegó al mar de Colombia y puede acabar con los corales)
Resulta que, aunque es cierto que la quema de gas está asociada a una emisión de CO2 mucho menor, un problema son las fugas de metano, presentes en la producción y transporte de gas. Según este nuevo informe de Global Energy Monitor, el metano “tiene un efecto de calentamiento que es 84 veces mayor que el CO2 durante un período de 20 años. Si las fugas de metano son más del 3% de su metano contenido, generar energía con gas es peor para el clima que usar carbón”.
Por esta razón, la organización cuestiona la aproximación que varios países, especialmente del este asiático, de la Unión Europea y de Norteamérica, han tenido en el contexto de transición energética. El riesgo, indica el informe, es que el alejamiento del carbón se convierta en un cambio a largo plazo hacia el gas.
“Llamar al gas ‘limpio’ o ‘verde’ nunca cambiará el hecho de que es tan malo para el clima y, en algunos casos, peor que el carbón”, indicó Jenny Martos, gerente de proyecto de Global Energy Monitor y una de las autoras, en un comunicado de prensa. (Le puede interesar: La minería en aguas poco profundas no sería mejor para el ambiente)
Los últimos datos de la plataforma Global Gas Plant Tracker de la organización indican que, para agosto de este año, aproximadamente 89,6 gigavatios (GW) de plantas de gas, es decir, el 13% de la capacidad global de gas en desarrollo, corresponde a proyectos de transición o reemplazo de carbón a gas. Si estos proyectos efectivamente se construyen, resultarían en emisiones de 5.070 millones de toneladas de CO2.
El informe recopiló una lista del equivalente de emisiones de dióxido de carbono que se emitirían por las regiones, de acuerdo con los proyectos de transición/reemplazo de carbón a gas.
Para Global Energy Monitor, la clave en este escenario es acelerar la transición a las energías renovables, que “refuerza la seguridad energética al reducir la dependencia sobre las importaciones de gas”. Continuar con una inversión sostenida en combustibles fósiles, puntualiza el reporte, “expondrá a las regiones a problemas económicos y geopolíticos”, además de complicaciones ambientales.
¿Es el gas una buena idea para la transición energética?
Un informe de 2019 de la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés) analizó el rol del gas en la transición energética. Aunque el texto es claro en decir que la respuesta a largo plazo al cambio climático no está en cambiar “incesantemente” entre combustibles fósiles, como el carbón y el gas, “puede haber beneficios significativos de CO2 y calidad del aire, en países, sectores y plazos específicos, a partir del uso de combustibles fósiles menos intensivos en emisiones”, como es el caso del gas.
Para ejemplificar esto, el informe cita que, entre 2010 y 2019, el cambio de carbón a gas ahorró alrededor de 500 millones de toneladas de dióxido de carbono. La IEA indicó que, en promedio, teniendo en cuenta las emisiones de metano, el cambio de carbón a gas “reduce las emisiones en un 50 % cuando se produce electricidad y en un 33 % cuando se proporciona calor”. Los esfuerzos de la industria del gas para garantizar mejores prácticas en la cadena de suministro, para reducir fugas de metano, es muy importante para este proceso.
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Por estas semanas, es común escuchar de la transición energética como una de las banderas del gobierno de Gustavo Petro. La ha mencionado en varios de sus discursos y su ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, también ha dicho que el país debe acelerar la incorporación de más energías limpias. En medio de este panorama, existen varias preguntas sobre qué constituye, exactamente, una energía limpia.
Algunos sectores, por ejemplo, han propuesto regularmente que se considere al gas natural como una energía verde, esencial para la transición del carbón hacia las renovables. Pero un informe publicado esta semana por la organización Global Energy Monitor dice que esta estrategia podría salir mal en el largo plazo, por el riesgo de tener una mayor emisión de metano, un gas de efecto invernadero que podría ser mucho peor que el carbono, especialmente en el corto plazo. (También puede leer: La enfermedad que llegó al mar de Colombia y puede acabar con los corales)
Resulta que, aunque es cierto que la quema de gas está asociada a una emisión de CO2 mucho menor, un problema son las fugas de metano, presentes en la producción y transporte de gas. Según este nuevo informe de Global Energy Monitor, el metano “tiene un efecto de calentamiento que es 84 veces mayor que el CO2 durante un período de 20 años. Si las fugas de metano son más del 3% de su metano contenido, generar energía con gas es peor para el clima que usar carbón”.
Por esta razón, la organización cuestiona la aproximación que varios países, especialmente del este asiático, de la Unión Europea y de Norteamérica, han tenido en el contexto de transición energética. El riesgo, indica el informe, es que el alejamiento del carbón se convierta en un cambio a largo plazo hacia el gas.
“Llamar al gas ‘limpio’ o ‘verde’ nunca cambiará el hecho de que es tan malo para el clima y, en algunos casos, peor que el carbón”, indicó Jenny Martos, gerente de proyecto de Global Energy Monitor y una de las autoras, en un comunicado de prensa. (Le puede interesar: La minería en aguas poco profundas no sería mejor para el ambiente)
Los últimos datos de la plataforma Global Gas Plant Tracker de la organización indican que, para agosto de este año, aproximadamente 89,6 gigavatios (GW) de plantas de gas, es decir, el 13% de la capacidad global de gas en desarrollo, corresponde a proyectos de transición o reemplazo de carbón a gas. Si estos proyectos efectivamente se construyen, resultarían en emisiones de 5.070 millones de toneladas de CO2.
El informe recopiló una lista del equivalente de emisiones de dióxido de carbono que se emitirían por las regiones, de acuerdo con los proyectos de transición/reemplazo de carbón a gas.
Para Global Energy Monitor, la clave en este escenario es acelerar la transición a las energías renovables, que “refuerza la seguridad energética al reducir la dependencia sobre las importaciones de gas”. Continuar con una inversión sostenida en combustibles fósiles, puntualiza el reporte, “expondrá a las regiones a problemas económicos y geopolíticos”, además de complicaciones ambientales.
¿Es el gas una buena idea para la transición energética?
Un informe de 2019 de la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés) analizó el rol del gas en la transición energética. Aunque el texto es claro en decir que la respuesta a largo plazo al cambio climático no está en cambiar “incesantemente” entre combustibles fósiles, como el carbón y el gas, “puede haber beneficios significativos de CO2 y calidad del aire, en países, sectores y plazos específicos, a partir del uso de combustibles fósiles menos intensivos en emisiones”, como es el caso del gas.
Para ejemplificar esto, el informe cita que, entre 2010 y 2019, el cambio de carbón a gas ahorró alrededor de 500 millones de toneladas de dióxido de carbono. La IEA indicó que, en promedio, teniendo en cuenta las emisiones de metano, el cambio de carbón a gas “reduce las emisiones en un 50 % cuando se produce electricidad y en un 33 % cuando se proporciona calor”. Los esfuerzos de la industria del gas para garantizar mejores prácticas en la cadena de suministro, para reducir fugas de metano, es muy importante para este proceso.
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