Informe sobre el estado del clima: “Estamos al borde de un desastre climático irreversible”
En medio del avance hacia Florida del temido huracán Milton, los científicos anuncian en un nuevo artículo que estamos entrando en una nueva fase crítica e impredecible de la crisis climática.
“Estamos al borde de un desastre climático irreversible”. Así comienzan un grupo de investigadores un nuevo artículo científico publicado en la revista Ofxord Academic. En medio del avance hacia Florida del temido huracán Milton, los científicos anuncian que estamos entrando en una nueva fase crítica e impredecible de la crisis climática. “Estamos presenciando la cruda realidad de los pronósticos a medida que los impactos climáticos se intensifican, generando escenas de desastres sin precedentes en todo el mundo”.
Los investigadores recuerdan que en 2023 el mundo fue testigo de temperaturas récord en la superficie del mar, del verano extratropical más cálido del hemisferio norte en 2000 años y de la ruptura de muchos otros récords climáticos. De los 35 signos vitales planetarios que se rastrean actualmente, 25 están en niveles récord. Estos “signos vitales planetarios” son indicadores clave que reflejan el estado de salud del planeta y su ecosistema. Al igual que los signos vitales en los seres humanos (como la temperatura, la frecuencia cardíaca, etc.), estos signos vitales ayudan a monitorear y evaluar el bienestar de la Tierra.
Los investigadores enumeran numerosos desastres recientes que pueden estar relacionados, al menos en parte, con el cambio climático. “Para cada evento, generalmente proporcionamos referencias que indican que la probabilidad o la fuerza de dicho evento puede haber aumentado debido al cambio climático antropogénico”, explican. Entre noviembre de 2023 y agosto de 2024, el mundo experimentó una serie de desastres climáticos devastadores. La tormenta Bettina, que azotó el mar Negro en noviembre de 2023, afectó a más de 2,5 millones de personas y dejó 23 muertos, siendo la quema de combustibles fósiles un factor que aumentó la probabilidad de tales precipitaciones extremas. En febrero de 2024, incendios forestales en Chile causaron la muerte de al menos 131 personas y destruyeron más de 14,000 viviendas, un desastre exacerbado por sequías y olas de calor intensificadas por el cambio climático.
A lo largo de 2024, varias regiones sufrieron olas de calor extremas, como en el norte de África y Asia, donde se reportaron miles de muertes relacionadas con el calor. Además, las inundaciones repentinas en el Golfo Pérsico y en África Oriental, así como grandes inundaciones en Brasil, causaron cientos de muertes y millones de afectados. Los huracanes, como el Beryl y el Debby, intensificaron los desafíos, resultando en pérdidas significativas de vidas y daños económicos. En general, creen los autores del estudio, el cambio climático ha estado en el centro de muchos de estos desastres, aumentando tanto su frecuencia como su intensidad.
Un esfuerzo que no es suficiente
Aunque durante muchos años los científicos han dado la voz de alarma sobre los peligros inminentes del cambio climático impulsado por el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio de los ecosistemas, “todavía estamos avanzando en la dirección equivocada”, dicen los autores del estudio. El consumo de combustibles fósiles aumentó un 1,5% en 2023 con respecto a 2022, principalmente debido a aumentos sustanciales en el consumo de carbón (1,6%) y el consumo de petróleo (2,5%).
Aunque el uso de energía renovable también creció y el consumo de energía solar y eólica en conjunto aumentó un 15% con respecto a 2022, el consumo de combustibles fósiles sigue siendo aproximadamente 14 veces mayor que esas formas de energía limpia. Además, el crecimiento de la participación renovable en la generación de electricidad cubrió el aumento de la demanda, en lugar de reemplazar los combustibles fósiles.
La pérdida global de cobertura arbórea aumentó de 22,8 megahectáreas (Mha) por año en 2022 a 28,3 Mha por año en 2023, alcanzando su tercer nivel más alto. Para poner esto en perspectiva, una megahectárea equivale a 10 millones de metros cuadrados, o aproximadamente 1.000 campos de fútbol. Los científicos creen que esto se debió, al menos en parte, a los incendios forestales, que hicieron que la pérdida de cobertura arbórea alcanzara un máximo histórico de 11,9 Mha. “Las altas tasas de pérdida de cobertura arbórea pueden impulsar un conjunto de bucles de retroalimentación relacionados, en los que la pérdida de secuestro de carbono forestal conduce a un calentamiento adicional, que puede generar más pérdidas en el secuestro de carbono, y así sucesivamente”, advierten en el artículo publicado.
En una nota un poco más positiva, la investigación reseña que la tasa de deforestación en la Amazonía brasileña continuó disminuyendo, cayendo de 1,16 Mha en 2022 a 0,90 Mha en 2023. “Esta disminución puede deberse en parte a las políticas cambiantes del gobierno de Brasil y llega en un momento crítico dado que la Amazonía puede estar acercándose a un punto de inflexión donde una pérdida de resiliencia y ciclos de retroalimentación positiva contribuyen a la muerte regresiva de los bosques a gran escala”, escriben.
Sin embargo, siguen siendo más las noticias negativas. Las emisiones anuales relacionadas con la energía aumentaron un 2,1% en 2023 y ahora superan por primera vez las 40 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente. Los tres principales países emisores son China, Estados Unidos e India, que, en conjunto, representan más de la mitad de las emisiones globales. Las concentraciones de dióxido de carbono y metano, dos gases peligrosos que contribuyen al calentamiento global y al cambio climático, están en máximos históricos. Todo esto contribuye a que la temperatura superficial haya alcanzado un máximo histórico y se preva que 2024 sea uno de los años más calurosos jamás registrados en la historia.
Cada 0,1 °C de calentamiento global coloca a 100 millones de personas adicionales (o más) en temperaturas medias cálidas sin precedentes. De seguir nuestra trayectoria actual, los años futuros serán casi con toda seguridad incluso más calurosos, porque nuestro clima sigue alejándose de las condiciones asociadas con la prosperidad humana para gran parte de la población de la Tierra. “Incluso en los escenarios más optimistas, serán necesarios esfuerzos de adaptación climática a gran escala, en particular para las poblaciones más vulnerables”, advierten los investigadores.
Todo este panorama ha repercutido en los océanos y el hielo. Tanto la acidez como el contenido de calor de los océanos se encuentran en niveles extremos récord, lo que ha provocado diversos impactos climáticos relacionados con los océanos. Por ejemplo, el nivel medio global del mar se encuentra actualmente en un nivel récord, principalmente debido tanto al calentamiento general como a un fuerte fenómeno de El Niño en 2023 y parte de 2024. “El continuo aumento del nivel del mar tiene el potencial de desplazar a cientos de millones de personas a lo largo del siglo. El derretimiento del hielo contribuye aproximadamente a la mitad del aumento del nivel del mar y los últimos datos indican que la masa de hielo de Groenlandia, la masa de hielo de la Antártida y el espesor promedio de los glaciares se encuentran en mínimos históricos”.
Los extremos de calor y lluvia que están sufriendo millones de personas en todo el mundo están ahora muy fuera del clima histórico. La mortalidad relacionada con el calor está aumentando rápidamente en los Estados Unidos: el número de muertes relacionadas con el calor aumentó un 117% entre 1999 y 2023.
“La emergencia climática no es un problema aislado. El calentamiento global, aunque catastrófico, es apenas un aspecto de una profunda policrisis que incluye la degradación ambiental, el aumento de la desigualdad económica y la pérdida de biodiversidad. El cambio climático es un síntoma evidente de un problema sistémico más profundo: el exceso ecológico, en el que el consumo humano supera la capacidad de la Tierra para regenerarse. El exceso es un estado que no puede persistir indefinidamente”.
A pesar de los seis informes del IPCC, las 28 reuniones de la COP, cientos de otros informes y decenas de miles de artículos científicos, “el mundo ha logrado avances muy pequeños en la lucha contra el cambio climático, en parte debido a la fuerte resistencia de quienes se benefician económicamente del actual sistema basado en combustibles fósiles”. Los científicos reiteran que vamos en la dirección equivocada y temen el peligro de un colapso climático. “El aumento de los desastres climáticos anuales muestra que nos encontramos en una crisis importante que, si seguimos como hasta ahora, podría empeorar. Nuestras acciones son importantes para el sistema climático estable que nos ha sostenido durante miles de años. El futuro de la humanidad depende de nuestra creatividad, nuestra fibra moral y nuestra perseverancia”.
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“Estamos al borde de un desastre climático irreversible”. Así comienzan un grupo de investigadores un nuevo artículo científico publicado en la revista Ofxord Academic. En medio del avance hacia Florida del temido huracán Milton, los científicos anuncian que estamos entrando en una nueva fase crítica e impredecible de la crisis climática. “Estamos presenciando la cruda realidad de los pronósticos a medida que los impactos climáticos se intensifican, generando escenas de desastres sin precedentes en todo el mundo”.
Los investigadores recuerdan que en 2023 el mundo fue testigo de temperaturas récord en la superficie del mar, del verano extratropical más cálido del hemisferio norte en 2000 años y de la ruptura de muchos otros récords climáticos. De los 35 signos vitales planetarios que se rastrean actualmente, 25 están en niveles récord. Estos “signos vitales planetarios” son indicadores clave que reflejan el estado de salud del planeta y su ecosistema. Al igual que los signos vitales en los seres humanos (como la temperatura, la frecuencia cardíaca, etc.), estos signos vitales ayudan a monitorear y evaluar el bienestar de la Tierra.
Los investigadores enumeran numerosos desastres recientes que pueden estar relacionados, al menos en parte, con el cambio climático. “Para cada evento, generalmente proporcionamos referencias que indican que la probabilidad o la fuerza de dicho evento puede haber aumentado debido al cambio climático antropogénico”, explican. Entre noviembre de 2023 y agosto de 2024, el mundo experimentó una serie de desastres climáticos devastadores. La tormenta Bettina, que azotó el mar Negro en noviembre de 2023, afectó a más de 2,5 millones de personas y dejó 23 muertos, siendo la quema de combustibles fósiles un factor que aumentó la probabilidad de tales precipitaciones extremas. En febrero de 2024, incendios forestales en Chile causaron la muerte de al menos 131 personas y destruyeron más de 14,000 viviendas, un desastre exacerbado por sequías y olas de calor intensificadas por el cambio climático.
A lo largo de 2024, varias regiones sufrieron olas de calor extremas, como en el norte de África y Asia, donde se reportaron miles de muertes relacionadas con el calor. Además, las inundaciones repentinas en el Golfo Pérsico y en África Oriental, así como grandes inundaciones en Brasil, causaron cientos de muertes y millones de afectados. Los huracanes, como el Beryl y el Debby, intensificaron los desafíos, resultando en pérdidas significativas de vidas y daños económicos. En general, creen los autores del estudio, el cambio climático ha estado en el centro de muchos de estos desastres, aumentando tanto su frecuencia como su intensidad.
Un esfuerzo que no es suficiente
Aunque durante muchos años los científicos han dado la voz de alarma sobre los peligros inminentes del cambio climático impulsado por el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio de los ecosistemas, “todavía estamos avanzando en la dirección equivocada”, dicen los autores del estudio. El consumo de combustibles fósiles aumentó un 1,5% en 2023 con respecto a 2022, principalmente debido a aumentos sustanciales en el consumo de carbón (1,6%) y el consumo de petróleo (2,5%).
Aunque el uso de energía renovable también creció y el consumo de energía solar y eólica en conjunto aumentó un 15% con respecto a 2022, el consumo de combustibles fósiles sigue siendo aproximadamente 14 veces mayor que esas formas de energía limpia. Además, el crecimiento de la participación renovable en la generación de electricidad cubrió el aumento de la demanda, en lugar de reemplazar los combustibles fósiles.
La pérdida global de cobertura arbórea aumentó de 22,8 megahectáreas (Mha) por año en 2022 a 28,3 Mha por año en 2023, alcanzando su tercer nivel más alto. Para poner esto en perspectiva, una megahectárea equivale a 10 millones de metros cuadrados, o aproximadamente 1.000 campos de fútbol. Los científicos creen que esto se debió, al menos en parte, a los incendios forestales, que hicieron que la pérdida de cobertura arbórea alcanzara un máximo histórico de 11,9 Mha. “Las altas tasas de pérdida de cobertura arbórea pueden impulsar un conjunto de bucles de retroalimentación relacionados, en los que la pérdida de secuestro de carbono forestal conduce a un calentamiento adicional, que puede generar más pérdidas en el secuestro de carbono, y así sucesivamente”, advierten en el artículo publicado.
En una nota un poco más positiva, la investigación reseña que la tasa de deforestación en la Amazonía brasileña continuó disminuyendo, cayendo de 1,16 Mha en 2022 a 0,90 Mha en 2023. “Esta disminución puede deberse en parte a las políticas cambiantes del gobierno de Brasil y llega en un momento crítico dado que la Amazonía puede estar acercándose a un punto de inflexión donde una pérdida de resiliencia y ciclos de retroalimentación positiva contribuyen a la muerte regresiva de los bosques a gran escala”, escriben.
Sin embargo, siguen siendo más las noticias negativas. Las emisiones anuales relacionadas con la energía aumentaron un 2,1% en 2023 y ahora superan por primera vez las 40 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente. Los tres principales países emisores son China, Estados Unidos e India, que, en conjunto, representan más de la mitad de las emisiones globales. Las concentraciones de dióxido de carbono y metano, dos gases peligrosos que contribuyen al calentamiento global y al cambio climático, están en máximos históricos. Todo esto contribuye a que la temperatura superficial haya alcanzado un máximo histórico y se preva que 2024 sea uno de los años más calurosos jamás registrados en la historia.
Cada 0,1 °C de calentamiento global coloca a 100 millones de personas adicionales (o más) en temperaturas medias cálidas sin precedentes. De seguir nuestra trayectoria actual, los años futuros serán casi con toda seguridad incluso más calurosos, porque nuestro clima sigue alejándose de las condiciones asociadas con la prosperidad humana para gran parte de la población de la Tierra. “Incluso en los escenarios más optimistas, serán necesarios esfuerzos de adaptación climática a gran escala, en particular para las poblaciones más vulnerables”, advierten los investigadores.
Todo este panorama ha repercutido en los océanos y el hielo. Tanto la acidez como el contenido de calor de los océanos se encuentran en niveles extremos récord, lo que ha provocado diversos impactos climáticos relacionados con los océanos. Por ejemplo, el nivel medio global del mar se encuentra actualmente en un nivel récord, principalmente debido tanto al calentamiento general como a un fuerte fenómeno de El Niño en 2023 y parte de 2024. “El continuo aumento del nivel del mar tiene el potencial de desplazar a cientos de millones de personas a lo largo del siglo. El derretimiento del hielo contribuye aproximadamente a la mitad del aumento del nivel del mar y los últimos datos indican que la masa de hielo de Groenlandia, la masa de hielo de la Antártida y el espesor promedio de los glaciares se encuentran en mínimos históricos”.
Los extremos de calor y lluvia que están sufriendo millones de personas en todo el mundo están ahora muy fuera del clima histórico. La mortalidad relacionada con el calor está aumentando rápidamente en los Estados Unidos: el número de muertes relacionadas con el calor aumentó un 117% entre 1999 y 2023.
“La emergencia climática no es un problema aislado. El calentamiento global, aunque catastrófico, es apenas un aspecto de una profunda policrisis que incluye la degradación ambiental, el aumento de la desigualdad económica y la pérdida de biodiversidad. El cambio climático es un síntoma evidente de un problema sistémico más profundo: el exceso ecológico, en el que el consumo humano supera la capacidad de la Tierra para regenerarse. El exceso es un estado que no puede persistir indefinidamente”.
A pesar de los seis informes del IPCC, las 28 reuniones de la COP, cientos de otros informes y decenas de miles de artículos científicos, “el mundo ha logrado avances muy pequeños en la lucha contra el cambio climático, en parte debido a la fuerte resistencia de quienes se benefician económicamente del actual sistema basado en combustibles fósiles”. Los científicos reiteran que vamos en la dirección equivocada y temen el peligro de un colapso climático. “El aumento de los desastres climáticos anuales muestra que nos encontramos en una crisis importante que, si seguimos como hasta ahora, podría empeorar. Nuestras acciones son importantes para el sistema climático estable que nos ha sostenido durante miles de años. El futuro de la humanidad depende de nuestra creatividad, nuestra fibra moral y nuestra perseverancia”.
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